“Ganó Sain”, dijo sin vueltas Victor Sarnaglia al salir de la Casa Gris, donde presentó formalmente su renuncia como jefe de la Policía de la provincia de Santa Fe. Se refería al ministro de Seguridad que como toda despedida declaró que “Sarnaglia es el pasado”. Para sumar confusión, el ahora ex jefe policial no se da por vencido: “Sería un honor ser asesor del gobernador. Tengo todo su apoyo y vamos a seguir trabajando juntos”.
Con esas pistas, Víctor Sarnaglia se alejó de sus funciones de “repartidor de móviles”, según admitió. Habló de “incompatibilidad de caracteres” y de que el ministro de Seguridad “se enojó mucho conmigo”. También reprochó no haber sido consultado, ni él ni ningún policía, para elaborar los proyectos de ley que el gobierno enviará a la Legislatura para reformar los organismos de seguridad. “Se ve que no es una cuestión de policías”, dijo aludiendo a declaraciones de Sain. También recordó que hasta el pasado jueves estuvo hablando con el gobernador sobre el futuro.
Su salida fue una sorpresa y no tanto. El ahora ex jefe de la Policía de Santa Fe, Víctor Sarnaglia, se había puesto un plazo: cuando pasara el Covid se iba del cargo. Y recién ahí porque así se lo había prometido al gobernador después de una de las tantas discusiones con el ministro Sain. Si por él fuera, se habría ido antes, como finalmente pasó, ya no por su decisión. “No vine para esto”, repetía. “Sólo era el que repartía patrulleros”, se quejaba.
No se trata sólo de una renuncia más o una modificación de nombres. Se va la persona a la que Omar Perotti fue a buscar a su casa para construir su promesa de “Paz y orden”, y que hoy está en desacuerdo con el plan de seguridad del ministro Marcelo Sain. “Este esquema no tiene futuro, porque no tiene resultados”, explica a quien quiera escucharlo.
“La gente no va a esperar diez años”, repite Sarnaglia y cuenta que así se lo dijo al gobernador Perotti: “En los primeros dos años no se puede presentar ningún proyecto de ley, la gente no quiere escuchar eso de nuevo. Y no depende de mí que esto cambie”.
Sarnaglia exhibe que “nadie busca una moneda en mi nombre”, y sostiene que es probable que lo hayan ido a buscar más por esa conducta que por su capacidad.
Cuando le preguntan qué pasó después de ese año largo de charla con el gobernador Perotti antes de que asumiera, cuando hablaron tanto de lo que podía hacerse en seguridad en Santa Fe, responde simple: “Apareció Sain”, justo un día antes de que le ofrezcan el cargo.
¿Qué hay que hacer?
Sarnaglia no está del todo convencido con la ley del 2006, la que reformó y sacó el esquema de oficiales y suboficiales. En cambio dice estar de acuerdo con el escalafón único. Y opina que lo que faltó en Santa Fe es un plan de implementación. “Supongamos que se vota una ley genial, la implementación, ¿en qué tiempo sería: un mes o diez años?”
“Lo que hay que hacer hoy -opina- es ponerse a laburar con lo que tenemos hoy. Se lo dije al gobernador. En los primeros dos años no se puede presentar ningún proyecto de ley. La gente no quiere escuchar un proyecto de ley nuevo. Quiere concreciones, pero eso no depende de mí”.
El que reparte patrulleros
Según Sarnaglia, desde la creación de la nueva estructura que maneja la gestión en seguridad, que armó el actual ministro Sain, “el crimen organizado está en manos de la Agencia de Investigación Criminal, de la Secretaría de Investigaciones, que depende directamente del ministro”. Y sobre la aparición de unas anotaciones sugiriendo que él forma parte de una red de coimas del juego clandestino se pregunta: “¿Por qué me van a pagar a mí coimas los capitalistas de juego, por algo que yo no investigo ni controlo?”.
Incluso en este tema reconoce que “en el imaginario de todos, incluso del gobernador, que a veces se confunde, el jefe de policía es el que manda. Pero ahora la Policía no tiene más el área de investigaciones. Solamente Sain llama a la policía de Santa Fe. Nosotros hacíamos seguridad preventiva, pero no teníamos capacidad investigativa, ni tampoco las comisarías”.
Tampoco ahorra críticas: “No estoy para nada de acuerdo con lo que está haciendo ni con lo que deja de hacer Sain. No vine para esto. Está claro que este esquema de supuestas tres policías, no funciona, no tiene futuro”.
Cuestiona el actual sistema de seguridad, afirma que se basa en un plan que se hizo en Centroamérica con un programa americano y que divide a la policía judicial de la policía de seguridad. Y eso -está convencido- en Centroamérica fracasó hace veinte años”.
Y argumenta por qué: “Porque el que es dueño del territorio y no es dueño de la investigación, si la investigación no se esclarece, al comisario no le interesa. Y al que es dueño de la investigación y no es dueño de la jurisdicción, no le interesa que entren denuncias nuevas. Entonces al no retroalimentarse los dos sistemas con la información, el único perjudicado es Juan Pueblo, nadie más”.
Por si quedaran dudas, reitera que “investigar no es mi función. Eso lo hace la Agencia de Investigación Criminal. Según Sain, soy el que reparte patrulleros. Nada más. Y en la práctica, hasta cierto punto, eso es así”.
No obstante admite que “hay muchas cosas por resolver: faltan 5000 policías, por ejemplo”.
El primero en investigar a Los Monos
Sarnaglia cuenta con orgullo su trayectoria. Haber sido jefe de las Tropas de Operaciones Especiales durante 12 años dice que le permitió conocer bien Rosario, y que los dos años en la Policía Rural le alcanzaron para conocer la provincia de punta a punta.
Pero más que nada le gusta recordar que fue el primero en hacer una investigación contra la banda de Los Monos. Fue en el año ’95 cuando se dedicaban a vender entradas de favor de Newell’s y los había denunciado el ex presidente del club Walter Cattáneo.
“Como pasa en toda organización criminal -sostiene- que produce dinero en negro, lo tiene que invertir en negro, porque no lo puede blanquear. Entonces terminaron comprando y vendiendo droga”. Y se pregunta: “Si Los Monos eran violentos en el ’95, ¿cómo desde ese año hasta ahora nadie pensó que se iban a poner más violentos? ¿Cuál puede ser la razón?”, pregunta con ironía.
Recuerda que incluso dio una charla en el año ’96 advirtiendo que “Rosario estaba condenada geopolíticamente a ser el nudo gordiano de las organizaciones criminales del Mercosur”, y lamenta que ni jueces ni fiscales le prestaron atención a ese anticipo.
“Un policía mediocre”
A Sarnaglia le gusta exhibir su pasado. Habla de los doce años en las TOE, de los libros que escribió sobre investigación criminal, cuenta que fue profesor y egresado de la academia del FBI, que tiene 18 cursos de especialización en el exterior, que fue profesor en Francia y Estados Unidos y del título de experto de la Policía nacional francesa. “Soy un profesional de la policía”, dice orgulloso, pero aclara: “No soy un universitario, apenas un policía mediocre, porque no hay ninguna licenciatura que prepare para ser policía, ni siquiera la de seguridad”. Destaca haber armado la policía metropolitana de Capital Federal. “Me parece que no es un fracaso”, dice irónico.
El Fonavi y las vacaciones
A la hora de explicar su salida de la gestión, justifica con lo que no puede hacer. “Yo cobraba 90 mil pesos y no hacía nada. Soy comisario general retirado. Siempre tuve dos laburos. Hacía docencia como hobby, en Ecuador y Perú. Mi mujer es maestra jubilada, vivimos en un Fonavi y estoy casado hace 42 años, no porque yo sea bueno, sino porque ella es buena”.
Resalta su honestidad. “Vivo humildemente a pesar de que todos los años tuve gastos reservados. Vivo de mi sueldo. Sarnaglia no se llevó una moneda. Creo que por eso me fueron a buscar, más que por mi capacidad. Un prestanombre. Porque yo los corté a todos. De Seguridad Vial eché a cien, al jefe de Unidad Regional que lo agarré con un tema de juego dentro de su unidad lo relevé, no tengo compromisos con nadie. Nadie busca una moneda en mi nombre. Hasta ahora cobraba 120 mil pesos. ¿Te creés que estoy acá por 30 mil pesos más?”.
Habla de su familia, el motivo de su reincorporación a la policía. “Mis hijas tienen 38 y 35 años, tengo nietos. Ellas son trabajadoras independientes: una es repostera y la otra es modista. Mi yerno es albañil. No vivimos del Estado nosotros. Dame razones para que me quede”.
“Estoy muy caliente, porque yo no tengo guita y no tengo título, lo único que tengo es mi nombre y apellido. Y tengo hijas y tengo nietos. Yo vine acá por mi nieto, porque no le pude entregar a mis hijas un mundo mejor del que recibí”.
Relata que cuando le ofrecieron el cargo, “a mis hijas las habían robado dos veces y a una de ellas que vive en Monte Vera lo viví de cerca. No le quedó nada adentro de la casa y vi a mi nieto llorando. Entonces dije, ¿cómo no me voy a involucrar? Sino no tiene sentido. Mi vida a los 62 años ya no va a cambiar en nada”.
“Nunca fui de vacaciones a Brasil, ni a Uruguay ni a Mar del Plata. Ni a mi mujer ni a mí nos interesa eso. Yo me voy de vacaciones a Entre Ríos, que es de donde somos nosotros. Ahora voy a juntar la plata, ¿para qué? Tengo 62 años. No tengo dónde llevar la guita. Mi mujer me echa de mi casa si ve dinero ajeno”.
“Esta corbata es del 94, y este traje del 97. Miren mis manos. ¿Ven oro?”, Haciendo gala de su humildad así se despidió de su cargo cuando dejaba la Casa Gris.