Un vecino que nació en la Sexta hace 60 años admite que la transformación de la zona es un asunto “complejo”, no en referencia a los nuevos condominios sino al cruce de intereses y visiones. Luego pedirá no ser identificado por temor a represalias, tanto de las autoridades políticas y universitarias como de otros vecinos. “Cada cual tiene una lectura distinta de acuerdo a su perspectiva y necesidades. Es un tema muy difícil de abordar con los interesados ya que las charlas se salen de cauce de inmediato y se genera un clima de malestar y rivalidad”, argumenta.
Cuenta que en el barrio en general la obra pública tiene apoyo, porque sobre todo la gente asentada en las barrancas “viven sin baño digno, pisando barro y enganchados a la luz”. Los que lograron mudarse plantean que los departamentos son pequeños o no se adecuan a la realidad actual de la familia, y este residente de la Sexta los entiende. “Somos un barrio muy consolidado, algunas familias con siete generaciones para atrás. Tienen un gran arraigo, y una forma de vivir; están acostumbrados a tener un patio, un árbol, espacios para cada uno, animales. Estar en un departamento les choca. Son costumbres distintas”, evalúa. Ahora, además, será necesario que se organicen en consorcios para administrar las propiedades.
Como vecino, valora la apertura e iluminación de las calles y se alegra porque habrá gente que por primera vez tendrá “una dirección, piso, una canilla”. También critica el modo en el que se hizo el censo en 2018 y las demoras en la construcción, que generaron desde incertidumbre a vandalización de puertas, sanitarios y cables de los departamentos.
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