El Vasco de Mendiguren no para. Trajina entrevistas y publica en las redes, explica con figuras vivas y cotidianas y saca anécdotas como conejos de su trabajo como industrial y no pocas veces funcionario. Memorioso, plasmó esa expertise en un libro en cuya portada plasmó la pregunta del millón: ¿Cómo acordar un camino al desarrollo? Y no pasa por alto que el escenario es la Argentina de las crisis como ondas sinusoidales, reiteradas y periódicas, pero tiene fe porque cree tener respuesta: cambiar la matriz productiva; idea resistida pero que en el acuerdo con el FMI aspira a convertirse en eje virtuoso. De algún lado habrá que asirse.
Desarrollista, empresario textil, presidente del Banco de Inversión y Comercio Exterior (BICE) y dirigente de la Unión Industrial Argentina, José Ignacio de Mendiguren habla desde todos esos lugares, los mixtura, los potencia en una verba pintoresca, que si alguien refuta saca a relucir números y estadísticas. “El FMI le dio a Macri el préstamo más grande de la historia cuando el país tenía récord de déficit de la cuenta corriente y de la balanza comercial. ¿No veían los números del país? ¿Cómo pensaban que iba a pagar el préstamo ahora?”, dice, y despliega las cifras que en 2018 le mostró al por entonces jefe de la misión del organismo por estos lares, Roberto Cardarelli, en la génesis del crédito más insostenible de la historia del país y del Fondo, y camino de cornisa en los últimos dos años.
¿Qué tiene para decir el sector que representa en esta coyuntura? “Que los resultados son contundentes, lo que parecía un rebote se convirtió en una clara tendencia de crecimiento”, enfatiza el Vasco sobre el poroto a favor que se anotó el gobierno nacional en medio del tembladeral financiero. El crecimiento de 8 puntos promedio por encima de la pandemia en 20 sectores monitoreados, el repunte en el consumo industrial de gas y energía, los doce meses recuperando empleos con 60 mil incorporaciones formales, son los datos duros que avalan su perspectiva.
El flanco exterior, ineludible por la necesidad de dólares, también escampa en opinión del presidente del BICE, con los 15.500 millones de dólares de saldo favorable en la balanza comercial al final de 2021. En ese marco se anota una cifra de exportación que no se daba desde 2013 y que “son los dólares de verdad, los que quedan arriba de la mesa”. Además la columna del haber incluye lo que para de Mendiguren tiene casi el valor de una gema: el 70 por ciento de los créditos otorgados por el banco que dirige fueron para cambiar la matriz productiva del país.


Cambios en la matriz
Para de Mendiguren todo horizonte de salida incluye cambios estructurales. “Cada cinco o seis años caemos en crisis por la falta de dólares, para salir de esto hay que modificar la matriz productiva; le vendemos al mundo lo que vale poco que son las materias primas y le compramos lo que vale mucho, los productos terminados”, dice. Afirmación que se ilustra con números: se exporta a razón de 400 dólares la tonelada e importa a 1.700, de modo que aún en los períodos de crecimiento, escasea la preciada moneda.
“En vez de exportar trigo hay que exportar fideos, en lugar de soja y maíz, proteínas, en lugar de una minería extractiva, elaborar los minerales; hoy Argentina teniendo la misma cordillera exporta sólo el 10 por ciento de lo que vende Chile”, ilustra de Mendiguren en la charla con Suma Política. Claro que el cambio que propone mueve resortes consolidados casi desde la conformación del Estado y de la organización de la economía del país. Es aquí donde talla el libro, 2001-2021, la historia no contada de la gran crisis. Cómo acordar un camino para el desarrollo argentino, que presentó a veinte años del peor derrumbe social y económico del país.
“Precisamente es lo que cuento en el texto, que el cambio de la matriz productiva está absolutamente resistido por todos los que lucran con el subdesarrollo de Argentina”, subraya enfático. Y anota botones de muestra de lo que el mundo desarrollado quiere del país: materias primas y recursos naturales, como soja para elaborar extramuros el biocombustible y granos de maíz para que Europa, Estados Unidos y China los conviertan en proteínas. En este punto es ineludible coincidir en la evocación del sociólogo Immanuel Wallerstein, y su concepción del Sistema Mundo (1974): las naciones más desarrolladas explotan tanto la mano de obra como los recursos naturales de aquellas naciones en vías de desarrollo, condición necesaria como cara y cruz de la misma moneda.
“Para dar esta discusión que afecta enormes intereses es imprescindible la unidad del campo nacional”, enfatiza y evoca 2002, cuando era ministro de la Producción del gobierno de Eduardo Duhalde y se sentó a negociar con el FMI, que en ese momento además de ajuste quería anular los planes sociales. “No le hicimos caso, junté a la CGT, la Iglesia, las universidades, a los bancos nacionales y dimos la batalla a fondo contra la dolarización de la economía, que hubiera sido ya darle categoría de colonia al país y el país creció”, evoca. Y acota que en el libro aparecen los nombres de los protagonistas de las dos caras de la moneda y las funciones que cumplieron para echar nafta o agua sobre el fuego de la mayor crisis social, política y económica, que casi diluye al Estado.
“Hoy hay que volver a plantearlo, hay que unir el campo nacional; en el libro planteo cómo hacerlo y con quienes, después del industricidio del gobierno anterior”, acuña como base de sustentación y dice que escuchar ahora a los responsables dando consejos es lo mismo que el Gordo Valor hable de catecismo. “Quienes nos llevaron a esta deuda insustentable, son hoy quienes critican las medidas que estamos recomendando, nos quemaron la casa, se fueron y desde la vereda del frente no sólo no alcanzan un balde, sino que cierran la manguera”, cierra el Vasco, que en febrero vendrá a Rosario, para hablar de su libro que ya hizo llegar a los industriales de la zona.

