Doctor en Ciencia Política por la Universidad Nacional de Rosario, Ezequiel Miller afirma que después de las elecciones de noviembre próximo la agenda pública nacional estará marcada por “los problemas estructurales de la economía argentina”, entre los que cita “el posible acuerdo con el Fondo Monetario Internacional y la delicada cuestión de la deuda, la inflación y la situación social”. Para Miller, “la duda central” en torno a ello “está aún irresuelta” porque se desconoce “cuál será el camino que adopte la coalición oficialista” para abordar aquellos temas. Es un debate inconcluso en el oficialismo, “postergado, a la espera del resultado electoral”, afirma.
Ezequiel Miller arriesga que “difícilmente el Frente de Todos pueda revertir” los resultados de las Paso “y ganar los comicios”. Ante un eventual panorama futuro determinado por tal resultado, evalúa: “El presidente Alberto Fernández deberá atravesar una segunda parte de su gobierno signada por la debilidad que trajo aparejada la derrota en las primarias y las diferencias internas entre los principales socios del Frente de Todos”.
El politólogo Miller, 36 años, es otra de las jóvenes voces del análisis político surgido de la academia rosarina. Con un posgrado en Comunicación Política, es profesor adjunto de la cátedra Introducción a las Ciencias Sociales en la Facultad de Ciencias Económicas y Estadística de la UNR. Se ha especializado en el estudio de los impactos de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) en el sector público y realizó estancias de investigación en la Universidad Federal de Rio Grande do Sul (Brasil) y en la Universidad Autónoma de Madrid (España). En el ámbito de la UNR, integra el Instituto de Investigaciones Económicas (Facultad de Ciencias Económicas y Estadística) y el Centro de Estudios “PoliLab UNR” (Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales).
En este diálogo con Suma Política, Ezequiel Miller se explaya sobre la coyuntura, la historia democrática argentina de las últimas décadas y sobre el sistema de representación. También —tal su campo de experiencia— sobre cómo las TIC han modificado profundamente a la sociedad y, particularmente, a la praxis política.
—La democracia argentina acumula una deuda social de peso, con índices de pobreza y desocupación que triplican a los que se registraban en los años finales de la dictadura, ¿qué reconstrucción de ese proceso hacés? ¿qué explicaciones te das?
—De un modo general, y sin ser especialista en el tema, se advierte que desde el retorno de la democracia se han producido vaivenes económicos muy marcados, con proyectos pendulares que otorgaron roles dispares al mercado y al Estado. Creo necesario advertir que el proyecto neoliberal instaurado por la última dictadura militar dio inicio a una progresiva desindustrialización que cambió la matriz socio productiva de nuestro país y de un modo concomitante se produjo un proceso de desregulación.
—Ninguno de esos proyectos pendulares resolvió el tema…
—Desde el retorno de la democracia han convivido proyectos políticos y económicos que no pudieron resolver problemas estructurales: la dificultad para mantener algún grado de sostenibilidad en el crecimiento económico y la convivencia permanente con altas tasas de inflación. A esta regularidad que tiene Argentina hay que sumarle que desde 1983 la pobreza ha subido y bajado en diferentes momentos. Sin embargo, si mirás la línea histórica advertís un deterioro marcado de las condiciones de vida de la población. De hecho, hubo hitos que produjeron saltos exponenciales en este indicador: la hiperinflación de finales de la década de 1980, la crisis de 2001, la reciente devaluación de 2018 y 2019 y por último los estragos causados por la pandemia… Todo ello se vuelve aún más complejo cuando se observa la dinámica que han tenido otros países de la región en las últimas décadas, que lograron cierta estabilidad económica con crecimiento sostenido, bajas tasas de inflación e incluso disminución de la pobreza y la marginalidad.
—¿Por qué te parece que es tan difícil que en Argentina las grandes coaliciones políticas se comprometan en un acuerdo estratégico sobre temas capitales?
—A diferencia de otros países, en Argentina no fueron tan habituales los acuerdos transversales sobre temas estructurales y no parece que ello pueda suceder en un horizonte cercano. Quizás se podría hacer mención en la historia reciente al denominado Pacto de Olivos, que implicó un acuerdo entre Menem y Alfonsín para la reforma constitucional, en una época en la que los partidos políticos aún tenían un peso muy fuerte. Más allá de acuerdos institucionales de este tipo, los grandes acuerdos sobre temas estructurales ligados al modelo de desarrollo se encuentran ausentes…
—La coyuntura también es desfavorable…
—Es posible que la dinámica política actual dificulte aún más la posibilidad de pensar en ese tipo de escenarios, ya que la organización en dos grandes coaliciones electorales muy competitivas entre sí, que aglutinan respectivamente una diversidad de posicionamientos ideológicos, torna todo más complejo. Esto se vio explicitado en las discusiones previas a las últimas Paso dentro de Cambiemos, pero también en el escenario poselectoral con las discusiones “a cielo abierto” sobre el devenir de la política económica y los motivos de la derrota electoral, dentro del Frente de Todos. Las dos grandes coaliciones políticas tienen discusiones internas muy efervescentes, que en algunos momentos adquieren estado público, pero en su interior cuentan con referentes que tienen vocación de diálogo capaz de llegar a acuerdos. Esto se vio con claridad durante el gobierno de Mauricio Macri y los aceitados trámites legislativos que garantizó buena parte del PJ, y más recientemente con el acuerdo para posponer las elecciones por el contexto de pandemia, motorizado por el propio ministro del Interior, Wado de Pedro.
—Decir que el sistema de representación política en Argentina está en crisis es ya casi una frase que, por repetida, se vacía de sentido, ¿ves una salida de ese atolladero?
—El sistema político argentino funciona relativamente bien desde el regreso de la democracia, no exento de dificultades, pero se diferencia de lo que sucede en el resto de América latina. Países como Chile, Perú, Ecuador y Colombia se han visto asolados por recurrentes crisis políticas con masivas y violentas protestas, a lo que se suma la situación de inestabilidad de Brasil. Sin desconocer que en Argentina subsisten tensiones y demandas irresueltas, en la actualidad hay una relativa estabilidad del sistema político; muestra de ello es la competitividad que existe entre las diferentes fuerzas, la ausencia de fragmentación, la alternancia en el poder y el reconocimiento de los resultados electorales por parte de los derrotados, entre otras cosas… Para mí, el debate en la esfera pública, la intensa movilización social o la efervescencia en las declaraciones e intercambios en los medios, así como las discusiones en redes sociales, son muestras de cómo el sistema político procesa esas tensiones dentro de un esquema democrático…
—No ves entonces allí una crisis…
—Funciona relativamente bien… Sin embargo, el incremento en el ausentismo de las últimas Paso y el crecimiento comparativo del voto en blanco e impugnado muestran un cierto nivel de malestar en algunos tramos del electorado y hay que mirar con atención y reflexionar sobre lo que deja traslucir este tipo de comportamientos. Es probable encontrar algunas respuestas en una conjunción de cosas…
—¿Cuáles?
—Pienso en años de estancamiento económico, la alta inflación, la consolidación de amplios sectores de la población sumidos en la pobreza y marginalidad… todo esto sumado a las consecuencias de la pandemia y la incapacidad del gobierno nacional para cumplir con las promesas de revertir la situación heredada del macrismo, juntamente con errores auto infringidos en la gestión de la emergencia sanitaria…
—A la luz de los nuevos tiempos, ¿de qué manera ha cambiado la participación de la sociedad en la política?
—La Constitución nacional prevé que la forma de participación ciudadana se da formalmente a través de los partidos políticos; con la crisis de estas instituciones irrumpen múltiples formas en el marco de la democracia liberal y del nuevo contexto socio tecnológico. Me interesa poner en primer plano nuevas lógicas de movilización popular que están cimentadas en innovaciones relacionadas con las formas de comunicación y organización producidas en las últimas décadas.
La irrupción de las redes digitales generó un importante cambio en las relaciones sociales y culturales, que sin duda tuvo impacto en el sistema político.
Movilizaciones icónicas como las de la primavera árabe o más recientemente las surgidas a partir de la muerte de George Floyd en Estados Unidos son muestras de cómo funcionan estas redes de indignación y esperanza a decir de Manuel Castells, que combinan participación online y offline. En Argentina eso se pudo ver en las masivas marchas feministas del “Ni una menos” o en las que hubo por el derecho al aborto, entre otras… Quizás el aspecto más novedoso de estos últimos años fue el rol de la viralización de contenidos a gran escala. Todas estas nuevas dinámicas afectan de lleno al Estado, que deja de tener el monopolio de la intervención y resolución de problemas públicos. Hoy se vuelve impensable la formulación e implementación de políticas públicas sin la incorporación de los actores sociales involucrados al proceso.
—¿Cuánto han venido a influir las nuevas tecnologías en los procesos de participación y representación política? ¿Ha sido un aporte disruptivo? ¿O han venido a consolidarlos?
—En línea con lo que te decía antes, sin dudas que las TIC (tecnologías de la información y la comunicación) han transformado fuertemente a la sociedad. Por fuera de posturas tecnoutópicas, solucionistas o pesimistas, el proceso de interacción entre las tecnologías y la sociedad es complejo y nada determinista. Esta dinámica de retroalimentación propicia el desarrollo de nuevas formas de organización social basadas en comunidades, sobre intereses individuales y afinidades, que tienen como soporte principal lo digital, pero que no se agota en la virtualidad, tal como se desprende de los ejemplos de los que hablábamos antes. Los movimientos sociales adquieren nuevas lógicas de organización en red que ponen en jaque a las organizaciones tradicionales. No sólo al Estado, también a una diversidad de actores que van desde los sindicatos y las religiones, hasta los medios de comunicación… Es un escenario en el que los gobiernos enfrentan problemas cada vez más complejos, en el que nuevas agendas temáticas irrumpen a gran velocidad impulsadas por cambios tecnológicos, políticos y sociales a nivel global. Los gobiernos disponen de herramientas, recursos y tiempos que no siempre son los más adecuados para intervenir…
—¿Qué podrías decir de la dinámica que adquiere el proceso electoral de aquí a noviembre?
—El resultado de las primarias a nivel nacional produjo un tsunami político en el oficialismo. El Frente de Todos perdió en casi todos los distritos en los que esperaba una victoria y esto generó un amplio debate que tomó estado público y mostró a plena luz del día las diferencias acerca de los motivos de la derrota y los cambios que era necesario emprender. Veo que luego de la última carta de Cristina Fernández de Kirchner el escenario político dentro del oficialismo tendió a ordenarse. Los acontecimientos mostraron algunas definiciones nodales: la descentralización de la campaña del Frente de Todos y su consecuente provincialización, que va de la mano del corrimiento de la figura de Alberto Fernández en el debate electoral, y la inclusión de figuras políticas de peso en el gabinete nacional y en el de la provincia de Buenos Aires. Hay un corrimiento hacia un renovado protagonismo de gobernadores e intendentes que podría sintetizarse así: el poder a los ganadores.
—¿Ves posible que se reviertan los resultados?
—El análisis de la historia reciente de las Paso y el traslado de votos a la elección general muestra que difícilmente el Frente de Todos pueda revertir y ganar los comicios. Sin embargo, el intento por ello está presente con un nuevo ímpetu e hiperactividad que le imprimió a la gestión (el jefe de Gabinete) Juan Manzur. Cambiemos aspira a conservar los votos obtenidos con dos ejes: la necesidad de cuidar esos votos y garantizar que sus electores vayan nuevamente a las urnas, y una cierta radicalización del discurso público que ya no es sólo de dirigentes como Patricia Bullrrich, sino también de los considerados moderados, como María Eugenia Vidal.
—¿Qué mundo político del país imaginás después de las legislativas de noviembre?
—Es difícil imaginarlo, pero como decía previamente es altamente probable que el resultado electoral sea de similares características al observado en las Paso, por lo que el presidente Alberto Fernández deberá atravesar una segunda parte de su gobierno signada por la debilidad que trajo aparejada la derrota en las primarias y las diferencias internas entre los principales socios del Frente de Todos. Después de noviembre, los problemas estructurales de la economía argentina marcarán la agenda: el posible acuerdo con el FMI y la delicada cuestión de la deuda, la inflación y la situación social serán los focos de atención. La duda central está aún irresuelta: cuál será el camino que adopte la coalición oficialista para abordar estos delicados temas. Debate inconcluso en el oficialismo, postergado, a la espera del resultado electoral.
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Músico, periodista y gestor cultural. Licenciado en Comunicación Social por la UNR. Fue editor de las revistas de periodismo cultural Lucera y Vasto Mundo.
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