En tiempos de ultra conectividad, redes, mensajes de escasos caracteres, síntesis que poco dicen y comunicación fluida pero poco profunda, las ventajas para el cronista son enormes. Quien va al lugar de los hechos podrá mucho más que quien solo navegue, aún con toda destreza, en las aguas viscosas de los megabytes.
La sesión del Senado comienza desde siempre con una expresión formal, desde la presidencia, en la que se saluda a los legisladores y se nombra el número de sesión ordinaria o del período extraordinario. Reglamentariamente, puede iniciarse con la mitad más uno de las bancas ocupadas y a partir de ese momento la ansiedad crece. Recién con las primeras palabras del inicio comienza la transmisión en vivo (y la grabación que luego cualquier ciudadano podrá consultar).
En la última sesión de 2024 estaban listos los micrófonos, los senadores en el número suficiente aguardaban, tenía listos los papeles del presidente de la mayoría, Rodrigo Borla, con los sobre tablas a pedir, los proyectos, los mensajes del Ejecutivo y las preferencias a aprobar cuando la vicegobernadora Gisela Scaglia, en el centro del estrado, le explicó por lo bajo a un colaborador el motivo de la demora de un par de minutos: “falta Felipe”.
Felipe Michlig (UCR-San Cristóbal) es el hombre clave de la Cámara, que equivale a decir del cuerpo donde el oficialismo tiene todos los resortes de media Legislatura, con 14 de las 19 bancas. Tantas veces el gobernador Maximiliano Pullaro lo ha nombrado como su “jefe político” que por supuesto no sorprende que se lo espere unos minutos.
Pudo ser el ministro de Gobierno de Maximiliano Pullaro y eligió continuar como senador. Pudo seguir como jefe de bloque, ahora sí con mayoría y hasta quórum propio después de tantos años de hacerlo desde el oficialismo o la oposición, pero siempre en minoría, y sin embargo optó por ser el presidente provisional del Senado, un cargo que a partir de su figura parece cobrar una nueva significación política. Siempre ha sido un lugar de enorme valor entre los senadores porque son ellos quienes eligen a un par. Ahora, además, parece tener algún poder extra.
El presidente del Comité Provincial de la UCR fue el encargado de repasar el año, de dar un discurso de cierre en la última sesión 2024 en el Senado. Y como faltaron todos los senadores del PJ (que juran que solo se trató de una desafortunada coincidencia) esta vez no hubo contrapunto desde la oposición. En cierta medida, tampoco lo hubo a lo largo de todo el año. En términos políticos, Pullaro ha gobernado con la solidez de las mayorías legislativas y las ventajas que da el humor social que convalida los primeros tiempos de cualquier gestión. Los senadores del peronismo lo comprendieron desde el primer día y optaron por marcar en unos pocos temas puntuales sus críticas, por eso sería extraño que haya alguna lectura que hacer en el faltazo. De hecho, no es el primero. Y en todo caso, habrá que ver a quién se lo hicieron (si es que se hicieron la rabona con algún propósito).
En la Legislatura las voces más estridentes (no parece haber término más exacto) provienen desde hace meses del bloque de Amalia Granata; de ella en especial. El justicialismo en Diputados expresa disidencias pero también tantas contradicciones en su bancada Juntos, que suele imponerse el cómodo discurso de la antipolítica. La ex modelo tiene declaraciones sobre actos de corrupción de los ex integrantes de su bloque y sobre el oficialismo, que ya debería llevarlas a la Justicia, más allá de ponerse “a disposición de los fiscales”. Los fuegos de artificio también son estridentes, pero inofensivos. Mientras Perotti, y sus silencios, con su propia negociación con el oficialismo sobre cómo será la reforma constitucional en Santa Fe, su manejo de los tiempos que obligó a Pullaro a involucrarse en la convocatoria a extraordinarias para la sanción de la ley, recuperó cierta centralidad en el peronismo. En el PJ era acusado de traición pero se ha recurrido a un proceso más bien burocrático para analizar una eventual sanción disciplinaria por no obedecer al partido. Hasta el VAR es más veloz.


¿Números o textos?
Es verdad lo que esta semana dijo primero Clara García como presidenta de la Cámara de Diputados, primero en el brindis con los periodistas acreditados en la Legislatura y luego desde la presidencia, que ese Poder llevó adelante más de cien leyes en el año y que según de qué cuerpo se trate se sancionaron por unanimidad en un 70 por ciento de los casos en Diputados y aproximadamente un 80 por ciento en el Senado.
Michlig también enumeró las más relevantes, que tienen algo en común: incluyen las palabras “reforma” o “emergencia”, también a ambas. La lista es larga y va desde la histórica Ley 14.384 que consagró la necesidad de modernizar la Constitución de forma parcial, hasta la que cambió el régimen jubilatorio, pasando por facultades especiales para el gobierno en diversas materias: desde la seguridad hasta los servicios sanitarios. Las reformas penales y de actuación de la policía son las normas que más mencionan los legisladores del radicalismo, el socialismo y el macrismo cuando se los consulta sobre el balance final de fin de año.
El peronismo tuvo también su ley, en la última sesión de 2024 y sobre un tema que es un legado de la gestión de Perotti: en cuestión de horas las dos Cámaras votaron la norma que consagra como política de Estado al Boleto Educativo Gratuito que se ha aplicado mediante decretos. Es curioso, en Diputados no estuvo Perotti y su ministra de gobierno Celia Arena expuso las razones por las que Santa Fe subsidia el transporte público de pasajeros a la comunidad educativa. En el Senado, como se dijo, no asistió ninguno de los integrantes del bloque opositor.
Criterios
Como ante tantas actividades por ahora humanas, la planilla de Excel es un instrumento precario de medición para la tarea legislativa. Hace años que los dirigentes políticos aceptaron ser “los políticos” y, en el caso de los legisladores, que convalidaron una medición por cantidades respecto de su trabajo de representación: “votamos X número de leyes y proyectos”, destacan aunque no crean en que así se pueda medir la pretendida eficiencia, como si la hubiera cuando se trata de deliberar.
Legisladores y cronistas parlamentarios saben que para el poder, siempre que haya democracia, lo cualitativo es lo que importa. Y más si en esas sanciones existe consenso. Hay que ver entonces qué quedó dentro y qué afuera de los momentos de unanimidad o de alto acuerdo parlamentario. Por fortuna para Santa Fe la ley que marca el año se tardó todo lo necesario y puede decirse que fue con votos que atravesaron todos los sectores. Que consolidó al oficialismo, que sacó del letargo al justicialismo, que no complicó la izquierda y que produjo quiebres en la derecha.
Porque tiene un significado histórico, pero también contó votos de origen plural, esa norma vale más que un centenar. Y la ley que inicia en Santa Fe la revisión de su Constitución tras más de seis décadas (a Michlig le encanta decir que para cuando se sancionó la actual el hombre no había llegado a la Luna) sumó en Diputados un consenso transversal, incluso por izquierda y derecha.
A la ley en definitiva le sobraron votos respecto de los dos tercios de la totalidad de los miembros de cada Cámara que marca la Constitución, en uno de los artículos que no se va a tocar. Y que garantiza lo extraordinario de alcanzar acuerdos para iniciar procesos de cambios de la Carta Magna.
Puede que el número le haya dado al funcionamiento de las Cámaras el ritmo pretendido por el gobernador Maximiliano Pullaro, pero definitivamente la melodía de las reformas se impone. Habrá que prestar atención a los recursos extraordinarios de las emergencias que solo pueden usarse en los primeros años de gestión. La actual ahora está alumbrada por la posibilidad de una segunda e inmediata, con el mismo líder musical.
