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Sociedad

Félix Umansky, el rosarino que operó a Ariel Sharon y puso el nombre de la ciudad en los medios del mundo

Su nombre estalló en los medios de comunicación de todo el mundo cuando en 2006 operó al entonces primer ministro israelí Ariel Sharon, que había sufrido un grave accidente cerebrovascular (ACV). En ese momento, Félix Umansky era jefe del servicio de Neurocirugía del Hospital Hadassah, en Jerusalén, el principal de ese país. Sharon llegó moribundo y sobrevivió siete años a las dos cirugías que le practicó, aunque nunca recuperó la conciencia. Pero la proeza quirúrgica de Umansky y su equipo sobre el muy deteriorado cerebro de Sharon fue reconocida en el mundo entero. 

“Siempre digo que hice famosa a Rosario antes que Messi —bromea Umansky, en una cordial charla por zoom con Suma Política—. Yo nací en Rosario, fui a la escuela primaria, secundaria y a la universidad allí, así que cuando operé a Sharon de pronto Rosario estaba en todas partes. Hasta fueron a entrevistar a mi hermana, que todavía vivía. Esto fue antes de que Messi fuera tan famoso; fue mi contribución para poner a Rosario en la primera plana de los diarios y los canales de noticias del mundo”.

Félix Umansky acaba de cumplir 80 años y sigue viviendo en Jerusalén junto a su esposa, que es israelí. La pareja tiene dos hijos grandes: uno es médico, vive en Estados Unidos y los hizo abuelos de dos nietitas de uno y tres años, con quienes se comunican cotidianamente por facetime. El otro Umansky hijo es economista y vive en Tel Aviv. El prestigioso neurocirujano, que hace 50 años dejó su ciudad natal, conserva sin embargo su acento rosarino en cada oración. Fue alumno de la escuela Mariano Moreno, hizo la secundaria en la Escuela Superior de Comercio y estudió medicina en la Universidad Nacional de Rosario. 

—A Rosario vuelvo cada vez que puedo —dice—. Ya no tengo familia allá, pero sí muchos amigos, con los que estoy en contacto por grupos de whatsapp, todo el tiempo. La última vez fui el año pasado, cuando me nombraron miembro honorífico de la Sociedad de Neurocirugía de Rosario. Antes fui en 2019: la Fundación Ciencias Médicas me había otorgado el premio Rafael.

Mientras reconoce que sigue tomando mate, aunque le trae un poco de acidez por lo que ya no son tan largas las mateadas, comenta que en Jerusalén se consigue yerba sin problemas. No ha perdido el mate y tampoco pierde el idioma, porque en el departamento de Neurocirugía del Hadassah, donde sigue trabajando medio tiempo (“estoy semijubilado”, aclara), generó un programa de residencias para médicos de América Latina, que en este momento cursan un tucumano, una de República Dominicana y tres de Ecuador. 

“Así que somos varios los que hablamos allí el idioma de Cervantes”, dice con una sonrisa al tiempo que explica que para acceder a esa formación no hace falta que los aspirantes sean judíos; para revalidar el título de médico hay que rendir un examen y si planifican quedarse 6 ó 7 años deben aprender hebreo. “Si vienen por un año, se arreglan con el inglés”, añade. 

Cuando era más joven, Félix Umansky tocaba el clarinete y llegó a tener un grupo musical de jazz con otros neurocirujanos. Ya no. Sí va a menudo al gimnasio. Varias veces por semana regresa al hospital y viaja a congresos y universidades del mundo a desplegar sus enormes conocimientos y experiencia. En el hospital Henry Ford de Detroit cursó una beca de formación y formó parte del Departamento de Neurocirugía. 

Umansky, al clarinete en Denver

La familia y la vocación 

La próxima cita familiar de los Umansky será para festejar sus 80. “Y me gustaría que nos reuniéramos en Carlos Casares, provincia de Buenos Aires, que es el lugar adonde mis abuelos vinieron a vivir cuando llegaron desde Rusia —dice—. Mi papá llegó con 4 años y se fue a los 25 a radicarse a Rosario. Se cansó de la vida de campo: del ataque permanente de las langostas, que llegaban en nube y hacían destrozos en cada cosecha. En Rosario conoció a mi mamá, que también era de Ucrania, y se casaron. Y en esa casa de Entre Ríos 1480 nacimos los 3 hermanos. A diez cuadras de la nuestra, estaba la casa del Che. Cuando fui a Cuba, sabían que el Che era rosarino, pero no dónde era su casa…”

Después de radicarse en Rosario, el papá del doctor Umansky puso un negocio, pero más tarde, como muchos inmigrantes, fue vendedor ambulante a crédito, alguien que se manejaba con clientes de confianza e iba recorriendo casa por casa con sus productos. (N. de la R.: el “cuentenik”, en idish).

—Eramos una familia humilde, pero muy unida. Mi hermano mayor, que me llevaba 15 años, tuvo que dejar de estudiar para trabajar pero después pudo terminar la secundaria de noche y fue a la facultad: se recibió de Contador Público Nacional. Mi hermana era 13 años más grande que yo. Yo era el benjamín, el más chico, y fui el único que estudió medicina. Una de las grandes cosas que tiene Argentina es la educación pública, y no lo valoramos lo suficiente: no tener que formar parte de una familia adinerada para ir a la universidad. 

—¿Usted siempre quiso ser cirujano? 

—Cirujano, sí, pero no neurocirujano. Cirujano general, que era una especialidad bastante requerida para la época. En esa época en Rosario no había residencias, entonces Ibas al servicio y ahí aprendías pero yo no encontré un buen lugar, los lugares estaban ya llenos. Y me dijeron ¿por qué no va a neurocirugía? En ese momento neurocirugía era una especialidad macabra: todos los pacientes se morían. Pero conocí gente en el hospital Clemente Álvarez, el viejo Clemente Álvarez, donde había un primer núcleo de neurocirugía en Rosario, y ahí fueron mis primeros pasos. Intenté después ir a Buenos Aires, y luego a Chile, pero estaba todo ocupado. Un amigo entonces me preguntó si quería ir a Israel. Y le dije que sí. Era 1973. 

—¿Cómo era operar un cerebro en esa época?

—Lo que ha cambiado mucho es el sistema de diagnóstico. Cuando yo llegué a Israel ni siquiera había tomografía, estaban desarrollando una en Haifa. Recuerdo que le hicimos una a una paciente de 17 años. La resolución era muy mala, pero se llegaba a ver que tenía “algo” en la zona posterior del cerebro. Operamos y sí, tenía un tumor. Después vino la tomografía con medios de contraste y mejoraron más. En el 81 cuando viajé a Estados Unidos se empezó a usar la resonancia magnética y eso fue mejorando con el tiempo: ahora son fantásticas, de alta calidad. También mejoraron mucho los instrumentos. Nosotros trabajamos con microscopios, que hoy en día tienen mucha luz, mucha amplificación y muy alta resolución.

—Antiguamente tenían que abrir el cráneo. ¿Ahora también? 

—También ahora se hacen craneotomías, depende de qué cirugía se trate. Con el uso de la neuronavegación el procedimiento es más exacto y son más pequeñas. El uso del endoscopio (que permite abordar el cerebro sin necesidad de abrir el cráneo) tiene unos 20 años y distintas indicaciones. El desarrollo de técnicas endonasales endoscópicas (ingreso del endoscopio a través de la nariz) permite el abordaje de tumores de base de cráneo sin necesidad de craneotomías. Para tratar patología vascular cerebral con procedimientos mínimamente invasivos se ingresa por vía femoral. Lo que fue una revolución fue abordar los aneurismas cerebrales por vía endoscópica. Los aneurismas son como “globitos” de arterias que se rompen y producen hemorragias. Lo novedoso fue producir distintos tipos de stents, que son como pequeños alambrecitos o espirales, que se pueden ubicar por vía endoscópica, sin operar (abrir el cráneo). O hacer procedimientos como la trombectomía, que en el caso del stroke o ACV isquémico (un infarto cerebral) fue espectacular. Al principio, había tiempo de intervenir durante las primeras seis horas de producido el evento, pero ahora ese lapso se va prolongando más. 

—Doctor, usted que ha visto tantos cerebros a lo largo de su vida, ¿dónde cree que está la psiquis humana?

—El cerebro, con sus billones de neuronas, tiene una red de comunicación espectacular. Hay zonas que tienen una función más específica, las del lenguaje, las de la visión. No están aisladas, están comunicadas unas con otras. Para hablar y entendernos hay una parte del cerebro que produce los movimientos de la fonación que se comunica con la parte que comprende esos movimientos y que puede expresar con palabras lo que se está pensando. Así, hay demencias que se localizan en determinados lóbulos del cerebro y otras que están más diseminadas y eso cambia los síntomas. Cuando existe una lesión patológica, como un tumor, una hemorragia o un infarto, según el lugar donde ocurra podremos determinar con mayor precisión cuál será el problema que tendrá el enfermo. La vida psíquica está en el cerebro, aunque últimamente se está analizando la comunicación entre el cerebro y el intestino, y se plantea que enfermedades como el Parkinson, por ejemplo, podrían estar relacionadas con alteraciones en las bacterias intestinales. El organismo es algo espectacular. 

Un mundo en crisis (subtítulo)

—Se habla con insistencia, en especial luego de la pandemia, de una crisis mundial en los sistemas de salud. ¿También en Israel?

—En Israel la salud es pública. Desde luego, hay especialidades, pero hay algunas que los jóvenes no quieren. Por ejemplo, geriatría. Todos los servicios de los hospitales están llenos. Pero geriatría está vacía. Ni los médicos ni las enfermeras quieren hacerse cargo. ¿Por qué? Porque es un trabajo muy pesado y muy depresivo. A los pacientes hay que cambiarlos, limpiarlos, moverlos. No es una cosa agradable.

—Claro, pero es muy paradójico, porque cada vez llegamos más a viejos, y sin embargo no hay quienes se ocupen de nosotros. ¿Cómo se soluciona? 

—Durante la pandemia la medicina recibió un golpe muy grande: murieron muchos médicos. Entre los jóvenes que quieren estudiar medicina queda claro que es una carrera muy sacrificada. Si querés ser buen médico y progresar implica estudiar sin fin, estar metido todo el tiempo en el hospital, hacer guardias interminables, descuidar tu vida personal, tu vida familiar. Entonces los jóvenes hoy en día quieren vivir mejor. Ellos ven, por ejemplo, compañeros que están en la alta tecnología, en la computación y que ganan plata mucho más fácilmente. Y entonces, esa es una crisis mundial. Quizás un poco menos en Estados Unidos, porque en Estados Unidos la medicina es tan cara que los médicos ganan mucho más proporcionalmente que en otros países del mundo. Pero en la mayoría de los países de Europa no pasa esto, y tampoco en Israel, donde existe la medicina privada pero es para un pequeño grupo de pacientes y en ese nivel los médicos ganan muy bien, aunque si alguien tiene un problema muy serio no va a la práctica privada sino a la pública, y en la pública la mayoría gana término medio para arriba, pero nada más.

—¿Y cómo se va a enfrentar el futuro inmediato del planeta con gente cada vez más vieja, cada vez más enferma y con médicos que no quieran elegir esa ruta de tantos sacrificios y tan pocas compensaciones?

—Bueno… los gobiernos van a tener que entender que el Ministerio de Salud Pública es uno de los más importantes. Y no un ministerio desacreditado al cual nadie quiere ir. Entonces, con un buen Ministerio de Salud Pública, con la creación de hospitales, con el mejoramiento de los salarios del médico, con darles las mejores condiciones de vida en lugar de esas terribles guardias y trabajo mal pago, la atención de la salud va a mejorar. 

—¿Cómo es vivir en Israel, desde el punto de vista político?

—Israel es un país democrático que siempre tuvo problemas de seguridad internos: el conflicto palestino, países que lo amenazan como Irán, Líbano, Siria. El peligro grande es Irán, un país cuyo pueblo es pro israelí pero cuyo gobierno es una dictadura militar que no los deja respirar. Es difícil decir que uno se acostumbra a vivir aquí con el conflicto y la amenaza del terrorismo, pero hay que adaptarse. Los gobiernos son de coalición, no hay una mayoría exclusiva: muchas veces el gobierno se tiene que entregar a los caprichos de partidos políticos muy chicos de ideologías extremistas sin los cuales no pueden formar coalición. Desgraciadamente, ésto es algo que también está pasando en Europa: también las cosas se están yendo hacia los extremos y hay un descontento internacional por la política y los políticos, principalmente por la corrupción, un descontento que la pandemia evidenció y aceleró.

Rosarinos por el Mundo

Félix Umansky integra una amplia red diseñada y sostenida desde la municipalidad de la ciudad llamada “Rosarinos por el Mundo”, que busca establecer lazos entre aquellos que se fueron pero que mantienen su sentido de pertenencia local. La red está abierta a toda clase de oficios y profesiones (científicos, artistas, deportistas, idóneos) y quienes vivan fuera del país y estén interesados en contactarla pueden hacerlo aquí

Contacto Rosarinos por el Mundo | rosario.gob.ar o escribiendo a este mail: rosarinosporelmundo@rosario.gob.ar En redes sociales Instagram @rosxelmundo, Facebook @rosxelmundo y Twitter @rosxelmundo

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