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Galassi, de mano derecha de Bonfatti a asesor de su rival en la interna

Galassi, de mano derecha de Bonfatti a asesor de su rival en la interna



Por Redacción Suma Política

“Me voy de donde no me quieren”.  A poco más de un año de haber pronunciado esa frase, cuando no integró como se esperaba la lista de candidatos a diputados provinciales que encabezó Miguel Lifschitz, Rubén Galassi saltó la división interna del socialismo para trabajar como asesor del ex gobernador que hoy preside la Cámara Baja.

Cuando se definió esa lista, Galassi y Eduardo Di Pollina fueron las exclusiones más notables, aunque una posibilidad que se mencionó entonces era que ambos tenían asegurado un lugar en el futuro gabinete de Antonio Bonfatti si ganaba las elecciones.

Hace 25 años que Galassi saltó del periodismo a la política, y hoy no es un colaborador más. Por su alineamiento, primero con Hermes Binner y después con Antonio Bonfatti, su cercanía actual con Lifschitz resulta inesperada. El primero lo llevó a la Dirección de Información Pública de la Municipalidad de Rosario y después a la Secretaría de Comunicación Social del Gobierno de la Provincia. Bonfatti le levantó el perfil, convirtiéndolo en su ministro de Gobierno y, terminado su mandato, en diputado y presidente de la bancada socialista.



Por eso su nueva función se interpreta antes que nada como una señal para la interna socialista. Su condición de asesor del bloque probablemente tenga más que ver con la actividad política que pueda desarrollar hacia adentro de su partido que con la gestión legislativa, que bien conoce, pero lo concreto es que el principal operador de Antonio Bonfatti se cruzó de vereda, una distancia que un año atrás parecía infranqueable.

“La bala de plata del socialismo es Lifschitz”, sostienen para explicar el movimiento de Galassi y ante la prescindencia de Bonfatti, que ya adelantó que no va a disputar ningún cargo en 2021.

A su alrededor aseguran a que a sus 70 años Bonfatti buscará un lugar más tranquilo para seguir ligado a la vida partidaria. Quizás más involucrado con la preparación de equipos, a quienes podrá transferirle su experiencia de tantos años, aunque en política no hay que dar nada por cerrado. Muy pocos se jubilan.

En el sector que en la práctica hoy conduce al socialismo la designación de Galassi es un anticipo de que el grueso del partido se alineará detrás de Lifschitz y se entusiasman con un armado alrededor de su figura de cara al 2023.



El primer chispazo


Galassi nunca se llevó bien con Lifschitz. Incluso un breve lapso en el que no estuvo en la función pública se lo debe a él. Fue cuando después de dos períodos a cargo del manejo de la relación con los medios junto a Binner, el actual presidente de la Cámara de Diputados, por entonces flamante intendente, lo hizo sentir “no querido” por primera vez y Galassi se dedicó a la radio por un año.

Ser asesor puede aparecer ahora como una suerte de premio consuelo para alguien que ocupó cargos tan relevantes. Sus perspectivas políticas fueron tan altas que hasta llegó a ser incluido en las especulaciones para la candidatura a gobernador que finalmente encarnó Lifschitz. Esas elucubraciones no tuvieron que ver con que su figura tuviera más chances que la del ingeniero, sino más bien con que en ese momento representaba la sucesión más confiable para el entonces gobernador Bonfatti.

No puede decirse que en aquella oportunidad haya sido bajado, porque en verdad nunca llegó a estar tan alto, pero la anécdota da una idea del nivel que había alcanzado. Fue durante muchos años uno de los pocos integrantes de la mesa chica del partido que ejercía el poder en la provincia.

Contradiciendo una historia en la que se dirimían con bajo perfil las diferencias en el socialismo, los enfrentamientos entre Antonio Bonfatti, con quien se alineó Galassi, y Miguel Lifschitz, fueron imposibles de ocultar. Sus dispares posicionamientos políticos hacia adentro y afuera del partido fueron tantos, que la tirantez llegó a quedar expuesta durante la gestión de Lifschitz en detalles menores pero de alta carga simbólica. Por ejemplo cuando en plena campaña electoral el ex gobernador y el ex presidente de la Cámara de Diputados no asistían a los actos a los que iba el otro.

El enojo tuvo su punto de eclosión cuando Lifschitz decidió propiciar su reelección mediante una reforma de la Constitución. No aparecía entonces tan clara la importancia de modernizar la Carta Magna santafesina, ni actualizar los derechos de los ciudadanos de la provincia, como dejar instalada la posibilidad de un segundo mandato. Y fue la Cámara de Diputados que presidía Bonfatti la traba fundamental para que esa iniciativa no prosperara. De ahí a la guerra había un paso.



El Arca de Miguel


En esa batalla Galassi se quedó sin cargos. Cuando Lifschitz armó lo que algunos en el partido bautizaron como el “Arca de Miguel”, para rescatar a sus confiables, decidió no incluir a Galassi en la lista de diputados que entraban seguro: los 28 que se asegura la mayoría.

El propio Galassi presentó ese desplante tratando de rescatar su honor. “Decidí no estar donde no me quieren”, confió en esos tiempos, aunque no quedó claro quién decidió primero.

Esto hace que ahora sea tan impactante verlo entrar al despacho de Lifschitz, algo que pudo pasar desapercibido porque las sesiones durante la pandemia cambiaron de lugar, del recinto de la Legislatura al Paraninfo de la Universidad del Litoral en Santa Fe, o directamente fueron virtuales, o con presencias reducidas como ahora.

No hubo anuncios de su designación, porque los asesores nunca asumen, pero es un hecho que la ex mano derecha de Bonfatti hoy está trabajando bien cerca de Lifschitz. Y tal vez no se trate de un cargo consuelo.


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