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Opinión: “Gestión imperfecta”, por Claudia Balagué

Esta semana el Ministerio de Educación de la Provincia decidió que la medida para reducir el ausentismo docente era implementar un sistema de premios para aquellos docentes que no faltaran a su lugar de trabajo. Sin embargo, esta propuesta dejó más preguntas que respuestas.

En primer lugar, cabe recordar que un sistema de premios y castigos se intentó en la provincia durante la gestión del gobernador Carlos Reutemann, y no dejó los mejores resultados. El Ministro de Educación plantea que esta iniciativa difiere de aquella porque deja de ser un ítem del recibo de sueldo, y es solo un premio para aquellos que cumplan con los requisitos de asistencia perfecta, como se llama el programa.

En la presentación del programa, el ministro José Goity recalcó que el programa está destinado a docentes de escuelas de gestión pública solamente, lo que va a acarrear diferencias salariales con las escuelas privadas, volviéndose un programa que discrimina a una cantidad importante de docentes. Serán estos quienes se vean en la obligación de exigirle a los dueños de los establecimientos que abonen este premio, llevando a colegios chicos a dos opciones: o aumentar las cuotas en una situación económica que ya es insostenible, o trabajar sin “premio”.

Por otro lado, existen una serie de incógnitas: ¿qué sucede con los docentes que se encuentran enfermos? ¿están obligados a presentarse a su puesto de trabajo, a riesgo de empeorar su situación, o exponiéndose a contagiar a sus alumnos o compañeros de trabajo ya que este “premio” es lo que le permite ganar un sueldo digno, después de un escueto 18% de aumento?

¿Qué sucede con docentes que trabajan en diferentes instituciones y se ven obligados a asistir a plenarias, actividades o a cumplir tareas que hacen imposible cumplir con las obligaciones en las otras escuelas en las que se ve obligado a trabajar?

Podemos ir incluso más allá y preguntarnos si los docentes de la ciudad de Rosario, que muchas veces se ven impedidos por causa de la inseguridad (recordemos los paros de colectivos repentinos que hemos sufrido debido a los hechos por todos conocidos), perderán el premio por circunstancias que les son ajenas.

Esta situación poco clara y en muchos sentidos discriminadora se vuelve aún más indignante si pensamos en perspectiva de género. Perdería el derecho a cobrar este beneficio la docente embarazada, o que deba cuidar a los hijos, a pesar de que socialmente ese es el rol que se la ha atribuido.

Si bien es cierto que hay abusos en las licencias, no podemos dejar de tener en consideración que las políticas públicas de cara a la educación han sido pocas, deficientes e inestables, que los docentes se han sentido abandonados durante la pandemia y después también.

Durante la primera gestión del gobernador Hermes Binner logramos reducir el índice de ausentismo docente trabajando sobre las causas, en conjunto con profesionales médicos, y analizando caso por caso, con evaluaciones situadas y el acompañamiento constante al docente mediante el área de Bienestar Docente.

No es con premios y castigos que se va a lograr reducir el ausentismo, sino mediante políticas públicas estudiadas para generar un impacto positivo y mejorador en el aula, espacio de trabajo de los docentes.

La historia existe para que la revisemos, para aprender de ella y construir sobre fórmulas probadas. Si no es así, lo que hacemos es una gestión imperfecta.


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