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Sociedad

Caso Pira: la búsqueda que la Justicia no hizo, el crimen impune y la memoria como legado

“Soy así, de decir las cosas. No me callo nada”, advierte Celia Haiek. Y no hay duda. Docente de escuela primaria hasta que se jubiló y vecinalista en los últimos años, su voz mantiene vivas la indignación y el reclamo por un episodio traumático para la ciudad de Rosario: la muerte de su hermana María Celeste Haiek y de Daniela Caruso, atropelladas por Sebastián Rodrigo Pira, el automovilista que escapó y se mantuvo prófugo hasta que la Justicia declaró la prescripción de la causa.

Ocurrió el 2 de marzo de 1997, pero es parte del presente. Cada aniversario reaviva el drama y produce un hecho de memoria: este año fue el estreno del documental Solo muere a quien se olvida, de José Luis Espeche; en 2023, el descubrimiento de una placa en Oroño y Salta con una frase que condensa los sentimientos de los familiares de Haiek y Caruso: “La Justicia olvidó, nosotros jamás”.

Esa madrugada, Pira condujo un Ford Galaxy a más de 130 kilómetros por hora por calle Salta. María Celeste Haiek, de 22 años, y Daniela Caruso, de 16, iban a tomar un taxi sobre Oroño, donde había entonces una estación de servicio. “Les faltaba un metro para alcanzar la esquina; él las vio”, dice Celia Haiek.



El abogado Juan Jaef, primer defensor de Pira y contrario a la idea de la fuga, dice en Solo muere a quien se olvida que la historia no tiene final. La impunidad reaviva hechos que estremecen: “Mi hermana murió en el acto —cuenta Celia—. La muerte de Daniela fue todavía más cruel: él la llevó arriba del capot y la insultaba mientras ella le pedía que se detuviera, cuando llegó a Balcarce hizo zigzag con el auto para que se cayera y cuando retrocedió le pasó por encima del pecho”.

Celia Haiek sabe que existe una condena social fuerte pero para ella no es reparatoria porque “la falta está, la familia quedó destruida”, y la sanción popular necesita ser actualizada contra el olvido. José Luis Espeche pensó el documental en esa línea, “para crear conciencia entre los rosarinos y que la historia no se pierda”. La película fue declarada de interés municipal por el Concejo de Rosario y después de su estreno el 2 de marzo pasado volverá a exhibirse el 10 de junio en el marco de la Semana de la Seguridad Vial.



La búsqueda que no se hizo


El expediente tuvo idas y vueltas y finalmente se desdobló. El juez de instrucción Osvaldo Barbero quedó a cargo de la causa por la muerte de Daniela Caruso, caratulada homicidio simple, y el juez correccional Edgardo Bistoletti recibió la de Haiek, considerada homicidio culposo. Pira se había presentado en la comisaría 3ra poco después del hecho pero el 10 de noviembre de 1997, cuando Bistoletti ordenó su detención, huyó a Israel.

“Mi mamá decía: si usted tiene hijos y le sacan uno, le falta un dedo de la mano. Salió con toda la bronca a organizar las marchas”, recuerda Celia Haiek. Familiares, amigos y otras personas afectadas por accidentes de tránsito hacían sentadas frente a los Tribunales provinciales, se reunían en la plaza Pringles, recorrían la peatonal Córdoba hasta la plaza 25 de Mayo. Pedían lo que nunca llegó: Justicia.

Celia Quiroga y Felipe Caruso, el padre de Daniela, estaban en la primera línea de las movilizaciones. Tenían estilos distintos y se complementaban: ella muy fogosa, con la bandera que decía “Sebastián Pira asesino cobarde”, él más moderado, con charlas para conductores en la Dirección Municipal de Tránsito. En las marchas surgió la asociación civil Protejamos la Vida, para concientizar a la población sobre los problemas del tránsito.



La película de José Luis Espeche recupera un trabajo práctico sobre accidentes de tránsito que Daniela Caruso hizo para la escuela secundaria. “Justamente estaba preocupada por la muerte de jóvenes. Felipe interpretó que su hija le había dejado un legado. Junto con mi mamá trataban de corregir algunas cosas y creo que hay que seguir en esa línea: no puede ser que una persona esté prófuga y un día pueda volver sin que pase nada”, dice Celia Haiek, en el local de Acera, la vecinal “de puertas abiertas” que preside desde marzo de este año.

Celia Quiroga falleció el 19 de junio de 2001. Ese mismo día se informó que Sebastián Pira sería extraditado desde Holanda, donde había sido localizado, para responder por la muerte de Daniela Caruso. Fue otra decepción: Pira aprovechó la lentitud del trámite, la burocracia de las comunicaciones entre los gobiernos y en agosto de aquel año volvió a escapar.

“A mi mamá se la llevó el dolor —dice Haiek—. Hasta de noche pensaba qué hacer, de qué manera pedir Justicia. Sin dañar a nadie. Pero cuando ella fallece me dije que no podía dejar inconcluso lo que ella hizo”. Las dos fueron maestras: “Mi mamá llegó hasta la dirección de una escuela. Yo trabajé en la escuela número 799 de barrio Acindar y en Gendarmería a la noche, con adultos y adolescentes, y siempre en escuelas periféricas”. María Celeste era profesora de educación física y “el día previo al fallecimiento dejó las carpetas preparadas en la cama porque empezaba la licenciatura”.

Dónde estuvo Pira y quiénes lo ayudaron a escapar son preguntas sin respuesta definitiva. El 28 de marzo de 2000, cuando fue detenido en el Aeropuerto de Schiphol, en Ámsterdam, su pasaporte reveló que había estado en Turquía y en Corea. El rastro volvió a perderse en agosto de 2001, ahora Pira tiene 48 años y es una especie de fantasma congelado en las imágenes del pasado. “Hace poco lo vieron en un bar de calle Corrientes entre Córdoba y Rioja, tomando un café con el papá, Néstor Pira”, afirma José Luis Espeche.



El muro de secreto que todavía protege a Pira no pudo construirse sin la Justicia de Rosario. Los jueces tuvieron sus matices y coincidieron en el fracaso: Bistoletti mostró una actitud más receptiva mientras Barbero impostó empatía con falsedades que las hermanas de Daniela Caruso comentan en el documental. “Yo no podía ir al Juzgado de Instrucción sino estaba Felipe —afirma Celia—. Barbero se dirigía a él, no le gustaba mi manera de decir las cosas”.

Pero Felipe Caruso también recordó la actuación del juez al rechazar la prisión preventiva de Pira: “Se le mandó una citación para presentarse en Tribunales dentro de las 72 horas. Fue como si le dijeran que hiciera honor a su apellido y se las tomara. Le dieron casi una semana para organizar su huida. Cómo no vamos a pensar que hubo algo incorrecto en el procedimiento”. El padre de Daniela falleció el 28 de diciembre de 2023, a los 87 años. El  documental de Espeche presenta por primera vez el testimonio de Julia Butelo, la madre de Caruso.

“Creo que nunca buscaron a Pira —afirma Celia Haiek—. Años después me llamaron en forma anónima y me dijeron que estaba en una casa en Funes. En ese tiempo ya tenía la causa el juez Gustavo Pérez de Urrechu, porque Bistoletti había fallecido. Le pasé el dato, pero no lo encontraron en el lugar”.

Pérez de Urrechu resolvió la prescripción en 2014; al año siguiente la Cámara de Apelaciones ratificó el fallo. Los jueces acusaron al abogado Luis Micó, por entonces fallecido, de “haber contribuido a que Pira saliera del país” y se quejaron de los legisladores porque no modificaban las leyes: “Mientras ello no ocurra, corresponde la estricta aplicación de la ley vigente, cuya interpretación no admite otra posibilidad”, se excusó Georgina Depetris. “¿No es esto un premio justamente al que no cumple la ley, y una injusta distinción del que, por ejemplo, se presenta y somete?”, se preguntó Otto Crippa García, consciente de que el fallo coronaba una actuación negligente de principio a fin. En 2017 la Corte Suprema de Justicia de la Nacion declaró inadmisible un último recurso de queja para evitar la prescripción.

La muerte de María Celeste Haiek y Daniela Caruso coincide en el tiempo y en el espacio con otras tragedias. El mismo día desapareció Bruno Gentiletti, el chico de 8 años que había venido de Las Rosas a pasar un domingo con su familia en La Florida. A metros del lugar del accidente, el 6 de agosto de 2013 se produjo la explosión y el derrumbe del edificio de Salta 2141, en el que murieron veintidós personas después de una fuga de gas natural. Hay un hilo común en esos episodios.


Celia Haiek, hermana de una de las víctimas

La acción comunitaria


La sigla Acera significa “acción comunitaria entre rosarinos y asociados”. La vecinal de Barrio Hospitales ofrece talleres, servicios y clases particulares, organiza ferias de emprendedores y de economía circular, coordina actividades con el Club Belgrano. En el medio del trajín está Celia Haiek: “Me siento bien dedicándome a la gente. Uno tiene que devolver lo positivo que recibió. Además las asociaciones civiles necesitan de gente comprometida”, dice.

Al día siguiente hay una feria donde los emprendedores del barrio exponen sus producciones. En la planta alta del edificio de España 2887 funciona un consultorio que comparten psicólogas, una psicopedagoga, una profesora de canto y una instructora de reiki, y también se encuentra la Biblioteca Popular Bernardo de Monteaguado, “que nunca había funcionado porque los libros no estaban clasificados; ahora tenemos dos bibliotecarias”.

Celia Haiek empezó en la vecinal después de jubilarse como docente. Pero la memoria personal la lleva más allá, a la muerte de su hermana: “Al principio estaba muy mal. Hice terapia, con psicólogo y psiquiatra. Me tocaban con un dedo y lloraba. Estaba a cargo de alumnos, tenía que ponerme bien. Nunca dejé de trabajar, falté los cinco días que me correspondían por duelo y me reintegré. Hice mi terapia con los alumnos, rodeada de gente, el afecto que uno recibe es lo mejor”. Tal vez ese fue un final para la historia: “transformar el dolor en energía”.

Antes del accidente, cantaba folclore y tenía un ingreso por sus actuaciones. “Pero me quedé sin voz, la muerte de mi hermana me afectó las cuerdas vocales”. En el proceso de elaboración del duelo, cuando ni el psicólogo ni el psiquiatra daban en la tecla, se convirtió en instructora de ritmos latinos y de gimnasia localizada. “Eso me llevó a saber que mucha gente pasa cosas como le tocan a uno, a lo mejor distintas pero que en las familias marcaron un antes y un después. Entiendo que mi función es estar rodeada de gente y ayudar”.


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