Fuerzas militares inglesas, unos mil doscientos efectivos apoyados por trescientos civiles nativos, marcaron el fin del mes de abril con maniobras, cañonazos y misiles contra un sector de las islas Malvinas en un ejercicio defensivo que no se puede pasar por alto y convirtiendo el lugar en el territorio más militarizado del mundo considerando su número de habitantes. No hubo ollas con agua caliente ni aceite hirviente contra los invasores. Tampoco hicieron su aparición como fantasmas diestros pilotos argentinos con antiguos cazabombarderos Super Etendard. Fue una demostración de fuerza al reverendísimo fart.
Un guiño a los primos hermanos de la nación del norte para que se queden bien tranquilos de que pronto será la gran fiesta de inauguración, con uso de barbijo obligado y muchos barriles de whisky y ron como enseñaron los antecesores piratas, de una ultramoderna base militar para controlar a placer el Atlántico Sur. Pasaron por encima de las resoluciones internacionales, las pisotearon en verdad, que instan a nuestro país y a los okupas a resolver la usurpación de las islas Malvinas por la vía del diálogo. Diálogo inexistente. Los hijos de la reina no hablan con indios sudacas como nosotros. Apenas un poco con los malvinenses a quienes despectivamente llaman kelpers por lo bajo. Porque los nativos pretenden la autonomía. Andá, no te lo cree nadie, diría un malevo admirador del Martín Fierro. Es para que su flota pesquera pueda seguir afanando libremente o alegremente con las espaldas cubiertas. Y también instalar plataformas petroleras y algunos kiosquitos más. Y sí, a hacer turismo no van a venir de tan lejos. Aunque seguramente no descuidarán ese rubro.
Resulta curioso que mientras esto sucedía, la dirigente del Pro y ex secretaria de Seguridad de la Nación durante el gobierno de Mauricio Macri, la inefable Patricia Bullrich, lanzó una de sus geniales ideas a las que nos tiene acostumbrados. Nada menos que cambiar nuestras islas irredentas por vacunas Pfizer contra el Covid. La misma que el gran laboratorio que viene recogiendo dólares con pala mecánica abastece a EEUU. Y otras partes de este mundo cruel. Y que acaba de descubrir que dos dosis de sus vacunas son insuficientes y que se requiere una tercera para garantizar, por ahora, la ansiada inmunidad. La propuesta mereció el repudio y rechazo de distintos sectores de la sociedad. Entregadora, dijeron algunos. Ofensa contra un símbolo patrio, otros. Traición gritaría de mi parte. Pero la ciencia ya ha explicado hace tiempo que nada es casual y que la vida no es un accidente regido por el azar, suerte o coincidencia. Sino que cada uno, a su tiempo, recogerá lo que siembra. Antes o después del five o´clock tea.
