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Política

¿La vocación de Milei era aprobar la ley o romper todo en el camino?

El mileísmo lo va confirmando, día tras día: se trata de una dimensión política desconocida. En la Cámara de Diputados, como en un circo, el león desafió la línea de fuego con la pretensión de salir indemne del otro lado de las llamas, pero quedó atrapado en el camino y terminó quemado. El truco mágico esta vez no funcionó.

¿Cómo hizo un gobierno que mal o bien había conseguido aprobar una ley por 144 votos a 109 para luego empezar a perder la votación en particular de artículos clave, y retirarse de la contienda sin prever siquiera una salida negociada y decorosa?

Las hipótesis son varias, algunas conspirativas y sofisticadas, otras atravesadas por la pura banalidad del accionar de quienes no estarían preparados para ejercer un oficio siempre complejo: la política, en especial desde la cúspide del poder institucional.

En el Senado ya todo el dispositivo opositor de la primera minoría de Unión por la Patria (UxP) estaba dispuesto para recibir una media sanción de la ley Bases: desgajada, con muchas perforaciones, pero media sanción al fin. No ocurrió.

La brutalidad oficialista en las instancias de negociación final con los opo-aliados de los bloques dialoguistas que comprometen todo su ánimo político pidiendo que “los dejen ayudar” fue tal, que la pregunta sobre si la vocación verdadera de Milei era aprobar la ley o romper todo en el camino, se vuelve pertinente.

¿Quería aprobar el trazo grueso de una mega ley gigantesca o prefería “perder”, retirarse ofendido, y tuitear ferozmente contra gobernadores y bloques aliados, incluso algunos legisladores propios? Como la influyente ex candidata a gobernadora de La Libertad Avanza (LLA) por la provincia de Buenos Aires, Carolina Píparo, que se pasó al bando de la “traición”.

La hipótesis sobre un presunto “desconocimiento” del reglamento de los jefes de LLA en Diputados, del propio presidente y los enlaces que actuaron en esos minutos decisivos del día martes cuando se practicó un cuarto intermedio de una media hora,  en el sentido de creer que “la vuelta a comisión” del proyecto de ley no implicaba automáticamente la caída de la media sanción conseguida el viernes anterior, resulta inverosímil.

Si bien en una revelación sin precedentes en la historia democrática, el ministro del Interior Guillermo Francos —presuntamente un avezado operador político— dijo en una entrevista en vivo (horas después de levantada la sesión) que creía que “la media sanción seguía vigente y lo que retornaba al debate en comisión eran los artículos en particular”, todas las voces coinciden que resulta casi imposible que en ese cónclave informal de media tarde entre jefes de los bloques —donde impidieron la presencia de Germán Martínez de UxP y Myriam Bregman de la izquierda— el oficialismo no haya sido advertido por el resto de los jefes de bloques, así como por el secretario Parlamentario, que de “volver a comisión” se caía la media sanción.

El gobierno estaba enterado de las consecuencias de su decisión política. No implica, sin embargo, que haya tenido la capacidad de ponderar esa acción en tanto sus consecuencias políticas.

Hubo una agónica y tibia intervención final del ministro Luis Caputo intentando convencer a gobernadores (entre ellos, a Maximiliano Pullaro de Santa Fe) que no funcionó. Simplemente porque no ofreció nada y pidió que acompañen sin más la pretensión del gobierno nacional. Nadie puede creer seriamente que la Casa Rosada “no ve” el clima de adversidad creciente de la calle, en las provincias, donde al desastre del precio de los alimentos se suma la suba en el transporte y las tarifas de servicios públicos.

Hablar de la posibilidad de un plebiscito no vinculante convocado por el presidente para dirimir lo que no pudo ser resuelto en el Congreso, resulta otra aparente extravagancia del equipo de gobierno, donde, además, empiezan a verse enfrentamientos entre distintos actores.

Caminando desde el Salón de los Pasos Perdidos del Palacio, hacia el sur, se ingresa en el Senado. Allí preside Victoria Villarruel, en aparente bajo perfil, y algo alejada del fallido que gobernó el vínculo de la Casa Rosada con Diputados en el último mes. La vicepresidenta, sin embargo, esquivó sin argumentos reglamentarios atendibles una convocatoria para sesionar por el DNU que le pidió formalmente la oposición, tras no cumplimentar la conformación de la comisión Bicameral revisora.

La obstinación por chocar del presidente Milei, en un clima de agravamiento acelerado de las condiciones de vida de la gran mayoría de los argentinos, ¿podría ser deliberada?, se preguntan varios en el Senado. 

Seguramente el presidente Milei cree en sus ideas económicas y políticas, sin embargo esa obstinación por empeorarlo todo, y rápido, es una realidad incontrastable, y tendría dos caminos imaginarios de salida: o sorprender con una dolarización (no anunciada con antelación) en medio de una crisis ya aguda de la economía, o extremar todo hasta donde el clima social lo soporte y luego “reconstruir” la institucionalidad a través de la figura de la sucesión constitucional, Victoria Villarruel, aupada por las derechas tradicionales, el macrismo, las Fuerzas Armadas, con unos modos y una estética más convencionales.

Todo es demasiado incierto. Y por momentos la Argentina de 2024 toma parecidos con la gran ficción de 1931, la novela Los lanzallamas, de Roberto Arlt, que originalmente se iba a llamar “Los monstruos”. El personaje, Erdosain era víctima del astrólogo, un gerente de la monstruosidad, un dios engañador.


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