Ni salir corriendo a cumplir con la foto ni negarse al diálogo. Esa es la antesala en la que se dará la reunión presencial del gobernador Maximiliano Pullaro con Diego Santilli, el inesperado ministro del Interior del gobierno de Javier Milei.
Pullaro pudo haber sido uno de los primeros en presentar los saludos de rigor a quien, se supone, podría destrabar los problemas de relación que la Nación tiene con las provincias. El gobernador estaba en Capital Federal en los primeros días que Santilli estrenaba el traje de ministro, pero pareció no ser tocado por la urgencia.
A esa tentación cedieron otros gobernadores, entre ellos varios del bloque de seis que integran Provincias Unidas. Por intuición o por consejo, el santafesino prefirió no acelerar la inevitable reunión, la misma que ya tuvieron alrededor de una decena de sus pares y que ahora sí podría concretarse esta semana.
Especular con que ese retraso tiene otra explicación sería desconocer algunos detalles. Es cierto que Santilli llamó a varios gobernadores para convocarlos a un mano a mano de sonrisas, y que incluso ya visitó a varios en sus provincias (en Mendoza, por ejemplo, aprovechó que había una reunión de cuatro para aumentar el número de contactos con un solo encuentro).
Otros mandatarios -y eso pudo haber hecho también Pullaro- le escribieron para preguntarle al flamante funcionario si estaba disponible para pasar a saludarlo, y poco después fueron a verlo. Estos descubrieron un detalle inesperado: el ministro todavía no tiene despacho fijo, atiende en uno que le presta el jefe de Gabinete Manuel Adorni. No es otro que el que le corresponde al ministro del Interior, pero por ahora lo está usando el ex vocero, porque su oficina, como Jefe de Gabinete, se la quedó Karina Milei.
Atentos a esos gestos y a sacar conclusiones, los gobernadores empezaron a sospechar que alguien que no tiene despacho y al que recibieron carancheándole algunas dependencias de su cartera, no está en las mejores condiciones no sólo para responder, sino para prometer algo. A lo sumo podría prestarse a un intercambio de sanas intenciones.

“A agenda abierta, la nada misma”
La presunción empezó a comprobarse después de las primeras reuniones con gobernadores. Más allá de las declaraciones públicas para no desairar, en el chat de Provincias Unidas se escribió claramente que las reuniones no tienen otro sentido que figurar en una foto. “Es a agenda abierta, o sea, la nada misma”, se sinceró uno de los que ya tuvo la experiencia.
En esos términos, la reunión es pura posibilidad, por el momento no puede plasmar nada. No tiene ambición de concreciones.
La certeza que tienen algunos gobernadores es que el gobierno, lejos de cambiar, va a repetir la lógica que tuvo cuando hace dos años estaba tan empoderado como ahora. El primer indicio de eso lo vieron en el destrato a Mauricio Macri. “Ahora venimos nosotros”, presagian con pesimismo.
Cada vez con más insistencia empezaron a repetir aquella sentencia que hizo famosa la película “El secreto de sus ojos”. Acá la trasladan al gobierno nacional: “Se puede cambiar cualquier cosa, menos la pasión, la personalidad, la esencia”, dicen reinterpretando la cita.
Creen que Milei va a volver a hacer lo mismo que antes, cuando convocó a los gobernadores para el Pacto de Mayo, porque no siente la necesidad de dialogar, no tiene empatía social. “Esto ya lo vivimos, una vez pagamos a cuenta del futuro y nos salió mal”, reconocen con autocrítica los mandatarios.
Ahora el próximo toma y daca va a ser el tratamiento del presupuesto nacional, que será después del 10 de diciembre, cuando el nuevo Congreso refleje una mayor presencia libertaria. Todo lo que pase antes no tendrá mucho sentido, por eso no es tan relevante la foto con Santilli, y Pullaro la retrasa lo más que puede, sin quedar mal.
Diálogos telefónicos hubo varios, intercambio de mensajes también, pero no quedó agendada ninguna reunión, aunque otras provincias de similar jerarquía ya cumplieron el requisito de esa presentación formal. “La foto sólo le suma al gobierno”, se convencieron, y discuten en grupo si no tendrán que ponerse más firmes antes de pedirle a sus legisladores que voten el presupuesto, sobre todo si el proyecto no incluye las obras que reclaman o los fondos que les deben.
21 mil millones de deuda por mes
Santa Fe tiene una situación distinta al resto de las provincias. No depende de los fondos nacionales para funcionar, pero es la más castigada: el gobierno nacional le debe pagar a Santa Fe 21 mil millones de pesos, cada mes, sin incluir el acumulado de deuda que viene de gestiones anteriores y que está a juicio en la Corte Suprema. El reclamo acumulado de deuda es de casi dos billones de pesos, lo mismo que la actual gestión planea invertir en obra pública el año próximo.
“No somos mendigos”, repiten casi al borde del enojo. Es que sostienen que pareciera no estar clara la situación con la Caja de Jubilaciones, que cuando se hizo un pacto para que siga en manos de la provincia, el déficit previsional lo debía cubrir la Nación, y eso es lo que no se cumple. Les parece injusto que el gobierno nacional diga que tiene equilibrio fiscal y señale con el dedo el desequilibrio en las provincias, cuando este es provocado por lo que ese mismo gobierno sigue sin pagar.
Lo que más molesta, además del incumplimiento de una deuda legítima y acreditada, es la idea alterada que desde el gobierno de Javier Milei se divulga por las redes sociales: “Ellos se erigen en los genios del orden fiscal y las provincias aparecen como gastadores seriales”.
“Así es fácil. La provincia hace obras y el gobierno nacional no las hace, la provincia se ocupa de los medicamentos porque ellos ya no se ocupan, el impuesto en los combustibles lo cobran pero no reparan las rutas y no te mandan los fondos acordados en el pacto fiscal después que la provincia renunció a sus propios recursos”.
A la retahíla de quejas le suman que cada vez que se habla de reforma impositiva se pretenden bajar sólo los impuestos que recaudan las provincias, como ingresos brutos, pero no hay el mismo compromiso para disminuir o eliminar las retenciones o el impuesto al cheque, que recauda la Nación. “Nosotros por lo menos arreglamos escuelas, hacemos rutas, construimos puentes, nos ocupamos de la seguridad, le pagamos la obra social a los gendarmes, hasta las camionetas de Gendarmería pintamos. La gente sabe dónde va la plata. Pero ni ese código tienen y salen los trolls a decir cualquier cosa”, se envalentonan.
En el primer encuentro postelectoral entre el presidente Milei y los veinte gobernadores a los que convocó, Pullaro pudo comprobar que el trato personal que recibe del presidente está intacto. No al nivel de abrazarse a los saltos con palmadas en la espalda, pero hubo otros gestos. En dos o tres pasajes de la reunión, el presidente citó al gobernador de Santa Fe delante de los otros mandatarios como un ejemplo de lo que se hizo bien, en seguridad o en el manejo de las cuentas públicas. Y el “Maxi” sonó varias veces en el salón de la Casa Rosada.
Pero en el seno de Provincias Unidas anida un pensamiento que invita a no confundir gestos transitorios con trato definitivo. Advierten que hay una sensación térmica que no tiene que ver con el estado real del paciente, que las elecciones del 26 de octubre funcionan como un analgésico, y que cuando pase el efecto, van a aparecer las mismas dificultades de antes. La diferencia es que pasaron dos años y los niveles de paciencia ya no van a ser los mismos.

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Periodista. Licenciado en Comunicación Social de la UNR. Ex jefe de Redacción de La Capital. Twitter: @DanielAbba_
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