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Reutemann y su mayor récord: en 21 años en el Senado sólo habló media hora

Reutemann y su mayor récord: en 21 años en el Senado sólo habló media hora



Redacción Suma Política  


La obsesión principal, siempre, fue el dinero. Los que fueron testigos de la escena, durante su exitosa carrera deportiva como corredor de Fórmula 1, lo cuentan así: cuando Carlos Reutemann sacaba la billetera del bolsillo, para pagar alguna consumición en un bar, luego de compartir una mesa con periodistas, allegados, amigos, en las giras europeas, lo hacía lento, ceremonial, apretaba la billetera con los dedos como si fueran una pinza, sacaba los billetes de a uno. Y luego le decía al mozo “a la americana eh, yo pago sólo lo mío”. Un histórico periodista de un medio gráfico de Buenos Aires, de la época, que estuvo como enviado especial en decenas de carreras con Lole, recordó, “una sola vez me pagó una gaseosa, después cada uno pagaba lo suyo”. 

Muchas décadas después, en su despacho del Senado, alguien que supo tener diálogo permanente con el actual senador, contó que —ya siendo un hombre de gran fortuna personal— elegía siempre los mismos destinos para irse de vacaciones. Miami o Londres, sitios donde por muchos años contó con intereses económicos, propiedades o negocios. ¿Y si te vas a las islas de Grecia, o a la Polinesia?, le habrían sugerido; Reutemann rechazaba la idea porque temía fueran lugares “muy oscuros”. 

Reutemann lleva 29 años en la actividad política ininterrumpida. Hasta 2003 fue un líder, parco, pero líder al fin. De ahí en más, empezó a declinar, pero siguió. La mayoría de los argentinos no lo sabe, lo dan por retirado. Aunque no habla, no actúa, y su estrella que supo brillar en los años 90 parece apagarse, sigue en el Senado. Silenciosamente. 

En las casi 600 sesiones de la Cámara Alta que transcurrieron durante los distintos mandatos de Reutemann (1995 a 99, y luego de 2003 a la actualidad), habló en el recinto media docena de veces, no más de 10 minutos en total. También leyó intervenciones cortas, durante otros 20 minutos en unas 12 oportunidades. Eso fue todo, en 21 años. Eso sí, su presencia en las sesiones fue alta, cercana al 80 por ciento, al inicio. Aunque la mitad de las veces se retiró antes de que las sesiones finalizaran. Y dejó vacía su silla a la hora de las votaciones.  

Después de su primer período como gobernador de Santa Fe, del 91 al 95, Carlos Reutemann ungió a Jorge Obeid para sucederlo, se presentó como candidato a senador, ganó la banca con amplitud, y el 13 de diciembre de aquel año juró por “Dios, la patria y estos santos evangelios”. Había llegado a la Cámara Alta, la más silenciosa, ordenada y conservadora. Todavía no lo sabía, pero había llegado al sitio indicado, y para quedarse. Al menos por 21 años, hasta hoy. Que todo indica serán 22, cuando termine su mandato, en diciembre de 2021.  



Su trayectoria como deportista de la Fórmula 1, que se extendió por unos 12 años, y luego como gobernador de Santa Fe, durante ocho años en dos períodos, quedaron finalmente disminuidas (por extensión) ante su actual “profesión” de senador nacional, con la que cumplirá 22 años en 2021. Sin embargo, hay un oficio en Reutemann que estuvo antes y durante todas las profesiones que ejerció y ejerce: la de propietario de campos y productor agropecuario. Es su marca identitaria, que organiza su modo de estar y pensar el mundo. 

La permanencia récord del ex corredor en el “parlamento” argentino no la utilizó justamente para “hablar”. “Quiero comentar que yo era gobernador de Santa Fe cuando se produjeron las graves inundaciones de 1993 y que los créditos que recibimos del Banco Mundial fueron completamente utilizados”, fueron las primeras palabras que pronunció en el recinto, casi dos años y medio luego de asumido, el 29 de abril de 1998. Era a propósito de un debate sobre la conveniencia o no de que las provincias se endeudaran con el Banco Mundial. La experiencia de Santa Fe, según el ex gobernador, fue buena en aquel primer quinquenio de los años 90. 

Luego de esa intervención, que no superó los dos párrafos, al Lole no se le escuchó la voz en el pleno del Senado hasta el 9 de diciembre de 1999, el día que renunció a la banca dos años antes de concluir su mandato —se extendía hasta 2001—, para asumir su segunda gestión como gobernador de la provincia.  

Ese día se despidió del Palacio, agradeció los generosos elogios de sus compañeros, prometió volver, y volvió en 2003. Asoció la despedida transitoria del Senado con un recuerdo de una fecha “muy importante, si bien en el aspecto deportivo fueron momentos tristes. Aquel enero del 74, yo estaba en mi box, el entonces presidente Perón me manda a llamar, voy caminando hacia la tribuna donde él estaba y, cuando llego, me abraza y me dice: ‘Bueno, pibe, te felicito’. Me acuerdo patente que se toca el saco y me dice: ‘Mirá, no tengo nada para darte’. Saca una lapicera y me dice: ‘Es lo único que te puedo dar, es un obsequio para vos, para que vos tengas'”. Seis meses después de esa anécdota, el 1º de julio, Perón muere. 

El silencio sostenido de la principal figura política de Santa Fe de los últimos 29 años asombra. Al Senado volvió en 2003, tuvo dos intervenciones cortas en 2004 donde se refirió a un tema de interés propio, la “cuota Hilton” —exportación de carnes— y otra también en defensa propia, por embates que venía recibiendo de sectores políticos de Santa Fe que lo imputaban por su presunta responsabilidad ante las inundaciones de abril de 2003. Que costaron decenas de vidas en la capital provincial.  

También habló sólo dos veces en 2005. Para rendir homenaje al corredor de rally cordobés Jorge Recalde; Reutemann contó como anécdota su recuerdo de la carrera “Desafío de los valientes” de 1971, que unía Mina Clavero con Carlos Paz, por el entonces intrincado camino de las Altas Cumbres. “Conocía como nadie (Recalde) ese camino y les ganó la carrera fácilmente a un montón de corredores de gran jerarquía que se presentaron”. 

El 27 de julio de 2005, hace 15 años, tal vez la última vez que el senador santafesino hizo un discurso en el recinto (sin leer), habló, no más de un minuto, directamente como productor agropecuario: “Sería importante que sancionemos éste proyecto con urgencia (reducción del IVA para fertilizantes en la industria agropecuaria), los productores que empiezan a sembrar maíz el 15 de agosto tienen que comprar los fertilizantes al contado, y si el proyecto entra en vigencia en septiembre se perderían unos buenos pesos”.  

Luego, lo que se dice “parlamentar”, nunca más, hasta hoy. Aunque sí leyó intervenciones —preparadas y redactadas por sus asesores— de entre una y tres carillas, una docena de veces. En ocasiones relevantes: para rechazar la “125” en 2008 y, entre otras, para acompañar el pago a los fondos buitres, ya adscripto plenamente al macrismo, en 2016. En los cuerpos legislativos, se sabe, “leer” no es lo mismo que “hablar”, aunque resulte parecido. Una tercera variante, también utilizada esporádicamente por Reutemann, para dejar sentada una posición en las sesiones consiste en “insertar” un texto por secretaría. Se trata de un mero trámite administrativo en que el senador en persona puede tener poca o nula participación en la producción.  



La ruptura definitiva de Reutemann con el peronismo se da en 2008, con el conflicto de la resolución 125. Ya la anécdota de la lapicera del Perón del 74 era historia. Pero la capacidad electoral del Lole siguió firme, incluso en 2009, cuando con prescindencia del gobierno nacional —Cristina Kirchner—, consiguió renovar su banca junto a Roxana Latorre, ganando por primera vez con un margen ajustado. Esta vez al socialista Rubén Giustiniani, apoyado por un entonces ascendente Hermes Binner. 

El cuarto período de Reutemann en el Senado, que se inició en 2015 y que llegará hasta 2021, marca la decadencia de un hombre refugiado en el silencio, tras los anchos muros del Palacio. Con capacidad electoral menguada —fue derrotado por el binomio Omar Perotti-María de los Ángeles Sacnun, pero aún suficiente para ingresar por la minoría traccionado por la boleta ganadora del Mauricio Macri presidente—, Reutemann se acerca a un récord de permanencia histórico para un senador nacional: 22 años. 

Sobre el final de 2016, el senador cursó un problema de salud serio, que lo llevó a un tratamiento en Estados Unidos. Sin embargo, sus ausencias —al menos al inicio de las sesiones— fueron pocas (fines de 2016 y principios de 2017) con relación a la relevancia del problema que afrontó. Según aseguran, a más de tres años, su recuperación ha sido buena. Su presencia sin faltas en las sesiones remotas del Senado —en la actualidad— parecen confirmarlo. 



¿Por qué sigue?


El ex corredor no hace política, no tiene actividad partidaria —ni en el PRO, ni en el PJ, el partido que lo promovió en los años 90, colonizado entonces por ideas neoliberales—, no se pronuncia ante ningún hecho salvo contadísimas excepciones, no construyó un espacio propio de representación, ni ayudó a promover dirigentes jóvenes que lo sucedan. ¿Por qué sigue, con 78 años? Sigue porque lo votaron siempre, porque el Senado no es un lugar mal pago para permanecer en el tiempo, y, dicen cerca de su intimidad, porque le pesan las muertes por los hechos represivos de diciembre de 2001 (era gobernador) —muerte del militante social Pocho Lepratti y otras siete víctimas en la provincia de Santa Fe, todas a mano de la Policía provincial—, y de igual modo, las víctimas por las inundaciones de abril de 2003 (segundo mandato como gobernador). Una catástrofe gigantesca en su propia ciudad, Santa Fe. De la que también se siente responsable. 

A diferencia de las derivaciones judiciales que por hechos represivos similares a los de Santa Fe sucedieron en la Ciudad de Buenos Aires, donde hubo procesamientos y condenas a la cúpula política nacional —De la Rúa y su secretario de Seguridad Enrique Mathov—, así como al menos a cinco miembros de la Policía Federal que actuaron en la sangrienta escena represiva, Carlos Reutemann consiguió, al menos por ahora, eludir responsabilidades penales. Tanto por el 2001, como por las inundaciones de 2003. Se sabe, el Congreso nacional otorga fueros, una legítima protección constitucional para evitar que los legisladores puedan ser perseguidos arbitrariamente por los factores de poder permanente, y eventualmente detenidos. Aunque este no ha sido el caso de Reutemann. Hay que decirlo, no es una idea original del senador santafesino protegerse, preventivamente, con fueros.  

Por uno de los hechos más dolorosos de la Argentina contemporánea, diciembre de 2001, el entonces gobernador Carlos Reutemann nunca fue indagado. Era la pretensión de los abogados de los fallecidos, pero los circuitos judiciales que recorrió la causa no llegaron a la cúpula política de la policía provincial.  

Según los jueces que intervinieron en los hechos de diciembre de 2001, en Santa Fe, no se determinó la cadena de mando entre cúpula política del gobierno provincial y los jefes operativos policiales. Unos dijeron que no habían dado órdenes para reprimir porque desconocían los protocolos de actuación militar, y los jefes policiales porque no habían recibido órdenes. Por lo tanto, quedaron todos exonerados.  

Mucho se conjeturó sobre por qué Reutemann fue por su tercer y luego cuarto período en el Senado. Su esplendor había pasado, ya no aspiraba a un nuevo ciclo como gobernador, ni a manejar los hilos políticos de la provincia. Ni mucho menos repensar una posible candidatura a presidente. Si lo había descartado en 2002, cuando tuvo todo a favor, por qué iba a tomar el desafío en 2015, con 75 años, y con su atractivo electoral desmejorado. La razón principal de su obstinada persistencia en el Senado radica, aseguran, en los siempre presentes fantasmas judiciales por 2001 y especialmente por 2003. 

Cuando Lole se fue del peronismo al PRO, y perdió la elección a senador contra una figura por la que no tiene ningún aprecio, Omar Perotti, se lo escuchó decir que el “reutemismo, sin Reutemann, no existe”. Los íntimos saben de su desprecio por sus pretendidos sucesores, “imitadores” según sus durísimas palabras. Distinto es el caso con los adversarios ideológicos de fuste, como el caso de Néstor Kirchner, a quien respetaba, e incluso Cristina, con quien comparte el recinto (ahora virtual). “La única vez que vi levantarse a Cristina de su banca (cuando era senadora) para dirigirse a hablar a otra banca fue a la de Reutemann”, aseguró un habitante también de varios períodos del Senado. “Él nunca habla mal de Cristina, aunque piensan muy distinto”, aseguran, hoy, desde la intimidad de su despacho. 



A Reutemann lo incorporó Carlos Menem a la política, como parte de la misma ola post caída del Muro de Berlín, de los años 90, que trajo artistas y deportistas en todo el planeta, de Ronald Reagan, para abajo. Ese peronismo liberal conservador que contuvo a Reutemann perdió la hegemonía cultural y política del PJ, con el kirchnerismo. Pero Reutemann (tampoco Menem) no se fue del Senado. Mantuvo la ideología, se cambió del partido, se fue al PRO, y siguió. 

Eran (y son) los tiempos donde llegar desde “afuera” de la política aplicaba como mérito. También la falacia de que el empresario que tiene dinero no va a robar porque no necesita. “¿Qué le dejó Reutemann a Santa Fe, qué cinco obras importantes? Ninguna”, se pregunta alguien que lo adversó siempre. Y agrega, “se sentó sobre la caja, fue austero, y se diferenció de los gobiernos provinciales de los años 80, que habían hecho un zafarrancho de corrupción, pero eso no es ningún mérito”.

Otro político y analista de la historia de Santa Fe, que prefirió no ser mencionado, sugirió a Suma Política que “habría que preguntarle a los santafesinos por qué sienten tanta atracción por personajes como Reutemann, Perotti, Binner, el mismo Antonio Bonfatti, que si bien provienen de pertenencias partidarias distintas tienen algo en común; moderación y buena relación con los poderes establecidos”. 

Quienes lo acompañaron por décadas en el Senado, reportan lo obvio del Lole, “fue un hombre individualista, desconfiado, o directamente paranoide”. Su relación con el peronismo fue particular. Naturalmente, Reutemann no fue ni es peronista, de hecho, no se afilió al partido durante todo el período de su primera gobernación.

Aun y a pesar de su gran ascendiente entre los dirigentes políticos intermedios del peronismo, su relación con el partido fue siempre incómoda, y marcada por la desconfianza. Dicen que en la intimidad solía sincerarse sobre un sueño recurrente que lo atormentaba, “tengo la pesadilla que me clavan un puñal por la espalda”, solía decir, banalizando el capítulo “La interpretación de los sueños”, de Sigmund Freud. 

Reutemann, que cursa su año número 21 en el Senado de la Nación, que pudo ser presidente, pero lo descartó por falta de vocación o por miedo a la presión de los intereses de “la provincia de Buenos Aires”, transita su vida con la relativa cercanía de cuatro mujeres. Sus dos hijas, su ex, y su actual esposa. A pesar de que se casó nuevamente, e hizo división de bienes de su ex matrimonio, “las mujeres siguen pendientes de su fortuna”, revelan sin piedad quienes tienen datos de su intimidad. 

Y luego, concluye la fuente, “termina su ciclo activo como un hombre frustrado, enojado consigo mismo, y rodeado de un entorno sin otros proyectos propios que vivir de los bienes del campeón”. 

Colaboró en la producción: Tatiana Salinas 



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