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Sociedad

El futuro político de un Central fundido, entre la guerra fría y el legado de Pillín

El futuro político de un Central fundido, entre la guerra fría y el legado de Pillín



Por Alejo Diz


“Yo quiero decir que esta dirigencia a mí no me representa en nada”. La aclaración que hizo Raúl Broglia, ex presidente de Central, en una reunión entre asambleístas, expresa la frustración de los socios que volcaron en el Crece el sueño de ver a un Central administrado con proyecto sostenible. Hoy el club de Arroyito se revuelve entre deudas y pérdida de credibilidad, lo que abrió la puja política a dos años de las próximas elecciones. El miércoles 28, en asamblea virtual, se discutirá el balance, en un club donde la Justicia echa luz sobre los vínculos entre barras, entrenadores y representantes en el negocio del pase de los jugadores, en una causa que tiene detenido al líder de la barra brava, Andrés Pillín Bracamonte, por lavado de dinero. La oposición, entre tanto, sale a la cancha y muestra los dientes.


El sueño trunco


El Crece llegó al gobierno con un acuerdo entre varias agrupaciones, pero mantuvo siempre mayoría y gran participación en la gestión del club, desde el 2014. En su primer acto de gobierno, la dirigencia que presidió Broglia decepcionó a muchos de sus militantes: un pacto con Norberto Speciale, presidente de la comisión directiva saliente, para no profundizar ninguna investigación que pueda determinar la situación económica del club y detectar posibles irregularidades administrativas. Hoy Central tiene un rojo acuciante y nada podrá decirse de la herencia.

La gestión de Broglia, aunque administró millones de dólares en la venta de jugadores, cumplió en parte con la propuesta de gestión: el club tiene una vida institucional recuperada, un estatuto reformado con ejemplar participación del socio, y quien quiera ser opositor no es agraviado por sus expresiones en las asambleas. Por el resto, la historia de siempre. Porque la institución contrató a más de 60 jugadores en cinco años, pagó lo que no podía y la mirada sobre el fútbol profesional fue lo urgente y lo único, siempre.

El Crece perdió representatividad y cuando llegaron las elecciones de 2018 el que ganó poder fue el directivo más alejado de las proclamas de la agrupación con mayoría de gobierno: Ricardo Carloni.

Broglia, al desistir de involucrarse en la nueva lista, le dijo a Carloni en la cara todo lo que piensa de él, en una de las tantas reuniones tensas de comisión directiva. Broglia se fue y Carloni se quedó en una vicepresidencia. El principio del fin.

El sector del Crece que se fue del club es el que le reclama al presidente Rodolfo Di Pollina que eche a Carloni, como si estuviera en sus facultades. El vicepresidente está siempre a la búsqueda de reunir tropa para ganar poder, en una guerra fría interna que erosiona las fuerzas de gestión para orientar al club a una salida para sus falencias.



La agonía de un gigante


Para el oficialismo, la deuda está determinada: “El club debe 14 millones de dólares y en los últimos meses hicimos una reducción importante con la desvinculación de doce jugadores”, apunta el presidente Rodolfo Di Pollina a Suma Política. ¿Qué deuda se debe afrontar en moneda norteamericana? “Alrededor de tres millones es la deuda que se debe pagar con dólares, pero es relativo porque son acreencias que se pueden renegociar”, admite el presidente auriauzul.

La oposición no le cree a los directivos el balance ofrecido. Se teme que la deuda sea de 20 millones de dólares. El número es significativo y pone al club en la cornisa de una convocatoria de acreedores. La situación financiera de Central será determinante en la vida política de cara a las elecciones de 2022.

“Nuestro ciclo en el club está terminado. Ninguno de nosotros tiene posibilidades de renovar mandato y creo que solo (Ricardo) Carloni pretende aspirar a eso. El objetivo es llegar de pie a las elecciones. Se cometieron muchos errores, pero nunca se dejó de trabajar entre un grupo grande de gente y eso nos sostiene”, asumió, a modo de autocrítica, un reconocido militante del Crece. “Central compró jugadores que no podía pagar, como Marco Ruben, Marco Torsiglieri, Fabián Bordagaray, entre otros. Entramos en un círculo de deudas del cual se sale con decisiones drásticas y apuntalando a los jugadores de inferiores. Una idea que se materializa ahora y se debió hacer hace un año”, asume un directivo auriazul.

En la asamblea virtual el balance será aprobado. El oficialismo tiene mayoría entre los asambleístas. Pero el cónclave tendrá efectos colaterales que dejarán consecuencias en Arroyito.



Belloso y algunos más


La oposición tiene a su principal referente en Gonzalo Belloso, de Raza Canalla. El actual Secretario General Adjunto de Fútbol y Director de Desarrollo de la Confederación Sudamericana de Fútbol se transformó en un dirigente que reconoce las responsabilidades, lejos del manager bravucón que gestionó los dos primeros años de Central en el Nacional B, tras la explosión volcánica que originó el fútbol bajo mandato de Horacio Usandizaga.

Belloso no está dispuesto a formar ninguna alianza de cara a las elecciones. Su entorno es concluyente con Suma Política: “Si se presenta será candidato a presidente y se rodeará de gente de confianza”, afirman. Su experiencia en la comisión directiva que lideró Norberto Speciale le enseñó que improvisar tiene un costo alto en los clubes de fútbol. “Raza Canalla no va a ir a elecciones para asumir y tener que llevar a Central a la convocatoria de acreedores. Con esta situación económica, Belloso no será candidato. No va a asumir para decirle a los acreedores que no les vamos a pagar. Ese trabajo lo tienen que hacer las actuales autoridades”, afirma un colaborador del directivo de Conmebol. Consultado el propio Belloso, se excusó: “Estoy muy preocupado por Central. Pero no quiero hablar de esta dirigencia porque lo que pienso no va a aportar nada”, respondió, lacónico, el ex delantero auriazul.

Al margen de Belloso, la oposición se abre camino en Diego Lavezzi, hermano de Ezequiel, en la agrupación Origen Canalla. Como directivo de Coronel Aguirre, su perfil personalista lo aleja de cualquier acuerdo posible con Raza Canalla. Lavezzi quiere ser presidente y la falta de militancia en el club lo obligará a buscar acuerdos con otras agrupaciones. Mario Moretti, de Canayas Unidos, fue la lista menos votada en las elecciones de 2018. Pero el empresario del rubro cárnico sueña en su ingreso a Central como dirigente y va a participar en las próximas elecciones. Sus chances, como las de Lavezzi, están sujetas a que se pueda cerrar filas entre las agrupaciones. Y seguramente la alianza se concretará si alguno cede su ambición de ocupar el primer lugar de la lista. Pero el tiempo de las alianzas aún no llegó. Lo que los une es la crítica a la actual gestión del club.



La interna, Pillín y Silvetti


La comisión directiva de Central atraviesa una crisis interna de poder que se expandió a medida que crecían las decepciones deportivas. Di Pollina y Carloni son los líderes enfrentados, con la diferencia que el presidente cuenta con más representatividad en la composición de la comisión directiva, incluso a pesar de la degradación que sufre, frustrados muchos de sus partícipes por las decisiones de gobierno. Una puja que recrea las animadas, tristemente, por Víctor Vesco y Jorge Sauan, Pablo Scarabino y Gonzalo Estévez.

Pero lo que más debilita al Crece en su diáspora de militantes es lo descubierto por la Justicia, en el marco de la causa que tiene preso a Andrés Pillín Bracamonte, y que puso al descubierto una relación comercial entre Central y el jefe de la barra brava. La directiva formalizó los acuerdos económicos con Bracamonte sumando a sus empresas como proveedoras del club. Una decisión política incomprensible, más aún por las intimidaciones que Bracamonte ejerció contra los miembros del Crece en cada asamblea o acto eleccionario desde 2006.

En las inferiores, entre tanto, el representante Juan Carlos Silvetti se muestra con la misma influencia que tuvo con las anteriores directivas. En su última movida, el representante que tiene vínculos con Bracamonte, según investiga la Justicia, y que fue denunciado por maniobras coercitivas por el ex presidente Horacio Usandizaga, intentó poner a Fernando Lanzidei, entrenador de las inferiores, como técnico de la reserva. El ex delantero canaya también fue allanado por la Justicia por su vinculación con Bracamonte y Silvetti, en maniobras que, se presume, apuntan a ascender en las inferiores a los jugadores que están en la carpeta del omnipresente representante de futbolistas de Arroyito. “No podemos hacer nada para sacar a Silvetti, los jugadores eligen libremente a sus representantes”, asume Di Pollina en tono de resignación.

Es decir, el proyecto formador de jugadores que alguna vez soñó el Crece chocó de frente contra las estructuras que actúan por intimidación en Arroyito desde hace más de 20 años. Un problema del que ni siquiera quiere hablar la oposición, por temor a ser gobierno y quedar atrapado en promesas que después no se cumplirán. Aunque el problema mayúsculo en Arroyito explotará el día que vuelva el público a los estadios de fútbol y la barra deba encontrar un líder para ocupar la tribuna alta que da a espaldas al club Regatas. Ese día se conocerán los aspirantes a la sucesión de Bracamonte, caído en desgracia por la Justicia y privado de libertad. Y correrá sangre. Como siempre que los violentos se disputaron un lugar de poder.



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