La decisión del diario Clarín de achicar su plantel de periodistas de la noche a la mañana no sólo truncó el horizonte laboral de profesionales con décadas de trayectoria en el matutino porteño, refleja una dinámica de la prensa de estos tiempos que implica también enterrar prácticas que eran tradición en medios impresos de alcance nacional.
La eliminación de las agencias con personal en relación de dependencia es muestra de la nueva impronta. En el recorte de “El gran diario argentino” se le puso fin a una historia inaugurada en la década del 60 cuando se creó la corresponsalía Rosario de la que hasta hace un par de semanas dependían sus dos últimos periodistas. La decisión tuvo anticipos. En febrero de 2016 se desactivaron las oficinas del diario en plena peatonal Córdoba, sede que incluía oficinas administrativas y redacción. En 2019 se disparó el primer telegrama de despido sobre el plantel periodístico que alcanzó en aquél entonces a Andrés Actis, encargado de cubrir la actualidad deportiva local.
El pasado 16 de abril la notificación de la cesantía llegó por correo electrónico para Mauro Aguilar, con dos décadas al frente de la agencia, y para Lucas Aranda. Los despidos de ambos cerraron un ciclo en el que Clarín alcanzó fuerte presencia institucional en la ciudad, con memorables coberturas e innumerables anécdotas grabadas a fuego, como las chapas de impresión que tapizaban las columnas de ingreso del viejo edificio de la corresponsalía que ya es historia en el microcentro rosarino.
Tinta fresca
Fue a mediados de 1966 cuando Clarín se sumó a una estrategia que con el tiempo replicaron La Razón y La Nación. La apertura de la corresponsalía en peatonal Córdoba 1284 perseguía para el diario de Roberto Noble no solo marcar presencia periodística en un sector estratégico de la que para entonces era la segunda ciudad del país. El inmueble era además de redacción, receptoría de clasificados. Los pequeños avisos de “venta o permuto” le habían permitido al diario del barrio porteño de Barracas ganar lectores, crecer en tirada y penetrar también plazas importantes del interior.
“Como las oficinas de Rosario, Clarín supo contar con agencias en las peatonales de las grandes ciudades argentinas. Un proceso que le permitió al diario una visibilización enorme compitiendo con los periódicos locales”, precisó Helio Abaca, quien se desempeñó como redactor desde el comienzo de la oficina de Rosario, cuando era comandada por Zoilo García Quiroga, el primer jefe local. Además, hasta el cierre de la unidad de negocios, Abaca fue el corresponsal de la agencia DyN (Diarios y Noticias) que contó como accionista mayoritario al Grupo Clarín.
Así como ganaba presencia en las páginas de la sección Interior e Información General, la Corresponsalía Rosario entró de lleno en la vida diaria de los residentes de esta parte del sur santafesino. “Cuando la actividad administrativa terminaba cerca de las 17, la gente seguía golpeando el vidrio de la agencia y éramos los periodistas quienes atendíamos inquietudes de todo tipo, hasta las 21.30, cuando cerrábamos la edición. La presencia del diario y su gente era central en la vida de muchos rosarinos, incluso cuando alguien quería dejar un mensaje”, indica quien está por cumplir 80 años y todavía tiene el vivo recuerdo del atentado que causó la destrucción total en el inmueble en los años de plomo, en 1975. La decisión en aquel entonces fue la de reconstruir de inmediato la sede de Clarín.
Abaca aparece en una foto que es de las más compartidas a la hora de reflejar “la vida” en la corresponsalía de la peatonal. Junto a él, en la imagen posa “El Negro” Fontanarrosa, que todos los días dejaba en la agencia el fruto de su trabajo como dibujante de la contratapa del diario para ser despachado a la redacción por correo privado. “La foto la sacó Alberto Gentilcore y registra el momento exacto en que vuelvo con El Negro luego de haberlo retirado de la Unidad Regional II de Policía donde había pasado la noche en plena dicutadura”, recuerda Helio. A Fontanarrosa lo habían “levantado” en una razia en el bar El Cairo. Un segundo antes del disparo de la cámara, acababa de contarle un curioso episodio vivido con los agentes. “Para matar el tiempo me dijo que se la había pasado haciendo dibujos para los canas”, reveló Abaca con una sonrisa.
Un balcón al movimiento diario de la peatonal, la redacción de la agencia Clarín en Rosario era testigo privilegiada del cotidiano trajín de una ciudad que en el pasado tampoco conocía de siestas. “Acostumbrados a que la sede central del diario está emplazada fuera del centro porteño, los enviados especiales que llegaban desde Buenos Aires se quedaban largo tiempo contemplando el paso de los transeúntes. No lo voy a negar, no eran pocos los que destacaban las bellezas de las muchachas del centro”, rescata el experimentado reportero.
Ya no es lo que era
“En un momento nos miramos y nos preguntamos ¿Queremos gestionar la reincorporación? Fue al unísono: dijimos que no”. El encomillado corresponde a Mauro Aguilar, el último jefe de corresponsalía. Trabajó dos décadas en Clarín, tras ocupar el lugar que dejó Jorge Brisaboa, quien a su vez había sido su jefe mientras él se desempeñaba en la cobertura de las campañas de Newell’s y Central cuando jugaban de local. Aguilar no solo fue el último corresponsal al mando de la agencia local. Con su telegrama se terminaron para Clarín las estructuras en relación de dependencia en el interior, que fueron suplantadas con colaboraciones eventuales o simplemente con el siempre insuficiente rol de un redactor que usa el teléfono para cubrir desde Buenos Aires un acontecimiento fuera de la General Paz.
“Aunque las chances de reincorporación eran remotas, la decisión fue unánime con Lucas Aranda. Más allá del despido decidimos nosotros que el ciclo con Clarín estaba terminado”, agrega quien además tuvo que enfrentar otra cesantía: la de 2003 en uno de los tantos achiques de El Ciudadano.
A título personal Aguilar asegura que “quedaban pocos elementos para aferrarse a la tarea dentro de Clarín”. “Había una cuestión metodológica de trabajo con la que no estaba de acuerdo. Una fuerte persistencia del diario de ahondar en un encuadre de la agenda policial de Rosario, que existe, pero que el medio terminaba colocando en una prédica que ya no compartía”, se sincera.
“Advertimos que ante casos de violencia e inseguridad semejantes a los locales ocurridos en otro lado, la cobertura de Clarín no era igual. Ahí empezaron las fuertes diferencias con los editores”, reconstruye.
Quizás fue la decisión editorial —común a la de otros medios porteños— de hacer el recorte de la agenda policial como única mercancía para alimentar la atención nacional sobre los temas diarios de Rosario lo que permitió que el equipo local de Clarín tuviese sobrevida por sobre el resto los cronistas que “El gran diario argentino” supo tener en el país. Lo cierto es que aquél despliegue hoy ya es historia.