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Economía

¿Cuánto sale en verdad un paquete de fideos? El enigma del hambre en el país de los alimentos

Cuando la actividad amagó recuperarse, la economía entró en el laberinto de la inflación. En la memoria colectiva, la desconfianza es defensa propia. El coronavirus expuso la fractura social en bruto. La escena de una Argentina dual. La economía doble, o los dos países económicos. La otra cara de la recesión mundial es el aumento de la demanda de alimentos. El sector agroalimentario argentino combina intereses cada vez menos ligados al mercado interno. Un separatismo empresarial de compañías centradas en la exportación que desertan del consumo local hundido.

La extrema volatilidad apuntaló el precio de los activos agrícolas y subrayó la subordinación productiva a la valorización financiera. Según el índice de la FAO, los precios internacionales de los productos alimenticios más comercializados en el mundo trepó un 4,8 por ciento respecto a abril y un 39,7 interanual. Es el mayor incremento intermensual desde octubre de 2010 y lleva un año de subidas mensuales consecutivas hasta tocar el valor más alto desde septiembre de 2011. ¿Qué es más importante, el grano o sacarle un valor extra? Esa indisciplina especulativa llevó a las caídas de los correacopios en 2019 y dejó millares de productores fundidos por toda la pampa húmeda.

El sistema agroalimentario argentino está sostenido principalmente por commodities y sus exportaciones son muy superiores al resto de los complejos. La pandemia incrementó los riesgos de suministro de alimentos a nivel mundial y las estrategias conservadoras se reforzaron desde las principales potencias mundiales. Los cambios en los patrones de alimentación y el crecimiento poblacional son los vectores que delínean el futuro próximo.

Los factores que intervienen son varios. La especialización productiva y exportadora en pocos productos; las ventajas comparativas de la región pampeana que amortiguan la macroeconomía; el nivel de integración de la producción agropecuaria en el conjunto de la economía y la dinamización del empleo y la actividad regional para una mayor agroindustrialización; la presión sobre los recursos naturales, la concentración de la tierra y la centralización de las unidades productivas que lesionan la estructura social y política. Las oportunidades a partir del auge de la demanda de alimentos se contrapesan con tendencias que profundizan las debilidades del sistema agroalimentario argentino. 

Carne asada, pan, agua y vino

El gobierno lanzó una canasta de 70 productos básicos con precios fijos por seis meses en el marco del programa “Súper cerca” acordado entre el Ministerio de Desarrollo Productivo y 24 empresas del sector. Una rebaja para el 35 por ciento del consumo promedio de una familia. Es el fin de los Precios Máximos, el esquema de control de precios que se fue achicando y limitando a unos pocos supermercados. La voracidad del centralismo se manifiesta de modo contundente en la problemática alimentaria. Los refuerzos para los sectores populares, los cupos de carne barata y los precios controlados, difícilmente pasan la línea del conurbano.

A la vez, el Ministerio de Desarrollo Social impulsa la rebaja del IVA para las familias beneficiarias de la tarjeta Alimentar en carne, lácteos, frutas y verduras. Los mecanismos de implementación fueron criticados por las organizaciones sociales que integran la coalición de gobierno. Gobernar la crisis es lidiar con una diferencia en cada renglón de gestión. Al mismo tiempo, las organizaciones del “otro campo” lanzaron la Mesa Agroalimentaria Argentina, un espacio que aglutina a la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT), el Movimiento Nacional Campesino Indígena Somos Tierra (MNCI-ST) y la Federación de Cooperativas Federadas (Fecofe), y tiene como objetivo poner en discusión las formas de producción y el acceso a los alimentos.

Las tensiones entre el país competitivo y alimentar a la población. La producción en escala y eficiente para vender al mundo, y la provisión próxima de una dieta nacional. Combinar derechos con desarrollo impulsado por el conocimiento…

Ahí están las múltiples dimensiones de la mesa de los argentinos. Medidas compensatorias para hacer menos dramático el cotidiano. Son los focos tentativos de la política después de la grieta. ¿Cómo conseguir los dólares que permitan una expansión interna? Las tensiones entre el país competitivo y alimentar a la población. La producción en escala y eficiente para vender al mundo y la provisión próxima de una dieta nacional. Combinar derechos con desarrollo impulsado por el conocimiento. El impacto federal y las cadenas que creen valor y trabajo privado.  

Más que una posibilidad transformadora, la propuesta del “otro campo” modela un objetivo de repoblación con producción agroecológica y comercialización de cercanía, esquemas sustentables y formas de organización en cooperativas y pequeñas empresas que aseguren trabajo digno y actividad en las economías regionales. El lado B de una escena productiva que fue acaparada por la cúpula agrofinanciera que levantó sus ilusiones desreguladoras en un país necesitado de divisas y terminó nadando en su propia crisis.

Las ganas de comer

La actividad industrial de las fábricas de alimentos y bebidas creció alrededor de un 10 por ciento respecto a 2019. Es un sector de alta concentración que puede modificar los paquetes para evitar los controles del gobierno y retacear el abastecimiento ejerciendo su poder de mercado. ¿Quiénes son esas empresas? Las que controlarán la Unión Industrial Argentina (UAI) a partir de la asunción de Daniel Funes de Rioja, de la Coordinadora de Productores de Alimentos (Copal), un abogado laboralista más ligado al lobby empresarial en el Foro Económico Mundial y la Organización Internacional del Trabajo que a la administración de una fábrica.

El presidente que deja su cargo es Miguel Acevedo, representante de Aceitera General Deheza y cuñado del dueño de la empresa, el exsenador Roberto Urquía. Es un desplazamiento de las relaciones del empresariado con el gobierno nacional en pleno enfrentamiento por los precios que quedó manifiesto en las denuncias del vetado José Ignacio de Mendiguren. Respaldado por Arcor, Ledesma y Techint, Funes de Rioja pertenece a un universo ideológico afín al Foro de Convergencia Empresarial y la Asociación Empresarial Argentina, donde Clarín es referencia de los principales grupos económicos argentinos. 

Las empresas que concentran la mayor parte del mercado de alimentos vienen de acumular balances negativos durante el macrismo. Con deudas reestructuradas, aducen pérdidas por el aumento de los costos y el congelamiento de precios. A raíz de la pandemia, el sector alcanzó el menor uso de la capacidad instalada desde el 2001. En los últimos meses, las ganancias fueron recomponiéndose a un ritmo mayor que los salarios. Las distintas fracciones del empresariado intentan imponerse a un gobierno que busca sostener una mediana estabilidad mientras avanza la vacunación. El repliegue en la cuestión Vicentin es un antecedente en contra a la hora de las conversaciones con los dueños de empresas con una capacidad de presión determinante, por controlar un segmento indispensable del consumo nacional.

La rotación directiva también podría leerse como la consagración de la remarcación preventiva como un arte conceptual de la supervivencia comercial. La crisis también abre “saladas” de los alimentos. Formas de comercialización de formalidad intercalada, acuerdos al paralelo del registro para mejorar el resultado. El oficio de manejar la plata para mantenerse cubierto y continuar las operaciones. Entre las dos economías, sostener un negocio es bucear en busca del rendimiento. Que cada etapa de la cadena agregue su margen ya es un ritual del país inflacionario. El punto de inflexión entre los que producen la comida y los que no tienen qué comer. 

¿Quién se apropia del excedente que arrastra los cadáveres de la economía? ¿A dónde van a parar los caídos de cada crisis? Es la sociedad acostumbrada a elegir entre el hambreado que saquea y el comerciante que llora de impotencia. La exclusión sistemática que hace a la dualidad. La fractura misma de la estructura social. La economía de la necesidad. El arduo peregrinar de la formación de precios. El enigma argentino: ¿cuánto sale en verdad un paquete de fideos?

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