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Economía

Los efectos de la sequía y el peligro de perder el trimestre dorado en 2023

Las consecuencias de la emergencia climática sobre la producción nacional ponen en vilo la economía de cara al verano. Si bien diciembre es un mes con mayor demanda de pesos para aguinaldos y consumo de fin de año, enero y febrero amenazan con presiones sobre el dólar. El anuncio de la extensión del swap con China procuró algo de alivio, aunque las certezas nunca resulten definitivas. 

Los rumores de nuevos tipos de cambio diferenciales surgieron con intensidad a medida que se producía la pérdida de reservas en el último mes y medio. Desde la finalización del dólar soja, el Banco Central casi no dejó la posición vendedora. El anuncio de un régimen para las economías regionales y el apoyo a los productores que no ingresaron en el programa de fomento de exportaciones, no llegan a tocar la médula del problema. 

Desde la Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina y el Centro Exportador de Cereales, indicaron que el nuevo dólar podría rondar los 220 pesos, lo que introduciría un aliciente para incrementar las liquidaciones de cara al cierre del año. El panorama para los productores no es alentador, con una sequía que retrasó las siembras y preanuncia una campaña gruesa bastante menor a lo deseable. 

Pasada la mitad de noviembre, las liquidaciones del sector agroexportador están en torno a los 50 millones de dólares, cuando en septiembre fueron de 350 millones y durante el resto del año promedian los 150 millones mensuales. En lo que va del mes el Banco Central vendió 860 millones de dólares, un monto que casi igualó los 900 millones de todo noviembre del año pasado. 


La magra soja


De acuerdo a las perspectivas de la Bolsa de Comercio de Rosario puede haber una caída del 40 por ciento de cosecha de trigo, lo que se traduce en una reducción de la oferta de dólares durante el verano. En octubre, los ingresos del cereal al Gran Rosario mostraron el nivel más bajo en una década. Las exportaciones caerían de más de 3 mil millones de dólares hasta los 900 millones. 

Al mismo tiempo, aún restan autorizaciones del viejo sistema de importación por un valor de 10 mil millones de dólares. Ese poder de fuego combinado con el de las entidades financieras, con estrategias que contemplan escenarios devaluatorios, explican las operaciones ligadas a una posible renuncia del viceministro de Economía, Gabriel Rubinstein. 

En ese contexto, la soja no podrá ser el salvavidas. La sequía trajo aparejado un escenario aún más complicado, con una siembra del 47 por ciento de la soja de primera, alrededor de 1,9 millones de hectáreas sobre un total de 4,1 millones que se proyectaban en la zona núcleo. 

El 76 por ciento estará sembrada fuera del período donde se obtienen los máximos rendimientos, lo que anticipa el potencial más bajo para la zona núcleo de los últimos 12 años. El atraso en la siembra implica entre un 10 y un 15 por ciento de reducción en los rindes potenciales. 

La superficie de 6 millones de hectáreas sembrada con maíz y soja es la más baja en lo que va del siglo, un 40 por ciento menos que la campaña previa. Esto supone comportamientos más conservadores de parte de los productores, quienes adoptarán actitudes más celosas de su patrimonio. 

Los efectos del reemplazo de soja por maíz se transmitirán por toda la cadena: una hectárea de maíz produce casi tres veces más granos que la soja. Menor superficie dedicada al maíz implica menor inversión y una caída en los servicios e industrias conexas.

Para tener resultados favorables en campo propio, se necesitan al menos 18 quintales por hectáreas. Sin embargo, en campo alquilado, lo que comprende el 70 por ciento de la producción regional, el rinde de indiferencia —el que cubriría los costos totales, con margen bruto igual a cero— alcanza los 40 quintales por hectáreas. Es decir, hay altas probabilidades de que los productores vayan a pérdida.   



La movida del verano


Las tensiones al interior de la coalición de gobierno no ayudan a tranquilizar la situación. Sin líneas de previsibilidad, el ministro de Economía Sergio Massa intenta mantener a flote una economía que en las últimas jornadas volvió a ser presionada desde el frente financiero. 

Con una canasta básica alimentaria que corrió al 9,5 por ciento en octubre, el balance entre quienes tienen pesos colocados en plazos fijos y pueden marchar hacia los dólares, y las necesidades de consumo básico de la mayoría de la población que vive de salarios insuficientes, es un arte complejo y riesgoso. 

La necesidad de un ordenamiento se hace evidente, pero en el medio están las circunstancias diarias que obligan a tomar decisiones. El peso del sector agropecuario en esas oscilaciones es fundamental para mantener un nivel de equilibrio. 

Cualquier declaración exaltada o comentario fuera de lugar puede descarrilar una realidad que se pone a prueba todos los días. El Mundial será una transición hacia la intensidad estival. Puede traer un alivio temporal, pero, por esa misma razón, el regreso a la rutina puede ser aún más desafiante. 

Sin preparar los resortes suficientes para contener esas fuerzas, la economía argentina elevará su temperatura en pleno verano sin que haya una cosecha gruesa que calme al final del camino. Un 2023 electoral con ajuste y sin un primer trimestre dorado supone una historia muy distinta por contar. 


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