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Política

“Un gobierno proteccionista como el de Trump es un gran dolor de cabeza para la economía argentina”

Cuatro años después de alentar a sus seguidores a la toma del Capitolio y de negarse a reconocer su derrota, Donald Trump regresa a la Casa Blanca como presidente de los Estados Unidos. Esta vez, además de lograr amplia mayoría en el colegio electoral, ganó en el voto popular. En la Argentina se produjo un fenómeno llamativo: celebró su triunfo el gobierno y también un sector del peronismo. “Para el proyecto político de Milei es un espaldarazo importantísimo”, sostiene Esteban Actis, analista de política internacional. Pero esa buena noticia que representa para el mandatario de La Libertad Avanza que ambos tributen ideológicamente a las derechas alternativas, trae su propia complejidad. “Un gobierno proteccionista como el de Trump para la economía argentina es un gran dolor de cabeza”. Actis califica como de “mirada romántica” la concepción de que el nacionalismo de Trump va a servir para retomar el proyecto industrialista peronista próspero que se truncó en la década del 50 y del 60. “Esa mirada no tiene en cuenta la dinámica global ni la posición periférica de la Argentina”, remata para dar por tierra, básicamente, el optimismo del sector que tiene a Guillermo Moreno como uno de los más entusiastas. 

Actis es doctor en Relaciones Internacionales y docente e investigador de la facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la UNR. En esta entrevista con Suma Política habla de las causas y las secuelas del triunfo de Trump: el papel de la economía, los ganadores y perdedores entre los actores internacionales, los cambios que se vienen en la geopolítica estadounidense, del malestar de las sociedades con el funcionamiento de las democracias representativas occidentales, la influencia de las big tech en el resurgimiento político de su figura y del riesgo de un presidente que concentra el poder político y descree de las formas republicanas para la democracia formal de los Estados Unidos. 



—¿Qué cambiará en el mundo con el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca?

—La pregunta que nos hacemos todos los internacionalistas es cuáles son los cambios y continuidades que una nueva administración, en este caso la de Donald Trump, implica para las relaciones internacionales. Lo que se puede pensar en términos geopolíticos es que Trump volverá a focalizar su política exterior, como hizo en su primera administración, en lo que considera la principal amenaza a la primacía de los Estados Unidos, que es la República Popular China. Su geografía en términos geopolíticos va a estar concentrada en lo que se conoce como el Indo Pacífico o Asia Pacífico, donde justamente la expansión económica, comercial, tecnológica y la capacidad de influencia política de la República Popular China, es considerada una amenaza. Esto lo compartió la administración Biden; la diferencia fue que la administración Biden sumó nuevos escenarios de involucramiento geopolítico, especialmente el apoyo económico, militar y financiero a Ucrania en relación a la agresión de Rusia; un involucramiento directo en una guerra en la que Estados Unidos quería frenar las ambiciones de expansión de Rusia. Biden también le dio un apoyo muy fuerte a Israel frente a los ataques de Hamas del 7 de octubre de 2023. Lo que vamos a ver es que la administración Trump va a querer lentamente desinvolucrarse de esos dos escenarios para focalizar todos sus recursos y músculo diplomático, económico y militar en rivalizar con la República Popular China. Ese sería el gran escenario geopolítico global. 

—El triunfo de Trump deja ganadores y perdedores entre los actores internacionales… 

—Sí. Entre los ganadores está Vladimir Putin. Si efectivamente como dijo Trump en la campaña, Estados Unidos va a quitar apoyo financiero a una guerra que considera ajena, eso significa un debilitamiento de Ucrania y favorece las posibilidades militares de Rusia —o de una negociación con Ucrania débil—. Entonces Rusia es ganador, Ucrania es perdedor. Europa es otro de los grandes perdedores, porque Trump ha planteado que Estados Unidos no va a seguir financiando exclusivamente a la Otán, es decir que los países europeos tendrán que destinar más recursos para tener mayor seguridad y la alianza atlántica va a estar muy tensionada. Hoy en Bruselas, Berlín y París hay gran preocupación; la Unión Europea había apostado desde 2022 a recostarse en Estados Unidos y a rivalizar con Rusia y comercialmente con China, y queda en una situación bastante solitaria. Por fuera de los Estados, otro ganador muy importante son las big tech, las empresas tecnológicas, con Silicon Valley, Google, Amazon y ni hablar Elon Musk con su emporio empresarial, que han apoyado fuertemente a Trump. Esas empresas están pidiendo menos regulación en materia de IA y la mayor libertad posible. 

—¿Habrá cambios en la relación con Latinoamérica en general y Argentina en particular? 

—La pregunta sería para quién cambia, ¿para Argentina? ¿para el gobierno de Milei? Para el proyecto político de Milei es un espaldarazo importantísimo; en materia de política internacional —donde había ciertos reparos porque Milei plantea una pelea muy disruptiva, como fueron sus discursos en la ONU y en Davos— contar con el presidente de Estados Unidos le permite al gobierno argentino tributar en un proyecto político más amplio, el de las derechas alternativas. Al acoplamiento que tenía con la administración Biden ahora le suma afinidad política e ideológica.

—¿Y en materia económica?

—El triunfo de Trump implica una mala noticia para los emergentes en general; con un dólar fortalecido, altas tasas de interés, la economía norteamericana pasa a ser inflacionaria. Si Trump aplica los aranceles más elevados como anunció, tendrá un impacto en los precios; llevará a una baja de los commodities, presiones devaluatorias —ya Brasil tuvo que devaluar fuertemente— para la economía argentina. Es verdad que la Argentina de Milei puede contar con el aliciente, que por ejemplo no va a tener Lula, otro gran perdedor, de poder negociar con la Casa Blanca alguna zanahoria, alguna excepción, suba arancelaria o presiones al FMI, pero en términos de variables macroeconómicas un gobierno proteccionista como el de Trump para la economía argentina es un gran dolor de cabeza.



—¿Cómo definirías a Trump desde lo político y lo económico?

—Políticamente representa esta tendencia que él mismo inició de manera solitaria hace una década de una derecha alternativa, que cuestiona fuertemente el rumbo de Occidente y se propone recuperar la primacía en el mundo de los Estados Unidos con una visión conservadora. A diferencia de otras derechas alternativas, como es el caso del gobierno de Milei o fue el de Bolsonaro, económicamente tiene una visión mucho más nacionalista, proteccionista, con un Estado que tenga el control sobre algunos flujos del comercio. Está claro que los trabajadores norteamericanos no optaron por los demócratas, a los que consideran parte de la elite financiera y del establishment global y piensan que Trump les puede volver a dar cierta capacidad adquisitiva. En un contexto donde la variable fundamental que ha definido la elección —más allá de las identitarias y culturales— es la economía. Había un gran dilema: si el votante iba a ponderar en términos positivos la economía de Biden, que estaba creciendo, o iba a castigar la inflación de Biden. Para ellos, tener una inflación como la que tuvieron fue de un impacto económico muy fuerte. Evidentemente optaron por crecer menos y tener algún problema de empleo antes que sufrir la inflación. 

—En Argentina celebraron el gobierno libertario y también algunos sectores del peronismo.

—Claramente hay una mala lectura de Trump, de lo que representa Estados Unidos y el impacto que pueda tener para la Argentina. Hay una mirada romántica que sostiene que Trump representa un nacionalismo, un proteccionismo, que va a romper con la globalización liberal que tanto mal le hizo a la Argentina. Y cree que eso va a permitir un mundo fragmentado donde todos los países se cierren, entonces la Argentina se va a poder cerrar y vamos a vivir con lo nuestro y desarrollar un proyecto nacional industrialista próspero que se truncó en la década del 50 y 60. Esa es la visión de (Guillermo) Moreno. Pero no tiene en cuenta los cambios globales, cómo es la dinámica global y cuál es la posición periférica de la Argentina. En un momento en el que Argentina necesita más que nunca un boom exportador, tener un mundo híper fragmentado y cerrado es una mala noticia. 

—En uno de tus primeros posteos después de las elecciones, escribiste que no veías una revitalización del liderazgo de Trump. ¿Por qué no?

—Si uno mira como se pinta de rojo el mapa, que gana el Senado y la Cámara de Representantes, efectivamente se puede pensar que el electorado se volcó masivamente a apoyar a Trump. También es cierto que esta vez ganó en el voto popular, a diferencia de lo que había sido 2016. Pero sacó casi los mismos votos que en la elección de 2020, cuando perdió; y lo que sí pasó es que los demócratas tuvieron 10 millones de votos menos. Hubo un gran desencanto y apatía. La esperanza que generó Biden hizo que lo votaron 81 millones de personas, y ahora fueron 67 millones a votar a Kamala. La crisis de liderazgo en el partido demócrata fue muy fuerte. Todo lo contrario de Trump. Me parece que eso explica más el resultado de las elecciones que pensar que Trump enamoró a muchos norteamericanos más de los que ya lo apoyaban.

—Desde hace algunas elecciones, en Estados Unidos el partido del poder no pudo reelegir. Después de los dos períodos de Obama (demócrata) vino Trump (republicano), llegó Biden (demócrata) y ahora nuevamente Trump. 

—Por primera vez en todo el siglo XX y lo que va del XXI, hay un doble cambio consecutivo de partido de gobierno. Esta doble alternancia de partidos no se veía, lo normal es que los partidos tengan ocho años de mandato —Bush, Obama, Clinton, Reagan—. Lo que se está viendo en las democracias occidentales es lo que se conoce como giro a la oposición, un malestar muy fuerte con los oficialismos. Gobierne quien gobierne no logra cumplir las expectativas del electorado y rápidamente se decide cambiar al gobierno. Esto se suma a las crisis de liderazgos en el mundo; ya no vemos a los líderes que entendían las demandas societarias, las tendencias globales, que lograban sobreponerse; hoy corren de atrás a los problemas y la ciudadanía hace saber su malestar. En Estados Unidos esto parecía impensado y ahora forma parte de esa ola más grande que es el malestar con el funcionamiento de las democracias representativas occidentales.

—Trump fue el primer político desde fines del siglo XIX en perder la reelección a la Casa Blanca para luego postularse de nuevo con éxito; se negó a aceptar su derrota en 2020; en una causa penal iniciada por el fiscal del distrito de Manhattan fue declarado culpable de 34 delitos graves. ¿Cómo y por qué logró resurgir?

—Cuando el 6 de enero de 2021 se produjo la toma del Capitolio, se pensó que Trump era un cadáver político. Nadie que impugnara la democracia norteamericana y alentara a que sus fanáticos tomen las instituciones de la república podía conservar su fortaleza política y, sin embargo, cuatro años después, es nuevamente presidente. Impensado. Son varias las explicaciones: la economía de los Estados Unidos, el débil liderazgo de Biden y las crisis del partido demócrata. Y después algo que ya había tenido Trump en su primer mandato: cooptó al partido republicano, no hubo ningún liderazgo alternativo al suyo del republicanismo clásico y, de ese vacío de poder, una minoría intensa como es el trumpismo ha logrado volver al poder. Te sumo otra variable, que es una pata económica empresarial: Silicon Valley y las big tech le han dado un respaldo muy fuerte. Pensemos que Trump se va del gobierno con su cuenta de Twitter bloqueada y resurge, vía la compra de X por parte de Elon Musk, como la plataforma de ampliación de sus políticas. El juego en las redes sociales, las fake news y el apoyo de los que manejan el algoritmo a nivel global ha sido un espaldarazo de un sector de la economía norteamericana que es cada vez más importante. 

—Trump erosionó los medios de comunicación independientes y la Justicia, sembró dudas sobre los resultados de las elecciones, fue acusado de fascista por algunos de sus ex colaboradores y deslizó que los opositores van a terminar presos. ¿La democracia de Estados Unidos está en riesgo?

—Claramente la democracia formal representativa, la que pensaron los padres fundadores, esa democracia en la que nadie puede tener el poder absoluto, donde hay distintos poderes para controlar las ambiciones de poder de otro, está atacada y en riesgo. Trump no es un amante de las formas, al contrario. Es de los líderes que creen que muchas veces esas formas republicanas democráticas obstaculizan los cambios que tienen que producirse. Sumado a que la voluntad popular ha sido mayoritariamente de concentrar el poder en Trump, vamos a un gobierno de los hombres fuertes. La idea original de que el poder se concentra en las instituciones y no en los hombres, no se va a dar en Estados Unidos. Trump va a concentrar gran parte del poder con instituciones debilitadas. Se vio en el primer mandato y lo vamos a ver con más fuerza en el segundo. 


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