A poco de haber concluido el plazo de liquidación de exportaciones agropecuarias con el “dólar soja” y frente a la incertidumbre respecto de qué nuevas políticas cambiarias instrumentará el gobierno en un contexto inflacionario sostenido, el economista Rubén Lo Vuolo aporta a Suma Política su punto de vista al respecto, fuertemente crítico de las políticas oficiales. Si bien lejos de la perspectiva liberal, Lo Vuolo —como estudioso de las variables en una economía de mercado— aconseja un ordenamiento que juzga imprescindible y en esa dirección avizora, inevitable, un ajuste. “Argentina hace tiempo que tiene todos sus indicadores macroeconómicos en un desbalance continuo y profundo. Una inflación cercana al cien por ciento anual, y en constante crecimiento en los últimos tres años, ya de por sí es un dato de una economía que está totalmente sobrecalentada y desbordada, o ponele vos el adjetivo que quieras —dice—. El problema es que en una economía que está desbalanceada, si vos no guiás el ajuste, si no guiás esa reconfiguración a un nuevo balanceo, los mercados lo hacen por vos. Y eso es lo que está pasando hoy en la Argentina”, concluye.
Lo Vuolo considera la política monetaria actual como “la peor de los últimos tres años” y asegura que el país está inmerso “en un delirio entre dos supuestos modelos económicos confrontados en los sucesivos gobiernos donde uno ha demostrado ser un disparate mayor que el otro”. No hay —advierte— “una propuesta consistente que tome la historia del disparate y el desbarajuste que armó el neoliberalismo y que tome la historia del disparate y el desbarajuste que armó el keynesianismo populista, o no sé cómo llamarlo, para aprender que ambos modelos han sido nocivos para el país a la larga. Tenemos que reflexionar sobre el fracaso de estos dos modelos para tratar de construir una alternativa”, sugiere.
“Tenemos que reflexionar sobre el fracaso de estos dos modelos para tratar de construir una alternativa”
“Dame unos minutos que debo cambiar el chip”, dice Lo Vuolo antes de iniciar el diálogo con Suma Política y sumergirse en el preocupante mundo de la economía argentina. El “cambio de chip” refiere a que por estos días está terminando un libro sobre cambio climático y política económica y social, que comenzó a escribir hace cuatro años (algunos de los documentos contenidos en ese texto inédito pueden leerse en esta página del Centro Interdisciplinario para el Estudio de Políticas Públicas, Ciepp, del cual este economista es investigador principal).
Rubén Lo Vuolo ha publicado, entre otros, los libros Distribución y crecimiento. Una controversia persistente (2009), Estrategia económica para la Argentina. Propuestas (2003) y Alternativas. La economía como cuestión social (2001). El cuerpo de su trabajo lo integran, además, otros libros en colaboración y frecuentes publicaciones en revistas internacionales. Egresado de la Universidad Nacional del Litoral y de la University of Pittsburgh (Estados Unidos), es también presidente de la Red Argentina de Ingreso Ciudadano (Redaic). Fue economista jefe del grupo de asesores en política económica y social de Argentinos por una República de Iguales (Ari) cuando la campaña presidencial de Elisa Carrió en 2003 y miembro del directorio del Banco Ciudad de Buenos Aires entre 2006 y 2008.
—En Argentina se está registrando una “devaluación sin devaluar”, o enmascarada, a un 6 por ciento mensual, aproximadamente, ¿cuál es tu observación?
—A ver: primero no coincido en esto de que es “sin devaluar”. En la Argentina se están registrando desde hace mucho tiempo distintos comportamientos devaluatorios en diferentes mercados. Hay varios mercados de cambio y devaluaciones diferenciadas. El último titular es el “dólar soja”, pero la verdad es que Argentina viene devaluando la moneda oficial con un criterio de “tablita controlada” por el Banco Central, si querés llamarlo así, desde que se iniciaron los mercados múltiples. Obviamente en el mercado financiero hace tiempo que se viene verificando eso.
—¿Y qué opinás de lo que fue el “dólar soja”, una devaluación para un solo producto y acotada en el tiempo?
—Yo soy en principio contrario a los múltiples tipos de cambio comerciales. Puedo discutir si en alguna circunstancia corresponde separar y tener dos mercados o dos tipos de cambio, como máximo: uno financiero y otro comercial, pero no creo que sea sano para la economía tener tipos de cambio sectoriales. No es la política adecuada, ni para promover a determinados sectores. No estoy de acuerdo. Y mucho menos con esto, que ya es el colmo: ¡no hay ni siquiera un tipo de cambio para el sector agropecuario exportador, sino para un solo producto! Y además se están generando beneficios potenciales para un producto que desde otros puntos de vista es sumamente cuestionado por su rol como monocultivo dentro del proceso de producción agropecuaria. O sea: es una medida de cortísimo plazo que solamente está alentada por necesidades de ingresos de divisas tanto del Banco Central como del Tesoro, pero que no es para nada defendible desde cualquier otro criterio de política económica, ya sea de promoción comercial, de diversificación productiva o de generación de un balance más adecuado de divisas…

Inflación y vida cotidiana
—Hay un índice inflacionario mensual que se sostiene en 6 ó 7 por ciento en un contexto en el que, al parecer, todos los sectores se acomodan a eso: hay inflación, pero también hay consumo, hay paritarias… De momento no parece que nada vaya a estallar, ¿se sostiene esto en el tiempo?
—Primero hay que discutir qué significa estallar. Argentina hace tiempo que tiene todos sus indicadores macroeconómicos en un desbalance continuo y profundo. Una inflación cercana al cien por ciento anual, y en constante crecimiento en los últimos tres años, ya de por sí es un dato de una economía que está totalmente sobrecalentada y desbordada, o ponele vos el adjetivo que quieras… Ahora estamos hablando del seis o siete por ciento mensual, pero hay que recordar que Argentina viene de un régimen inflacionario que en plena recesión de pandemia llegó a tasas del tres o cuatro por ciento mensual. De manera que para el régimen inflacionario argentino la tasa que estamos teniendo ahora demuestra que Argentina tiene hace tiempo una economía inflacionaria y que las causas que provocan esa inflación son múltiples. Por eso doy el ejemplo de las tasas inflacionarias en plena recesión de la pandemia, que obviamente se explican por cuestiones fiscales, monetarias, de concentración de mercado, de estrangulamiento en la oferta…
—Te preguntaba si esto es sustentable en el tiempo.
—No en el mediano y largo plazo, y en el corto plazo es estar metido en una suerte de contradicciones que, cada vez más, están llevando la economía a un escenario donde si se quiere atacar la inflación concretamente, uno sospecha que se va a tener que hacer con una política de shock. Y esa política de shock va a generar una cantidad de problemas en otras áreas de la economía. Por eso insisto: la inflación es uno de los síntomas de una economía totalmente desbordada y desbalanceada desde el punto de vista fiscal, monetario, etcétera.
—¿Es posible que el país crezca con esta tasa anual de inflación?
—En realidad, lo poco que está creciendo el país es, en gran medida, por la inflación. Es por la inflación y por la promoción de sectores muy específicos y muy cuestionables, donde en estos momentos tiene puesta toda la artillería de promoción el gobierno, que son los sectores extractivos. O sea: Argentina está con cero estrategia de crecimiento. No sólo de crecimiento: cero estrategia económica o mejor dicho con una estrategia sumamente nociva para la economía, desde mi punto de vista. Y probablemente lo poco que está creciendo no es por productividad o por competitividad. En todo caso es por precios, donde la inflación es parte de la explicación. Y por el sostenimiento de la demanda mediante políticas que no tienen que ver justamente con lo productivo, sino con la manipulación de precios.
—O sea que la inflación de alguna manera disminuye también el problema fiscal, según lo que decís…
—Parte de la explicación de por qué el problema fiscal no es mayor, es por la inflación. Acá el Estado recauda impuestos montado sobre la inflación de precios, mientras tiene controlada la mayor parte de sus costos que son, básicamente, los salarios. Y esto se refleja en los conflictos sociales que se están multiplicando todo el tiempo. Quiero decir: claramente, en un momento esto se va a tener que frenar porque va a tener que haber un ajuste, pero en la coyuntura, lo poco que está creciendo el país se debe a que está sosteniendo esta tasa disparatada de inflación.

Shock y ajuste
—¿Qué sería una política de shock?
—Shock… tal vez la palabra no sea la adecuada… Es una política que en vez de buscar ajustes graduales de los desbalances trata de hacerlo de un solo golpe y esto es lo grave, porque va a favorecer algunas cosas y empeorar otras. En realidad uno está mirando lo que pasó en el pasado en todos los escenarios de inflación y desbalances crecientes, y ahí ve que se produjeron correcciones bruscas: para no ir a la década del 60, veamos desde “el rodrigazo” para acá, pasando por el Plan Austral, por la híper del 89 y 91, en el 2001, en ajustes posteriores como los que se verificaron después de la crisis mundial de 2008 y 2009… Además Argentina, en estos momentos, a todos sus problemas internos le está sumando un escenario internacional desfavorable, desde el punto de vista financiero muy preocupante. Me refiero a que la incapacidad, la impericia o la imposibilidad de haber corregido —y no sólo corregido sino aumentado— los desbalances de la economía de manera gradual, lleva a que en un momento se tenga que ordenar todo de una manera más brusca.
—Por un lado el gobierno puja por solucionar el problema de la falta de reservas, por otro por ponerle límites a la escalada inflacionaria, ¿colisionan en un punto las medidas para uno u otro objetivo?
—Si para algo sirve estudiar y entender la economía es para evitar las colisiones entre las distintas variables. Es parte de la economía. ¿Reservas versus inflación? Ahí no hay una contradicción teórica ni mucho menos. Hoy tenés una creciente incapacidad del gobierno para seguir haciendo política monetaria activa y seguir sosteniendo un tipo de cambio como “ancla inflacionaria”, lo digo entre comillas porque evidentemente el ancla no está, porque la inflación sigue alta y podría ser más… O sea, hay cada vez más restricciones para que la política monetaria, por decirlo de algún modo, pueda ser más efectiva como política anti inflacionaria y como política de manejo del tipo de cambio. Ante estas restricciones lo que estás viendo es una necesidad cada vez mayor, desde el punto de vista macro, de recurrir a la política fiscal. Son las dos grandes políticas macro que puede utilizar el gobierno.
—¿Podrías explicar mejor este concepto?
—Quiero decir: la moneda que emite el Banco Central de un país, en este caso el de Argentina, no es un mero instrumento para contratar, sino un elemento central para la organización y el funcionamiento de un Estado soberano. La emisión monetaria debe entenderse como la “deuda original” que asume el Estado para con la ciudadanía y cuyo curso legal respalda el resto de los créditos y deudas recíprocos en el sistema social de pagos. Del mismo modo, el monopolio tributario es un “crédito original” que la ciudadanía le otorga al Estado para que pueda financiar las funciones necesarias para la convivencia, la integración social y el bienestar general. Todo el resto del sistema social de pagos, tanto privado como estatal, se construye sobre la confianza en que el Estado sea capaz de sostener tanto el valor de la moneda como de los tributos; de lo contrario, se desmorona el andamiaje institucional previsto en la Constitución.
—Son los dos únicos instrumentos con que cuenta el Estado…
—A nivel macro, sí. El Estado tiene estos dos instrumentos para estabilizar la economía y el sistema de precios en particular. Si uno está muy acotado, como creo que es el monetario por las malas políticas y por la inserción subordinada de la economía argentina en el mundo, entonces hay que usar el otro, siempre macroeconómicamente. Después, está la micro sectorial, etcétera.
—Entonces se deduce que para sostener la soberanía también hay que tener estabilidad monetaria…
—Una Nación que no puede ejercer soberanía monetaria pierde un elemento clave para la integración económica y social, permitiendo que el poder económico se independice de la autoridad pública e imponga su fuerza de mercado sobre la ciudadanía. Por eso es fundamental mantener la estabilidad monetaria y la justicia distributiva en la acción pública, porque de allí deriva la confianza ciudadana en la autoridad pública. Entre otras cosas, esto obliga al gobierno de turno a respetar ciertas relaciones técnicas sólidas entre tributos y gastos, así como entre agregados monetarios, reservas, tipo de cambio, etcétera. Los valores de esas reglas técnicas no son iguales para todos los Estados ni tampoco en todo momento. Así, Estados Unidos puede emitir moneda casi sin límites y tener deuda pública…
—Después están también los problemas de la microeconomía, como los salarios…
—Sí, claro, que van desde los atrasos salariales a la composición de los costos a nivel general… Salarios: hoy se verifica que no es nada más que una cuestión de demandas, se verifica una dispersión salarial cada vez más grande, donde los grupos con mayor poder de presión están distanciados de los otros con menos… El ejemplo más evidente es la jubilación: es terrible la relación entre lo que cobra un jubilado y lo que cobra uno de los mejores asalariados. Entonces estamos verificando por un lado una restricción cada vez más grande de la política monetaria (que de las que se estuvieron llevando adelante en los tres años es la peor de todas, por decirlo de algún modo), una mayor necesidad de descansar en la política fiscal de la macro, y una mirada atenta sobre unos mercados de cambio distorsionados, diversos y sin controles en muchos casos. Y por otro lado la micro. Te hablaba de la composición de los costos a nivel general; hay tres elementos que la definen: el tipo de cambio en una economía importadora de insumos y bienes de capital, el salario y los servicios (luz, agua, transporte, que todo el mundo los necesita). Entre cómo se componen estos tres elementos, tenés el costo sobre los precios. Bueno, estamos en una situación en la que los precios están presionando para el alza, porque todo está retrasado: los salarios están retrasados, los costos de los servicios están retrasados… Quiero volver a las primeras preguntas.
—Volvamos…
—Entonces, si mirás todo esto, estamos en un escenario de inflación creciente y acelerada con muchas presiones desde la macro y la micro para que esto no se desinfle. Esto vuelve a hacerte pensar seriamente en que hay que generar una política de ajuste de los desbalances que, probablemente, no vaya a ser gradual.
—¿Pero sos partidario entonces de una política de shock?
—No se trata de que sea o no partidario. Soy de la idea de que haya una política económica consistente para que no haya una política de ajuste. Además, la palabra ajuste trae connotaciones. Porque no es un ajuste, digamos, igualitario. Vos podés hacer un ajuste fiscal con un impuesto extraordinario a la renta, al patrimonio, o un nuevo impuesto que grava las herencias, o un ajuste bajando los salarios… Depende. El problema es que vos en una economía que está desbalanceada, y este es el punto que me parece importante, si vos no guiás el ajuste, si no guiás esa reconfiguración a un nuevo balanceo, los mercados lo hacen por vos. Y eso es lo que está pasando hoy en la Argentina. Si vos me dijeras que estás en una economía competitiva, bueno, podría ser, pero no: estás en una economía concentrada. Si me dijeras que estás en una economía productiva, ok, pero tampoco: esta es bastante improductiva… Todo esto hace que tu política económica tenga que ser muy consistente y detallista para que no se produzca el desbalance. Y esto es lo que te demuestra la historia argentina.
—¿Qué cosa demuestra?
—Argentina va de crisis en crisis por esto. ¡Estamos metidos en un delirio entre dos supuestos modelos económicos confrontados en los sucesivos gobiernos donde uno ha demostrado ser un disparate mayor que el otro! Así de sencillo. Los dos han terminado en crisis y se sigue discutiendo en los mismos términos y esto es grave. A los desbalances de la política económica actual se le está oponiendo desde la oposición volver a los desbalances que teníamos antes. No hay una propuesta consistente que tome la historia del disparate y el desbarajuste que armó el neoliberalismo y que tome la historia del disparate y el desbarajuste que armó el keynesianismo populista, o no sé cómo llamarlo, para aprender que ambos modelos han sido nocivos para el país a la larga. Tenemos que reflexionar sobre el fracaso de estos dos modelos para tratar de construir una alternativa. Lamentablemente, hoy estamos metidos en un escenario político económico donde estamos discutiendo lo mismo de siempre…
“A los desbalances de la política económica actual se le está oponiendo desde la oposición volver a los desbalances que teníamos antes. No hay una propuesta consistente…”
—En días recientes, a propósito del conflicto con las fábricas de neumáticos, el viceministro de Economía Gabriel Rubinstein reconoció que hay márgenes empresariales de ganancias superiores a los normales, pero a la vez señaló que eso es así por los desequilibrios y que eso no se resolverá hasta que no se solucionen los problemas de la macro, ¿qué opinás?
—En principio te digo que no me gusta opinar sobre opiniones. Vamos al tema central: primero hay que definir lo que es un margen normal. ¿Qué es la normalidad en un país anormal? La cuestión de las súper ganancias es hoy tema de debate internacional. Las súper ganancias se justifican por situaciones extraordinarias: hoy en Europa y Estados Unidos se quiere imponer impuestos a las empresas petroleras y gasíferas por los altos precios que provoca la guerra en Ucrania. Claramente el problema que tenemos en la Argentina en términos generalizados es otro. Tenemos muchas empresas, sobre todo las pequeñas y medianas, que son la mayoría, que tienen bajas ganancias con salarios bajos. El problema generalizado de la economía argentina es que hemos llegado a una situación en la que están perdiendo gran parte de los empresarios y de los trabajadores. Esta es la discusión. Hay empresas que históricamente han sido competitivas y hoy no lo son por cuestiones de la macroeconomía. El problema central de la economía argentina son los bajos salarios y las bajas ganancias en la mayoría de las empresas.

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Músico, periodista y gestor cultural. Licenciado en Comunicación Social por la UNR. Fue editor de las revistas de periodismo cultural Lucera y Vasto Mundo.
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