“Nos usan como servicio de mensajería”, dijo Analía Ratner, la secretaria general de la Asociación Bancaria de Rosario. Se refería a las balaceras contra sucursales del Banco de Santa Fe que introdujeron un nuevo factor de inseguridad y desconcierto aunque las fuerzas federales recorran las calles. Si la finalidad de los atentados parece evidente lo que no resulta claro es el significado de los mensajes despachados con las balas y la eventual vinculación entre los episodios ocurridos en Rosario, Villa Gobernador Gálvez y Granadero Baigorria.
El primer ataque fue el miércoles 8 de febrero contra la sucursal de Ayacucho al 5500, a las 16.30, con plena luz del día. Pasó una moto, bajó el acompañante del conductor a la carrera e hizo una salva de disparos contra el cajero automático. Antes de retirarse, el tirador dejó una nota dentro de una bolsa: el mensaje se refería a internas carcelarias de las bandas narco, con acusaciones de traición y promesas de venganza.
Las amenazas entre narcos en prisión acompañaron a la segunda balacera, registrada a la 1.30 del martes 21 de marzo contra la sucursal del Banco de Santa Fe ubicada en San Martín y Juan B. Justo, en Villa Gobernador Gálvez. Los destinatarios fueron los presos Carlos “Pelo Duro” Fernández, Ariel “Teletubi” Acosta y Julio Albornoz, definidos en el mensaje como “manga de gatos” de René Ungaro, detenido en la cárcel de Rawson. “Se les viene la noche”, remató el autor de la misiva.
“En principio las únicas vinculaciones entre las balaceras son que fueron contra sedes del Banco de Santa Fe y con el método de llegar en moto a los lugares y dejar carteles”, dice el fiscal Matías Edery. El fiscal recuerda como antecedentes los atentados contra cajeros del Banco Municipal. “Es raro porque los hechos ocurrieron en zonas distantes y parece más bien que se elige un blanco simbólico, como ya ha ocurrido, para que cause mayor revuelo”, agrega Edery.
La tercera balacera podría provenir entonces de otro ámbito, con el objetivo de subirse a la ola y en un mismo acto reforzar la conmoción y multiplicar el impacto público. En ese sentido el ataque contra la sucursal bancaria de Granadero Baigorria remite a la balacera contra el supermercado Único, de la familia Roccuzzo: la mención de Maximiliano Pullaro en el último mensaje hace eco a la de Pablo Javkin en el ataque al negocio de los suegros de Messi y repite el mismo cargo (“son narcos”).
La sucursal de Granadero Baigorria fue baleada antes de la medianoche del 21 de marzo, no tan tarde como para que pasara desapercibido por la comisaría 24, distante una cuadra y media, o no se escuchara desde la Municipalidad, a cincuenta metros. El secretario de gobierno del municipio, Adrián Playa, pidió la presencia de fuerzas federales en Baigorria pero no se refirió a la renuncia del subsecretario de Seguridad Pública Alejandro Franganillo, un ex jefe policial involucrado en una denuncia sobre narcotráfico que investiga el juez federal de Campana Adrián González Charvay.
Las cámaras de vigilancia registraron a dos hombres que llegaron en moto a las 22.50 del martes. Bajó uno que llevaba gorra y un abrigo, se dirigió cabizbajo por la rampa hacia la entrada del banco, ingresó al cajero, dejó dos mensajes en el cesto de papeles, salió y efectuó una ráfaga de disparos contra el frente del banco. Todo en el lapso de 25 segundos, menos de lo que lleva contarlo.
Uno de los mensajes contenía una supuesta primicia sobre Esteban Alvarado, lo que no se habría contado sobre su intento de fuga en helicóptero de la cárcel de Ezeiza: que la tarea de inteligencia de fuerzas federales que desbarató el plan surgió de una delación de su compañero de penal y de pabellón Alan Funes. Una versión sin pies ni cabeza, nafta para el fuego de los enfrentamientos callejeros.
Maximiliano Pullaro declaró que el segundo mensaje que apareció en Granadero Baigorria, del que fue destinatario (“dejá de hablar de los narcos”), respondió a sus exigencias sobre las condiciones de detención de presos de alto perfil y fue también un alarde de impunidad dirigido al gobierno provincial: “el mensaje es que pueden hacer lo que quieran”, interpretó en conferencia de prensa.
“En los años electorales se dan hechos en los que se intenta mezclar en este tipo de atentados cuestiones vinculadas con la política”, afirma el fiscal Edery. Otra hipótesis de la investigación apunta al factor narcopolicial, la mano negra que habría estado detrás del ataque contra el supermercado de los Roccuzzo y de otros episodios que persiguieron fines de desestabilización y contribuyeron, entre otras cosas, a la defenestración de Jorge Lagna del Ministerio de Seguridad de la provincia.
“En principio hubo un avance contra un grupo de policías y ex policías vinculados con Granadero Baigorria. Otros episodios como la caída de Daniel Godoy, una persona con mucha influencia en la venta de drogas en Baigorria y con dos hermanos en la fuerza, hacen que una de las hipótesis vaya en esa dirección”, agrega el fiscal de la Agencia contra la Criminalidad Organizada.
La amenaza recibida en Granadero Baigorria menciona también al hermano del diputado provincial y ex ministro de Seguridad de Santa Fe. “Lo entendemos como una forma de dar entidad al mensaje, pero el destinatario es Maximiliano Pullaro —dice Edery—. Tratamos de discriminar si la balacera está relacionada con sus declaraciones sobre los presos de alto perfil o si tiene que ver con la dinámica de un grupo de policías vinculados con organizaciones criminales que reaccionan ante el avance de investigaciones en curso”.
El camino de Damasco
El jueves 23 vecinos de Refinería se concentraron frente al shopping Alto Rosario para reclamar la presencia de fuerzas de seguridad en el barrio. La policía de Rosario aparece más presente como parte de distintas bandas criminales que para imponer orden ante la sucesión de robos, actos de vandalismo y arrebatos que los vecinos denuncian como cosa de todos los días.
Darío Quiroga, un policía con “carpeta psiquiátrica” en la jerga institucional, fue detenido como parte de un operativo contra la banda de René Ungaro. El oficial Omar Jorge García está acusado como gatillero y compañero de actividades de otro grupo de delincuentes. Diego Godoy habría compartido su trabajo policial en San Lorenzo con tareas como jefe de logística en la peligrosa banda de su hermano Daniel. Los policías Luciano Arellano y Marcos Barúa eran informantes del prófugo Guillermo Manuel “Chupa” Sosa, asociado con Los Monos y acusado por el asesinato del barrabrava de Newell’s Nelson “Chivo” Saravia. La policía parece cumplir sus servicios adicionales con las organizaciones criminales.
Si esos aportes de mano de obra entrenada por el Estado y armada con el financiamiento de los contribuyentes son ejemplos de cuentapropismo, a partir de una investigación de la Procuraduría de Narcocriminalidad y del Ministerio Público de la Acusación emerge una estructura conformada en una zona gris por la que circulan policías en actividad y policías retirados con un pasado compartido en la Dirección de Drogas. La geolocalización de esa banda lleva una vez más a los investigadores hacia el departamento San Lorenzo, una especie de camino de Damasco del narcotráfico y la violencia en la región.
La captura de Daniel Godoy, sospechado por el asesinato de Marcelo “Coto” Medrano y por actividades de narcomenudeo en la zona norte de Rosario y el cordón industrial, expone un aspecto de esa estructura. Otra surge con el reciente pedido de elevación a juicio oral de una causa federal contra su ex socio Marcos Jeremías McCaddon, que en un conocido audio se jactó, entre otros logros, de haber arreglado la protección política y policial para sus negocios “con la gorra de todos los colores” y desde Capitán Bermúdez hasta Santa Fe capital.
La captura del narco Leonardo Saravia en un hotel del barrio porteño de Balvanera orientó nuevamente el radar hacia el departamento San Lorenzo: “Leo Rey”, como le dicen, tenía una licencia de conducir falsa con domicilio en Roldán. La novedad fue relativa: Eugenio Domingo Campos, asesinado por sicarios el 4 de marzo en Biedma y Rodríguez, tenía documentación con un domicilio falso en Roldán, lo mismo que otras once personas detectadas en la misma dirección inexistente.
Roldán no es ajena a lo que ocurre en Rosario, y las balaceras y un oscuro trasfondo resonaron en el atentado contra la casa de la familia del futbolista Imanol Machuca, cuyo padre fue funcionario de la gestión anterior del municipio. El intendente Daniel Escalante, que el 16 de marzo ya había aportado a la Justicia Federal las direcciones de quince puestos de venta de cocaína, marihuana y paco, dijo que en Roldán “hubo una organización orquestada donde se daban documentos y licencias de conducir a gente que no podía obtenerlos legalmente”.
La investigación de la Procunar remite a una denuncia recibida en la Justicia Federal de Campana, en la que aparecen policías y ex policías de Santa Fe. Otra investigación del MPA llega al mismo lugar desde otro punto de partida: el asesinato de Nelson Saravia y una madeja de vinculaciones que volvió a dar notoriedad a Juan José Raffo, el oficial que se presentaba en los medios rosarinos como un llanero solitario contra la corrupción policial cuando tenía vínculos con Los Monos —con Ramón Machuca, en particular— y con allegados a Esteban Alvarado. El ex policía tenía a su nombre una tarjeta azul del auto de Santiago “El Gordo” Pérez, ladero del narco, asesinado el 15 de septiembre de 2012 en barrio Azcuénaga.
Raffo se mantiene prófugo y se investiga si fue alertado por la delegación rosarina de la Agencia Federal de Inteligencia. Según las averiguaciones del MPA, actuó como informante de “Chupa” Sosa e intermediario en operaciones de lavado de dinero de Leandro “Pollo” Vinardi, preso y vinculado con Los Monos.
Los investigadores establecieron también que el 4 de enero Raffo acordó con José Luis Vitetta una compra de dólares en la agencia Brancatelli, de Mitre al 800 y que la transacción no fue ocasional. “Como siempre, las personas que vendieron los dólares no hicieron preguntas sobre el origen del dinero, que recibían en sobres termosellados”, indicó el fiscal Edery.
“No tengo idea de cuál es el objetivo de fondo”, dijo Analía Ratner sobre las balaceras contra las sucursales del Banco de Santa Fe. Todavía falta para que el rompecabezas quede armado. Por lo pronto, según adelanta Edery, “tenemos evidencia de que Raffo estuvo detrás de la caída de Lagna”.

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