Ancestrales pero también académicas, las otras medicinas que se practican y se enseñan en la ciudad


Laura Hintze
Marcelo Sauro tenía 24 cuando vio cómo las personas que vivían en el barrio El Frutillar, de la ciudad de Bariloche, utilizaban la cebolla para curar el asma. Era el año 1988 y estaba haciendo su residencia en medicina general en Río Negro. No fue ese el momento en que se enteró que las plantas tienen propiedades que pueden calmar o curar malestares o enfermedades. El uso de hierbas, raíces, hojas, frutos, etcétera, ya lo había visto en su familia. Esa vez, sí, fue el momento de una observación que le permitió comenzar a abrir las puertas que iban a llevarlo a poner distancia con la medicina moderna y ortodoxa.
“Siempre supe que no quería ser un médico común, de ciudad, aunque esté en la ciudad. Así caí en la medicina general, que tiene diferencias con la moderna, especialmente en la búsqueda de un paradigma más social. De ahí, siempre estuve más lejos de lo convencional, aunque haya nacido y me haya criado en ese paradigma”, dice el médico generalista a Suma Política. Para él, ser “un buscador es una cualidad, porque permite no quedarse con la estructura dada y eso es esencial para la vida”.
Sauro es parte del Programa de Medicinas Tradicionales de la Secretaría de Salud Pública de la Municipalidad de Rosario. También es docente de la cátedra de Medicinas Tradicionales de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), coordinador del posgrado de Plantas Tradicionales de la misma facultad y ejerce la medicina de forma privada. Él define su práctica como “consecuente a las públicas” y cuando se presenta aclara que habla desde todos esos lugares. Su nombre y experiencia aparecen, además, cada vez que se pregunta sobre la práctica y el estudio de medicinas ancestrales, tradicionales, complementarias o alternativas dentro de instituciones como el municipio o la universidad.

El derecho a complementar
El 23 de mayo de 2007 el entonces intendente Miguel Lifschitz promulgó la Ordenanza 8155 que creó el Comité Asesor, de Investigación y Consultivo de Medicinas Tradicionales y Naturales en Salud. La normativa promueve el debate, investigación y difusión de otras medicinas y prácticas terapéuticas pertinentes a la realidad social, sobre todo en Atención Primaria en Salud, buscando así que primen los derechos de las personas a complementar su atención en salud con otras medicinas.
“Es un honor estar en la salud pública”, dice Guillermo Ezcurra, médico generalista y practicante de Medicina Tradicional China. Y agrega: “Es un honor y un reconocimiento al trabajo, casi militancia, de creer en la importancia de estas herramientas”. El médico tiene 53 años. Cuando era estudiante de medicina, realizó sus prácticas médicas en el Centro de Salud El Gaucho, de la zona sudoeste de Rosario. Ahí conoció a Sauro y se encontró con un grupo de profesionales de la salud que había armado un jardín medicinal en el mismo centro.
Después de esa experiencia, no hubo vuelta atrás para Ezcurra. Ahora forma parte del Programa de Medicinas Tradicionales y Naturales de la Municipalidad, que difunde, capacita y también supervisa el abordaje a pacientes que empiezan a ser tratados con algunas de estas prácticas. Para él, lo más fascinante es ver cómo de a poco se integran las propuestas y todo forma parte de un mismo sistema de salud. “De a poco, hay transformaciones muy interesantes en el colectivo de trabajadores”, señala.
La Medicina Tradicional China que practica Ezcurra es, según explica el médico, “un sistema en sí mismo”, que se conoce por lo general a través de sus técnicas, como la acupuntura, los masajes, la digitopresión, entre otras. “Lo más importante es la mirada integral que ofrece de la persona, en su contexto histórico y en su momento con el entorno natural. Ésta, como otras medicinas que están en el programa, son medicinas naturales y tienen en cuenta el ciclo de la naturaleza. Ese el punto distintivo, porque entienden que no hay nada estático. En las medicinas modernas, en cambio, aparece el concepto de lo crónico como irreversible. Y de a poco uno empieza a ser la enfermedad en sí misma: soy diabético, soy hipertenso, etcétera”.

Los caminos de la salud
Carolina Campra tiene 40 años, es licenciada, docente y directora de la escuela de Fonoaudiología. Además, es alumna en la Maestría en Salud Pública. También estudió en el posgrado de plantas medicinales a cargo de Sauro. El trabajo final de esa cursada fue sobre esencias florales. Y su investigación, que incluyó aprender, entre otras cosas, de física cuántica y campos electromagnéticos, terminó siendo un curso que ella dirige y brinda en la Facultad de Medicina de la UNR. El primer año se llenó el cupo: 60 personas se anotaron para aprender qué propiedades tienen las flores. El año pasado, pandemia de por medio, fueron 22 las que cursaron.
Campra encuentra dos tipos de motivaciones en sus alumnos y alumnas. La principal, es el trabajo con las plantas, con lo natural, con la fitoterapia. Pero también buscan el aval de la universidad como espacio que legitima los estudios. “Por eso sería necesario que las instituciones pudieran ir modificando su paradigma, porque para las personas sigue siendo importante que lo que se aprende pueda ser en una estructura académica oficial”, destaca la docente.
El debate que atraviesa a los y las médicas, estudiantes, practicantes, pacientes, de las medicinas que se salen de las prácticas convencionales es si se trata de un complemento o una alternativa a la medicina moderna. ¿Son otros caminos para llegar a una misma solución o una propuesta de hacer un único recorrido, pero tal vez más ameno? La pregunta es también si por fuera de las culturas de las que nacieron estas prácticas es posible ejercerlas. E incluso se discute si apropiándosela, ingresando a las universidades y al Estado, encontrando espacios de discusión que dan un marco de seguridad y legitimidad, no se las vuelve parte de la hegemonía ortodoxa y convencional.
Para Carolina, la clave es poder “tomar lo mejor de cada una”. “Tendríamos que ser más inteligentes en el sentido de realmente buscar la salud. ¿Cuántas cosas tenemos buenas del lado de la medicina ortodoxa, eh? Se entra en una lucha que no tiene sentido, mientras que a lo mejor podríamos, desde la integración, ir viendo distintos tratamientos y formas de abordarlos en función de la persona”, reflexiona. “Nunca vamos a ser médicos orientales, nunca vamos a ser chamanes, somos argentinos occidentales que intentamos aprender esas medicinas. Lo ideal sería no intentar ser lo que no somos”.

Campra da un ejemplo claro: si sufrís un accidente y tenés un traumatismo, hay que ir al Heca. No hay discusión. No es lo mismo, sin embargo, en situaciones crónicas. “Si vos a una persona lo único que le diste fue una pastilla para que se le pase la migraña y nunca le preguntaste cuándo le agarra la migraña, cuándo se le desató; si vos no haces un recorrido, aplastas un síntoma”, manifiesta. En la terapia floral que ofrece Campra, los dolores de cabeza, la ansiedad, el insomnio y la fibromialgia son las principales razones de la consulta. Para ella, con excepciones, las y los pacientes suelen encontrar respuestas en la terapia holística o psicológica.
Marcelo Sauro duda. Dice que él mismo cambia: un día le dice medicinas complementarias, otro día alternativas. A veces se pregunta si en realidad no están ejerciendo una alternativa a lo ortodoxo. Otras piensa en lo que sería lo ideal. Y cuenta que en Cuba, a fines de los 90, se logró una integración de prácticas. El ejemplo que él aprendió de los médicos cubanos es similar al que da Carolina: “Si vos tenés un chico con apendicitis, podés probar de revertirlo con acupuntura. Pero al lado tenés el quirófano y si no funciona, pasás directamente”. Sauro sostiene que siempre se puede elegir. Que no es sencillo pero hay posibilidades. Para él, la opción hoy es simple: lo mejor es lo natural. También destaca, con optimismo, la búsqueda que hay detrás del debate: mejorar la calidad de vida de las y los pacientes, y de la sociedad.
“No se trata de una alternativa. El desafío que tenemos es brindar mayores posibilidades y abordajes a una persona que está con un malestar. Nos damos cuenta que un saber único no puede dar respuestas a todos los problemas. Vemos que tienen múltiples causas y que lo que aprendimos en la facultad, a la que le estoy eternamente agradecido, resulta insuficiente a la hora de explicar algunos desequilibrios”, apunta Guillermo Ezcurra. Y concluye: “Los sistemas son incluyentes y por suerte en la Municipalidad hace unos años está la decisión de incluir estos otros abordajes y poder facilitar la posibilidad de poner en práctica estas herramientas”.

Criticar y construir
Las esperanzas y las plegarias, los presupuestos reasignados, los escraches, los aplausos, las nuevas inversiones, los desafíos, la sobremesa, las noticias, las decisiones individuales, la libertad de expresión. Todo tuvo, durante 2020, a la ciencia y a la medicina en foco. La pandemia del Coronavirus desorientó hasta a la Organización Mundial de la Salud y durante meses los consejos de cuidado cambiaron. Fue un año de prueba y error, de método científico desde nuestras casas, en todo el mundo. No pasó mucho tiempo para que la incertidumbre, los miedos, la solidaridad, tomaran un tinte político que se llevó puesto a lo partidario. Mientras un sector se quedó en su casa, otro decidió copar las calles en nombre de la libertad y descreer de todo, sobre todo de lo que en 2020 más importó: la ciencia, la medicina y ante todo, las y los trabajadores de la salud.
Ni Sauro, ni Campra, ni Ezcurra, ni tantos otros y otras, se colgaron el cartel de que los médicos mienten. Tampoco negaron la existencia del virus ni de la pandemia. Como otros profesionales de salud, siguieron en la trinchera, sus consultorios, sus clases, los hospitales. Y como hace años, también cuestionaron el entramado que hace al sistema de salud: desde los intereses detrás de las grandes farmacéuticas hasta las formas de vida poco saludables y las falencias que encuentran en las prácticas de medicina moderna.
Ezcurra, que ya recibió las dos dosis de la vacuna Sputnik V, así como advierte que no es un especialista para hablar de la inmunización, afirma que la vacuna es segura y hace hincapié en la eficacia de la prevención. “Estoy convencido de que la recomendación es que nos vayamos vacunando el personal esencial primero, y después la población acorde a cómo se vaya jerarquizando. Este tema se politizó muchísimo pero la vacuna Sputnik es segura y recomiendo la colocación para la seguridad personal pero también como bien social”.
“Transformar al paciente en haciente”
Las prioridades del Programa de Medicinas Tradicionales y Naturales de la Municipalidad se adecuaron acorde a las necesidades del sistema sanitario. Los y las profesionales del programa armaron propuestas y recomendaciones para mejorar el sistema inmunológico que incluyeron desde el uso de plantas medicinales hasta ejercicios de respiración, usos de sales y actividad física.
“Las medicinas naturales tienen un carácter prevencionista y lo que proponemos es sumar, fortalecer algunos hábitos en la vida cotidiana en relación al descanso, la alimentación, el ejercicio físico. Es importante cuidar la calidad de vida, vivir en un ciclo armónico. Después, en nombre de la ciencia o no ciencia uno escucha cualquier cosa. Yo percibo un altísimo nivel de politización de la pandemia a nivel mundial, al punto que se descree de la existencia del virus. Y a la vez, estamos sufriendo una situación de infodemia, donde abunda la información y muchas veces de manera infundada. Creo que hay que darle prioridad al conocimiento científico porque es lo que está demostrado, pero también hay que reconocer que hay otros conocimientos, como el empírico de hace miles de años, que permite saber que el descanso, la alimentación y la actividad van a mejorar la salud”, señala Ezcurra. El desafío para él es “transformar al paciente en haciente. Es importante empezar a tener responsabilidades en el cuidado de nuestra salud y no generar tanta dependencia en un sistema que empieza a colapsar”, concluye.
Carolina Campra apunta en el mismo sentido: la importancia de lograr un sistema inmunológico fuerte. “Es un debate histórico”, dice, y enumera los puntos débiles del mundo hoy: alimentación, vínculos afectivos, recreación, emociones. “Todo lo que ya se conoce”, suma, como agotada. Para Campra, hay un mundo de conceptos, de formas de ver la salud y el mundo, que se atribuyen a las medicinas holística por una única razón: son las que no descartan lo que la medicina moderna descartó de raíz. “Hay un fraccionamiento tan grande en la formación de los médicos que hace que no nos podamos plantear una medicina integral porque no vemos al hombre como un ser integral, sino únicamente desde lo biológico, entonces es imposible”.
La terapeuta remarca la importancia de que se abran caminos para institucionalizar ciertas prácticas, sea para el estudio o el ejercicio. “De a poco se va abriendo el panorama a otras lógicas, que no vienen de la lógica del mercado, sino que son de la lógica del pueblo, de lo colectivo”, cierra.

Basta de huevadas
Cuando Marcelo Sauro volvió a Rosario, en 1993, se encontró con personas que habían buscado “lo distinto”, como él. Se hablaba de agroecología, de biodiversidad, de las plantas, del medio ambiente. Los orígenes resuenan en nombres de personas ahora reconocidas, como Antonio Lattuca, o de instituciones, como el Taller Ecologista. En ese momento, cuando Sauro volvió ya recibido de médico generalista, todos y todas formaban parte de lo mismo: un grupo de loquitos.
Fue también en los 90 cuando empezó a encontrar los discursos de la medicina social en documentos de organismos internacionales. Los textos, sin embargo, se apropiaban de los conceptos y las perspectivas y los tergiversaban para otros fines. Lo cuenta para decir que la batalla por los sentidos viene de añares, sólo que “antes lo descubrías en una biblioteca y ahora lo escuchás de influencers por Instagram y es más fácil que se viralice, y se consuma destructivamente. De la misma forma que es mucho más fácil acceder a conocimientos serios, responsables e igualmente transformadores”.
Sauro compara el debate de las ciencias complementarias con el movimiento de mujeres. Está convencido de que el feminismo es la punta de flecha para un nuevo paradigma. Sabe también que en esa punta de flecha está todo: las más radicales, las menos convencidas y las que se apropiaron el discurso también. “La libertad de expresión es indispensable. Hay que poder expresarse libremente, pero no para decir huevadas, no para mentir”, dice el médico, saliéndose por un segundo de la armonía con la que da la entrevista.
