“Dejen de tirarse con los muertos políticamente”. La expresión fue tan contundente como sus miradas. Y el reproche tan certero que, al menos durante lo que duró la Junta de Seguridad Urbana que deliberó el miércoles 21 y en las entrevistas que se hicieron ese día, hubo un denominador común: la insólita autocrítica.
“Fue la reunión más pacífica de las tres que hemos tenido”, comentó uno de los funcionarios del gobierno participantes que había recibido, como los legisladores, los jueces, los fiscales y los defensores del sistema penal, los golpes de la realidad en primera persona. Los familiares de las víctimas sienten un doble dolor cuando se hacen comparaciones estadísticas sobre los muertos por la inseguridad en una u otra gestión, como si lo menos malo pudiera estar orgulloso frente a lo malo. Como si sus ausencias tuvieran un valor mayor o menor según se sumen o no a otros padecimientos.

Las caras
En el encuentro estuvieron las representaciones más altas de los poderes de Santa Fe y aunque los periodistas no pudieron estar durante la reunión, lo que percibieron afuera fue muy claro. Para que los cronistas no deban esperar al final, hubo notas de funcionarios y legisladores que salieron por un momento a enfrentar cámaras y micrófonos. Sus rostros no eran los de siempre.
Sólo el ministro de Seguridad, Rubén Rimoldi, prefirió no hacer ese paréntesis y se quedó adentro escuchando. Para el comisario retirado fue su primera vez en esa función y en esa instancia de diálogo, tal como les ocurrió a los deudos de los muertos por la inseguridad.
Es obvio que como uniformado para Rimoldi no es una situación nueva, sí para el ministro. Acaso por eso prefirió no cederles minutos a los periodistas y no moverse de su lugar de escucha. Al día siguiente estuvo con senadores del oficialismo y de la oposición, en un encuentro que se calificó como bueno, mientras queda sin concretarse aún la convocatoria de Diputados.
En rigor, para todas las autoridades presentes el dialogar con las víctimas no fue nuevo. Sí, que a esos ciudadanos con dolor pero penitentes y movilizados se los haya invitado por fin —la tercera es la vencida— a la Junta de Seguridad convocada por el Poder Ejecutivo.

Aquel gesto
En octubre de 2021, hace casi un año, el gobernador Omar Perotti y el intendente de Rosario, Pablo Javkin, hicieron lo que ninguno de sus asesores o colaboradores directos le hubieran aconsejado. Afrontar personalmente una manifestación por más seguridad y justicia en la ciudad de Rosario. Dar la cara fue la desproporcionada respuesta a las críticas a la gestión.
El episodio terminó bastante bien con el titular del Poder Ejecutivo provincial y el intendente municipal a salvo, tras haber recibido solo algunos empujones y muchos insultos.
A nadie debían demostrar que no temían o que sus intenciones eran y son las mejores. El mandato popular los unge del poder necesario para gestionar, no para poner la cabeza. Pero lo hicieron, acaso de un modo desesperado. Y arriesgado.
Aquel episodio de dos de los hombres con más poder político en Santa Fe fue todo lo contrario de cómo se había movido por Santa Fe (hasta marzo de ese año) Marcelo Sain cuando era ministro, siempre custodiado. Esta semana se conocieron algunos audios en los que hay un constante elogio a la violencia, sobre ciudadanos o rivales en cargos clave. Y los periodistas ya saben que habrá más de esas revelaciones en el marco de la causa por espionaje.
Diferencia
Ninguna reunión de la Junta de Seguridad de la provincia fue posible durante la gestión de aquel ministro. Desde que se fue, hubo tres. Ni siquiera las cámaras legislativas pudieron lograr que Sain concurra a darles explicaciones.
Esta vez fue el turno de la posibilidad de debatir, también, cambios concretos en los procedimientos del fuero penal. Al tema lo llevaron los diputados que asistieron (no hubo ningún senador) y el fiscal general Jorge Baclini, que tiene por delante algo más de un semestre para dejar el cargo. El contexto político es complejo para debatir leyes de fondo y todavía no se ven acuerdos mínimos para avanzar con pliegos de cargos vacantes en juzgados y fiscalías.
Repaso
No debe ser fácil tener responsabilidades públicas y enfrentar las miradas de quienes viven —sobreviven— y conviven con lo irreparable. Con lo inexplicable de las muertes que no debieron ocurrir.
La primera reunión de la Junta fue sin su dolor. Se hizo más bien solo con sus quejas, porque mientras afuera de la Casa Gris, en la plaza, completaron el cuadro los que quieren que sea alguna vez verdad aquello de “Santa Fe + Segura” o lo de “la paz y el orden”.
La segunda no contó con la presencia del gobernador y hubiera sido un desatino convocarlos. Ahora sí, se dejó en claro que la seguridad es un asunto de las instituciones, de los poderes, de los funcionarios políticos y los legisladores, de los jueces y los fiscales. Pero también de la gente. En este caso a la que le tocó la peor parte, ante el fracaso social.
Contrastes
Quien ha estado en el Salón Blanco de la sede gubernamental sabe que allí todo brilla. Sus paredes en blanco con molduras en color arena, sus tres arañas de bronce y cristal que suman 880 kilos y la reverberación de sus 82.000 perlas facetadas en caireles pendientes, es impactante. No es el de Los Espejos pero tiene aspiraciones versallescas ese salón. Sin embargo, la gente que ha perdido demasiado por la inseguridad, con lo que su dolor produce al resto de la sociedad, lo ha opacado, a juzgar por lo que se dejó ver de la reunión.



































