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Informe

Las lluvias de todo un año en 7 horas: Vera como reflejo de la crisis climática

El agua hasta las rodillas. Nunca se vio una tormenta así en la ciudad. La noche más triste de nuestras vidas. Las frases se repiten entre los vecinos de Vera, al norte de la provincia de Santa Fe, donde cayeron 420 milímetros en menos de siete horas. Es lo que suele llover en un año. 

El martes 27 de mayo la ciudad de Vera quedó bajó el agua. La tormenta se desató pasadas las 19 del día anterior. Para la medianoche, la céntrica calle San Martín era un río que avanzaba por encima del nivel de las veredas. En los barrios linderos a la ruta nacional 11 la situación era aún más angustiante. 

El agua siguió cayendo durante la madrugada y a la mañana siguiente se conocería el parte oficial: 170 evacuados. Pero el número no refleja la dimensión de la catástrofe. Muchas personas rechazaron la posibilidad de ser asistidos en los centros de evacuación montados sobre los clubes Gimnasia, Ferro y Huracán y en algunas vecinales. Prefirieron quedarse custodiando sus pertenencias; salvar lo que aún podía ser salvado. Una señora mayor sufrió una descompensación cardíaca en su casa, al ver cómo subía el agua mientras estaba sola: en las estadísticas, la única fallecida de la tragedia.

Casi dos semanas después, la ciudad continúa su recuperación. Por eso se suspendieron los festejos de su aniversario, previstos para mediados de junio. A los daños materiales en las casas de los vecinos y las pérdidas en materia de infraestructura se les suman las consecuencias humanas de la tragedia. Para su intendenta, Paula Mitre, uno de los mayores impactos que recibió la comunidad. 

“Quedan consecuencias anímicas en el orden de lo social, que es el mayor impacto que recibe la comunidad ante una catástrofe climática de estas dimensiones y características. Es un hecho muy desagradable que entre agua a tu casa y la mayoría de las personas nunca había vivido algo así”, relató. “Hubo personas que transitaron horas durante la tormenta, en medio del agua, con truenos, con piedras, con viento fuerte. Tuvimos personas con crisis de nervios y ataques de pánico. Creo que son secuelas que están presentes hoy en la ciudad”, añadió.

El municipio hoy divide sus tareas entre la reparación de los daños y la asistencia social a las familias, para intentar amortiguar las pérdidas. Según el Censo 2022, Vera es el departamento con mayor porcentaje de hogares con necesidades básicas insatisfechas (NBI), con una tasa del 8 %, cuando el promedio provincial es de 4,9 %. En la ciudad, el promedio del indicador es del 7,65 %, pero en la zona más carenciada de la ciudad el 27,3 % de los hogares tiene al menos una necesidad básica sin cubrir.  

Vera es una ciudad que se sostiene en base al comercio y el empleo público. Gran parte de la población vive en la informalidad: de la leña, del carbón, del ladrillo, de la construcción, del oficio. Día que no se trabaja, día que no se cobra. El temporal profundizó una realidad que ya es compleja. “Tenemos muchas familias que dependen de la changa. Vera es una ciudad que viene postergada de hace muchos años y nos va a llevar tiempo esa recuperación”, lamentó Mitre.

Los sectores más perjudicados por el agua fueron los asentamientos no urbanizados, sobre las zonas más bajas, cercanas a la ruta nacional 11, que tuvieron un escurrimiento más lento porque la traza operó como una suerte de “muralla”. Esa situación se había advertido a principios de 2024, con las lluvias que generaron inundaciones en distintas localidades del norte santafesino, con epicentro en Reconquista. En aquella oportunidad habían sido menos de 300 milímetros, pero en Vera ya advertían la necesidad de adaptar las alcantarillas para lograr una mayor velocidad de escurrimiento, o la posibilidad de “tunelar” esa ruta que depende de Nación. En aquel entonces, sin respuestas.

Finalmente, esta semana el gobierno provincial recibió Aportes del Tesoro Nacional para destinar a la emergencia climática que atraviesan distintas zonas de la provincia. Son cinco mil millones de pesos, de los cuales mil millones irán hacia Vera. Los fondos se utilizarán para la reparación de calles y ejecutar obras sobre la ruta 11 que eviten una situación similar a futuro.  

“Ya tuvimos una emergencia climática y nosotros veníamos advirtiendo que se debían adaptar las alcantarillas de la ruta 11 para que Vera tenga un mejor escurrimiento. La ruta 11 es como una muralla para nosotros y toda esa agua se encajonó en el sector este de la ciudad, perjudicando a un montón de viviendas”, repasó la intendenta. “La catástrofe que vivimos al menos sirvió para que Nación tome nota y dimensione el daño que tienen las localidades cuando no hay una adecuación de las obras de infraestructura nacionales a la nueva realidad climática”, sentenció. 



La asistencia


Desde el área de Protección Civil de la provincia tenían el aviso del Centro de Monitoreo Climático de que una celda, de características similares a la que afectó a Bahía Blanca a principios de marzo, se estaba gestando sobre Vera. Allí se activó un protocolo de aviso informativo a las autoridades y bomberos voluntarios de la zona. Las tareas de asistencia comenzaron ese mismo lunes por la noche y se extendieron hasta el domingo. En la ciudad se instaló una cocina centralizada que preparó más de 2 mil raciones de comidas para distribuir entre los afectados.

“Lo que tuvimos fue una lluvia extraordinaria que afectó casi todas las viviendas de la ciudad y colapsó los sistemas de drenajes”, explicó Marcos Escajadillo, secretario de Protección Civil de la provincia. “En cualquier lugar del mundo, una lluvia de ese calibre en pocas horas supera la capacidad de respuesta. En Santa Fe tenemos una organización de trabajo conjunto con los distintos ministerios que componen la provincia y organizaciones de la sociedad civil. Logramos un circuito aceitado para trabajar coordinadamente. Ese es el secreto para una emergencia”, añadió.

Según el funcionario, la provincia se viene preparando para afrontar este tipo de eventos desde antes de asumir la gestión. “En octubre de 2023, antes de que asuma como gobernador, Pullaro nos reunió a los que íbamos a trabajar en las áreas de asistencia y protección civil para armar equipos y protocolos de trabajo adecuados a las distintas zonas de la provincia, con la intención de superar las contingencias que se podían presentar con el fenómeno del Niño presente”, detalló. A tres días de asumir, las localidades de El Trébol y María Susana quedaron bajo el agua. El fenómeno se repetiría poco después en varias zonas del norte provincial. 


¿Qué está pasando?


Los fenómenos extremos son cada vez más frecuentes. En febrero de este año, Rosario padeció la peor tormenta de sus últimos seis años, con 120 milímetros de lluvia y ráfagas de viento que superaron los 100 kilómetros por hora. En pocos minutos cayó la misma cantidad de agua que suele caer en un mes. Las líneas telefónicas del municipio registraron cerca de 500 reclamos vinculados a anegamientos, voladuras de techo y caída de arbolado público. 

Un mes después, un temporal de granizo azotó la región. El mayor impacto se generó en Funes y Roldán, donde las montañas generadas por la piedra seguían sin derretirse un día después. “Se caen los árboles, los arranca como si fuese un plantín”, dijo el intendente funense, Roly Santacrocce, para graficar la fuerza del viento. A mediados de mayo, nuevamente hubo piedras en la región. El alerta naranja que regía en toda la zona se materializó en una tormenta que, en Rosario, inundó las calles por el volumen de agua registrado en poco tiempo. 



En el Ministerio de Ambiente y Cambio Climático de la provincia entienden que lo que ocurre en la región no es nada diferente, ni es ajeno, a lo que está pasando en distintas partes del mundo. “Son fenómenos que se están dando en el marco de una situación de cambio climático. Según la Organización de las Naciones Unidas estamos atravesando una triple crisis ambiental que contempla el cambio climático, los niveles de contaminación y un retroceso muy importante de la biodiversidad”, explicó Enrique Estévez, a cargo de la cartera de ambiente santafesina. 

Para el funcionario, las características de ese combo es parte de lo que estamos viviendo: aumento de temperaturas, eventos extremos más frecuentes, alteración en los patrones de precipitación que producen inundaciones o sequías extremas, olas de calor, inviernos más crudos. “Hay un debilitamiento de la capacidad natural de amortiguación de estos eventos que tiene la naturaleza. Cuando se deforesta, o no se respeta un ordenamiento de uso de suelo, un evento extremo como los temporales que estamos viendo traen consecuencias peores, porque no hay un ecosistema que esté preparado para amortiguar esos efectos”, detalló. 

En ese sentido, Estévez destacó que Santa Fe cuenta con un Plan Provincial de Respuesta al Cambio Climático, que reúne una serie de políticas y acciones para la adaptación y mitigación ante el cambio climático en el territorio provincial. La iniciativa apunta a reducir la emisión de Gases de Efecto Invernadero, aumentar los sumideros de carbono y disminuir la vulnerabilidad de los ecosistemas. “Tiene que ver con analizar los distintos escenarios climáticos y trabajar en el ordenamiento territorial ambiental y en el manejo de la conservación de suelos. En la provincia, el diseño de las políticas públicas tiene una mirada de adaptación al cambio climático”, aseguró.



Lo que se puede hacer


Para Matías de Bueno, secretario de Política Ambiental de la Universidad Nacional de Rosario, los fenómenos más extremos se condicen con lo proyectado por el Panel intergubernamental de Cambio Climático para esta región: “Se viene anunciando que nuestra zona debe prepararse para fenómenos climáticos más extremos. Eso forma parte de la problemática que se da con el cambio climático y el calentamiento global, que genera en algunos momentos mayor cantidad de sequías, y en otros momentos una abundante caída de agua concentrada en poco tiempo, por la gran cantidad de vapor que está circulando en la atmosfera”.

Para entender lo que está sucediendo de forma didáctica, el abogado ambientalista se pregunta por qué si el río Paraná está en niveles bajos, la humedad sigue siendo elevada en la zona. La respuesta aparece de inmediato: al aumentar la temperatura global en mayor cantidad, la evaporación que se da en los distintos lugares donde hay humedad genera que haya una condensación de nubes más fuerte circulando por la atmósfera, que se va moviendo en función de los vientos más cálidos. Cuando esa masa se topa con un frente de aire frío del sur genera una “explosión” de agua. Los lugares donde eso ocurre son aleatorios. Pasó en Bahía Blanca, pasó también en Vera. 

Según de Bueno, para hacer frente a estos contextos se deben implementar —o afinar en sus procesos— dos cuestiones de forma inmediata. Por un lado, los sistemas de alerta temprana para que la ciudadanía disponga rápidamente de la información necesaria. En esa línea, este jueves el Concejo aprobó un proyecto de Federico Lifschitz (Unidos) que encomienda al Ejecutivo estudiar la posibilidad de instalar un sistema de mensajería instantánea ante alertas meteorológicas tempranas. Por otro lado, protocolos de acción para el día después del fenómeno climático. “Son aspectos que salvan la vida de la gente”, resumió. No obstante, eso debe estar acompañado de políticas a largo plazo como obras hídricas, inversión en infraestructura necesaria y mayor superficie de espacios verdes.

“Ningún municipio o comuna de la provincia podría bancarse sola las obras o recursos que se necesitan para enfrentar un fenómeno climático como los que se están dando en la actualidad. Incluso las provincias tendrían dificultades para resolverlas por su cuenta”, expresó. “Es la Nación la que tiene que acompañar en estos procesos porque se necesitan obras de infraestructura que son muy grandes y ahí hay que acceder a lo que tiene que ver con la financiación de adaptación climática para poder gestionarlo”.


Los humedales pampeanos


En la ciudad son muchas las organizaciones ambientalistas que vienen dando batallas vinculadas a la preservación del ambiente. Desde la organización STS ponen el foco en un aspecto específico: el uso y la planificación del suelo. “Si bien es cierto que las proyecciones marcan fenómenos más extremos, hemos tenido lluvias que no han sido de gran magnitud que también se convierten en una inundación, por cómo está ocupado el suelo urbano”, señaló Macarena Vázquez, integrante de esa ONG. “Planificar una estrategia de uso y ocupación del suelo debería ser una de las políticas más importantes a realizar”, añadió. 

En el plano local, Rosario cuenta con un Plan de Acción Climática que proyecta gestiones a poner en marcha de cara al 2030. Vázquez celebró la iniciativa y reconoció que se le da participación a las organizaciones ambientalistas, aunque también apuntó que sigue habiendo muchos aspectos pendientes de implementar. Parte del debate, dentro de esas mesas intersectoriales donde participan las organizaciones, es cómo se está ocupando la cuenca del arroyo Ludueña, que cuenta con antecedentes de desbordes e inundaciones, sobre todo en la zona de Empalme Graneros. 

“Algo que tendrían que hacer los gobiernos locales, sobre todo en esta cuenca que es compartida, es ponerse de acuerdo en cómo estamos ocupando el suelo. Es una cuenca que se está loteando a mansalva y estamos dejando muy poca superficie permeable. Eso hace que en lugar de quedar retenida en el suelo corra muy rápido inundando zonas que no estaba previsto que se inunden”, explicó la activista.

Una de las iniciativas que impulsan desde STS en ese debate es la importancia y necesidad de dejar disponibles las áreas de inundación del arroyo. “Son nuestros humedales pampeanos. Se habla mucho de los humedales del Delta, pero también es importante que reconozcamos los humedales que tenemos de este lado, que regulan el ciclo hídrico y hacen frente a eventos extremos. Creemos que falta una implementación sostenida del Plan Local de Acción Climática, que entendemos va a ser un proceso gradual. Mientras tanto se debe ir avanzando en estos debates”.


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