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Cultura

El irresistible ascenso de Kevin Dolce

Es sábado por la mañana y el auditorio de la Universidad Nacional de Rosario ubicado sobre calle Maipú, en el centro viejo de la ciudad, se ha colmado tempranamente, bastante antes de la hora para la cual se prevé allí un acto. Repentinamente, el público reunido estalla en aplausos y vítores cuando el protagonista central de la convocatoria empieza a desandar el camino que lo lleva hasta el estrado desde donde hablará. No es Canelo Álvarez, tampoco Nicki Nicole o Fideo Di María, pero la gente lo aclama como a un ídolo popular, corea su nombre, lo saluda y hasta interrumpe su marcha para tocarlo, abrazarlo, sacarse otra selfie con él. Para entonces, son ya casi quinientas las personas del público que desacomodan las sillas y rompen filas para estar más cerca del hombre en cuestión, Kevin Dolce (Rosario, 1999), que ese día se apresta a presentar, en ese ámbito de signo académico, su primer libro, Rosario por conocer, 100 historias de una ciudad. Pero Kevin está lejos de pertenecer a la academia. Es más bien un apasionado emprendedor que, desde las redes sociales, ha entablado un vínculo con decenas de miles de seguidores a partir de relatos históricos que publica, algunos de los cuales ahora han sido llevados a formato libro. 

Como una singularidad, entre esas casi quinientas almas que se agrupan en el salón de la UNR se advierte la presencia de representantes de casi todo el arco político de la ciudad, concejales de todos los colores, gestores culturales del ámbito municipal y provincial, cineastas, periodistas y hombres públicos. Por si eso fuera poco, al fondo de la sala alza la mano y saluda a Dolce, que está sentado ya de frente al público, el intendente de la ciudad. 



En estos dos sucintos párrafos se han subrayado, como datos llamativos, la enorme popularidad del joven Dolce y el atractivo que él representa (su figura, su agenda de seguidores y/o su obra) para el espectro político. Porque no deja de sorprender que en muy poco tiempo (menos de cinco años) Kevin Dolce haya construido un tránsito, un camino de breviarios sobre asuntos rosarinos volcados a las redes sociales al cual se han plegado esas miles de personas, ya no sólo interesadas, sino casi encantadas con una manera de contar, atraídas por una estructura. En síntesis, seducidas por una voz, la de Dolce, que perfila sus relatos generalmente a partir de las imágenes. 

Suma Política ha tenido desde su creación colaboraciones ocasionales de Kevin y por lo tanto el portal ha sido observador, también, de un ascenso suyo en la consideración pública que, por estos días, parece irresistible. Suma Política dialogó ahora con Kevin para conocer sus puntos de vista sobre la historia como narración, sobre su lugar como divulgador en ese universo, sobre sus perspectivas y objetivos.



—¿Cómo surge tu interés por la historia y, en particular, por la de Rosario?

—Yo venía de otro palo. Ni de chico ni de adolescente me atrapó la historia. La materia Historia en segundo año de la secundaria, en 2013, la tuve un año como previa y rendí cinco veces el mismo examen, hasta que me aprobaron, creo que para no verme más… No me llamaba la atención. Es cierto que a esa edad los intereses generalmente son otros. Así, me metí en el plano humanístico: terminé la secundaria en 2016 y en 2017 arranqué con la carrera de Psicología en la UNR.

—¿Y cuándo aparece el interés?

—En medio de todo este proceso, digamos, me encuentro con la Historia, a través de la lectura y de otras cosas. Empecé a darme cuenta de que me gustaba. Hubo cierto interés por la política, por mi paso por Psicología. Y en marzo de 2019, en lo que era Twitter en aquel momento, boludeando, digámoslo así, se me aparecían fotos antiguas de Rosario que me llamaban la atención, sobre todo porque la fotografía era mi hobby. Si bien nunca había pensado en la historia de Rosario, había algo ahí, cuando miraba esas fotografías, que me atraía. Me pasaba horas mirando fotos antiguas de Rosario. También caminaba por la calle y cuando veía un edificio que se conservaba, que estaba en pie, con el celu le sacaba una foto y  hacía una comparativa con otra foto antigua que tenía del mismo lugar. Y pensaba qué seguía estando igual ahí, qué había cambiado, etcétera. Luego de un tiempo de hacer reiteradamente esto, me empecé a preguntar qué veía en cada foto antigua, también quién había vivido en ese edificio antes, qué historias habían ocurrido allí y más. Del Normal 1, por ejemplo, que había sido mi escuela y que existía desde 1897, quise saber cuántas historias habían pasado por ahí. 

—O sea que tu aproximación no es la de un intelectual que estudia los libros y procesos, sino más bien el de un ciudadano que camina, mira y se interesa. ¿Es así?

—Exactamente, y entré a través de la fotografía, preguntándome por lo que había ahí: qué fue este sitio, quién lo hizo, cómo hizo un comercio para subsistir cien años. Después de varios meses, desde mayo de 2019 hasta principios de 2020, eso se me había hecho un hobby diario… No lo escribía ni nada, sólo leía y conseguía algunos libros de historia de Rosario y diarios. Luego de ocho meses, me pregunté qué hacer con esa información. Tenía el sentimiento de querer compartirlo. Se me ocurrió crear entonces una página de Instagram para mostrar y transmitir, para que la gente, conforme iba viendo, a la par mío fuera conociendo cosas nuevas de la ciudad. De alguna manera era volver a conocer la ciudad que uno habitaba y así nace la página Rosario por Conocer, en febrero de 2020. Quería almacenar eso en algún sitio, en algún espacio. Quiero destacar que hay una carencia de límites en cuanto a la historia de Rosario, porque siempre va a haber algo por conocer, y por eso le puse ese nombre.

—¿Y cómo es esto de contar la historia de acuerdo con algunos formatos o signos de las redes sociales?

—Empezó en Instagram porque fue y es la red social de mi preferencia, donde me siento más cómodo. Pero recordemos que en 2019 y 2020 las redes sociales eran muy distintas de lo que son hoy. En aquel momento Instagram no tenía videos prácticamente, eran todas fotos. En el primer año, la modalidad que tuve para el contenido fue editar placas en las que ponía fotos antiguas con un texto pequeño y, a través de un carrusel, establecía una correlación que producía una narrativa. De esa manera se iba contando la historia de la ciudad.



—¿Te considerás un hijo de las redes sociales? Lo pregunto en el sentido de aprehender la realidad, de comprenderla, a partir de esas perspectivas.

—Sí, cien por ciento. Yo creo que lo que logré a través de las redes sociales fue popularizar la historia de Rosario, en un contexto en el cual, en los últimos cien años, hubo muchísima gente que se abocó a estudiar y a contar la historia de Rosario, como Vladimir Mickielewicz, Juan Álvarez, Augusto Fernández Díaz, Miguel Ángel De Marco y Miguel De Marco (h), Rafael Ielpi, entre tantísimos otros…Yo creo que el laburo de divulgación no requiere de la academia, más allá de que la academia sirve también para formarse y complementar. 

—Sin embargo presentaste tu libro en un ámbito académico, ese salón de la UNR. ¿Por qué creés que, con un recorrido más bien corto, publicaste un libro y la academia te recibió con los brazos abiertos?

—Yo creo que puede haber una comprensión, de parte de ellos, del interés general de la sociedad. No se puede ir en contra de lo que quiere la gente. Creo que cuando hay algo tan popular y tan masivo, con un interés tan sentido, es pertinente entonces que la Universidad Nacional de Rosario acompañe. Sería gravísimo que se manifestara en contra.

—¿Creés que eso tiene que ver con los contenidos de tu libro o con el alcance público de tu figura?

—Creo que con las dos cosas. Es una mezcla porque, como te dije, antes que yo hubo mucha gente que se abocó a la temática. La Historia no empieza con uno. Antes hubo otros y después de uno vendrán otros, es parte de la vida. Pero creo que haber logrado a través de las redes sociales, y gracias a las redes sociales, llegar a tanta gente, de todas las clases sociales, de todos los barrios, de todas las edades, es significativo y en parte es un hecho sin precedentes. Porque la dimensión de lo que pasó el otro día en la sede de la UNR y de lo que viene pasando en los últimos años de manera tan masiva, es particular. Es difícil encontrar un registro similar, al menos dentro de la temática “historia de Rosario”. 

—La clase política te fue a saludar, ¿pensás que ellos tampoco no se la quisieron perder?

—Tampoco sé si esperaban un acto tan masivo y fueron de todos los partidos.

—¿Cuántos seguidores de Instagram tenés?

—Casi setenta mil.

—Bueno, puede ser también esa la razón por la que fueron los políticos.

—En parte sí, puede ser. Mejor que sean parte. Deben ser parte.

—¿Te considerás un influencer?

—No. Un influencer es una persona que influencia a través de lo que dice y transmite. No, no lo soy.

—¿Ahora te pusiste a estudiar Historia en el ámbito universitario?

—Sí, este año empecé en la UNR, en Humanidades. Adaptando mis tiempos a una modalidad de estudio libre. También pude homologar unas materias por lo que ya había hecho en Psicología.

—Y ahora vos, estando ahí, ¿te considerás un par de los que enseñan o de los que cursan como estudiantes?

—De los que están estudiando.

—Pero los que enseñan son historiadores y vos sos un historiador.

—No, yo no me considero un historiador. Tengo mucho respeto por aquellos que desde lo académico tienen un título. Aunque hice una diplomatura de primer grado en Historia de Rosario en la UNR. Igualmente, siento que estoy capacitado para sentarme en cualquier mesa de la UNR para hablar de la historia de Rosario. Pero no me defino como historiador, ni como comunicador social, ni como periodista…

— Sos un divulgador de la historia de Rosario.

—Habitualmente me defino como un caradura… Licenciado en caradurez (risas).

—Bueno, tampoco te rebajes tanto, no es así…

—Es verdad, pongamos que soy un divulgador o investigador de la historia de Rosario. Es que no quiero faltar el respeto a nadie. No me gustaría que alguien pueda tomar mi trabajo como una falta de respeto y diga “este dice que es historiador y no se recibió”. También hay una realidad: ahora estoy estudiando la Licenciatura en Historia en la UNR y ahí la historia de Rosario no se da. La historia de Rosario no se da en ningún lado. No hay institución, secundaria, terciaria o  universitaria, donde se de una materia así. Por eso, empecé a dictar un curso a principios de 2025. 

—¿Cómo impartís esos cursos? ¿Son presenciales?

—Sí, duran cuatro meses. En la primera edición se anotaron cien personas y en la segunda ya son doscientas. Lo doy no sólo en la UNR sino también en la UCEL.

—Te apoya la academia…

—Sí, tengo apoyo institucional universitario.

—Hablemos un poco del libro, que parece ser el corolario de todo esto que contaste, ¿no?

—Comencé a escribirlo en mayo de 2021. A ver, cuando comencé a trabajar en todo esto, me volqué a una diversificación de los contenidos, porque al poco tiempo los llevé a YouTube y a la red TikTok, que recién empezaba, por supuesto también a Twitter. Después creé el sitio web para, de alguna manera, almacenar… y no te olvides que empecé a producir documentales, a dar charlas en escuelas. Traté de salirme un poco de las redes sociales. Si bien ahí tenía mi anclaje, quería el face to face. Y ahí se me ocurre, dentro de esa pluralidad, de esa diversificación, hacer un libro. Cuando empecé a escribirlo, pensé que me iba a llevar mucho menos tiempo.



—Te escuché decir que es “un libro con el formato de las redes”.

—Traté de que el libro siga un poco la lógica de las redes sociales, más allá de que tiene más profundidad y detalle que las redes, que son más efímeras, más reducidas en cuestiones de tiempo y demás. De allí el formato de las cien historias, de allí que tenga un orden cronológico desde 1689 hasta 2025 y que siga una línea de tiempo. Entonces uno puede ir entendiendo algo de la historia de Rosario a través de las distintas historias, que representan diferentes aristas, culturales, políticas, arquitectónicas, de personas que han dejado una huella… Se puede leer así o cada historia de forma individual y/o alternada. Tiene esa intención de las redes sociales: no tenés que leer todo el libro para ir a eso que te interesa. Todo hoy es más efímero y todo, generalizadamente, presenta esa ansiedad.

—¿Es autogestivo el libro?

—Sí. Fui a dos editoriales de Rosario en 2021, era lo lógico. Pero las condiciones que me ofrecieron me parecieron algo injusto. Yo no quiero ganar plata con un libro (más vale que, si querés hacer plata, no hagas un libro). Lo importante es lo que lo llena a uno y lo que uno puede transmitir. La intención no era ganar plata, pero tampoco da que otro haga negocio con todo mi trabajo…

—¿Cuáles son tus próximos pasos?

—Seguir con lo que vengo haciendo. Ya está en proceso el segundo libro de Rosario por Conocer que, si los tiempos acompañan, estará publicado en 2026. Tendrá una lógica distinta, será más específico, menos general. Seguiré con la producción audiovisual, que fue un fuerte de Rosario por Conocer, de manera que el contenido se presente de una manera más dinámica, más amena, y también quiero retomar la producción de documentales, que se sumarán a los cinco que ya hice: El Parque Independencia: 120 años (2022), La Favorita (2022), Pichincha, el barrio de los burdeles. Historia de la prostitución en Rosario (2022), Museo de la Memoria de Rosario: 25 años (2023), La Fuente de los Españoles (2024).

Kevin Dolce apura el diálogo —su agenda diaria es más cargada y compleja que hace cinco años— y da por finalizado, amablemente, el reportaje. Parte para que un paisaje rosarino lo sorprenda y lo motive a escarbar para mostrar algo más. Su recorrido, también su perspectiva, está lejos de la de aquellos historiadores que, desde la biblioteca y los estudios rigurosos, intentan comprender e interpretar procesos, al tiempo que hacen con esos resultados, en algunos casos, piezas magistrales de literatura. Kevin Dolce sólo camina y ahí suele asaltarlo la sospecha de que, por esas veredas en las que hunde sus pasos, algo antes debe haber sucedido, digno de ser contado. Carga de interés esa curiosidad y, con ese deseo, construye un relato para un palpitar en las redes sociales. La academia y la política ya han escuchado el latido de su cuenta de Instagram y se aproximan a esa caja de ilusiones, acaso con sueños e intereses propios. Kevin toma distancia de esos asuntos, privilegia el encuentro con sus seguidores y recalca que, en su andar, todo está por conocerse.


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