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Opiniones

Te escucho pero no te voto

Escucho para entender al otro. No sé si es posible separar al individuo de las ideas, pero estoy convencido que en realidad se necesita discutirlas a fondo. Las ideas deben ganar el respeto de todos. Para arrancar, las conversaciones entre familiares, amigos y conocidos, pueden ayudar para iniciarnos o bien pulir los modales para facilitar un intercambio fluido, necesario para vivir sin odios, en paz. Escuchar las propuestas o más bien vagas y repetidas promesas de los precandidatos no necesariamente significará que se los vote. En tiempos de pandemia, aunque ahora se han distendido los protocolos, habrá que distinguir entre honestos capaces o corruptos, idiotas útiles, mentirosos seriales, tontos asintomáticos, vagos consuetudinarios, bandadas de oportunistas y  los que forman cooperativas, se agremian y se atornillan en sus bancas muy convencidos que el bien común abarca en primer lugar a familiares y amigos. Poco importa que cada mentira se convierta en una deuda incobrable con la sociedad. Por ahora, los eslóganes de ayer han ganado nuevas caras. Otros eligen un ridículo estilo patoteril buscando que desorientados y violentos que sobran en nuestra sociedad donde la culpa siempre es de los otros muerdan el anzuelo. Los muchachos y otros no tanto salieron a pescar. Y los idealistas que quieren confrontar, ser escuchados, hacer conocer  sus verdades, paciencia y a la cola. Si no figuran en las listas armadas por los poderosos no existen.

Las Paso fueron creadas en diciembre de 2009 para la selección de candidatos a los cargos electivos nacionales y se utilizaron por primera vez en las elecciones de agosto de 2011. Conocidas también como las elecciones de “medio tiempo” que sirven para tomarle la temperatura al partido gobernante, estuvieron a punto de ser momentáneamente borradas. Y no era menos. La visita del Covid no sorprendió demasiado después de la peste Macri SRL. Pero las vacunas levantaron los ánimos y los anticuerpos dieron fuerzas para soportar tantas palabras edulcoradas, sonrisas, súplicas y juramentos que mañana pueden ser una traición. Y uno se pregunta a quién favorecer con la decisión a adoptar cuando poco o nada se sabe de los candidatos. Parecería que es más lo que  se oculta que lo que se logra vislumbrar. Como un iceberg, una bikini. ¿Será por eso que a la salita de la escuela la llaman por un día cuarto oscuro como si fuera la cueva del mismísimo Drácula? Enterarse de quién es quién diezmaría las listas. O tal vez no. Quedar expuestos podría significar un suicidio en masa de los aspirantes a escaños en representación del pueblo. O no. No podemos saberlo.  

Y si el pueblo no está verazmente informado puede achacársele a gran parte a los medios que poco se ocupan de las propuestas serias que implicarían una beneficiosa transformación del Estado, por ejemplo. También solucionar estructuras básicas para encontrar las respuestas, más conocimientos que nos ayuden a elevar la calidad de vida de las mayorías dejadas de la mano de Dios. Los dueños del poder que otorga el dinero y compra medios de comunicación y voluntades para evitar todo cambio que no vaya en su propio beneficio deberían quedar expuestos. La democracia imperante permite decir públicamente a cual candidato apoyarán. Libremente y sin tapujos. Pero no lo hacen. Frontalmente al menos. No es jugando a las escondidas protegiendo a unos y acusando falsamente a otros como se fortalecerá el sistema, sino todo lo contrario. Ese poder oscuro no hace más que arrojar a la basura los principios básicos de la comunicación social. Las consecuencias directas son, invariablemente, que los más ricos, eternamente exigiendo pagar menos impuestos y tener otros privilegios nada santos, vayan en detrimento de los desposeídos. Los tentáculos de los grandes monopolios imponen, direccionan el lenguaje y la agenda de los medios. Con reportajes vacíos donde no es posible repreguntar las inexactitudes y mentiras de seleccionados  entrevistados, olvidables personajes impuestos a dedo. Nunca se ha visto tanta impunidad. No hay juego limpio cuando se insiste en denostar “la política” como si fuera algo aberrante y se niega la información sana, sin aditamentos y por sobre todo sin disentir. Dan bronca y risa al mismo tiempo los que echan la culpa de nuestros males a la política y se mueren por ingresar a ella por la puerta trasera o una ventana como ladrones. Cortemos, privar al ciudadano de conocer la verdad es un atentado a la información pública, un servicio esencial. ¿Con qué se pretende reemplazar la política que convierten en cuco que asusta? Haciendo aventurada  futurología se dispara al azar con posibles maniobras comiciales. En verdad, la trampa original nace con la desinformación. Practicada con tanta saña y descaro, son el primer obstáculo para alcanzar la  pluralidad y amplitud que garantice la transparencia del Estado. Y al final uno se pregunta si el barbijo protector que usamos no es en verdad una mordaza. Y cada día más apretada.

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