“Hay que poner mucha atención en las propuestas, sobre todo en las más extrañas, en algunos casos peligrosas, que propone Javier Milei y sobre las que insiste”, dice el sociólogo Ezequiel Ipar, en medio de lo que ya se puede considerar tiempo de descuento para la elección del próximo presidente argentino. Una elección investida, por las circunstancias, acciones y omisiones políticas y económicas que la prologan, de aristas tan filosas que la vuelven definitoria. Con pliegues irracionales, verba encendida y capaz de tener, como nunca, en ascuas a la población.
Ipar, sociólogo y doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires (UBA) y doctor en filosofía por la Universidad de Sao Paulo (USP), dirige el Laboratorio de Estudios sobre Democracia y Autoritarismo (LEDA), dialogó con Suma Política sobre el debate entre los candidatos presidenciales Sergio Massa y Javier Milei, que dejó altos índices de ratting, y tela para cortar hasta el domingo 19 de noviembre, el día D.
—¿Cuál es su lectura sobre lo que se escuchó y vio en el debate, un hecho político de densidad inédita?
—En el debate Milei volvió a insistir con que no va privatizar la educación y la salud pública, aunque agregó pero, y aclaró que la universidad pública sí tiene un programa de privatización, tal vez no en la primera generación de reformas pero sí en la segunda; allí hay un valor muy importante para el país como es la gratuidad, que este candidato a diferencia de todos los candidatos en 40 años de democracia, propone una transformación privatizadora y eso lo destaco en el plano de las propuestas, no de la retórica.
Lo segundo en lo que Milei insistió, es con la dolarización: Para la ciudadanía hay que recordar que es una transformación muy radical de nuestro sistema económico. Muy pocos países tienen ese sistema monetario, y él propone un cambio en el régimen monetario y financiero sin dólares en el Banco Central; es una propuesta que nos puede parecer legítimamente insólita, pero sobre la que él insiste. También se escucha decir que Milei no va a poder concretar lo que dice como si las propuestas de los candidatos de extrema derecha fueran metafóricas, pero no lo son.
Los debates sirven para ver en qué insisten los candidatos, dónde ponen los esfuerzos para dejar claro un mensaje, y en estos dos campos Milei insistió. Puse dos ejemplos pero hay otros, como primera reflexión veamos dónde están las insistencias más fuertes de este candidato alternativo, como para que la ciudadanía las pueda evaluar antes de emitir su voto.
—¿La ciudadanía ve los debates como un lugar de información o como un espectáculo?
—Hay que destacar el interés por el debate y eso es bastante, las audiencias fueron muy altas, se acercaron a las de la Copa del Mundo, en un contexto donde se suponía predominaba la antipolítica. Ahora cómo lo ven, desde dónde analiza eso que ve, diría que de todos modos, aún cuando hay un interés espectacular, son una oportunidad para enterarte de cosas que tal vez por la burbuja en la que se vive en términos de consumo de noticias y la cultura de las redes, radio o televisión, el debate trae información que tal vez perfora esas burbujas. Tal vez nunca se había escuchado al otro candidato o a tu candidato enfrentar interrogaciones enfáticas, repreguntas, pedido de explicación, en esta posibilidad de enterarse de información relevante que atraviesa la fragmentación, ahí hay algo intrínsecamente valioso.
—La épica de Milei se basa en categorías relativas que se definen con respecto a otra cosa, como libertad, cambio, personas de bien… cautiva con abstracciones.
—Esa fuerza cautivante de Milei tenía un significado y una contundencia a comienzos de este año, era el candidato nuevo, que tenía propuesta para la crisis y tenía un tipo de adhesión más irreflexiva. Esas abstracciones en el debate se pusieron en tensión porque pueden significar libertad de portar armas o el libre mercado entre privados para donación de órganos o de niños. Esto comenzó a estar bajo una mirada crítica en el último tiempo y empezó a exigir que se vuelva concreta esa idea de libertad, cómo se inscribiría en lo institucional y en la vida cotidiana, o sea a volver más difícil el hacer política con abstracciones.
—Cuando las expectativas de la población quedan insatisfechas por los gobiernos democráticos aparecen estas zonas grises donde una voz diferente es capaz de encantar el desencanto…
—Si, una vacancia que suelen ocupar las derechas radicalizadas globales, expresiones antipolíticas y antidemocráticas. Pero también es cierto que la ciudadanía tiene una responsabilidad en cómo reparar ese sistema político sin destruir lo que aún se conserva y que está funcionando mal. De cara al ballotage vale la pena enfatizar el lado activo que tiene que tener la ciudadanía para buscar y demandar una función, a eso que tal vez los partidos tradicionales dejaron de dar una respuesta. Pero la solución tiene que estar basada en la responsabilidad propia al dar el triunfo a quien quiere un esquema de dolarización insólito. La elección no es el único momento en que la sociedad civil tiene que encontrar un camino.
—Milei habla desde el más básico sentido de la doxa, evoca a una mesa de café, discutiendo política al atardecer apasionadamente.
—Milei tuvo una oportunidad con la pandemia y la crisis social que vino después, eso es un poco lo que lo explica en condiciones de posibilidad, eso lo volvía nuevo, enérgico, corajudo, pero después se advierte intolerante y que muchas de sus propuestas son canalizaciones de formas destructivas, que la simbolizó con la motosierra, como gran símbolo y metáfora de su programa. Le rindió pero también encontró un límite, ya no sale con la motosierra. Hay que seguir activando la advertencia sobre qué significan estas propuestas que canalizan la bronca sólo como fuerza destructiva; es la estrategia de las derechas radicales en las democracias contemporáneas. Aún estamos abiertos a que una parte de la sociedad no elija canalizar la bronca a través de fuerzas de destrucción.
—Considera como se ha dicho que estas elecciones son definitorias en el sentido que pueden llevar a cambios estructurales.
—Totalmente. Y son las más delicadas de los últimos 40 años de democracia, porque hay un candidato que viene por fuera del sistema de partidos, lo que no sería un problema, pero es que viene con algunas propuestas radicales para libertades conseguidas a través de la institucionalización de derechos como la de educación superior gratuita, o en la narrativa de su candidata a la vicepresidencia para legitimar acciones tremendas de la dictadura. Nunca pasó, represores cumpliendo condenas por lesa humanidad, apoyando a estos candidatos, y algunos simpatizantes de Milei y Villarruel dijeron que esos apoyos iban a ser necesarios para reprimir futuras protestas sociales. Eso es una amenaza a los derechos individuales básicos.
Parece que la ciudadanía está tomando un tiempo para pensar el tipo de salto al vacío de ganar Milei, incluso aparecen muchos modos de participar de este ballotage que no implican necesariamente un compromiso programático o una simpatía hacia su adversario, Sergio Massa, no implica dejar de ser opositor a la actual gestión de gobierno y sin embargo ver la posibilidad de votar como un camino para seguir jugando el juego de la democracia, en todo caso ser oposición con todos los derechos que nos costó conseguir conservados. Por ejemplo, los socialistas allí en Santa Fe, eso me parece importante.
—Una especie de voto operativo…
—Si, un voto al mismo tiempo pragmático pero también muy influido por valores, porque lo que se están defendiendo son valores más profundos que la identidad política de cada partido. Antes de las elecciones tenemos que pensar muchas cosas porque después no las vamos a poder reflexionar. Será tarde.