Las elecciones en la Ciudad de Buenos Aires terminaron de confirmar una tendencia que se inició en la provincia de Santa Fe el pasado 13 de abril cuando se inauguró el calendario de votaciones: la participación electoral muestra una curva descendente con respecto a décadas anteriores. Si en nuestra provincia apenas alcanzó el 55 % y en CABA llegó al 53 %, en el resto de los distritos donde hubo comicios de medio tiempo como Chaco, Salta, Jujuy y San Luis el promedio osciló entre el 52 % y el 60 %, muy por debajo de los niveles históricos. Los especialistas advierten que se trata de un fenómeno multicausal, que afecta por igual a oficialistas y opositores, y es transversal a todos los sectores de la sociedad.
Apatía, enojo y castigo
En la provincia de Santa Fe, el ausentismo electoral estuvo precedido por una crítica constante y sonante de la oposición al gobernador Maximiliano Pullaro por la falta de campañas de información pública. Una mayoría social llegó a los comicios sin saber qué se votaba, para qué se necesita una reforma de la Constitución y cuál es la función de los convencionales constituyentes. Lourdes Lodi, directora del Observatorio Electoral de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), coincide con esta lectura y agrega que “en general no se llegó a dimensionar la importancia de esa elección que sí era definitiva”.
También señala que el momento elegido no fue propicio, y al tratarse de una instancia primaria y legislativa, fue menos atractiva para el electorado: “La ciudadanía siente que estas elecciones no definen nada, hay descreimiento con respecto al poder del voto, y está claro que el sistema de sanciones para los infractores (los que no van a votar) es ilusorio: no hay efectos adversos”. La politóloga entiende que se trata de un combo en el que se mezcla la apatía con el enojo: “Algunos no votan por desinterés, otros en clave de castigo como muestra de desencanto con la oferta electoral”, dice.
En la cuenta también entran los votos nulos, blancos e impugnados que en los últimos comicios provinciales sumaron casi un 10 %. “Lo que suceda en junio, si aumenta o sigue cayendo la participación, no va a depender de la gente. Los partidos políticos tienen que desplegar sus estrategias de comunicación y territoriales para movilizar a los votantes”, expresa la especialista. A juzgar por los resultados, si bien el oficialismo se quedó con la mayoría de los convencionales reformadores, tuvo un desempeño regular en otras categorías como la elección de concejales en Rosario donde la lista encabezada por Carolina Labayru quedó tercera detrás de La Libertad Avanza y el peronismo.


Sin ganadores claros
La baja en la concurrencia a las urnas no tiene ganadores o perdedores claros todavía. Lourdes Lodi hace hincapié en el porcentaje de votos exigido para pasar de las primarias a las generales, o en el caso de los convencionales constituyentes, para obtener una silla en la asamblea: “Cuanto menor es la participación, más difícil es lograr el umbral”, indica. Allí los partidos más pequeños y de menor alcance territorial aparecen como los principales damnificados, aunque tampoco se circunscribe solo a ellos. “Quienes no votan en estas elecciones no son de una sola fuerza política. El mar de los ausentes es muy importante porque todos pueden pescar en él”, remarca.
Algunas teorías sostienen que el mismo fenómeno en el 2023 favoreció a la oposición y perjudicó a los oficialismos con notables cambios en algunas provincias gobernadas históricamente por el peronismo. Facundo Cruz, politólogo e integrante del Centro de Investigación para la Calidad Democrática (CICaD) explica que la caída en la participación electoral en ese año provocó un ciclo de alternancia política que no se había producido aún en nuestro país: “Un tercio de las provincias argentinas cambiaron su signo político. Pero este año tenés la situación inversa, hubo una nueva baja y sin embargo ganaron los oficialismos provinciales”.
En Santa Fe, Chaco y San Luis, los gobernadores que hasta hace dos años eran oposición, lograron revalidar sus liderazgos pese a la merma en la cantidad de electores. En la Ciudad de Buenos Aires, en las comunas 1, 4 y 8 referenciadas con el peronismo, salvo entre el 2011 y el 2019 y en 2023 cuando se inclinaron por La Libertad Avanza, el número de asistentes estuvo por debajo del 50 %, es decir, que más allá del desencanto con las políticas libertarias, tampoco apostaron por uno de los principales candidatos de la oposición: “Con una movilización de esa base electoral, tal vez Leandro Santoro hubiera tenido un mejor desempeño”, admitió Cruz.


Fatiga democrática y antipolítica
Para explicar la apatía electoral, Facundo Cruz recurre a la idea de fatiga democrática, un concepto que hace referencia al cansancio de una porción de la sociedad por la falta de respuesta a los problemas cotidianos: “La gente siente que la política está alejada de sus reclamos, los dirigentes políticos no piensan en la ciudadanía y la forma de expresar este descontento es no yendo a votar. No necesariamente es consecuencia de los discursos antipolíticos, sino más bien es una sensación de antipolítica que está empezando a instalarse en algunos sectores”, manifiesta.
En perspectiva histórica, un informe del CICaD demuestra que desde 1983 y hasta la fecha, la participación viene cayendo entre 5 y 10 puntos porcentuales cada 10 años, aunque también advierten que la cantidad de votantes totales es mayor en términos numéricos: “Lo que pasa es que los padrones crecen más rápido y por eso el porcentaje es más bajo”, explica el politólogo y agrega: “Vamos a tener que acostumbrarnos a elecciones que ronden el 60 o 65 %. Más cerca del 50 % puede ser preocupante”.
Con relación al llamado “voto bronca”, no se registran números similares a los del 2001 cuando se produjo el auge del “que se vayan todos” como síntoma de la crisis de representación política. Sobre la obligatoriedad del sufragio, una encuesta sobre creencias sociales del observatorio Pulsar de la Universidad de Buenos Aires (UBA), reveló que el 62 % de la sociedad considera que debe mantenerse la actual normativa, contra un 37 % cree que el sufragio debería ser voluntario.
Desdoblar sale mal
Entre las razones de índole político que coadyuvan a la baja participación electoral, el desdoblamiento del calendario comicial aparece como otro de los motivos que suman a la denominada fatiga democrática. Una encuesta de la consultora Issasi-Burdman realizada en enero del 2025 reveló que el 60 % de los consultados (2.036 casos en todo el país) no está de acuerdo con separar las instancias provinciales de las nacionales. En la misma sintonía, el 82 % respondió que sí respaldan la eliminación de las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO).
En este sentido, las provincias de Salta, Santa Fe, Chaco, San Luis y Jujuy aparecen como casos testigos donde los oficialismos salieron airosos pese a la escasa concurrencia a las urnas. En nuestra provincia, no obstante, el triunfo de Unidos para Cambiar Santa Fe dejó sabor a poco: Pullaro quedó lejos del millón de votos que lo consagró gobernador en 2023, y bastante más atrás de los 600 mil votos que esperaban obtener para asegurar la mayoría en la convención reformadora.
En la Ciudad de Buenos Aires, el clan Macri bebió de su propia medicina: tras 20 años de hegemonía ininterrumpida, cayó a manos de los libertarios, dispuestos a quedarse con la base electoral que le permitió al PRO hacer pie en la política nacional y llegar a la Casa Rosada. Ahora el gran interrogante es qué pasará en la provincia de Buenos Aires, donde el gobernador Axel Kicillof desoyó las advertencias de Cristina Kirchner y avanzó con un esquema eleccionario separado de las nacionales con el objetivo de salvaguardar sus aspiraciones presidenciales para el 2027.
Si finalmente la ex presidenta juega en las elecciones bonaerenses como candidata a diputada en la tercera sección electoral, y Sergio Massa en la primera para el Senado provincial, es muy probable que se nacionalice la disputa y la polarización ordene las preferencias políticas, pese al deseo del gobernador de alambrar el pago chico. En gran medida los resultados dependen de la alianza que logren tejer el PRO y La Libertad Avanza después del episodio porteño, y de la tan mentada unidad peronista que hoy aparece como una quimera en el horizonte de los acuerdos.


































