Rodrigo Aloras, un cineasta rosarino que recorre el mundo con un documental sobre el holocausto y un mensaje de vida


Juan Mascardi
Un anuario de 1943 y dos árboles: uno en la isla griega de Rodas y otro en Lund, Suecia. Las distancias se diluyen. Afuera llueve y brilla el sol. Un reloj despertador suena a las 5.57 de la mañana. Una radio AM acompaña el amanecer y dos manos enlazadas viajan en el transporte público mientras en las noticias de la jornada se informa el avance de políticos de ultraderecha como candidatos para las próximas elecciones. Hasta que el narrador presenta su cotidianidad en el Museo de Historia de Lund.
Así, el cineasta rosarino Rodrigo Aloras radicado en Suecia desde el 2005, inicia La llama de la memoria, el documental basado en la vida de David Galante, el sobreviviente que se instaló en Buenos Aires tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. La historia narra lo inenarrable, los pasos de Galante, el hombre que nació en 1924 en Rodas, padeció la ocupación de los nazis en 1943 e integró el contingente de 1.800 judíos que fueron enviados al campo de concentración de Auschwitz. La película que a fines de 2020 ganó el premio al Mejor documental corto en el New York Movie Awards sigue rodando en festivales internacionales y ya recibió otros quince premios y menciones en distintos rubros.
Con una propuesta en donde se combina la primera persona del realizador y entrevistas en profundidad, la película hace dos viajes: uno interior, en donde Galante transforma en palabras el horror, el espanto, la memoria y la solidaridad. Y, por otro lado, es un viaje en kilómetros en donde se unen varios puntos geográficos: Rodas, Lund, Auschwitz y Buenos Aires. “De a ratos hay recursos narrativos propios de la ficción, luego del reportaje, protagonistas que se entrevistan entre sí, un narrador que pasa de la primera a la tercera persona, todo esto sin que tengamos en frente un cambalache. Al contrario, percibo un resultado final homogéneo, donde uno termina con la sensación de haber visto un tipo de documental no habitual”, describe el cineasta. El viaje del documental es también el viaje del realizador y artista plástico rosarino.
Trailer oficial de La llama de la memoria
El viaje del artista
Rodrigo Aloras era un desocupado más durante la crisis desatada sobre el fin del gobierno de Carlos Menem y el comienzo del gobierno de la Alianza. Faltaba un año para el comienzo del nuevo milenio y sus colaboraciones en Rosario como asistente en los trabajos de escultura de Dante Taparelli llegaban a su fin. Entre la música, las ilustraciones y sus trabajos como sonidista, el polifacético artista escuchó a su padre: “¿Por qué no te vas unos meses a Madrid?”. El interrogante transformado en propuesta se hizo realidad. Pero el destino elegido no fue Madrid.
En 1999 y en vísperas a la crisis que estalló en 2001 Aloras se mudó a Barcelona donde vivió cinco años y comenzó su exploración audiovisual, continuó haciendo música y siguió pintando murales. Con una carpeta de ilustraciones debajo del brazo, recorrió espacios de arte y bares. La motivación de la infancia por dibujar figuritas, reproducir Kalkitos y revistas se transformó en la primera puerta laboral.
Pintó murales en bancos, discotecas y bares y hasta una versión del Guernica en el living de una casa. También fue pintor de brocha gorda como modo de subsistencia. Hasta que conoció a Verónica. “Luego, gracias a una compañera escandinava, me mudé y me radiqué en Suecia, donde vivo actualmente. Para la fecha en la que di con la historia de Galante me encontraba haciendo trabajos de pintura en el museo de historia de la ciudad Lund, donde resido, y esto terminó siendo incluido en el film”.
Pero, ¿por qué incluir Lund en la historia de Galante? El pasado y el presente se aúnan en las historias del narrador y el narrado. Y ese punto de encuentro reside en el avance de grupos de ultraderecha en la política europea. “En mi caso, viviendo en Europa hace una década y media, siendo testigo del resurgimiento de mentalidades fascistas, y padeciendo en mis contemporáneos la avanzada de grupos de extrema derecha —ahora tomando partido en los parlamentos de las distintas naciones—, encontrar a alguien como David con esa historia por contar hizo casi mandatorio ponerse manos a la obra y tomar la posta”.
Rosario – Lund: entre el frío polar y la humedad
Fernando Aloras, su padre, fue amante de la música clásica y publicó dos libros donde combina la poesía con el humor. Su madre, Martha Fernández Zurita, era profesora de Lengua y Literatura. Su hermana Gabriela es artista plástica y sus hermanos Diego y Gonzalo son músicos. En el hogar infantil había libros y acordes. Y jamás les preguntaron: “¿Por qué no se dedican a otra cosa?”. De aquella infancia a este presente, donde Rodrigo reconoce que no posee una vida social muy activa en Suecia, el contacto con Rosario siempre existió. De hecho, actualmente vive seis meses en Suecia y seis en Argentina. Suecia es una especie de taller de producción. Mientras dialoga con Suma Política, Rodrigo corre las cortinas de su casa en Lund y la nieve contrasta con la humedad del verano local. Desde allí, Rodrigo palpita el recorrido de su película, la primera que se anima a exhibir.

El recorrido del documental
“Recién después de una veintena de selecciones oficiales y una decena de premios uno comienza a considerar que sea razonable tanta repercusión. Es verdad que desde el comienzo supe que era un trabajo que no pasaría desapercibido por los festivales, y fue de hecho lo primero de lo que hablé con David para incentivarlo a emprender el proyecto. Le dije que haríamos un documental que quizá no ganaría premios, pero que dada la intensidad y relevancia de su historia la mayoría los festivales querría mostrar, y así fue”, dice el cineasta rosarino.
Pero, además de las diez selecciones oficiales, el documental ganó cuatro menciones especiales y once premios que van desde la fotografía, la edición, la dirección y el diseño sonoro. Entre ellos, se destacan: ganador en el Amsterdam World International Film Festival el premio como Mejor largometraje. En el Venice Film Awards, mejor edición. En el Vegas Movie Awards, Mejor director de largometraje. En el Prague International Indie Film Festival, Mejor corto documental, mismo premio en el RomePrisma Awards y el premio a la excelencia en el Impact Docs Awards.
—¿Cómo se narra lo inenarrable?
—Una respuesta posible nos la da David Galante. Él, que vivió el horror del holocausto en primera persona y perdió allí a la mayor parte de su familia y de su comunidad, narra lo acontecido con serenidad, con parsimonia, una actitud afable y a menudo con un esbozo de sonrisa en el rostro. Él, que tardó 50 años en hablar de lo ocurrido, lo hace a lo largo del film con la delicadeza con la que un abuelo acerca a sus nietos las historias que les separan.
Como realizador, Aloras optó narrar la historia “por la única forma” que conoce: a través del arte. En el filme hay una analogía entre el trabajo que se encuentra realizando en el Museo de Historia de Lund cuando se entera del caso de David Galante y el trabajo de intentar narrar su travesía. “En ambos casos me encuentro pintando los márgenes de un extracto de la historia del hombre; en un caso unos murales medievales, en el otro un testimonio del holocausto. En un caso para desprender de la pared blanca del museo, en el otro de una pantalla blanca de cine, la porción de historia que se intenta recuperar”, describe el cineasta. La narración de lo inenarrable llega desde el arte y por los márgenes.
“En alguna ocasión se me cuestionó esta decisión, por ‘estetizar el horror’, sin embargo, la devolución recurrente de quienes ven el trabajo suele ser: ‘una belleza’. ¿Cómo se explica que un documento que narra el espanto del genocidio pueda ser descripto con esas palabras?”, se pregunta Aloras y ensaya una respuesta: “Porque se narra desde el lado de la vida. Cuando David junto a su familia vieron el primer corte del filme, les emocionó mucho, lo alagaron y confirmé haber tomado el camino correcto. Al fin y al cabo, ¿quién tenía sino él la última palabra en este asunto?”.
—¿Qué es lo que te mueve a vos, en lo personal, narrar su historia?
—Conocí personalmente a David el mismo día en que filmamos el testimonio en su casa, en barrio Belgrano. Previo a eso habíamos tenido una sola conversación telefónica donde le propuse registrar su testimonio. Viéndolo a la distancia, con la velocidad y la fluidez con que se desarrolló todo, un piensa que estábamos destinados a este proyecto. Casi sin presentarnos ya estábamos trabajando con el fin común de mantener viva la llama de la memoria.

El camino de la memoria
Para el realizador rosarino que nació durante los primeros meses de la dictadura argentina del ’76, la gente se suele abocar a causas que le tocan de cerca. “Alguien que pierde tempranamente a un familiar por una enfermedad inusual emprende la lucha por concientizar a otros sobre ésta; otro pierde un ser querido en un accidente automovilístico y abraza la causa de la prevención vial”, describe. En su caso, David y su historia, es un vehículo narrativo que une el pasado con el presente. “Quise hacer un filme que resultara atrapante para un chico de 17 años. Ya los adultos hemos visto y oído de sobras sobre este tema, y no somos en definitiva lo que vamos a cambiar las cosas ya. Pero para captar la atención de los jóvenes había que abordar el tema desde una nueva dinámica de relato”.
Será tal vez, esa lucha íntima, la del artista, músico y cineasta que en la década del noventa antes de emigrar integró el grupo La Sed, quien grabó el disco Solista por abandono estando en Barcelona y Quizá no lo soñé en Suecia. Un camino que más allá de los premios, las miradas y emociones llegó a quien debía llegar. David Galante pudo verse antes de morir. El hombre que mantuvo en silencio varias décadas su historia, habló y hoy esa voz es un recorrido en sí mismo. Caminos que no solo unen ciudades y países. Caminos como faros que encienden llamas entre lo que pasó y lo que vendrá.
Autor
-
Autor de "Ni tan héroes, ni tan locos, ni tan solitarios" (2016, Casagrande) y "El sutil poder del silencio" (2019, Casagrande). En Twitter: @mjuanro.
Ver todas las entradas

































