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Sociedad

Canales de streaming: boom nacional, debate informal y su réplica en Rosario

Desde las entrañas del universo digital irrumpió el boom del streaming. La extensa cuarentena derivó en el crecimiento de innumerables contenidos digitales desarrollados inicialmente de forma casera, con la impronta que ya exhibían streamers de todo el mundo. En Argentina sembró su pata local con referentes de la escena y dio lugar a la posterior creación de canales referenciados con figuras de las redes sociales sentadas en programas orientados para un público joven y diverso que no podía salir, al menos de forma legal, ni para ir a la escuela.

En medio de esa vorágine, Rosario no quiso quedarse afuera y todavía busca los caminos para erigirse como epicentro creativo a través de las plataformas en auge. Nuevas ideas, los costos, el horizonte y las dificultades para monetizar asoman como principales temáticas en torno a los programas vía streaming, la tendencia que se impone como “la nueva” cervecería artesanal.



Panorama nacional


Fue así que surgió LUZU TV, un canal de streaming que empezó a transmitir en vivo por YouTube y Twitch, liderado por el influencer y conductor Nicolás Occhiato, que rápidamente fue referenciado con lo que ya venía desplegando desde hace años el reconocido empresario Mario Pergolini a través de Vorterix, la señal que se inició como “una radio televisiva”, es decir, casi como un programa de televisión, con la posibilidad de visualizar los programas de la amplia grilla.

En el caso de LUZU, en plena pandemia, el intento se hizo a través del ya conocido Zoom, con una pantalla dividida en cuatro partes y los típicos baches que se generan por el delay. Rápidamente, frente al éxito de sus números, se montó un espacio físico en Palermo (Buenos Aires) y se armó un estudio televisivo, con cámaras, micrófonos, iluminación y escenografía.

Acompañado de otras dos influencers con millones de seguidores en Instagram (Nati Jota y Florencia Jazmín Peña), el programa “Nadie dice nada” es considerado el primer éxito de la nueva camada del streaming argentino. Veranos en Pinamar, viaje a Qatar para presenciar el Mundial y otras giras por teatros demostraron el apoyo de su comunidad, que salió del espacio digital al mundo real.

En medio, la controversia. Las espectaculares cifras de LUZU (con picos de 70 mil personas en simultáneo), parecieron complicar el hasta ese momento buen andar comercial de espacios similares como Vorterix. Fue por eso que, con su característico tono irónico, Pergolini acusó al nuevo espacio de Occhiato de utilizar bots para generar una sensación de masividad que no era tal. Años atrás, los programas de Vorterix, por citar el exitoso ciclo del rosarino Migue Granados junto a Martín Garabal en “Últimos Cartuchos”, que se inició a ciegas en Radio Blue y se consagró con imagen en Vorterix, arañaba los por aquellos tiempos deslumbrantes picos de 15 mil personas en simultáneo.

Los tiempos cambiaron, las tendencias crecieron y surgieron nuevos espacios. Con la televisión algo relegada, cediendo buena parte de su público ante la posibilidad de ver más contenidos digitales vía Twitch o YouTube, no fueron pocos los creadores de contenido audiovisual en redes y empresarios apoyados en jóvenes proyectos los que armaron su propio canal para prenderse a una movida que acapara la atención de buena parte de la comunidad joven adulta.

Charlas descontracturadas de grupos de cuatro personas con temas que salen de la agenda típica y formal de noticieros y medios. A esa repetición se refirió Pergolini en un guiño a Blender, el nuevo espacio llamado a tomar la posta de aquella impronta de Caiga quien caiga, discursivamente enfrentado a Videomatch (Luzu), de contenido más “liviano” ante otro con un humor mordaz: “Es la misma charla repetida eternamente. Hablar hablamos todos. La posibilidad de poner una cámara, un OBS y un HD lo podemos hacer todos y por eso todo el mundo cree que lo puede hacer. Pero que lo hagan no quiere decir que funcione”.


Nico Occhiato (LUZU), Mario Pergolini (Vorterix), Migue Granados (Olga) y Guille Aquino (Blender).

En vivo y para siempre


Por citar otros casos, en Buenos Aires se montaron estructuras desde Vorterix, la radio Urbana Play, El Destape, el ya mencionado LUZU TV y sus ramificaciones como Loft Stream y República Z y otros contenidos buscando una nueva mirada desde las plataformas como Blender y Gelatina, con más política y humor ácido pensado para una audiencia que sale de la franja adolescente.

En junio apareció en escena un activo jugador de las redes sociales. Nacido en Rosario, hijo del comediante Pablo Granados y con exitosos pasos tanto por el programa radial “Últimos Cartuchos” en Vorterix y con su podcast “La Cruda” en Spotify, Migue Granados es la cara de un nuevo espacio en tiempos de streaming que promete hacerle frente al tan mencionado LUZU.

Olga, como se llama el nuevo canal, comenzó con picos de hasta 30 mil personas y parece asentarse de entrada alrededor de los 20 mil viewers simultáneos, una cifra realmente destacable frente a lo que ocurre con otras emisoras. “Soñé que volaba”, el programa que arrancó en junio con él al frente junto al humorista Julián Lucero y la influencer Sofía Morandi, cuenta en su primera temporada la compañía de otro show conducido por Nati Jota, quien fuera compañera de Ochiatto en LUZU y que decidió meses atrás dar un paso al costado.

Todos los contenidos que se transmiten en vivo en un horario y día específicos son luego publicados en YouTube, donde quedan alojados hasta la eternidad y su rating, la cantidad de reproducciones, son casi un Ibope que muestra al público los hilos del éxito que tiene un programa o canal. Es así que un programa como “Paren la mano” (Vorterix), del comediante y también streamer Lucas Rodríguez, supera los 20 mil viewers simultáneos y las 100 mil visualizaciones diarias en YouTube. Twitter, Spotify y TikTok son las otras plataformas en las que los recortes se viralizan desde cuentas oficiales y de fans y editores otorgándoles más alcance y visibilidad digital.


“Paren la mano” (Vorterix), con Alfredo Montes de Oca, Lucas Rodríguez y Germán Beder.

En Rosario


El estallido de canales de todo tipo que llegan hasta a saturar al público con propuestas de bajo presupuesto desde Buenos Aires tiene su réplica en tierras rosarinas. Copiando los modelos exitosos y basados fundamentalmente en los bajos costos de inversión (si se compara con otro medio de comunicación como la radio y ni hablar con la televisión), la variedad de micrófonos y cámaras permite una gran alternativa de costos y calidad.

Brindis TV, una iniciativa montada desde el diario La Capital, el proyecto multipantalla Comunidad Fan, Qué Flá y Blue RTV (asociada al canal Somos Rosario), son algunas de las versiones locales de esta irrupción del streaming en forma de pseudocanales televisivos con una grilla con un puñado de programas. Se trata de apuestas que se iniciaron este año; algunas de ellas buscaron a través de lo que se denomina microinfluencers (de alrededor de 10 mil seguidores en redes) trasladar esas comunidades a sus canales, con las dificultades que eso implica. “Que te sigan en Instagram no significa que vayan a apoyar diariamente tu nuevo programa en YouTube; ya existen demasiados contenidos. Además, hay muchísimas cuentas en desuso que hacen bajar el engagement y se pueden visualizar fácilmente en la comparación entre likes y followers”, cuentan especialistas en la materia. Otro canal que se encuentra en fase de prueba es Vorly TV, que replica el formato que parece funcionar en algunos de los medios nacientes porteños. Central y Newell’s, principales clubes de fútbol de la ciudad, cuentan también con sus propios espacios.

“Se puede ir creciendo en equipamiento a medida que el canal lo requiere. Con una configuración básica de dos o tres cámaras y un buen micro se puede arrancar y de a poco ir incorporando más luces y alguna que otra consola. En contraparte con la inversión está la dificultad de monetizar los contenidos. Si bien está más desarrollado que hace unos años, el negocio publicitario online todavía no cubre los costos de grandes producciones”, apuntan referentes locales.

Entre computadoras, cámaras, micrófonos, luces y espacio para montar un estudio, productores estiman que con una inversión inferior al millón de pesos se puede salir “dignamente” al aire. “Todos quieren estar y tener una parte de una torta que todavía no se cocinó. En el camino van a quedar muchas. Sobrevivirán las que encuentren el equilibrio entre poder definir una audiencia adecuada y monetizar los contenidos”, vaticinan. Esto recién empieza.


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