El domingo electoral, después de reconocer la derrota a manos de Maximiliano Pullaro y de proyectarse como uno los dirigentes que tendrá a su cargo liderar la oposición en Santa Fe, Marcelo Lewandowski llamó a los suyos a “desensillar hasta que aclare”. El senador se impuso desde ese momento un cerrado silencio que acompañan, fieles a la sugerencia, sus más cercanos operadores. Los pocos que hablan en su campamento explican que ahora es tiempo de procesar el traspié. Y que ya llegará el momento de subir al ring para disputar la conducción, simbólica o formal, del peronismo santafesino.
Integrantes del grupo que militó por su candidatura a la gobernación reconocen que muchos facturarán a nombre del senador la agria derrota del 10 de septiembre pasado, pero no pierden el entusiasmo. “En todas las elecciones en las que se presentó ganó la interna: 2019, 2021 y 2023. ¿Quieren más legitimación hacia adentro?”, enumeran como antecedentes para avalar un liderazgo que ven implícito dentro del justicialismo.
Sus aliados apuntan que consiguió más de medio millón de apoyos en la general, reteniendo el caudal de las PASO y sumando otros cien mil más. Pero, además, destacan que en el mano a mano superó al gobernador Omar Perotti: 544 mil votos contra 484 mil. No es una comparación casual: saben que el gobernador, aun en retirada y debilitado, asoma como uno de los seguros contendientes internos.
La relación de Lewandowski con Perotti siempre fue distante, llena de desconfianza. La campaña profundizó ese recelo. El rafaelino mantuvo casi hasta el filo mismo del cierre de listas su intención de impulsar a Roberto Mirabella, su hombre de confianza, como el candidato a la gobernación. Sólo el respaldo nacional de Sergio Massa y el de los intendentes y jefes comunales santafesinos revirtieron la situación en favor de Lewandowski. “Si el candidato era Mirabella esa misma noche se terminaban todas las esperanzas del PJ”, aseguran cerca del senador con una dosis inocultable de acidez.
Cristina Kirchner fue una de las que le sugirió al periodista y legislador, hasta la noche anterior al cierre de listas, que jugara por la intendencia de Rosario. Los números se presentaban favorables para él.
Lewandowski sopesó esa posibilidad en los meses previos. En marzo, sin embargo, ya le había dado un corte al tema. Entendió que no podía seguir especulando con los dos proyectos y se inclinó por ir a fondo por la gobernación. Apostó a esa opción por distintos motivos. Por un lado, concluyó que el peronismo no tenía un candidato con caudal electoral suficiente para disputar el poder provincial y que él podía ser la alternativa con mayor peso. La segunda razón: se convenció de que si ganaba Santa Fe podía hacer mucho más por Rosario desde la Casa Gris que sentado en el sillón mayor del Palacio de los Leones.
La sugerencia de jugar en el pago chico no le llegaba sólo desde la política: fueron varios los empresarios que le prometieron su apoyo si se convertía en el próximo intendente. En marzo, sin embargo, desestimó finalmente esa alternativa y decidió lanzarse como opción para suceder a Perotti.
Sabía que la cuesta era empinada porque dos de los tres tercios en los que se había dividido la elección anterior, la de 2019, ahora estaban juntos con la conformación del frente Unidos. Eso, y una gestión desgastada, ponía en zona de riesgo la continuidad del PJ en el poder. Igual decidió transitar ese camino.
Con la campaña en marcha advirtió que se presentaban otros escollos. Nada menores. En su equipo de trabajo juran que el aporte de fondos, tanto de Nación como de provincia, fue siempre escaso. “El dinero se parecía al que tiene un candidato de la oposición, no a uno oficialista”, se quejan.
La estrategia de campaña presentaba, al mismo tiempo, múltiples complejidades. Una de ellas, evidente: Lewandowski debía mostrarse con Perotti, e incluso evitar las críticas a la gestión, aun cuando percibiera el descrédito creciente que pesaba sobre la figura del gobernador.
Aunque compartían la inauguración de algunas obras, en el comando de campaña del senador observaban falta de sincronización y hasta leían como claras zancadillas ciertos movimientos dictados desde el gobierno provincial.
Comentan, a modo de anécdota, un episodio llano, pedestre, pero muy ilustrativo. “Marcelo no quería aparecer con Perotti en los afiches que se colocaban en Rosario porque sabía que eso le traccionaba en contra. Insistía en que no hicieran eso. Por el contrario, pidió que llenaran de afiches en el norte, donde necesitaba insertarse más. Hicieron todo al revés: le llenaron de afiches Rosario en los que se lo veía junto a Perotti y en el norte no pusieron uno solo con la cara de Marcelo”, exponen agriamente.
En el grupo que responde al senador siguen sin entender la estrategia. Aún hoy creen que Perotti, sin posibilidad de reelección, hubiese quedado parado como claro líder del PJ si retenía la provincia y le entregaba la banda a un dirigente de su propio partido. Incluso, habría logrado preservar en sus cargos a varios de los suyos. Hasta en las segundas y terceras líneas del Estado.
“Llegó gracias a un peronismo unido y se encerró en un círculo pequeño. Su política de seguridad y económica fue errada. Perdió la provincia, la Legislatura y quedaron en poder del PJ apenas catorce intendencias sobre cincuenta y siete. Es el final previsible de un proceso de falta de conducción de cuatro años”, lo critican.
Cerca de Lewandowski aseguran que Massa fue uno de los que más valoró el trabajo que hizo en Santa Fe. Creen, además, que jugar en una elección que se intuía compleja para el PJ desde el vamos puede favorecerlo a futuro en la disputa por los liderazgos, aunque asumen que muchos querrán hacerle pagar el precio de la derrota.
En cualquier caso opinan que el peronismo provincial no debiera apurar decisiones ni adelantar la renovación de autoridades en medio de un proceso electoral nacional que tiene un impacto innegable. Puestos a proyectar, aceptan que los intendentes y legisladores del PJ legitimados por las urnas el 10 de septiembre pasado se convertirán en voces de peso y con representatividad para ordenar al partido.
“En el peronismo, cuando no hay un liderazgo indiscutido, lo que ordena todo son los votos. Hay figuras que hay que escuchar más y, sin tirar a nadie por la ventana, otros tendrán que entender que su tiempo ya pasó”, explican, pragmáticos.
Qué lugar tendrá Lewandowski en esa reorganización es una incógnita que, cerca suyo, estiman que recién podrá revelarse el año próximo. Advierten que el 31 por ciento de los votos que lo acompañaron lo avalan para luchar por el liderazgo de la oposición.
Para ello, aseguran, el rosarino está dispuesto a sentarse a escuchar a todos los sectores del peronismo para saber qué quieren y qué piensan. Ganas de conducir el proceso de reconstrucción no le faltan. Quiénes y cuántos están dispuestos a seguirlo en ese camino es algo que aún desconoce. Los tiempos de la política, irregulares y tumultuosos, terminarán por revelárselo.
