Conducía un auto a 120 kilómetros por hora, estaba alcoholizado y en esas condiciones atropelló a cuatro personas y provocó dos muertes: la tragedia que desató José Freinger Farías Zambrano el 9 de octubre de 2022 en Timbúes tuvo a primera vista las mismas causas y consecuencias tan graves como la protagonizada por Agustín López Gagliasso en Rosario y sin embargo un episodio pasó casi desapercibido mientras el otro indignó a la opinión pública y mediática rosarina. La diferencia puede explicarse por las particularidades de cada suceso y de los contextos en que ocurrieron pero también por lo que pocas veces es observado: los factores culturales que inciden en los accidentes de tránsito y en su percepción social.
Compromiso Vial puso el foco en ese aspecto al resaltar la imagen de la tragedia de Presidente Roca y el río, el Peugeot 206 que conducía López Gagliasso estrellado contra un semáforo: “Lo que vemos en ella es una cadena de ausencias que reclaman ser vistas, como si de un espejo se tratara, en el que se refleja un hecho atroz y cruel, pero que a la vez revela algo de nosotros mismos como personas y como comunidad”. Pero ese espejo devuelve una imagen que puede resultar incómoda y precisamente por su incomodidad se vuelve invisible.
La declaración de la ONG plantea así un interrogante que trasciende la responsabilidad inmediata de los hechos y apunta a causas que parecen profundas solo porque no son observadas: en qué nos compromete el terrible accidente, por qué un joven de 20 años que atropella y mata a madre e hija no es un loco suelto en la calle sino un emergente de los ciudadanos de Rosario.
Pablo Javkin afirmó que Agustín López Gagliasso no provocó un accidente sino que cometió un crimen, se pronunció contra un posible cambio de carátula que favoreciera la situación del acusado y se comprometió con Diego García, el familiar de las víctimas, para que el hecho tenga el mayor castigo posible. La intervención del intendente de Rosario explica en parte la repercusión de los hechos; también la imagen de la ciudad y la seguridad pública aparecieron en cuestión, porque las víctimas eran de Córdoba. En cambio, ninguna voz de la política se alzó en diciembre pasado cuando un fiscal pidió una pena de nueve años de prisión efectiva para José Freinger Farías Zambrano, acusado por homicidio simple en dos hechos y lesiones leves dolosas en perjuicio de otras dos personas.

Farías Zambrano es venezolano y tenía 29 años al momento de los hechos. El accidente ocurrió en la ruta 11, en la planta urbana de Timbúes. El automovilista condujo un Ford Fiesta a 117 kilómetros por hora con un nivel de alcoholemia de 1,79 gramos por litro de sangre, cruzó de carril, chocó contra una parada de colectivos y provocó la muerte de los hermanos Estefanía de los Ángeles Ruiz, de 17 años, y Laureano Maximiliano Ruiz, de 19, mientras dos menores de 15 y 9, también integrantes de la misma familia, sufrieron golpes y traumatismos.
Tania Daniela Gandolfi, de 41 años, y su hija Agustina Magalí García, de 16, las víctimas fatales de López Gagliasso, fueron embestidas cuando paseaban como cualquier familia en un espacio de recreación del centro de Rosario. El espanto y el enojo públicos se reavivaron con las primeras versiones sobre que el automovilista de Villa Gobernador Gálvez corría una picada, con su historial como infractor de tránsito y sobre todo, testimonio de un testigo, con su respuesta brutal al ser increpado por García: “Mirá cómo me quedó el auto”.
López Gagliasso tiene una expresión de sorpresa en la única fotografía difundida hasta el momento. La reacción social y mediática rosarina hizo foco en ese joven de clase media que publicaba comentarios sobre autos en sus redes sociales, pero correspondería preguntarse si el comentario sobre el estado del auto sería algo singular. “López Gagliasso no llegó solo a manejar ese vehículo y de esa manera. Despejemos la idea de la locura; eso tiene tratamiento y justificaciones”, señaló Compromiso Vial.

El sistema y sus fisuras
La diputada provincial Celia Arena presentó un proyecto de ley para endurecer las sanciones contra conductores que corren picadas y adherir a la Ley Nacional de Tránsito para incorporar la tolerancia cero al alcohol al volante. La política parece necesitar que se produzcan tragedias y que las tragedias tengan repercusión, porque las picadas ilegales en la zona sur de la provincia son una actividad pública, se convocan a través de redes sociales y pueden comprender un radio de hasta diez kilómetros como sucedió hasta mediados del año pasado en un tramo de la ruta nacional A012 entre Zavalla y Roldán. En este caso un accidente que dejó dos heridos hizo visible una actividad rutinaria de la que estaban enterados tanto el presidente comunal de Zavalla como el intendente de Roldán.
Las tragedias del tránsito incluyen una matriz que difícilmente pueda ser conjurada a través de una ley. Con Gagliasso, advirtió Compromiso Vial, “viajaban los que miran para otro lado, quienes alimentan la violencia, alientan el desenfreno, minimizan los riesgos, son inmunes al dolor, festejan las avivadas y desapego a las normas, celebran la soberbia y demostraciones de dominación y despotismo, se burlan de quienes buscamos y apelamos al entendimiento, la convivencia y el respeto”.
La Municipalidad de Rosario difundió un video que permite seguir el recorrido del Peugeot 206 desde Ayacucho y Arijón hasta el sitio de la tragedia; le agregó música a las imágenes, como si se tratara de un espectáculo al que debe volverse ameno. Según ese registro López Gagliasso condujo a la velocidad permitida hasta que poco antes de ingresar al túnel Illia se sintió provocado por un motociclista que lo sobrepasó, dijo “negro de mierda” y apretó el acelerador para darle alcance. Ese “negro de mierda” es tan significativo socialmente como el comentario insensible y abstraído en sí mismo ante un hombre que acababa de perder a su esposa y a su hija mayor y veía destrozada su vida en un instante.
En diciembre, la Municipalidad informó que el Sistema de Detección Electrónico de Infracciones de Tránsito con puntos fijos y móviles en Rosario permitió reducir en un 24 % la cantidad de personas atendidas en efectores de salud municipales producidos por siniestros viales y en un 41 % las víctimas fatales. En 2022 hubo 76 fallecidos en Rosario; en 2023, 66 y en 2024, 41. De cada mil autos que pasan por algún punto de control, solo tres cometen una infracción y en ese marco el exceso de velocidad representa un 31,9 % de las infracciones.
Según la misma fuente el 4 % de los conductores supera el 50 % de la velocidad permitida en calles y el porcentaje es menor para los que cometen infracciones “muy graves”. López Gagliasso, quien tenía 0,20 gramo de alcohol en sangre (un tercio de cerveza) estaba dentro de ese sector: acumuló sanciones por exceso de velocidad, invasión de carriles exclusivos y cruce de semáforos en rojo. Pero solo perdió su licencia de conducir después de atropellar a la familia García.
Los fiscales de Rosario reclaman penas más duras para hechos como los que provocó López Gagliasso. “Si la hizo, que la pague”, dijo el intendente Javkin, citando el latiguillo de Patricia Bullrich y un sentido común que encuentra la misma respuesta para problemas muy diversos: endurecer el castigo y la prisión. Pero la Justicia también debería problematizar sus respuestas en los términos de las acciones que desarrolla. El caso de Sebastián Pira es un antecedente emblemático de torpeza y burocracia para investigar, y acaba de renovarse con el cierre de la causa por el choque de dos colectivos de la empresa Monticas, ocurrido el 24 de febrero de 2016 en el kilómetro 779 de la ruta nacional 33: la tragedia vial más importante de la provincia de Santa Fe, con 13 víctimas fatales y más de 30 heridos, no tiene responsables. Las fisuras del sistema, dijo Compromiso Vial, “se hacen cada vez más evidentes y obscenamente tangibles”.


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