“Los miércoles, los pilotos navales sabían que podían ser requeridos. Ese era el día de traslados en la ESMA. La tarea, transportar los cuerpos desnudos, anestesiados y torturados de los desaparecidos, apilados en la parte trasera de la aeronave…”. Claudia Inés Kolaja recrea verdad y memoria en su libro De Médanos, Mar y Vuelos, que presentó en Rosario junto al antropólogo forense Juan Nóbile y el abogado Pablo Llonto, que patrocina a la familia de Santiago Villanueva, uno de los cuerpos que trajo el agua, justo a la playa donde ella de niña corría feliz, en ese marina soleada donde nada malo podía pasar. Sus historias se enlazan en el texto y tienen algo del vaivén del agua, trayendo recuerdos de una década crispada, de pasión y libertad.
“Este año, en un juicio, se pudo dictaminar que realmente existieron los vuelos de la muerte, creo que este libro y la historia de Santiago, militante de la Jotapé (Juventud Peronista) que trabajaba en el Centro de Cómputos de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN), es una manera de testimoniar que los vuelos existieron”, dijo la autora. El 12 de setiembre se leyeron los fundamentos de la causa que el pasado 4 de julio condenó a prisión perpetua a cuatro ex militares del Ejército, por estos operativos realizados desde Campo de Mayo, durante la última dictadura cívico militar.
Pero el destino tiene también otras sincronías. Mientras Guillermo, el hijo de Santiago, y Llonto, viajaban hacia Rosario para participar de la presentación del libro, el abogado recibió un mensaje desde el Juzgado de Dolores, anunciando que comenzaba la indagatoria a los responsables de diligenciar el destino de los cuerpos mutilados que llegaban del mar. “Ojalá el año que viene tengamos un juicio oral; lo que se juzga es incumplimiento de deberes de funcionario, es decir por lo que no hicieron al hallarlos. Esa es la novedad, podría ser el próximo capítulo de tu libro”, dijo Llonto a Kolaja, frente a una sala colmada, con jóvenes que escuchaban de primera mano el pasado cercano en el ciclo Voces, que tiene como objetivo pensar la historia desde el presente.

Mar profundo
“Las voces son muy importantes, y lo son las palabras”, dice Kolaja que es psicoanalista y actriz. “Esta es una historia que me encuentra y haberla podido escribir es poder dar voz, a través de la historia de Santiago Villanueva, que es un desaparecido y víctima de los vuelos de la muerte; es una manera de poder darle vida y voz a los treinta mil, porque sus voces aún hoy están acalladas”, explica a Suma Política. Y dimensiona su percepción con una referencia a que aún hoy, en Villa Gesell, su lugar de residencia, de “esto casi no se puede hablar”.
Para Kolaja, que integra el Área de Arte del Centro de Investigación Académico Latinoamericano, (Cedial), “el efecto que produjo la dictadura no sólo en la ruptura de los lazos sociales, sino en el callarse; las mujeres de Santiago, que son dos, la madre de sus hijos que falleció el año pasado, no pudo hablar conmigo; y Norma, su pareja al momento de ambos ser secuestrados en 1978, liberada pero perseguida por años tampoco, sólo pudo darme las gracias después de la publicación del libro”. Locuaz y cálida, cuenta que le llevó nueve años publicar el texto hasta verlo convertido en un acto creador capaz de conjurar las mordazas, reales y simbólicas, de los torturaos y de quienes callaron sus historias.
En el tiempo en que sus páginas maduraban hasta dudó sobre su derecho a narrar la vida de alguien que no conoció, pero todo cambió cuando en una entrevista escuchó a Norita Coriñas, Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, en la presentación de un libro sobre su hija desaparecida, que todo desaparecido merecería tener su libro. La frase obró como una epifanía, buscó todo lo que había investigado y enfrentó el principal desafío: cómo unir los retazos de historia que había encontrado.
“Cada uno de esos retazos me contaba un parte de Santiago, que tenía 22 años cuando fue secuestrado, hay partes que están ficcionadas para poder engarzar el relato”, explica y evoca su génesis, que al mismo tiempo, es el momento en que se enlaza su historia personal y la del protagonista de su texto. Fue mientras recorría los médanos, como hacía de niña durante las vacaciones familiares en Villa Gesell, cuando una placa llamó su atención. Quedó absorta, la muerte se hacía presente como una disrupción cruel, en los recuerdos llenos de vida, libertad y amor de su adolescencia, que le traía la arena y el murmullo del mar.

Al impacto siguió un golpe de intuición, estaba ante una historia que no había sido contada, que necesitaba una voz. Una voz, en el mismo sitio donde de niña corría y cantaba. Torbellino de reminiscencia y emociones. Mirar una y otra vez el horizonte líquido y el borde de la playa para cuidar puntos de fuga de la idea que estaba naciendo dentro suyo, en aquel atardecer. Ella se encargaría de traer al presente a ese nombre de la placa sobre la duna, casi lindera a un proyecto de construcción al que se oponían los vecinos del lugar, parando las máquinas con sus cuerpos, defendiendo la morfología del lugar y su acuífero. Voz, cuerpo y médano. Ya presentía los andariveles de su historia.
Para su asombro, cuando a los dos días volvió para tomar fotografías y comenzar la investigación, la placa no estaba. “Ahí me angustié mucho, la desaparición de otra desaparición”, dice. El guardavida del balneario más cercano, Luna Roja, al que fue por algún dato, la sorprendió: él mismo, Fatiga, había sacado el cuerpo que flotaba cerca de la orilla. “La conmoción que sentí fue tremenda”, dice y cuenta lo que en ese momento escuchó del hombre. El cuerpo no tenía manos, los peces habían pasado por allí, como por los otros 37 cuerpos que aparecieron desde San Clemente hasta Villa Gesell. Despojos que sin embargo hablaban de su martirio.
“En plena dictadura, cuando aparecían estos cuerpos, los bomberos los llevaban a las comisarias y ahí volvían a desparecer enterrados como NN, en los cementerios de la zona sin ninguna referencia”, enfatiza Kolaja. Ese fue el destino de Santiago, secuestrado en julio y hallado en diciembre de 1978, como víctima de uno de los vuelos de la muerte. El vuelo, la arena, el agua, movimientos que no pudo borrar, lo perenne de la muerte. El libro recoge esa fugacidad, ese fluir de fuente de los retazos de vida para certificar la memoria.

La niña y el joven
“Una niña rodando duna abajo, bailando en sus patines al aire, al aire salado / Un joven con ideas altas, palabras con mayúsculas, directas sin atajos”. El poema “Mar, Sueños y Gramática”, de Karin Haunold, abre el texto de Kolaja. La niña es ella y el joven es Santiago. Sus historias se irán intercalando en los 38 capítulos que tiene el libro, donde ella se llama Inés, su segundo nombre, y narra sus vivencias en tercera persona. Son textos ágiles y densos, unidos con la sutileza de un mac
“Los datos son fidedignos, pero los voy relatando de manera ficcionada. Para esto inventé un periodista que está en Gesell, y este personaje es el que va aportando lo que sucede en los juicios así como las referencias a protagonistas de ese momento como Azucena Villaflor, las monjas francesas”, citó a modo de ejemplo. ¿Cómo fueron cobrando vida esas voces, algunas como la de Santiago, desde las paradójicas tumbas de arena y agua?
“No es fácil responder eso porque fueron pinceladas, yo encontré pinceladas de Santiago, así como llegó ese cuerpo casi despedazado, así estaba su historia, una parte la tenía su hermano, Ernesto Villanueva, que fue rector de la Universidad Arturo Jauretche, de Florencio Varela, otra parte la tenía su hijo Guillermo, y otra sus amigos y compañeros de militancia; cada uno me contó una parte, y con los cuadernitos de historia de vida del ex Centro Clandestino Olimpo”, enumera a modo de fuentes. Y dice que esos retazos corporizaron las voces silenciadas.
“Va apareciendo la militancia de Santiago, o su infancia cuando jugaba con miguitas de pan que hacían de pelota para los jugadores de cartón que habían recortado con su hermano, y que aparecen otra vez en su cautiverio, cuando las usaba para jugar al ajedrez”, dice sobre encontrar el hilo de la vida de Villanueva, que “vivió adorando a Ernesto, también detenido pero a disposición del PEN” (Poder Ejecutivo Nacional), lo que le permitió la sobrevida. Santiago llevaba a sus sobrinos para que su hermano los viera”. ¿Los abrazaba?
“La identificación y restitución es dar la oportunidad para que ese abrazo que quedó pendiente en la desaparición se pueda concretar, la actitud corporal de los familiares que reciben el cuerpo es abrazarse a los restos, a las urnas y hacer los rituales culturales para inhumarlos”, dijo desde el Equipo de Antropología Forense, Juan Nóbile, en la presentación del libro donde sobrevolaba un interrogante. “Identificar significa entrecruzar dos universos de conocimientos, las identidades sin cuerpo y el de los cuerpos sin identidades”.
“Lo del abrazo que relató Juan Nóbile fue impresionante, uno espera ese abrazo, y cuando entregan los restos, algo que jamás pensé que se podía dar”, dijo Guillermo como prólogo a la proyección del video, que en el marco de la investigación de Kolaja, le acercó un compañero de su padre y que le permitió recodar “cómo lo abrazaba su padre”. Allí aparece Santiago filmando a sus hijos en la playa de Mar del Plata, en 1972, y que termina enfocando el vuelo de gaviotas sobre el agua. Todo un símbolo, interpretó su hijo entre los aplausos.
Ciclo Voces y Museo de la Memoria
La presentación del libro fue organizada por el Centro de Abordajes Interdisciplinarios de lo Sociocultural, dirigido por Edith Cámpora, que depende del Instituto de Investigaciones Adolfo Prieto, de la Facultad de Humanidades y Arte, que coordina Natalia García. En la organización del Ciclo, que lleva tres ediciones, participan la Facultad de Humanidades y Arte, su decano Alejandro Vila, su Dirección de Derechos Humanos a cargo de Santiago Monte, además de Marcela Coria. “La idea parte de la cátedra de Problemática Antropológica donde se abordan los campos de la antropología, en relación a los procesos de memoria, verdad y justicia”, señaló Cámpora y destacó el aporte del Museo de la Memoria de Rosario.
Data. Claudia Inés Kolaja es psicoanalista, actriz y como bailarina de tango fue semifinalista del Campeonato Metropolitano (2004). Trabajó en el Hospital de Agudos. De médanos, mar y vuelos es su primer libro pero publicó artículos sobre clínica y un trabajo sobre el Origen Negro del Tango, “los primeros desaparecidos de la historia en la Argentina”.
