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Economía

Los biocombustibles argentinos en la rueda de la fortuna

Con la producción de gasoil más baja desde 2014 y una demanda para la generación de energía eléctrica un 320 por ciento superior al mismo período del año pasado, el paro de transportistas puso en jaque la comercialización de la producción agrícola hasta el último minuto. Nunca antes la Argentina había importado un volumen semejante para febrero. La cantidad fue mayor incluso a los picos alcanzados durante el invierno. Y parte de esa demanda se cubre con los stocks disponibles, que también llegaron a un mínimo. 

El contexto no ayuda: los efectos de la guerra rusoucraniana sobre la producción se traducen en problemas de abastecimiento, aumento de costos y déficit de fertilización. Es decir, una encerrona entre las amenazas de una crisis de oferta y la escasez de dólares. Como respuesta, el Ministerio de Agricultura acordó con su par brasileño una iniciativa para el autoabastecimiento regional de fertilizantes. La inflación más alta de las últimas dos décadas, las subas de tasas del Banco Central y la necesidad de los fondos extra de resiliencia y sostenibilidad que pueda girar el FMI, exigen respuestas creativas y fuera de repertorio. 

En 2022, las importaciones podrían escalar por encima de los 70 mil millones de dólares. Solo en energía, la cifra rondaría los 13 mil millones, la más alta de la historia. Los camioneros no encuentran gasoil porque el poco combustible que hay se utiliza para garantizar el abastecimiento vital. El aumento para los transportistas buscó descomprimir la situación en lo inmediato ante una pérdida de 100 millones de dólares diarios debido a las toneladas que no ingresan al circuito comercial. 

La montaña rusa de la bioenergía

La industria de los biocombustibles viaja entre subidas y bajadas. Por ejemplo, del récord hasta entonces de 2,58 millones de toneladas de biodiesel del 2014 se pasó al mínimo en 2015, con 1,8 millones de toneladas. Sin embargo, el volumen de ventas para el corte interno se mantuvo regular y permitió darle rodaje a la producción. En esos años, las exportaciones fueron deteriorándose sucesivamente, en buen grado debido a las políticas aplicadas en los mercados europeos.  

En 2012 se vendieron 1,6 millones de toneladas y en 2015, 0,78 millones de toneladas. Entre 2016 y 2017 hubo un repunte de las ventas externas y la producción de biodiesel llegó a un nuevo récord de 2,87 millones el último año. Pero la combinación entre el retiro de la demanda estadounidense, las limitaciones europeas y el repliegue de Perú, sumadas a la crisis desatada en abril del 2018, golpearon de lleno al sector. 

La retracción del consumo que trajo aparejada la pandemia hizo que el corte obligatorio de gasoil con biocombustibles no se cumpliera. En 2020 se produjeron 1,1 millones de toneladas y en 2021 se recuperó hasta 1,7 millones. La reducción del porcentaje de corte dispuesta por la nueva ley debilitó el mercado local y las ventas se desplomaron. Hacia el exterior, Países Bajos, con 1,2 millones de toneladas anuales, sostiene la demanda. De las 32 empresas que produjeron biodiesel en 2021, solo una tuvo un volumen superior al promedio entre 2017 y 2019. 

Los circuitos virtuosos de la agroindustria  

El problema de la dependencia del petróleo obligó a buscar alternativas y la producción granaria ofreció una salida oportuna en términos de eficiencia económica y beneficios ambientales. El etanol de maíz comenzó a propagarse desde los Estados Unidos a principios de la década del 90. El biodiesel tuvo su impulso desde Francia, por la misma época. Argentina, uno de los principales exportadores de maíz y de aceite de soja, reúne las características de una potencia sectorial. 

La ley 26.093 de abril de 2006 fue el propulsor que hacía falta: estableció el corte obligatorio y movilizó una enorme masa de recursos que se volcaron como inversiones para desarrollar uno de los polos más importantes a nivel mundial. Fundamentalmente desde Santa Fe, la Argentina pasó a puntear en las grandes ligas de la sustitución de combustibles fósiles por renovables y en exportaciones globales de biodiesel. Hoy, el sector tiene un 60 por ciento de capacidad productiva ociosa.  

Semanas atrás, las bolsas de comercio de todo el país emitieron un comunicado proponiendo el aumento del corte de biodiesel, que fue reducido con la ley del 2021. La capacidad de producción anual de biodiesel asciende a 3,9 millones de toneladas. Santa Fe es la protagonista absoluta, con una participación del 84 por ciento del total. De acuerdo a las entidades comerciales, las empresas mezcladoras pueden usar biodiesel hasta un máximo del 20 por ciento. 

El final es en donde partí

La repercusión positiva de la legislación sufrió un corte abrupto en el medio del descalabro de la pandemia. En los biocombustibles, el que vende afuera no vende adentro, y el que vende adentro, no lo puede hacer afuera. Por eso, el impacto de la nueva ley lo sintieron especialmente las pequeñas fábricas, cautivas del mercado interno. Las que producen menos de 50.000 toneladas anuales tuvieron caídas en la producción superiores al 40 por ciento. 

La cadena de la soja se resintió y se reactivó un proceso que resta valor agregado a la producción primaria y despotencia al complejo agroindustrial. Las 90 millones de toneladas de soja y maíz que se levantarán necesitan de camiones y trenes para llegar a los puertos y acopios. El campo demanda alrededor de 2.000 millones de litros de gasoil por año. Ante un panorama en que el faltante de combustible y las heladas en la zona núcleo complicaron el avance de la cosecha gruesa e instalan dudas hacia la campaña de trigo, las condiciones tienden hacia una oleada de sojización. 

El potencial técnico para sustituir el gasoil del transporte se manifiesta en los motores de camiones y cosechadoras homologados. La agroindustria nacional tiene capacidades sobradas para responder ante un evento disruptivo a nivel internacional con fuertes impactos en la situación interna. Y Santa Fe es el ejemplo paradigmático de esa integración, donde las empresas de molienda de soja se complementan con las “otras” refinerías y con la aplicación sobre el terreno para lograr la continuidad productiva. Del grano al combustible, del combustible a la máquina, y de la máquina al grano. 

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