La semana arrancó con la victoria del peronismo sobre la Libertad Avanza en las elecciones de la provincia de Buenos Aires y cerró con tres encuentros representativos de los desafíos que se avecinan: la reunión de los gobernadores de Provincias Unidas en la Sociedad Rural de Río Cuarto, el encuentro anual de los industriales santafesinos en Las Parejas y la movilización en Firmat para apoyar a los trabajadores de Vassalli.
Los gobernadores no kirchneristas, tocados por el triunfo de su incómodo colega, aceleraron el distanciamiento coral con el gobierno nacional, que a su vez les tiende un abrazo de oso al pie de una mesa de diálogo no muy fluido. La Rural del sur de Córdoba fue un escenario natural para ellos. En la capital de la maquinaria agrícola, mientras tanto, la Federación Industrial de Santa Fe (Fisfe) reunió a un sector castigado por este modelo. Su más reciente informe de actividad mostró una caída de 5,6 %. Sobre otra ruta, no tan lejana, la pueblada de la Unión Obrera metalúrgica (UOM) le puso la cara de los trabajadores a esa penuria.
Es la economía, real
Política y calle. La crisis en la economía real fue una causa mayor de la derrota del oficialismo nacional. “¿El voto negativo no tendrá que ver con la pérdida de poder adquisitivo de millones de personas, con la caída de empresas, con la pérdida de competitividad y de rentabilidad de amplios segmentos empresarios en la Argentina y en la provincia de Buenos Aires?”, se preguntó el economista de la Universidad de Villa María Carlos Seggiaro, un observador avezado de los circuitos productivos de tierra adentro. Su colega Cristian Módolo coincidió: “Los torniquetes y la sequía de pesos en la calle, la inflación contenida pero no desaparecida y la actividad estancada fueron determinantes” para explicar la mayor de una seguidilla de derrotas que apiló Javier Milei.

Este diagnóstico es capaz de reunir grandes consensos después del domingo. Pero no tenía tanto rating semanas atrás, cuando la doxa se rendía al dominio de la supuesta estabilidad macro, el “ordenamiento” fiscal y la reducción sostenida de la inflación.
En todo caso, esa ilusión no alcanzó. El deterioro económico, agregó Módolo, “superó a cualquier otra expectativa”. La estrategia elegida por el gobierno nacional para bajar la inflación fue “devastadora” y “dejó un número enorme de heridos en todos lados”. A tal punto que, sin ser una amnistía, revisita la dinámica que había tomado el fenómeno inflacionario en el último año del gobierno anterior. “Si bien impactaba en todos los actores, el consumo y la actividad no se paraban y la movilidad del dinero generaba una sensación de que todos estaban de alguna manera subidos al tren”, explicó.
Kicillof rompió el cerco
El mapa electoral de la provincia de Buenos Aires da cuenta del rechazo a la propuesta del gobierno en los distritos más impactados por la política económica. Los industriales, los de servicios e incluso los que están muy vinculados a la agroindustria.
La tensa campaña se superpuso con duros conflictos laborales y salariales, como el de la siderurgia en San Nicolás. En eso no se distingue de Santa Fe, donde el Mirador de la Actualidad el Trabajo y la Economía (Mate) acaba de contabilizar la caída de 1.800 establecimientos productivos en la era Milei.
La diferencia es que el gobernador bonaerense se posicionó desde un primer momento en la denuncia de esa crisis, con nítido tono opositor. Su mensaje de la noche de la victoria fue el mismo de siempre: es inviable frenar la obra pública, pegarle a jubilados, ofender a discapacitados, desfinanciar a universidades y científicos, y perseguir a industriales y trabajadores. Tuvo que dar una pelea mano a mano, y ganó.
Los prejuicios ancestrales sobre la provincia de Buenos Aires suprimen del análisis electoral el supuesto relacionado con una valoración positiva sobre la gestión del gobernador y de los intendentes. Los opinadores más trogloditas concluyen simplemente que a los electores les gusta cagar en un tacho. Otros, algo más tolerantes, solo ven puro rechazo al gobierno nacional. Los números desagregados demuelen esas miradas cortas. De hecho, el retiro del Estado nacional resalta el valor de la gestión local que, como en otras provincias, tomó la posta de obras, servicios y asistencia en tiempos de crisis. Como diferencial, sumó políticas para amortiguar el impacto de la caída del consumo, aprovechando su banco público. En este último punto, Santa Fe eligió una política inversa.
En el camino, Axel Kicillof fue rompiendo distintos cercos. El generacional, el de la pelea del kirchnerismo con la ruralidad ampliada, el de los gobernadores que lo apuntaron como almuerzo de los leones libertarios, y el de la propia conducción de su partido. Con millones de votos, del conurbano y otros distritos, puso en valor el peronismo golpeado en 2023.

Los federalismos
Con ese perfil, su victoria mete “la dimensión popular” en la discusión política que se viene. Si el actual es el piso de la crisis, los gobernadores están llamados, como a fines de los 90, a cumplir un papel en su conjuro. El mediático Carlos Maslatón se acercó a esta reflexión con su particular estilo. “Como en 2002, es un trabajo para un Remes Lenicov, no para los economistas de la city que no entienden nada”, dijo palabras más o menos durante una entrevista en Radio con Vos. En otras palabras: puede ser que la hora reclame más CFI (Consejo Federal de Inversiones) y menos FMI.
No es novedad pensar aquí que, en las puertas del tercer fracaso seguido de un presidente porteño, un modelo económico y político surgido desde las provincias gana atractivo. Hasta el círculo rojo que habita el lado cool de la General Paz parece haber notado que desde los puntos más remotos de esa geografía se alumbraron los últimos dos ciclos largos de estabilidad en la Argentina. Sus caudillos preferidos son los de Provincias Unidas, “gestores” de una geografía económica que reúne el 22 % del PBI y genera los dólares del agro, el petróleo, el gas y la minería. Y que además son antikirchneristas.
En esa clave “cabacéntrica” estos mandatarios vienen construyendo su federalismo de la abundancia. Pero el triunfo del PJ bonaerense reaviva la interpelación que les hace el conurbano, y sus réplicas en cada provincia, a quienes, como Maximiliano Pullaro, consideran que ese territorio en el que se asienta la mitad de la producción industrial del país es “un sector improductivo que le genera un costo muy grande a la Argentina”.
En 2008, cuando el conflicto agropecuario estaba en su punto más crudo, el historiador económico Pablo Gerchunoff respondió en Rosario a una pregunta sobre si el sector protagonista de ese conflicto, fundacional para el espacio que hoy ocupan estos gobernadores, podía liderar un modelo de desarrollo sin exclusiones. Respondió: “La gran pregunta es si la burguesía agraria argentina es capaz de construir una propuesta inclusiva del resto de los sectores (…) De otro modo, ¿puede el agro hacer una oferta que incluya al Gran Buenos Aires?”.


El estallido de la city
La pregunta atraviesa la historia argentina, desde los tiempos de El Matadero. Ya Rosas y Urquiza mostraron que el propio discurso federal puede ofrecer modelos y adversarios distintos. Atrapados en el estigma de “civilización o barbarie”, algunos mandatarios ven en la denuncia del ambacentrismo un camino para hacer federalismo sin incomodar al microcentro porteño, donde se cocinó la actual crisis.
La derrota del domingo profundizó el desbarajuste financiero y hoy el gobierno se debate entre opciones limitadas para aguantar la presión cambiaria: más deuda y más ajuste, cepo o megadevaluación.
El economista Matías Kulfas recordó en el último reporte de su consultora Audemus que el total de reservas netas disponibles en el Banco Central alcanza para cubrir el total de vencimientos en dólares con acreedores privados y organismos internacionales durante los próximos seis meses. Usarlas para defender la banda cambiaria superior aumentará el riesgo país, por el temor a un posible reperfilamiento de la deuda pública.
Para el economista Andrés Asiain, la reestructuración de la deuda externa “se vuelve el escenario más probable” al final de este proceso. El debate pasa por descifrar si esa renegociación será “amigable”, con fuerte incremento de los compromisos futuros; dura, con una quita; o directamente a través de una cesación de pagos.
El gobierno se aferra al Fondo Monetario, que lo aguanta a la espera de que consiga aval parlamentario para seguir con las reformas laboral, jubilatoria e impositiva. Pero que, siempre incómodo con el dólar bajo, le volvió a pedir una política cambiaria “sustentable”.
En el paper del Centro de Estudios Scalabrini Ortiz (Ceso), Asiain sugirió que “abrir el gobierno a una transición negociada, con una devaluación controlada y el regreso a las restricciones a la compra de divisas” es una alternativa para “intentar sostener la gobernabilidad”. Considera que la otra opción, la de vender reservas “mientras se amplía la liquidez en pesos post octubre vía dólar futuro y pasivos remunerados a tasas récord”, es “una buena forma de asegurar un estallido cambiario después de las próximas elecciones”.


































