Si veinte años no es nada, como dice el tango, 50 tampoco. Así lo sienten tres gremialistas rosarinos que llevan más de medio siglo en actividad, tienen entre 70 y 80 abriles, anécdotas jugosas y de las duras, pero también proyectos porque a ellos, a quienes nunca les ganaron una interna, menos aún les va a ganar el tiempo. Por rango de permanencia, Miguel Roldán (Asociación del Personal de la Universidad de Rosario), Oscar “Rabanito” Barrionuevo (Obras Sanitarias Rosario) y Osvaldo Mattana (Obreros y Empleados de la Industria del Tractor), integran el podio. Rabanito lleva 45 años al frente de su gremio, Roldán 42 y Mattana 37.
Les sigue una tanda de dirigentes de trayectorias intermedias y cierran los sub 45, los nuevos liderazgos rosarinos entre los que descuellan varias mujeres. A cada momento histórico, una lucha; es el gremialismo vernáculo desde los años 1960. Pasen y vean.
Cuando los integrantes del podio se iniciaban como delegados, la década del 60 había doblado la esquina con la dictadura de Juan Carlos Onganía y sucesores, de 1966 a 1973. Cuando ya integraban las comisiones directivas, el golpe cívico militar de 1976 a 1983, cambiaba la matriz productiva del país: liberación de precios, congelamiento de salarios, acuerdos con el FMI y capitales golondrinas. El correlato no se hizo esperar: “Se suspenderá toda actividad de negociación salarial entre sindicalistas y empresarios, así como todo proceso de reajuste automático periódico de los salarios”, anunciaba entonces José Alfredo Martínez de Hoz, recién llegado de un safari africano.
En 1976, la participación de los asalariados que en dos años anteriores había sido del 46,9 por ciento bajaba al 35%, y fue derogada la legislación laboral fruto de medio siglo de luchas obreras. En la ciudad, la resistencia encontró a Barrionuevo, Roldán y Mattana en las huelgas y los Rosariazos. “Le doy mucho valor a la experiencia histórica de quienes vienen desde hace mucho tiempo, nos enseñaron mucho, hay que ponerlo en valor porque la memoria histórica del movimiento obrero es una virtud, hay una escuela de gremialistas y yo le reconozco mucho a los históricos e intermedios”, dice Martín “Tincho” Lucero, 42 años, secretario general de Sadop; un sub 45 que no había nacido en los años de represión y sangre de sus antecesores.
“Ellos lucharon contra la dictadura, a la generación intermedia le tocó reconstruir los gremios en la democracia, resistiendo los 90; allí estuvieron el ya fallecido Juan Nucci (Sindicato de Empleados Judiciales), Oscar Daniele (Asociación de Personal Legislativo), Alberto Botto (Luz y Fuerza), Matías Layus (Bancaria), Walter Palombi (Sindicato de Correos). José Fantini (Sindicato de la Carne), entre otros, y Sonia Alesso, la secretaria general de la Ctera, el gremio más grande del país es conducido por una mujer, eso la gente no lo sabe”, enumera “Tincho”.
¿Qué desafío asumen entonces los sub 45? “Consideramos que la nuestra es la generación de la lucha por la ampliación de los derechos, laborales, pero también una perspectiva más amplia, tenemos que incorporar todos los derechos sociales a la agenda gremial”. Además de “lidiar con todo el espectro nuevo en las relaciones laborales y la tecnología, les preparamos los primeros pasos a la generación pospandemia”, explica Lucero que integra el Movimiento Sindical Rosarino.
“Creo profundamente en los mecanismos de la democracia sindical, lo que no creo es en las proscripciones”, dice por su parte el secretario general del Sindicato de Prensa Rosario, Edgardo Carmona, sobre las razones que fundan la permanencia de los dirigentes al frente de sus gremios. “Los gremios tienen que elegir a las autoridades en el marco de una absoluta transparencia, limpieza, permitir el rol de las oposiciones, que presenten listas, no puede haber estatuto que sean privativos del uso de la democracia sindical”. Y agrega que una vez cumplidos esos requisitos, los trabajadores eligen teniendo en cuenta “la historia, los resultados y a quienes ellos creen que encarnan mejor sus reivindicaciones, en una democracia bien directa”.
Afilando el análisis y ampliando el foco, agrega que “en el mundo empresario no hay ninguna ley que prohíba que un dirigente empresario esté eternamente frente a una Cámara o en la discusión de sus políticas, impedir que los dirigentes sindicales desarrollen niveles de capacitación y entrenamiento y puedan estar a la altura de las discusiones, me parecería una falsa premisa y un recorte a la libertad de los trabajadores de verse representados en función de lo que ellos desean”.
¿Qué cualidades vuelven atractivo a un dirigente? “Transparencia, honestidad, representar los intereses de la clase dentro de las posibilidades del gremio, de las relaciones políticas coyunturales, en general, son las premisas que sirven tanto para un club como para un sindicato como para una Cámara de Diputados”, enfatiza.
Los históricos y la representatividad
Si de mirar atrás se trata, desde la Antropología del Trabajo, Gloria Rodríguez es categórica: “Creo que Rosario todavía no alcanzó en la historia del movimiento obrero el lugar que se merece por el papel que tuvo en la coordinación de las luchas, hay un núcleo que siempre da respuesta a los conflictos”, asegura. Y dice que en la mayoría de los gremios sus secretarios generales atienden a los trabajadores, “no son del sindicalismo de Los Gordos, que carecen de absoluta representación con sus bases”, explicó. “No estoy haciendo una reivindicación sino que observo que el movimiento obrero rosarino, con distinta intensidad, tiene un grado de representación con sus trabajadores”.
¿La representatividad lo explica todo? Sí, dicen los integrantes del podio y es su cucarda más preciada, además del peronismo que los unió en varias luchas. Roldán, tiene 81 años y 57 de gremialista. Está al frente de su gremio desde hace 42 años. Desde que se graduó en motores diesel marinos en la Escuela Evita N°2, del Ministerio de Obras Públicas, de la Dirección Nacional de Construcciones Portuarias y Vías Navegables, y llegó a ser delegado del astillero que estaba en 27 de Febrero y avenida Belgrano, donde llegaron a trabajar tres mil personas. De esa escuela salieron dirigentes como su máximo referente Héctor Quagliaro, además de Juan Carlos Schmid y Edgardo Arrieta (Sindicato de Dragado y Balizamiento).
“Allí, en cualquier momento se paraba, íbamos todos al playón, había gente que se subía a los tambores de gasoil de los barcos e improvisaban discursos que eran impresionantes, me llamaba la atención la forma en que hablaban, con legislaciones de aquellos tiempos y hasta citas de la encíclica papal, yo decía qué lindo y sólo tenían la escuela primaria y después vos lo veías caminando por ahí adentro con el mameluco”, relata Roldán en una evocación digna de acuarela sepia de los libros de historia.
Está orgulloso de que lo vote el 85 por ciento de su gremio, porque aunque no haya internas, sin votos no hay representación. Sus mejores logros: capacitación para sus afiliados en el exterior, integrar el gobierno cuatripartito en la universidad y el reconocimiento Orden al Mérito que recibió el pasado 5 de marzo, otorgado por las universidades americanas. Está al frente de 2.800 afiliados e integra la Federación que nuclea a 56 mil no docentes. Fue secretario de Trabajo (del 1987 al 91) en el gobierno de Víctor Reviglio y ocupó cargos en la CGT, junto a Oscar Barrionuevo y Hugo Ortolán.
Barrionuevo, 74 años, lleva 52 como gremialista y desde hace 45 lidera el sindicato Obras Sanitarias. Todo comenzó de “muy pibito”, cuando en el barrio Ludueña recién ponían las luces en la calle y aún faltaba el agua. Un médico del barrio lo hacía escribir y le prestaba libros, a Evita y Perón los conoció por revistas que le prestaban en una compraventa. Fue su manera de aprender. Después pintó con tiza y carbón lo queremos a Perón y conoció a quien lo hizo entrar en Obras Sanitarias, donde ya trabajaba su padre, en una de las proyecciones clandestinas de la película de Pino Solanas “La Hora de los Hornos”. A esa altura era un joven avispado y “picante”, cualidad que se convirtió en mote: Rabanito.
Cuando el primer día de trabajo le dieron un par de botas usadas para cavar zanjas, decidió ejercer la representación de los demás trabajadores “temerosos”. Al año integraba la comisión directiva del gremio, corría 1975 y “lo veían a uno y no querían ni pararse al lado, se cruzaban de vereda, algo muy doloroso, inolvidable eso ¿no?”, evocó. De allí no paró y cuenta decenas de peleas duras para conseguir reivindicaciones como el convenio colectivo. Sigue al frente del gremio del cual también participan sus hijos, Silvio y Facundo. Ocupó cargos en la CGT y en las 62 Organizaciones Gremiales Peronistas. Fue Secretario de Trabajo en 1983, con José María Vernet, y diputado con Víctor Reviglio y Carlos Reutemann, y por pocos días fue concejal de Rosario a pedido de Palito Ortega. Sus logros: la construcción de la sede gremial, viviendas para afiliados. En la actualidad ocupa un cargo en el directorio de Aguas Santafesinas como portavoz gremial. En las últimas semanas naufragó su iniciativa para ubicar a su pareja en el Enress, el ente autárquico que justamente controla a la empresa.
“Rosarino y peronista”, se define Osvaldo Mattana, 74 años y gremialista desde los años 70 y con 37 al frente de Tractoristas, “más que nada por representar nuevas voces, nuevas inquietudes de los más jóvenes de la actividad”. Donde comenzó a ver “que había cosas que cambiar y entendí leyendo mucho a Perón, que aún leo, que ante una dificultad hay que pelearla desde adentro no desde afuera. Unos aplauden, otros no aceptan las cosas pero es el juego de la democracia y la expresión de la democracia sindical”, dice. Está al frente de 600 afiliados y fue dos veces concejal de Rosario.
“A veces nuestra función es mal juzgada, o dicen los eligen porque la gente no se preocupa, he notado en los últimos años que no hay mucho interés en los jóvenes como teníamos nosotros en el campo sindical”, comenta y evoca cuando armaron la CGT calle Italia y los paros que con Ortolán y Saúl Ubaldini le hicieron a la dictadura, por lo que fue detenido.
“En el gremio no hay audiencias, los compañeros que necesitan algo vienen y preguntan por nosotros, hay que tener humildad y pensar que uno está representando a una persona detrás de la cual hay una familia”, enfatiza. Y rescata el modelo sindical. “Algunos lo critican, habrá que aggiornar cosas pero es envidiado en muchos lados; en un viaje a Estados Unidos, vi que la sindicalización es muy pobre, y por supuesto la representación también lo es y casi no existe el convenio colectivo de trabajo salvo en las grandes empresas”.
La representación, el eje del movimiento sindical, adquiere matices según las luchas que planten las estructuras sociopolíticas. Los gremios se desgajan, desaparecen, reconfiguran sus alianzas o creen. Pero siguen siendo la única cantera donde abrevar dignidad laboral.