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Claves para entender la guerra de Israel contra Hamas y Hezbolá

El 7 de octubre de 2023 es una fecha abierta y tardará mucho en cerrarse. Desde las 6 y media de la mañana de ese día, millones de israelíes se sintieron huérfanos. Sin defensa. Sin protección. Son muchas las personas que continúan sintiéndose así en un país territorialmente tan pequeño que cabe 126 veces en Argentina.

Las noticias con las variantes y el agravamiento del conflicto llegan todos los días y nada parece demostrar que su final se encuentre cerca. Proliferan las posiciones, las opiniones y las miradas de desconfianza en buena parte del mundo sin tener generalmente en cuenta que se trata de una guerra con un amplio abanico de complejidades.

Poco se recuerda que el 7 de octubre del año pasado Israel sufrió un ataque por parte de Hamas, desde la Franja de Gaza en el sur, cuyo nivel de crueldad y ensañamiento no tiene precedentes. Menos se recuerda aún que, 24 horas más tarde, Israel era bombardeado desde el Líbano, al norte, por Hezbolá. Esos bombardeos, que no cesaron hasta la actualidad, causaron el desplazamiento y la condición de refugiados en su propio país de aproximadamente 60 mil personas que, un año después, no pudieron retornar a sus hogares.

En los últimos días, las acciones militares y de inteligencia combinadas se focalizaron en el enfrentamiento con Hezbolá, y es muy probable que pronto se produzca un avance israelí por tierra en el sur del Líbano.

Para acercarse a lo sucedido y a lo que sucede, he aquí un conjunto de claves a tener en cuenta que no son exhaustivas -ni pretenden serlo- con el objetivo de explicar sin justificar.


Esta no es una guerra entre dos Estados


Hamas y Hezbolá, que acaparan la focalización de las acciones militares israelíes, no son organizaciones convencionales. Dicho de otro modo, esta es una guerra entre un Estado y organizaciones terroristas. La diferencia es sustancial, porque un Estado es un sujeto del derecho internacional, en cambio una organización terrorista no. A un Estado se le puede exigir el cumplimiento de unas reglas de juego establecidas para una categoría de jugadores -los Estados soberanos- a la cual una organización terrorista como Hamas y Hezbolá no pertenecen y, por lo tanto, no se considera que tengan que cumplirlas o -peor aún- nadie puede exigirles su cumplimiento.


Israel no está en guerra contra Hamas y Hezbolá solamente


Son varios los enemigos que enfrenta Israel y que giran en torno a un eje en común. Además de Hamas, que opera en la Franja de Gaza y exporta elementos a otros sitios -principalmente Cisjordania- Israel es acechado por una multiplicidad de enemigos que persiguen de forma manifiesta su destrucción. Entre ellos se destacan la Jihad Islámica, que opera próxima a Hamas en la Franja de Gaza; los rebeldes Hutíes que operan en Yemen; Hezbolá, que opera principalmente en el sur del Líbano; y grupos de milicias irregulares que actúan en Siria e Irak. Como ya se verá, tras ellos se encuentra el régimen teocrático de Irán, que provee ideología, armas, logística, entrenamiento, información y motivación. No obstante, el régimen religioso gobernante en Irán no ejerce un poder ordenador o coordinador que resulte determinante sobre esas organizaciones. En buena medida porque cada una de ellas tiene amplios niveles de autonomía, pero también porque si trabajasen de manera jerárquica y organizada serían más fáciles de combatir.



Hamas no es Palestina


Es tan fácil como peligroso confundir el legítimo derecho del pueblo palestino a tener su propio Estado con el fanatismo de una organización terrorista cuya esencia es que ese objetivo sólo pueda cumplirse sobre el requisito de la destrucción absoluta de Israel.

¿Por qué se considera a Hamas como organización terrorista? Porque tuvo como objetivo deliberado de sus ataques a la población civil israelí con el doble objetivo de infundir terror en ella y de provocar una reacción puntual sobre el gobierno de Benjamin Netanyahu, el cual se sustenta en un frente de derecha integrado por componentes extremistas. En el trasfondo de esa reacción se encuentra el interés específico por boicotear un acuerdo de normalización y establecimiento de relaciones diplomáticas entre Israel y Arabia Saudí, cuyos precedentes fueron los “Acuerdos de Abraham” suscriptos en 2020 con Baréin y los Emiratos Árabes Unidos. Se desprende que, detrás de Arabia, se encolumnaría más temprano que tarde, un amplio conjunto de países musulmanes, que dejarían de ese modo en soledad al régimen teocrático gobernante en Irán y a sus aliados.

Sin embargo, debe ponerse en relieve que Hamas debe considerarse una organización terrorista porque infunde terror ante todo en la misma población palestina que habita la Franja de Gaza, a la cual dice representar. Tras ganar unas elecciones legítimas en 2006, se inició una guerra civil en la Franja de Gaza entre Hamas y Al Fatah, organización política predominante hasta ese momento en la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) primero, y la Administración Nacional Palestina (ANP) después. Desde 2007 entonces, Hamas, bajo el liderazgo de Ismail Haniye persiguió, expulsó o mató -literalmente- a los integrantes de Al Fatah en la Franja de Gaza, espacio que gobernó con puño de hierro desde entonces. Los castigos públicos en la Franja de Gaza desde aquel entonces incluyen azotes, apaleamientos y hasta la horca.


Palestina no es Hamas


Hay otro territorio además de la Franja de Gaza en la que vive la mayor parte de la población palestina. Se trata de Cisjordania, integrada por las regiones de Samaria y Judea, que se encuentra mayoritariamente bajo el gobierno de la ANP. Mayoritariamente porque en Cisjordania hay tres zonas: una en la cual tanto la administración como la seguridad dependen exclusivamente de la ANP; otra en la que la administración depende de la ANP pero la seguridad es provista por Israel; y la tercera, en la cual tanto la administración como la seguridad son ejercidas por el Estado israelí. Si bien es cierto que Cisjordania padece fricciones, disputas frecuentes por el territorio con los colonos israelíes e infiltraciones de Hamas, debe quedar claro que la ANP y el Estado Israelí mantienen el diálogo y se reconocen mutuamente. No sucede lo mismo entre Israel y Hamas.

Hamas oprime y adoctrina a la población palestina en la Franja de Gaza. Se estima que alrededor del 25 por ciento de la población de la Franja apoya todavía a Hamas. Ese apoyo decae con el aumento de la violencia producto de la guerra, el cierre de los pasos fronterizos con Israel y lo que es quizás más cruel: Hamas captura constantemente la ayuda humanitaria que ingresa a Gaza. Lo hace ahora en un contexto apremiante, pero ya lo hacía desde que acaparó el poder en 2007. Utiliza el agua potable, el alimento y los medicamentos prebendariamente para controlar a la población. El empleo público, principal fuente de trabajo en la Franja de Gaza, depende absolutamente de la discrecionalidad de Hamas.

Los fondos que por comercio ingresaron desde 2007 a la Franja de Gaza -comercio que fue permitido oportunamente por el gobierno de Banjamin Netanyahu- fueron administrados por Hamas. Tras el 7 de octubre de 2023 quedó en evidencia para qué fueron utilizados: la construcción de la red de túneles de más de 500 kilómetros con profundidades que alcanzan 40 metros o más, la adquisición de armamento, municiones y otros pertrechos.

La organización terrorista también utiliza instituciones tales como escuelas y hospitales, además de individuos, como escudos humanos para protegerse. Pero el dominio ejercido sobre la población es más profundo. El adoctrinamiento comienza en el sistema educativo donde el miedo y el odio es inculcado desde edad temprana mediante la manipulación de dibujos animados, de contenidos educativos, poniendo armas en las manos de los niños pequeños, aproximadamente desde los 6 años. A los 16, ya comienzan a ser reclutados. Cuando esos jóvenes mueren empuñando armas a manos de las Fuerzas de Defensa Israelíes (FDI), la opinión pública internacional naturalmente se escandaliza y Hamas alcanza uno de sus objetivos respecto de otra guerra, la comunicacional.



Hezbolá


El caso de Hezbolá, el más grande y poderoso de los grupos que acecha a Israel, cobró mayor relevancia en las últimas semanas. Es menester recordar que al otro día del ataque perpetrado el 7 de octubre de 2023 por Hamas, Hezbolá comenzó a bombardear los poblados del norte de Israel linderos con el Líbano. Desde entonces, el gobierno evacuó a alrededor de 60 mil personas que viven desde entonces refugiadas en otros sitios de su propio país. Hezbolá es una organización más poderosa aún que las propias fuerzas armadas libanesas, y actúa con absoluta impunidad, principalmente en el sur del país, incumpliendo abiertamente una resolución de las Naciones Unidas del año 2006 que selló en ese entonces el alto el fuego y la desmilitarización del sur del Líbano. También Hezbolá utiliza a la población civil libanesa como escudo humano. Se registró la existencia de lanzaderas de misiles en casas de familia e instituciones públicas.

Recientemente, el gobierno israelí expresó que se incluía entre los objetivos de la guerra actual el regreso a sus casas de los habitantes del norte que se encuentran refugiados, lo cual supuso claramente una respuesta contundente contra los constantes ataques de Hezbolá y la intención de arrojar al grupo fundamentalista varios kilómetros detrás de la frontera. Acto seguido, sucedió el episodio de la explosión de los beepers en poder de buena parte de la dirigencia de Hezbolá primero, de los handys y las computadoras personales luego, y de los ataques directos contra infraestructura edilicia que causó la muerte de al menos 18 personalidades con poder de decisión en la estructura de la organización. Con la estructura de toma de decisiones de Hazbolá sustancialmente dañada, no debe descartarse un próximo avance por tierra que sitúe las acciones militares más allá de la frontera entre Líbano e Israel, de manera tal que la guerra se libre fuera y no dentro del territorio israelí y de que las familias refugiadas puedan retornar a sus hogares.


El rol de Irán


Desde la revolución de 1979 el régimen teocrático iraní mantiene una enconada enemistad con los Estados Unidos y con Israel en su rol de aliado regional, país con el que no comparte política y culturalmente nada de nada. A su alrededor ha ido alentando a los grupos ya mencionados a construir un “círculo de fuego” con el objetivo de aislar a Israel para poder destruirlo.

El régimen gobernante atraviesa desde hace dos años una doble crisis. Económica una, producto básicamente de las numerosas sanciones internacionales que pesan sobre el país como producto de la evolución de su programa de desarrollo de energía nuclear. Política la otra, principalmente en torno a la legitimidad del propio régimen, desatada a partir de la muerte de Masha Amini, una joven de 22 años que colapsó como consecuencia de los maltratos recibidos de parte de la policía de la moral por llevar mal puesto el velo con el cual se exige a las mujeres que se cubran la cabeza y el cuello.

No obstante ello, el régimen ha logrado mantenerse incólume en el poder y, en buena medida, eso se debe tanto a su capacidad represiva en el plano interior, como a su acercamiento estratégico con Rusia y China en el plano exterior, y a la construcción de un enemigo regional caracterizado como “chivo expiatorio” de todos sus males en lo ideológico: Israel.



Otras batallas


Israel prevalece militarmente en su avance contra Hamas en Gaza y más recientemente contra Hezbolá. De acuerdo a fuentes del gobierno israelí, de los 30 mil combatientes que Hamas tenía a fines del año pasado, alrededor de 17 mil han sido abatidos. Contra Hezbolá, que opera principalmente en el sur de Líbano, la acción combinada de la inteligencia y las fuerzas armadas lograron asestar duros golpes -aún se esperan más- que le permitirían a Israel iniciar negociaciones desde una posición de fuerza en el futuro cercano.

Sin embargo, Israel está siendo derrotado en otros ámbitos donde también se libran batallas decisivas. En el diplomático, Hamas parece haber logrado que, como Estado, Israel reciba la presión del resto de los actores políticos internacionales respecto del cumplimiento de las reglas de juego mencionadas al principio. Israel se encuentra bajo el permanente escrutinio de la opinión pública global acerca del cumplimiento o incumplimiento del derecho público internacional. Mientras tanto, Hamas no parece responder más que a algunos de sus financistas, principalmente el régimen teocrático iraní.

También se libra una batalla comunicacional. Respecto de quienes dice representar, Hamas lucha por dominar la conciencia del pueblo palestino. Y también por captar el favor de la opinión pública mundial. Ha utilizado a influencers y a periodistas, incluyendo a algunos de ellos que el 7 de octubre de 2023 participaron en el ataque a Israel. Es poco difundido que esos influencers y periodistas fueron simultáneamente observadores de Hamas previamente a los ataques. Cuando Israel ataca a Hezbolá, se denuncia como ataque al Líbano, descartándose de plano el dato determinante de que es allí donde la organización nació, creció, se desarrolló y es amparada.


Fundamentalismo y extrema derecha se retroalimentan


Así como Hamas no es Palestina y viceversa, Israel no es el gobierno de coalición de derechas que sustenta a Benjamin Netanyahu como primer ministro. El mismo gobierno que lleva adelante la guerra es el que no supo o no pudo defender a su ciudadanía del ataque del 7 de octubre. Es el mismo gobierno que no logra recuperar a los 101 rehenes aún en poder de Hamas. Es el mismo gobierno que deberá brindar explicaciones acerca de las fallas en la seguridad y el letargo en la reacción ese 7 de octubre. Sin embargo, ese gobierno se encuentra en el poder en buena medida porque es la reacción al miedo que despiertan desde hace décadas los grupos fundamentalistas que amenazan a Israel. La retroalimentación entre fundamentalismo religioso y extrema derecha es un fenómeno que no se registra solamente en este conflicto sino que ha avanzado vertiginosamente en numerosos países occidentales, principalmente en Europa. La bisagra podría situarse quizás en los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 contra los Estados Unidos. Curiosamente, la radicalización de las sociedades democráticas hacia opciones cada vez más reaccionarias, que actúan en nombre de la seguridad cometiendo toda clase de atropellos, sazonan un caldo de cultivo inmejorable para el crecimiento de grupos fundamentalistas de vertiente islámica.



Balance


A modo de conclusión abierta, hay algunas reflexiones que pueden servir para pensar y volver a pensar. La primera es que la bipolaridad creciente y la simplificación atentan contra la paz. Cada vez con mayor intensidad puede observarse una simplificación en la manera de abordar temas complejos que sólo favorecen la constitución de dos polos opuestos de posiciones cada vez más extremas e irreconciliables. A todas luces, el sistema político internacional se conduce a adoptar la forma de un bipolarismo, que tendrá algunas similitudes con el que tuvo vigencia entre el final de la Segunda Guerra Mundial y el desmoronamiento de la Unión Soviética. Pero tras la revolución digital, las diferencias serán muchas y, como consecuencia, la incertidumbre es fenomenal. La incertidumbre se opone radicalmente a la seguridad. Es por eso que la búsqueda de seguridad se convierte en un objetivo en sí mismo y su valor aumenta. Quien más o mejor seguridad ofrezca, sin importar costos -ni verosimilitud- tendrá mayores oportunidades de prevalecer en la carrera por el poder. Allí se encuentran los partidos o agrupaciones de derecha radical, ofertando seguridad a cualquier precio. Del otro lado, las organizaciones fundamentalistas combaten la incertidumbre ofertando certezas: desde la erradicación definitiva del enemigo, hasta el goce eterno ante la mirada de una divinidad que sospechosamente parece premiar generosamente la crueldad.

Otra reflexión gira en torno a si hay una solución para este conflicto. Podría haberla. La educación y la comunicación están en la base de cualquier solución viable. Esto se debe en que tanto la educación como una sana comunicación, libre de noticias falsas y de algoritmos, resultan indispensables para la comprensión. Vale la pena destacar nuevamente que entender no es justificar, pero no se puede dialogar sin el soporte previo que proporciona la comprensión, el entendimiento. El arte y la cultura tienen un rol capital en ese proceso de entendimiento, dado que permiten transmitir sensaciones y emociones por fuera de las convenciones.

Una reflexión final, quizás fácil mientras más lejos se encuentra el observador del núcleo del conflicto: el sufrimiento de uno no neutraliza el sufrimiento del otro. Es entonces que emerge la compasión como camino.

Israelíes y palestinos no van a irse a ninguna otra parte de la Tierra. Permanecerán donde están. Cualquier expresión que no contribuya a construir puentes, debería ser dejada de lado.


(*) Licenciado y Profesor en Ciencia Política.

Participó en el programa Cobertura periodística de la Guerra “Espadas de hierro”, realizado por el Instituto Internacional de Liderazgo entre el 8 y el 20 de septiembre de 2024 en Israel.

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