Reafirmando las definiciones políticas de las últimas semanas, Javier Milei asumió como presidente, recibió los atributos en el Congreso y, tal cual se había anunciado, no le habló a la Asamblea Legislativa. Aunque sí leyó un discurso de seis carillas ante una multitud que colmó gran parte de la Plaza de los Dos Congresos, frente al Palacio. Tras una ceremonia corta y cordial guiada por la vicepresidenta saliente Cristina Kirchner, Milei fue celebrado por sus partidarios que espontáneamente fueron hasta el Congreso y la zona de la Plaza de Mayo, en un número significativo de varias decenas de miles, aunque lejos de la cifra del “millón” que desde el nuevo oficialismo imaginaron para el “banderazo” de un domingo de primavera climáticamente perfecto en la Ciudad de Buenos Aires.
Para el presidente, con su llegada se termina “una larga y triste historia de decadencia”, y “comienza una nueva era”. También ratificó las medidas de “ajuste y shock” que “provocarán un aumento de la pobreza, la indigencia, y caída sobre la actividad económica y los salarios reales”.
En el primer día de mandato, el nuevo presidente consiguió darle continuidad en la calle a un no desdeñable entusiasmo popular que lo ungió como titular de la Casa Rosada con la histórica cifra de 14,5 millones de votos. Los legisladores que se presentaron en la Asamblea para perfeccionar ese acto decisivo de la República, el de la asunción del nuevo presidente, quedaron entre incómodos y o directamente desilusionados. Nunca antes, desde 1983, un presidente que asume con total legitimidad desairó a la Asamblea en el Congreso al momento de convertirse en presidente.
Las definiciones políticas del libertario fueron en la línea de lo conocido, aunque no avanzó con mayores detalles sobre las medidas radicales de piensa aplicar: la frase repetida al menos cinco veces en su discurso fue “la inevitabilidad de un ajuste”, y un diagnóstico extremadamente negativo de la realidad nacional en todas las áreas, en especial en la economía, utilizando datos en muchos casos cuestionados por falaces por la ahora oposición. “Dado que la política monetaria actúa con un rezago que oscila entre 18 a 24 meses, aun cuando hoy dejemos de emitir dinero seguiremos pagando los costos del desmadre monetario del gobierno saliente. Haber emitido por 20 puntos del PBI como se hizo en el gobierno saliente, no es gratis, lo vamos a pagar en inflación”, explicitó en un tramo de su discurso.

La novedad política absoluta, con este nuevo recambio presidencial y a 40 años de la renovación democrática, es que la narrativa de la LLA en el sentido de que vienen tiempos de mayores sacrificios, ajuste profundo, pérdida de ingresos y empleos, y aumento de la inflación, resulta, al menos en este punto cero del recorrido de Milei, aceptada y celebrada por un sector mayoritario de la sociedad. “No hay plata”, un diagnóstico que justificaría muchos de los sufrimientos sociales que se avecinan, se transformó en consigna popular y se vendió por la zona del Congreso estampada en remeras que usaron con orgullo muchos militantes mileístas.
En la jura del nuevo presidente se distinguió la presencia de Mauricio Macri, entre los ex presidentes (también se sentó Eduardo Duhalde en ese sector). Milei, luego de jurar, le prodigó un saludo especial a su socio político: le extendió la mano e incluso lo abrazó y puso en contacto su cara a modo de beso al ex mandatario. Luego Macri lo elogió muy fuerte, tras su discurso en la Plaza: “Felicitaciones presidente Milei, no le sacaría ni una coma a su discurso. No puedo estar más de acuerdo con sus palabras de hoy”.
Sin embargo, la falta de un discurso en el Congreso que precise cuál será el paquete de leyes que empezaría a cambiar a la Argentina desde este mismo lunes, alarga indefiniciones respecto de los respaldos que la LLA necesitará en las cámaras, en especial de las fuerzas afines, como la UCR y el PRO. A propósito, el gobernador de Santa Fe, Maximiliano Pullaro, presente en el recinto de Diputados hasta luego de la ceremonia de traspaso de mando, reconoció ante Suma Política al momento de retirarse del Palacio que hubiera preferido que Milei “diga un discurso” pero, a la vez, aceptó que “cada uno tiene su estilo”.
La pregunta es sobre cómo se sostendrán discursivamente medidas de ajuste tan radicales en el Congreso por parte de fuerzas aliadas, si primero no las defiende y sostiene su propio mentor, y la fuerza política que lo acompaña.
Por caso, para el recién asumido diputado socialista por Santa Fe, Esteban Paulón, resultó “insólito que una vez terminada la ceremonia de jura dieran por terminada la Asamblea. El presidente se fue a la Plaza y nos pedían (la locutora del acto) que nos quedemos a escucharlo mientras nos daba la espalda. Dejá, lo escucho por radio”, disparó Paulón en sus redes sociales.
Por el lado del peronismo directamente dejaron trascender en off de récord que la actitud de Milei de no hablar ante los legisladores fue directamente una conducta “cachivache”. Entre diagnósticos apocalípticos sobre la economía, promesas de ajuste y sacrificios, Milei asumió con la legitimidad de sus votos y un aceptable fervor popular. El lunes comienza a rodar la pelota y nadie sabe muy bien cómo empieza ni termina este partido.


































