¿La libertad de expresión está en crisis? Con esa pregunta como disparador, varios especialistas debatieron en Rosario sobre la relación entre los medios de comunicación y la democracia. La charla se dio en el marco del XV Congreso Nacional y VIII Internacional sobre Democracia que propone dialogar y debatir sobre los desafíos del sistema democrático en la actualidad, y que tuvo su punto final el último jueves en la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Plataformas digitales, discursos de odio, censura y empresas de medios fueron palabras y conceptos que rondaron a lo largo del panel.
La charla tuvo lugar durante la última jornada del Congreso y dio cierre a los diversos paneles previstos a lo largo de cuatro días. Fue coordinada por Lucila Dattilo (UNR) y tuvo como expositores a Martín Becerra (Universidad de Quilmes), Graciana Peñafort (Directora de Asuntos Jurídicos del Senado de la Nación), Damián Loreti (Universidad de Buenos Aires), y Daniela Monje (Asociación Latinoamericana de Investigadores de la Comunicación). Los últimos dos participaron del panel en forma virtual a través de una pantalla gigante colocada en el Salón de Usos Múltiples del Aulario de la Ciudad Universitaria de Rosario.
El panel se tituló “¿Libertad de expresión en crisis? Democracia y medios: una conversación urgente” y los panelistas aportaron distintas miradas al debate. Para Becerra el interrogante planteado tiene una respuesta afirmativa porque los consensos alrededor del derecho a la libertad de expresión se construyeron en torno a un contexto mediático y de producción y circulación de la palabra muy distinto al actual.
“La irrupción de las grandes plataformas digitales, su intermediación, el control que hacen de la circulación de contenidos y su edición, con remociones y bloqueos, problematiza los principios de libertad de expresión. Eso conculca a actores democráticos la posibilidad de ejercer contralor, auditoría cívica sobre el funcionamiento de estas plataformas y va lesionando a la expresión pública. Y esto, paradójicamente, se da en una etapa histórica en donde, como nunca antes, la ciudadanía puede hablar, pero esos discursos que pueden ser emitidos raramente pueden ser después escuchados o leídos”, explayó.
Asimismo, el especialista se refirió a la “conversación urgente” que se plantea entre medios y democracias a partir del rompimiento de ciertos consensos: “Muchas empresas mediáticas estuvieron a partir de 1983, no antes, bastante comprometidas con el mantenimiento de normas de convivencia básicas, como por ejemplo que atentar contra la vida de una vicepresidenta no es correcto. Bueno, han roto ese principio y ese acuerdo. Y hoy lo que vemos es prácticamente loas a un intento de magnicidio. En algunos canales de televisión, en el editorial del diario La Nación. Entonces ahí hay un problema de fondo”.
Discursos de odio
Durante su exposición, Graciana Peñafort puso el foco en los discursos de odio y el problema que acarrea en las democracias modernas. Para la abogada, a medida que las relaciones en el mundo se complejizan van apareciendo intereses contrapuestos que muchas veces se vuelven innegociables. Y esa “ruptura” del diálogo es el terreno fértil donde proliferan los discursos de odio y va, incluso, un escalón más allá porque desnuda un prejuicio preexistente en las personas.
“El antisemitismo ya existía en la Alemania antes de Hitler. Lo único que hacen los discursos de odio es tomar una categoría que ya existe en la conciencia de las personas y la alimenta, la exacerba y luego permite generar un colectivo identificado con esa categoría. Probablemente para las sociedades modernas sean los pobres o los delincuentes. En la dictadura militar eran los subversivos. Entonces se genera una diferenciación en la sociedad de un ellos y un nosotros. Y la consecuencia de eso es la “legitimación de las violencias” contra el sector que es señalado y de a poquito se va resquebrajando el tejido social”, analizó.
En esa línea, Peñafort manifestó su preocupación por la pérdida de la “hipocresía democrática” desde el retorno de la democracia en 1983. “No todos los argentinos estaban a favor de las políticas de memoria, verdad y justicia. Pero muchos no se animaban a decirlo porque eran pasibles de una sanción social. Pero eso se fue rompiendo y hoy tenemos personas que no tienen ningún empacho en hablar en contra de estas políticas”, expresó y agregó: “Pasamos de establecer como héroes de la patria a las abuelas y madres de Plaza de Mayo a tener todos los 24 de marzo a los negacionistas del golpe. Y una cosa es no tener acuerdo sobre cuántos fueron los desaparecidos y otra distinta es suponer que los desaparecidos no tienen derechos solo porque eran subversivos”.
Ante eso, la pregunta que surge es qué hacer con los discursos de odio. La abogada enumera tres puntos. Primero identificarlos para combatirlos, y ahí es donde los medios de comunicación toman relevancia como grandes difusores de esos mensajes. “No porque quieran ser odiadores, sino porque esos productos venden”.
El segundo punto es tener responsabilidad ciudadana para ver cuáles son nuestros prejuicios porque “no hay discurso de odio que no sea siempre en prejuicio de alguien”. Y por último no difundirlos. “A los discursos de odio hay que cuestionarlos con el ánimo de poner en crisis las premisas en las que se basan”, señaló.
Pandemia y plataformas
Por su parte, Daniela Monje basó su intervención en torno a tres interrogantes. Por un lado, el pensar qué significa garantizar el derecho al acceso a la información en un mundo recientemente plataformizado, pero a la vez inaccesible en términos de conectividad para gran parte de la sociedad; por otro, cómo gestionar derechos ciudadanos y el fortalecimiento de las democracias en un contexto global de crisis de los estados nacionales; y por último, cómo se relacionan las agendas específicas de estos temas con aquellas relacionadas a la vida del planeta y el medioambiente.
En ese marco, la especialista profundizó en el impacto que trajo la pandemia respecto al uso y aprendizaje de redes y plataformas digitales: “En pocos meses se materializó lo que se proyectaba para dentro de cinco años. Pero esto no ocurrió de un modo uniforme. La contracara fue la desigualdad en el acceso a la conectividad”.
Según los números aportados, mientras que cerca del 60 por ciento de la población mundial experimentó una aceleración de consumos de plataformas, el 40 por ciento restante quedó en la periferia. Además, de los 7.800 millones de habitantes del planeta, el 59,5 por ciento tiene conectividad a internet; el 66,6 por ciento cuenta con smartphone, y el 53,6 por ciento utiliza una o varias redes sociales.
“En la actualidad 5 de las 10 mayores riquezas del mundo están vinculadas a la comunicación e internet y han desplazado de los primeros puestos a empresas petroleras, financieras y a bancos”, señaló. “El 2020 no solo fue el año de la pandemia si no el año de mayor proceso de aceleración digital en toda la historia mundial”, añadió.
En tanto, Damián Loreti abordó varios tópicos entre los que se destaca el modelo de negocios de los medios y la publicidad oficial, y también los problemas asociados a la proliferación de plataformas.
Y ahí identificó como “un problemón” la discrecionalidad con las que algunas plataformas toman decisiones con las que los usuarios pueden no coincidir. “¿Cómo, cuándo y dónde discuto con una plataforma? Si te querés quejar de algo primero poné click para aceptar y tenés que contestar en no más de mil caracteres y que si no te gusta te vas a quejar a Estados Unidos, lo cual implica ciertos costos. Eso le pasó a los chicos de Sudestada, a los que les avisaron que les redujeron el alcance de una nota sobre lavado de activos”, recordó.
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Periodista. Licenciado en Periodismo (UNR). Conductor y productor en radio Aire Libre (91.3). En Twitter: @NachoCagliero