Si un santafesino encuentra un resto fósil o una vasija —o una flecha o una boleadora o unos dados antiguos— tiene a quién preguntar: al menos eso procura el Ministerio de Cultura de la provincia, que sostiene hace varias gestiones una política que prioriza el resguardo de ese patrimonio, pero además que se conserve cerca de su lugar de origen y que las comunidades locales puedan ser protagonistas de su resguardo.
Soledad Biasatti trabaja en el ministerio en el área de Patrimonio Cultural. La ley nacional que rige su trabajo es la 25.743 de Protección del Patrimonio Arqueológico y Paleontológico. Ella es doctora en ciencias de la antropología y licenciada en antropología con especialización en arqueología, trabaja en el Estado provincial desde 2014 y desde 2018 de forma más sistematizada en políticas de restitución.
En marzo de 2025 el gobierno de Santa Fe realizó lo que consideran “la restitución más importante en términos de volumen en la historia de las restituciones entre provincias en Argentina”. “Un hito”, sintetiza.
No es una novedad, de la conversación de Biasatti con Suma Política se desprende una tendencia mundial: los museos están encarando de esta manera el manejo de los elementos que exponen. Hay pedidos de restitución. También, hay resistencias. Pero para Biasatti, en general, se avanza hacia la devolución.
En este caso se devolvió una colección de elementos a comunidades originarias de Tucumán. Vasijas, restos de materiales de piedra, puntas de flecha, boleadoras, piedras de moler: todo esto había juntado Arminio Weiss en el valle Choromoro, en el norte de la provincia de Tucumán, cuando trabajaba en obras civiles. Fue reuniendo los materiales mientras trabajaba y cuando se mudó a la provincia de Santa Fe, las llevó consigo.
Weiss fue un coleccionista, según informó en su momento el Ministerio de Cultura, “pretendía que (la colección) fuera conservada como una forma de valoración de nuestras culturas originarias y de devolver a la comunidad aquello que le pertenece”. En 1989, Federico Weiss (el hijo de Arminio) celebró un contrato de comodato con la Municipalidad de Rafaela donde se establecía “la custodia transitoria de la colección”, para ser exhibida públicamente en el Museo Histórico de la ciudad de Rafaela. Así fue desde 1992 hasta 2012.
“Las piezas fueron inventariadas y registradas en el Registro Oficial; según lo que establece la Ley 9.080/ 25743 de junio de 2003 por personal del Museo Histórico de Rafaela. La gran mayoría de los objetos de la Colección pertenecen al estilo Candelaria”, detalla el informe oficial.

Hallazgos y patrimonio local
Biasatti subraya que “el gobierno de Santa Fe viene implementando esta política de Estado para que los materiales queden en el lugar de donde pertenecen”.
A veces las restituciones se dan porque hay una solicitud. Es lo que pasó con la colección Weiss. Otras veces, se dan hallazgos: en arqueología le llaman “hallazgo fortuito” cuando vecinos o trabajadores de una región se encuentran con objetos o restos que no reconocen (por ejemplo, cuando están pescando o labrando la tierra o si trabajan en una construcción).
En esos casos, hay una aplicación del Ministerio para dar aviso al Estado. En KoboTool se deben cargar imágenes del objeto o resto encontrado y del contexto del hallazgo (es decir, que se vea el lugar, el paisaje, por ejemplo si hay una barranca). Además se debe determinar si son restos arqueológicos (objetos) o paleontológicos (fósiles, huesos) y la región del mapa del hallazgo. Esto último es porque desde el ministerio tienen sistematizado y georreferenciado en qué lugares tienen investigadores trabajando y en qué tema se especializa cada uno.
“Nosotros otorgamos las concesiones de área, que son las zonas que cada investigador solicita para investigar: los arqueólogos y paleontólogos necesitan un permiso que se otorga a través de una ley. Los permisos se renuevan cada tres años. Si alguien da un aviso de un hallazgo lo primero que hacemos es revisar si en ese área tenemos una concesión otorgada. Si es así, ya sabemos a quién le tenemos que avisar. Pero si es un área donde no hay investigadores o quienes están no pueden atender ese hallazgo, vamos nosotros”, explica la investigadora.
En relación a las concesiones para investigar, explica que la ley estipula un protocolo a través del cual se exige que los investigadores presenten “cuál es el equipo, cuáles son los objetivos y dónde van a quedar los materiales provisoriamente, hasta que el ministerio como autoridad de aplicación de la ley defina dónde quedan”.
Para Biasatti que exista la aplicación es especialmente importante en relación al vínculo que empiezan a establecer los ciudadanos con su entorno: “Es una forma de darle un lugar también a todas las personas, es hacerles ver que pueden formar parte de la historia”.
Así, parte de la comunidad local puede participar del proceso que se abre una vez que se dan hallazgos de este tipo. Hay algo pedagógico también en el trabajo que hacen en este área del gobierno: cada vez que van a un lugar donde se produce este acontecimiento comunican la legislación vigente y cómo trabajan desde el ministerio, explican qué hacen las personas que se dedican a la arqueología o a la paleontología y qué se sabe sobre la historia de la tierra y el paisaje que habitan.
Además, convocar a un investigador para hacer el trabajo que sigue después del hallazgo tiene que ver con que “si está trabajando en el área y en la temática, más allá de que no realizó el hallazgo el investigador va a aportar la información de lo que él conoce sobre el tema, es una forma de dar información al objeto”.
Muchas veces, explica Biasatti, estos elementos terminan en otras localidades porque la ciudad no tiene espacios adecuados donde alojarnos. Esto abre otro aspecto, que la comunidad se haga por primera vez la pregunta por su propia historia y patrimonio.
“En general, los hallazgos van a los museos pero si la localidad no tiene ninguno, van a la localidad más cercana que tenga museo. Otras veces pueden quedar en lugares como escuelas o en un espacio que esté en proceso de conformación de museo. Muchas veces cuando aparece un hallazgo se configura esta necesidad de tener un lugar donde ponerlo, entonces los hallazgos se transforman en potenciadores de que se generen también espacios o por lo menos generan la pregunta de los vecinos ¿cómo armar un museo? Lo cual también es otro proceso super interesante, la idea de queremos que esto quede acá, entonces armemos un espacio para que esto esté”.
Ejemplifica con localidades donde esto pasó o está pasando: Arroyo Seco, Pavón (departamento Constitución) y Monje (San Jerónimo).
Biasatti explica otra línea de trabajo: “Desde hace un tiempo, se fueron poniendo en valor museos del interior de la provincia y también se fueron creando muchos museos de la mano de la ley provincial de museos 12.955: con esta legislación de 2010 nuestra provincia es una de las pocas que otorga un subsidio, así muchos museos se fueron acondicionando, mejorando su espacio y hoy en día tenemos en todo el territorio santafesino museos espectaculares que pueden albergar esas colecciones”.
Además, subraya que gracias a la conformación de esta red es que ahora pueden considerar que “los materiales pueden volver a sus lugares, dado que están las condiciones dadas para descentralizar y que cada localidad pueda acceder a su patrimonio de primera mano sin tener que ir a las ciudades capitales a verlo”.
Para Biasatti, cuando esos materiales vuelven “son recibidos de una manera muy afectuosa por parte de vecinos y vecinas porque sienten que hay una cosa de reparación”. Agrega que es una manera de darle “importancia a la historia local”: “Tiene impacto para cualquiera que se involucre. No es lo mismo contarle a un pibe o piba de una escuela que cuando aparece un hallazgo, pueda participar en sacar un gliptodonte. No es lo mismo contárselo que ir y vivirlo y después que eso esté en el museo y que pueda decir, yo participé en esto o mi papá lo encontró cuando estaba pescando”.
Los gliptodontes, grandes mamíferos emparentados con los armadillos, habitaron distintas regiones de Sudamérica. En Santa Fe hubo hallazgos en San Gregorio y en San Lorenzo en los últimos diez años. Se calcula que su extinción ocurrió hace unos ocho mil o diez mil años.
Imaginar una fauna de ese tipo en nuestra región —que muchas veces se replican en películas de ciencia ficción en otras tierras— “nos permite también repensar los paisajes que habitamos”.

Memoria escrita, oral y restos
La política de restituciones en Santa Fe incluye una articulación entre “los investigadores, las comunidades y los museos locales”: “Siempre propiciamos que vayan a los museos locales. Y si bien estamos propiciando que algunas colecciones vayan a otras provincias si así corresponde, también estamos buscando que vuelvan a Santa Fe piezas que están en otras provincias o en otros lugares”.
En el caso de la Colección Weiss, la solicitud vino de un ente cultural de Tucumán y el proceso de restitución incluyó “reconstruir la historia de esa colección en particular, que ya tenía muchos años porque fue una colección que fue formada entre los sesenta y setenta; tuvimos que bucear en la figura de Arminio Weiss e investigar cómo llegó esta colección a nuestra provincia”.
Las comunidades indígenas de la provincia norteña acompañaron este proceso de devolución, “fue súper emotivo”; además participaron integrantes de la familia Weiss, diferentes organismos de autoridad de aplicación de la ley en distintas provincias, el Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano (Inaple) y el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI), comunidades indígenas de Rafaela, la municipalidad y el Museo de Rafaela donde estuvo alojada la colección.
“Los objetos van y vienen, pero lo significativo tiene que ver con cómo se construye colectivamente una idea sobre el patrimonio y que siempre es actual. Obviamente conecta con lo ancestral, con la historia de nuestros antepasados y en nuestra región también cómo tiene que ver con algo que está pasando hoy y cómo lo arqueológico cobra absoluta vigencia en disputas actuales”, detalla Biasatti.
En este caso, explicita, “justamente hay una disputa por las tierras, entonces una restitución de este tipo resulta muy significativa. Muchas veces los materiales arqueológicos también sirven en un contexto para demostrar ancestralidad por parte de comunidades indígenas, para demostrar una ancestralidad en un territorio, por ejemplo”.
En ese sentido, detalla que desde el ministerio hay tres fuentes que dialogan y son fundamentales para reconstruir la historia de un material o de un paisaje: la memoria oral, la memoria escrita (documentos) y los restos materiales: “A veces pueden estar hablando de lo mismo, a veces no. Pero las tres tienen la misma validez”.
Cómo interpretar lo arqueológico desde el presente: así resume Biasatti su trabajo.
Por ejemplo, describe que a partir de una investigación arqueológica se pudo retrabajar un relato actual que había sobre la localidad de Gaboto, “en el Fuerte Sancti Spíritus que fue el primer lugar de asentamiento europeo en el territorio de lo que hoy es Argentina, se decía que había sido la primera siembra de trigo”. Pero a través de la investigación se comprobó que al momento de esa ocupación europea ya había “restos de zapallo, de maíz, de porotos, había una siembra en sistema de milpa donde se asocian distintos vegetales, lo tenemos en toda América. Eso nos está hablando de la agricultura en nuestros territorios, mientras que en la escuela siempre nos enseñaron que estos territorios eran ocupados por poblaciones de cazadores, recolectores y nómades”.
“Entonces, ¿qué encontramos en la investigación? Que en Gaboto hubo ocupación indígena, ocupación europea y ocupación indígena, porque los indígenas expulsan a los europeos en 1527, hasta 1529. Y eso nos permite hablar de la primera resistencia indígena, lo que además hace que podamos repensar los paisajes que habitamos”, concluye.
¿Saqueo y apropiación?
A lo largo de la conversación surgen dos ejemplos excesivos de museos repletos de patrimonio de otros rincones del mundo: el British Museum en Londres (Inglaterra) y el MET (Metropolitan Museum of Art) en Nueva York (Estados Unidos). El primero fundado a mediados del siglo XVIII y el segundo, a finales del siglo XIX.
Exponen piezas y obras del antiguo Egipto y Grecia, de China y de Roma, de tantos, tantísimos lugares más. En 2023 hubo una investigación del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación donde aseguraron que más de mil piezas del MET (que tiene más de doscientas mil en exhibición) “provienen de prácticas de adquisición de origen sospechoso como saqueo y tráfico”. A lo largo de la historia de ambos museos —por nombrar sólo dos y por su carácter icónico— fueron muchas las denuncias por saqueo patrimonial y apropiación de objetos de otras culturas. Desde hace pocos años, también, hay ciertos recaudos institucionales y todo indica que avanzan hacia una mejor catalogación sobre su origen y mayor apertura para su devolución.
Para Biasatti el cambio de dirección en el mundo es inevitable “porque tiene que ver con un pasado colonialista que viene en marcha atrás, porque se entiende que el patrimonio tiene que estar en sus lugares de procedencia”.
“No se van a vaciar los museos por más que devuelvan piezas que son requeridas en algunos lugares”, remata la arqueóloga. Sin embargo apunta lo que realmente importa: “Nos hace preguntar para qué queremos acopiar esos objetos. Y tiene que ver también con una perspectiva de la museología y con repensar qué sentido tienen esos objetos. Qué sentido tenían cuando los acopiaba un coleccionista, qué sentido tienen hoy en los museos, qué sentido tienen hoy los museos, cómo los museos fueron cambiando también sus misiones y sus funciones a lo largo del tiempo. Ya no se trata de mostrar todo el mundo en un solo lugar, toda la naturaleza o toda la cultura, porque como esas poblaciones estaban extintas tenían que estar en un museo. Los museos fueron cambiando a lo largo del tiempo y hoy en día son espacios de encuentro, de construcción y de intercambio de miradas”.
Cada vez más, insiste, se tiende a una mirada donde el patrimonio es una construcción “colectiva, actual y dinámica”: “No son inocentes las miradas acerca del pasado. Nosotros creemos que cada localidad tiene el derecho de poder narrar su propia historia, a través de los objetos, en este caso”.



