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Sociedad

Astore y otro fin de ciclo fallido en el Parque: ¿ahora quién podrá salvar a Newell’s?

Los hinchas de Newell’s sufren por la peor década que se le vio al equipo en mucho tiempo. Quizá nunca antes la Lepra tuvo la intrascendencia que arrastra actualmente en el fútbol argentino. Administración errática, inversiones inexplicables, malas apuestas deportivas, desatención a sus divisiones inferiores, descalabro financiero y otros aspectos configuran la fórmula de la desgracia en el parque Independencia. Pero hay un denominador común que no puede omitirse en los últimos años y es quizá el problema más grave: la ambición personal de sus autoridades. Eduardo Bermúdez primero, Cristian D’Amico a continuación e Ignacio Astore por último, se creyeron, cada uno a su tiempo, dueños del club. Y la grandeza institucional e injerencia social de la institución demuestra que un club como Newell’s no puede gestionarse según el estado de ánimo de su presidente. No lo entendió nunca Astore, incluso a pesar de los claros ejemplos que le dejaron sus antecesores. Y hoy en el parque Independencia ya se debaten propuestas electorales con el objetivo de reconstruir la entidad a tiempo para evitar el descenso del primer equipo.

En 2016 a Bermúdez lo devoró su propia soberbia. No pasó mucho tiempo en el sillón del parque Independencia que el club se le fue de las manos: sus propios compañeros de comisión directiva se rebelaron y D’Amico le arrebató el poder. El club pasó de estar en manos del presidente al vicepresidente segundo, con el costo que generó aquella lucha interna. Allí la institución ya estaba camino al abismo. D’Amico no quiso asumir que debía irse y en 2021 se expuso a la humillación de ir a elecciones para contar los votos obtenidos con los dedos de la mano. Astore arrasó.

El actual presidente leproso llegó como opción a presidente por decantación, en un club con figuras políticas desgastadas y sin referentes. Astore hizo toda la campaña electoral junto al ex jugador Julio César Saldaña. En la construcción de su lista sumó integrantes de otras agrupaciones. En esas negociaciones en general el ex médico del plantel impuso siempre las condiciones. Los socios de Newell’s aceptaron que a Astore había que generarle las mejores condiciones para iniciar la reconstrucción del club. Pero esa oportunidad, increíblemente, el presidente leproso la empezó a dilapidar en sus primeros meses de gestión.

Sus aliados políticos demoraron pocos días en dar un paso al costado. Astore empezó a incumplir su palabra con frecuencia. Incluso su principal promesa quedó en el limbo. Se comprometió a realizar una auditoría para investigar el origen de la deuda que dejó D’Amico. Meses después de asumir llamó a una conferencia de prensa para dar un primer informe. Después nunca más se habló del tema en el parque Independencia. Y días atrás no tuvo problemas para ir a la Asociación del Fútbol Argentino a visitar a Claudio Tapia acompañado del propio D’Amico, quien en sus días de presidente en el parque se esforzó por construir amistad con el máximo dirigente de la redonda en el país. Hace tiempo que el presidente leproso, desorientado, improvisa en sus decisiones personales a consecuencia de no tener a quién consultar.

Es que Astore no delegó jamás tareas a sus compañeros de comisión directiva y relegó de toda mesa de decisión a sus aliados políticos. Así a los pocos meses de asumir se quedó solo, aunque no se inquietó: “Me votaron a mí y a mí me van a putear si las cosas van mal. Yo tomo las decisiones”, se excusó en más de una oportunidad en que le señalaron las grietas que se abrían en la gestión del club por su ambición de pretender controlar todo en el Parque.


Astore junto al arquero Iván Arboleda y Julio César Saldaña

Saldaña, afuera


La primera señal del poder que concentraba Astore la dio Saldaña. El ex manager renunció a los pocos meses por no tener ninguna injerencia en el área en la cual estaba asignado. Las sugerencias de Saldaña en cuanto al técnico y refuerzos para el primer equipo rápidamente fueron desestimadas. El hombre que acompañó a Astore en todas las reuniones con socios, el que lo escoltó a cada una de las filiales y peñas del club a interpelar al hincha, renunció sin dudar al poco tiempo.

Un ex colaborador de la dirigencia fue gráfico en su experiencia de trabajo con Astore: “Es un cirujano, está acostumbrado a hacer todo solo y dar órdenes. Se cree que Newell’s es un quirófano”. “Es una persona a la que no le gusta que se le haga ningún planteo. Se rodeó de obsecuentes. Y sus hijos tienen más influencia en el club que cualquier otro directivo”, abundó el ex colaborador de la directiva leprosa. “Astore no puede delegar nada, quiere controlar todo el club y eso es imposible”, lamentó.

Esa personalidad dominante es la que se vio el día después de la despedida de Maximiliano Rodríguez. La fiesta en el Coloso del Parque tomó repercusión por la bandera que la barrabrava que lidera la banda Los Monos desplegó en la popular local, y es la misma que retiraron del estadio a la mañana del día siguiente con Astore abriendo las puertas de la entidad a los violentos para que hagan su cometido. ¿Cómo puede un presidente abrir los accesos a la barra para retirar las banderas? Fue su apetito de poder y control lo que le impidió siquiera tener la lucidez de delegar la tarea tan rutinaria en un club como abrir un simple portón.

No por eso la gestión de Astore está vinculada a los negocios de la barrabrava. Quizá la mayor diferencia de la actual comisión directiva con las anteriores es que el actual presidente nunca utilizó a la barra como fuerza de choque en la institución y tampoco puso empleados del club a la tarea de amedrentar, difamar y atacar en redes sociales a cualquier socio opositor. Aunque la Justicia lo investiga por posibles vínculos con los barras, en el Parque Independencia todos asumen que Astore encontró en los barras un límite a sus pretensiones personales.

Pero por lo demás, Astore fue más de lo mismo. En su gestión contrató jugadores compulsivamente y trajo un técnico, en promedio, cada cuatro meses. Es decir, en la administración deportiva el desastre parece extenderse desde hace años. Lo que agrava la situación es el despilfarro económico que hizo la actual dirigencia. Si bien al socio de Newell’s se le negó la información de cuál era la deuda en 2021, hoy en el Parque los primeros informes financieros anticipan un rojo en dólares mayor a los 20 millones y en pesos superior a los 1.500 millones. El descalabro económico es producto de pésimas inversiones y el impulso de Astore de despedir profesionales cuando los resultados no aparecían. Y en su gestión los buenos momentos nunca llegaron.


Sebastián Méndez y Ariel Michaloutsos

El precio del error


Hoy el club le paga el sueldo a cuatro técnicos; si se tienen en cuenta las deudas que se generaron el año pasado (Newell’s tuvo seis entrenadores en 2024) y el inicio del corriente año, con Mariano Soso despedido y Cristian Fabbiani actualmente en el banco de primera. Pero el primer despedido de Astore fue Enrique Borrelli. En divisiones inferiores los “grandes proyectos” duraron meses. Hernán Llano fue la gran apuesta de 2023 y no llegó al año que fue echado. En 2024 asumió Ariel Michaloutsos como manager del fútbol profesional. Su presentación también fue anunciada como relevante para el club. Astore le cerró las puertas en la cara en agosto pasado, enojado con los lamentables partidos que hacía el primer equipo con Sebastián Méndez como entrenador. Estos cambios constantes también tienen su repercusión en las divisiones inferiores, donde la rotación de entrenadores es permanente. ¿Qué proyecto se construye sobre la base de la inestabilidad constante? ¿Para qué tener divisiones formativas si después juega el clásico con jugadores contratados días antes del partido y proveniente del ascenso como Alejo Tabares y Alejo Montero?

Astore no tiene tolerancia a la frustración y todo se agrava por su incapacidad de asumir responsabilidades. Siempre la culpa es del otro. La última víctima de su intempestivo humor fue Rubén Capria. El manager que llegó meses atrás para poner la cara por la dirigencia ante el hincha. El presidente le reprochó al propio Capria por los refuerzos que sumó al equipo. Para el presidente el presente tiene un solo responsable: el manager. Y por eso lo despidió. Lo hizo para luego contratar a Cristian Fabbiani, un entrenador que nunca hubiese estado en el radar de los leprosos para dar un salto de calidad. Fabbiani se presentó en soledad en Bella Vista. Ningún dirigente siquiera lo acompañó. “Cumplí un sueño”, dijo. No faltó a la verdad.



¿Nuevos horizontes? 


En el horizonte leproso ahora todos los caminos conducen a Gerardo Martino. Un grupo de socios y empresarios están en la tarea de persuadir al Tata para que regrese a ordenar el fútbol profesional de la institución y eso no necesariamente lo tendría como técnico del primer equipo. Martino ya sacó al club de una crisis a su vuelta en 2012. Se lo pedirán de nuevo. Porque es el ídolo que nunca perdió su referencia con la institución. El Tata no deja de ir nunca a la cancha ni a Bella Vista cuando se encuentra en la ciudad. 

Por su lado, Marcelo Bielsa tiene contrato con la Selección de Uruguay hasta el año que viene y su vanidad es mucho más difícil de domar. En los últimos 30 años el Loco volvió al club solo en 2008 para votar y hacer su aporte en las históricas elecciones que terminaron con el gobierno de Eduardo López y cuando le pusieron su nombre el estadio, en 2010. 

Maximiliano Rodríguez es la otra figura con proyección política en la institución. Pero el tiempo de la Fiera en Newell’s no es ahora. El último gran ídolo hoy es una referencia de FIFA en el mundo y su agenda está orientada a los compromisos internacionales.

Newell’s está otra vez en grave crisis. Su fútbol agoniza. Y cuando la bruma se acerca al norte de los rojinegros asoma la figura del Tata, el ídolo campeón como jugador y técnico de un club que acumula más de diez años sin nada que festejar.


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