“Uy, pobre, ¿no puede pagar de otra manera?”
No se trataba de un trueque, sino del sano consejo de una empleada de un peaje en plena ruta uruguaya a un turista argentino al que le tocaba hacer su primer gasto en suelo extranjero usando pesos nacionales.
El único peaje en Argentina le había costado 110 pesos, en el emblemático puente Rosario-Victoria, pero en tierra oriental la primera detención en una cabina ya significada un gran cambio: 1.300 pesos argentinos, por rutas que no siempre lo justifican.
La mayor sorpresa fue en el segundo peaje ubicado en el kilómetro 284 de la ruta 2. El precio de 160 uruguayos tenía algunas variantes a la hora de ser abonado, según la moneda de valor con la que se lo hiciera efectivo: si se pagaba en dólares eran 5, pero si se lo hacía en pesos argentinos se elevaba a 3.200, no los 1.500 que daría el cálculo de 5 por 300, según la cotización blue de la moneda norteamericana.
En el medio, desde la ventanilla del peaje, la empleada no terminaba de aceptar el pago de los 3200:
—¿No tiene otro billete de mil pesos?, porque no nos aceptan los de cien.
—¿Sabés por qué?
—Porque está cotizando muy bajo y el Banco Uruguayo no los recibe.
No sólo fue el consejo de la empleada del peaje. La misma reacción el turista la recibió en viaje cuando en una estación de servicio fue a pagar algunas compras en un quiosco:
—¿No tiene uruguayos?
—No. Le puedo pagar en dólares. Tengo 50.
—Ay, no, porque el gasto es de apenas 5. ¿No le conviene pagar con tarjeta?. Ay, no, pobres, cierto que a ustedes les recargan. La verdad que no sé qué le conviene más. Págueme en pesos argentinos pero yo que usted haría mejor las cuentas.
En la tabla de cotizaciones de Gorlero, calle de los comercios de Punta del Este, el valor de la cotización del peso argentino comparado con el uruguayo es de 0,10, y en algunos comercios lo rebajan a 0,9. Sí, por cada peso uruguayo hacen falta 90 ó 100 pesos argentinos.
La única ventaja es que se puede calcular fácil el precio en moneda argentina de cada cosa: hay que multiplicar por diez. Aunque en vacaciones en el exterior aconsejan que eso es lo último que hay que hacer.

