En el año, los cuatro meses y los veinticuatro días en que estuvo prófugo de la Justicia, Damián Reifenstuel cambió de identidad, perdió el pelo y adelgazó. Pensó que podía empezar otra vida en una pequeña ciudad del interior de Bolivia donde nadie lo buscaría y el alerta rojo de Interpol quedaría en silencio. Su captura terminó con esas ilusiones y permite observar bajo una nueva luz la investigación del homicidio de Ivana Paula Garcilazo y las circunstancias que posibilitaron el desenlace.
La fiscal general María Cecilia Vranicich explicó en conferencia de prensa que Reifenstuel fue ubicado en Samaipata, al pie de los Andes bolivianos, a partir de un testigo que se acercó al Ministerio Público de la Acusación el 20 de febrero. Esta persona puso en contacto a los investigadores con “otro testigo que es de identidad reservada y estará dentro del programa de recompensas” implementado por la provincia para resolver homicidios no esclarecidos desde 2014 a la actualidad.
La detención de Reifenstuel demuestra que la recompensa funciona como un fuerte instrumento de difusión para los casos y como un incentivo para la colaboración ciudadana, algo comprobado por otra parte el año pasado en la investigación del crimen del playero Bruno Bussanich. Los ofrecimientos pueden despejar sentimientos de desconfianza o de inutilidad respecto de la Justicia y por otra parte contribuir al funcionamiento de un sistema que necesita mejorar sus estadísticas. El “Ranking de eficacia político-criminal de los Ministerios Públicos Fiscales” elaborado por el Instituto de Estudios Comparados en Ciencias Penales y Sociales (Inecip) ubica a Santa Fe en el octavo lugar entre diecisiete jurisdicciones (otras ocho no publicaron datos), con una tasa de 6,34 %; esta medición “busca identificar cuántas de las causas que ingresan a las fiscalías reciben alguna respuesta con capacidad de incidir, aunque sea mínimamente, sobre el control de la criminalidad”.
Pero el ofrecimiento de recompensa no hubiera sido tan efectivo sin otros aspectos que hacen excepcional el caso de Ivana Garcilazo y lo destacan entre otros homicidios impunes y con investigaciones en punto muerto: la viralización de imágenes que permitieron identificar a dos de los agresores y forzaron la presentación de Ariel Matías Cabrera y Juan José Massón, en octubre de 2023, y la conmoción pública provocada por la muerte de la joven hincha de Rosario Central.

Garcilazo tenía 32 años y la repercusión de su muerte tuvo múltiples factores: la presencia de testigos que describieron el ataque brutal en la esquina de Ovidio Lagos y Montevideo; la negligencia de un operador del 911, que le cortó el teléfono a un taxista que seguía a Reifenstuel; el viaje de Silvina Garcilazo, hermana de Ivana, a Santa Cruz de la Sierra en noviembre de 2023; la cuenta de Instagram con que la familia activó la búsqueda de datos y de justicia; la memoria y el reclamo persistente por la captura del prófugo en la tribuna de Central. El caso se mantuvo así presente en la agenda pública desde el 30 de septiembre de 2023, el día del homicidio, y ahora viene a demostrar también que el esclarecimiento de un homicidio exige compromiso social y solidaridad, como la que prestó por ejemplo la familia de Carlos “Bocacha” Orellano. Con estos gestos y acciones, el caso removió al mismo tiempo trasfondos siniestros e igualmente impunes de la criminalidad: la demostración de barras todavía no identificados que quemaron muñecos con los nombres de Ivana Garcilazo y Carlos Orellana en la tarde del último clásico, desapercibidos por el operativo policial; la decadencia institucional de Newell’s, un largo proceso cuya historia reciente se remonta desde el despliegue de la bandera de Los Monos en la despedida de Maxi Rodríguez a las evidencias de complicidad entre dirigentes y criminales que investiga la Fiscalía Regional.
Las recompensas ofrecidas y las imágenes de los responsables por sí solas no bastan entonces para esclarecer un homicidio; basta recordar los crímenes de Mauro Villamil y Ariel Edgardo Turnaturi entre otros episodios recientes. La visibilidad de una historia no se reduce a los registros de las cámaras de vigilancia.
Los testigos, las imágenes, una profecía
Al caer la tarde del 30 de septiembre de 2023, después de que Central le ganó a Newell’s en el Gigante de Arroyito, hubo varios incidentes en los alrededores del Parque Independencia. Vecinos del barrio registraron a personas que en distintos puntos de avenida Pellegrini apedrearon vehículos que pasaron tocando bocina o con banderas de Central e incluso a un móvil de la Dirección de Tránsito de la Municipalidad, y esos videos también llegaron a la fiscalía después del homicidio de Ivana Garcilazo.
Hubo al menos tres testigos presenciales del ataque contra Garcilazo. En la audiencia de imputación contra Juan José Massón, una mujer contó que circulaba en auto por Ovidio Lagos, detrás de Ivana que iba en su moto, y vio a los agresores en la esquina de Montevideo:
—Miraban para el lado del parque y estaban parados en la esquina con piedras en la mano. Creo que dos de ellos, porque no llegué a ver bien, esperaban al primero que pasara para tirar. Cuando el semáforo dio verde lanzaron las piedras hacia la gente, eran piedras bastante grandes, del tamaño de un ladrillo. Adelante nuestro iba esta chica y veo que una piedra la impacta en el parietal derecho y que ella se va para el carril izquierdo, contra el cordón, y cae en la vereda.
Reifenstuel pudo haber sido detenido en el momento. Otro testigo presencial, un taxista, observó que escapaba junto con Cabrera por Montevideo hacia Ricchieri, mientras Massón iba hacia Callao; dio la vuelta por Lagos y Pellegrini, giró en Ricchieri y al ver que los agresores se dividían optó por seguir a Reifenstuel, que llevaba un buzo rojo.
El taxista llamó entonces al 911 e informó lo que había pasado. La respuesta del operador sonó a que se lo sacaba de encima: “Ya te mando el móvil”. Cuando el taxista le hizo notar la falta de atención hacia los datos que le pasaba, el operador dijo que él sabía hacer su trabajo y cortó la comunicación. A seis cuadras había policías apostados como parte del operativo de seguridad por el clásico de aquel día, pero no llegaron a enterarse.

En la noche del 30 de septiembre de 2023 los agresores se reunieron en la casa de Reifenstuel, en Pérez, y estuvieron de acuerdo en la decisión de escapar de la acción de la Justicia aunque no en la misma forma. Cabrera y Massón volvieron a lo que había sido su vida normal, uno como coordinador de divisiones inferiores en Social Lux, el club de Ludueña, y el otro como distribuidor de bolsas de polietileno; Reifenstuel decidió irse de la ciudad, al día siguiente pasó parte de enfermo en una de las escuelas donde daba clases de Química y después presentó su renuncia.
Cabrera había participado en el homicidio de Garcilazo, y pudo asistir al velatorio de un jugador de Social Lux y mostrarse dolorido por esa muerte. Su situación cambió el 8 de octubre de 2023, cuando el MPA difundió videos obtenidos después de la compulsa de más de catorce cámaras de vigilancia. En las imágenes se lo vio de cerca, con una remera celeste, pantalón y mochila negra, mientras corría por Montevideo al 2700 después de arrojar a un cantero una linga de la moto de Daniel, el novio de Ivana, que venía detrás de ella y trató de ayudarla. Cabrera interpretó que buscaba pelea y hubo un forcejeo.
La difusión del video tuvo efecto inmediato. “Es Ariel, un profesor de educación física y de fútbol”, dijo una persona que escribió al correo electrónico de la Fiscalía Regional. La pareja lo reconoció y se presentó para identificarlo en el Centro de Justicia Penal. Cabrera terminó por presentarse en la Agencia de Investigación Criminal después que la policía allanara su casa; Massón se afeitó la barba y siguió el mismo camino el 25 de octubre, aunque pidió una rueda de reconocimiento de personas, lo que para la fiscalía fue un intento de confundir y de desligarse.
Reifenstuel también surgió a la luz con el video, donde aparecía con un buzo rojo y como si estuviera desorientado mientras observaba el paso de un taxi. La fiscalía lo identificó con su fotografía en el padrón de socios masculinos de Newell´s entre 18 y 50 años. Los estudiantes de la escuela de Enseñanza Media para Adultos “Raúl Héctor García”, de Cabín 9, lo reconocieron: era el profesor de Química que había llegado un mes antes a la escuela como docente interino de la materia. No obstante, tuvo una semana para ponerse a distancia de los investigadores.
La historia de Reifenstuel en su fuga comprende hechos fragmentarios y desconectados: una visita al santuario de la Virgen María, en San Nicolás, y la búsqueda de auxilio en esa ciudad, donde tenía contactos familiares; un viaje en remís desde Salvador Mazza, en Salta, y el cruce de la frontera con Bolivia por uno de los tantos pasos clandestinos donde circula el contrabando de mercaderías y de drogas; la supervivencia como indigente y limpiador de vidrios en Santa Cruz de la Sierra y el trabajo como profesor en un centro educativo a distancia en Samaipata.
Atrás quedaron un hijo de 9 años, en Rafaela, y una hija de 15, en Holanda, ambos con sus madres y sin contacto con el padre, y una casa arrasada y destruida por saqueadores, como un reverso exasperado de la propia violencia. En la foto difundida con el pedido de captura, Reifenstuel se ríe a carcajadas; en la que le tomaron en un auto de la policía boliviana, parece a punto de llorar. Las dos caras condensan su drama.
El fiscal Gastón Ávila, a cargo de la investigación, contó además con un testigo que permitió reconstruir la trama previa al homicidio. El 30 de septiembre de 2023, los agresores compartieron un almuerzo con otras tres personas en una casa de Catamarca entre Cafferata e Iriondo, donde vieron aquel partido que Central le ganó 1 a 0 a Newell’s mientras tomaban alcohol y cocaína y maduraba el estallido de violencia.
El testigo recordó una frase que se proyecta en la agresión contra Garcilazo: “Con un poco de suerte, ahora vamos y nos podemos pelear con alguien”, dijo alguno de los tres, cuando se preparaban para salir una vez que terminó el partido. Y se atribuyó una profecía que podría cumplirse apenas Reifenstuel sea extraditado y avance el juicio: “Tengan cuidado. No sean pelotudos porque si matan a una persona van 30 años en cana”.
