Sebastián Bortnik propone una escena: un chico al que le gusta tanto jugar a la máquina tragamonedas que le pidió a su familia que le compre una. El pibe tiene su máquina en la habitación y a la noche, antes de ir a dormir, arriesga el dinero que le dieron para el otro día. Si pierde, mañana no almuerza. Bortnik aclara, ante la mirada atónita e incómoda de decenas de personas, que es una historia inventada. Pero entonces señala el celular: “Esas máquinas son el prototipo de las aplicaciones que están en los celulares”.
Es 11 de junio de 2024 y Bortnik está en el Anexo C del segundo piso del Congreso de la Nación. Es una de las más de 25 personas invitadas a exponer sobre ciberapuestas y ludopatías frente a las comisiones de Prevención de Adicciones y Control del Narcotráfico, Acción Social y Salud Pública, Comunicaciones e Informática y Legislación Penal. Antes y después de Bortnik hablan estudiantes, docentes, deportistas, funcionarios, expertos en informática y psicólogos. Y está él, que es experto en tecnología y autor del libro Guía para la crianza en un mundo digital. “Hace unos 15 años que estudio cómo las tecnologías impactan en nuestras vidas y cómo podemos usarlas mejor, para que nos hagan mejor. Y pongo mucho el foco en la niñez”, aclara, unos días más tarde, mientras charla con Suma Política.
En el Congreso, el divulgador habla sobre todo del diseño que existe detrás de las aplicaciones para el juego online. Asegura que las ludopatías —y más las que padecen adolescentes y niños— son apenas un pedacito —quizás lo más grave— de algo más grande: la economía de la atención. “No se puede resolver la ludopatía sin atender el todo”, aclara y explica, de manera sencilla, que ese todo es simplemente lo que nos pasa: somos adictos a las aplicaciones y redes sociales, nos cuesta cortar con el celu, lo usamos de más.
La economía de la atención, resume Bortnik, es el cruel diseño detrás de lo que instalamos en nuestros celulares: las empresas ganan más dinero cuanto más estamos en las aplicaciones, sea en casas de apuestas, jugando, o mirando Instagram o Tik Tok. “La ludopatía es uno de los casos más peligrosos de esta economía. Las adicciones que sufrimos son el resultado de una planificación. Las aplicaciones están diseñadas para hacernos esto y son muy eficientes al respecto. Por eso hay que ser intransigentes con este tema en niñez y adolescencia. Que se diviertan con otra cosa, no con algo que está diseñado para hacerles daño”. Los daños, dice, aún no salieron a la luz en Argentina. Perder plata es apenas la superficie de lo que puede llevar a casos de chicos que no almuerzan, a chicos que no pueden relacionarse, viven aislados y pueden llegar a sufrir depresión y suicidio.
Bortnik asegura que el crecimiento de la ludopatía es algo que se viene viendo desde hace unos cuatro o cinco años. Es una temática que crece progresivamente, hasta que explota en los medios. Pareciera, entonces, que en 2024 es el tema que copó la agenda
—¿Hubo algún momento, alguna charla con alguien, algo que hayas visto, que te haga decir “Acá está pasando algo”? ¿Hubo algo que te haya hecho hacer ese click?
—Las primeras ludopatías que vi no fueron en adolescentes, fueron en adultos, de 30 y pico. Mi primer click fue hace unos tres años, cuando me sumé a un grupo de básquet. Me sorprendió ver que prácticamente todo el grupo apostaba. No era la primera vez que yo escuchaba de esas aplicaciones, ni que lo veía como una problemática, pero era la primera vez que me encontraba con un grupo de personas que tenían totalmente naturalizado el uso constante de dinero para hacer apuestas deportivas. Después hubo otro hecho que me impactó mucho. Ya hace muchísimos años que comparo nuestra relación con la tecnología con el cigarrillo. Es una comparación que hago frecuentemente porque hay muchos patrones en común respecto a algo que es nocivo y adictivo y que durante muchos años no solo parecía que no lo era, sino que si decías que lo era, era mala onda y hasta ni siquiera la ciencia acompañaba. En ese contexto, algo que también fue un click para mí fue la aparición de las casas de apuestas como sponsors deportivos. No me acuerdo ahora si la primera vez fue River o Boca o la Selección. Pero me acuerdo hasta de charlarlo en casa diciendo “Ah, mirá, mirá dónde llegaron”. Llegaron al lugar donde hace muchos años estaban los cigarrillos. Fue un momento en el que dije: me parece que se viene una ola similar, algo se va volver muy masivo y con el paso del tiempo nos iremos dando cuenta que es nocivo.
—Vos dijiste en Diputados que las apuestas online están diseñadas para la adicción, ¿cómo se logra ese diseño?
—Las casas de apuestas online no son ni el primer ni el último negocio que depende de que el usuario se vuelve un adicto para funcionar. Con lo cual tampoco vinieron a inventar nada. Lo que sí me animo a sumar, es que si hay un aspecto de la ciencia que evolucionó en los últimos años, es la neurociencia. Es decir, a diferencia de hace 30 ó 40 años, hay un entendimiento de qué le pasa al cerebro humano para volverse adicto que no había antes. Ese conocimiento de la ciencia muchas veces está puesto a cargo de las empresas. Es decir, grandes expertos en neurociencia no están trabajando para mejorar la calidad de vida de la gente, sino para que las empresas ganen más dinero, lo cual es parte natural del mundo y la economía. Pero digo, lo que hoy sabemos de las adicciones no se sabía antes, y ese conocimiento puede ser utilizado tanto para curar las adicciones como para causarlas. Entonces hoy aparece la adicción por diseño y eso es algo que no podría haber ocurrido antes. Por ejemplo, hace 30 años, no te regalaban plata en los casinos para empezar a apostar. Y hoy las aplicaciones de apuestas online lo primero que hacen es regalarte dinero. Son todas cuestiones que se sabe que favorecen que la gente se quiera quedar. Eso es lo que tenemos que saber al final del día: que esto es adictivo por diseño.
—¿Y esa adicción es inevitable?
—No podemos evitar que haya sido hecho para eso. Hay que tener mucho cuidado con el concepto de apostar con responsabilidad o apostar con cuidado. A mí me parece que es un concepto muy peligroso. No me animo a decir que estoy seguro que no existe la apuesta responsable, pero no tengo ninguna duda que es un concepto que los chicos no pueden escuchar. Me parece que también amerita, como todo problema nuevo, mucho tiempo de pensamiento. Porque si yo mismo me pongo a repensar sobre esta idea, quizás con otras drogas uno le pueda decir a los chicos que mejor que intentar negarlas es pedirles que las consuman con responsabilidad. Siento que a diferencia de otras sustancias adictivas, el diseño de estas aplicaciones está hecho de forma tal que, al menos si este concepto existe, es mucho más difícil de aplicar en otros aspectos
—¿Cómo se puede romper esa estructura diseñada, desde una casa común y corriente o desde la escuela pública que funciona en nuestros barrios? ¿Qué herramientas existen?
—Estamos en un momento con la tecnología que es como con chiche nuevo. Hay cosas nuevas y te metés, y dale que dale. Y no lo pensás. Es una de las analogías que hago con el cigarrillo. Si yo hoy fuera a una reunión de trabajo y me prendo un cigarrillo, me frenarían en seco porque llegamos a un acuerdo social sobre eso. Ese acuerdo social que hoy nos parece tan obvio no era tan obvio hasta hace tan poco. El pensamiento mayoritario sobre una persona que hace 25 años te pedía que para fumar salgas al balcón era que estaba rompiendo los huevos. Esas personas fueron precursoras. Esas personas vieron venir que la sociedad diez, doce años más tarde, iba a llegar a un acuerdo de que en los lugares cerrados no se fuma. Pero primero fueron los hinchapelotas, porque en ese momento nadie decía “uh, como la vieron”. Y algo similar pasó con aspectos del feminismo, por ejemplo. Es decir: los cambios sociales requieren de precursores. Y en ese contexto, por más que me voy primero por las ramas, vuelvo a tu pregunta. Hoy hacen falta esos hinchapelotas porque hace diez años era cool que te dejen llevar el celular al colegio y hoy empieza a aparecer una movida que dice “che, pará, me parece que el colegio no es un momento para que los chicos estén con el celular”. Hay escuelas secundarias que están probando una semana detox: una semana por mes el celular no entra. Hay colegios en el que directamente los chicos no pueden usar el celular en horario escolar. Entonces yo creo que socialmente vamos a empezar a encontrar cambios que van a empezar al menos a mostrar que es un dispositivo que puede tener muchas cosas geniales pero que a la vez tenemos que parar un poco la mano. Tenemos que poner un freno y reflexionar respecto a cómo lo estamos utilizando.
—¿Y en las casas que pasa?
—Esa es otra variable que nos cuesta mucho con la tecnología: el empoderamiento de los chicos. Todavía lo que más recibo de los padres es una pregunta: ¿qué le prohíbo y qué le permito? Los padres vienen hacia mí con una visión súper binaria de la gestión de la tecnología. Y para eso tengo otra analogía: la del boliche. En mi adolescencia, el momento tan temido por mi familia era ese primer día que yo me iba a ir a las diez, once de la noche de mi casa e iba a volver a las cuatro de la mañana. Para ese momento hubo dos cuestiones. La primera fue que mi familia decidió en qué momento me decían que no podía hacerlo y en qué momento me dijeron listo, ya podés ir. En paralelo a eso, hubo un montón de recursos que tenían que ver con que el día que yo pueda empezar a ir al boliche esté preparado para tomar decisiones, a qué decir que sí, a qué no, a no prenderme en las peleas, no prenderme con el alcohol. Lo que muchas veces olvidamos con la tecnología es que tenemos que preparar a los chicos independientemente de si prohibimos en ciertos contextos el uso de los teléfonos, que puede ser algo muy sano. Tenemos que preparar a los chicos para que aprendan a tomar decisiones. Y ese preparar está dado por dos componentes fundamentales que son el diálogo y el ejemplo. Y en general estamos fallando en ambos. No hablamos de estos temas, solamente nos limitamos a prohibir o controlar, y no damos el ejemplo, porque por cada cuatro adolescentes adictos, hay un adulto adicto. Hay adultos que te van a decir que no hacen apuestas online. Pero no que los hijos ven que no pueden cortar con el trabajo. Bueno, vos no podés cortar con el trabajo, él no puede cortar con las apuestas. Pero al final del día lo que ven es que el celular es un dispositivo adictivo y que se usa 24 por 7. Entonces me parece que también tiene mucho que ver con encontrar en qué momento se trata de prohibir y en qué momento se trata de empoderar, porque es una combinación de ambos.
—¿Sirven las leyes en estos casos?
—Esta es una respuesta muy personal que en cierta forma trasciende el por qué me llaman. Yo creo que en Argentina tenemos sobrevalorado el poder de las leyes. Súper sobrevalorado y en donde muchas veces el debate sobre cómo resolver la problemática está puesto sobre las leyes que se sancionan, se dejan de sancionar o se modifican y las leyes no solucionan todo, no alcanzan para resolver problemas. Nuestro cuerpo normativo está lleno de leyes que están de adorno porque nadie las cumple, está lleno de leyes que pretendían resolver un problema pero no lo resolvieron. Yo creo que las leyes son importantes a veces, fundamentalmente marcan agenda, pero no tengo ninguna duda que una ley no va a resolver el problema de la ludopatía. Una ley puede ser una partecita de la solución y en general me animo a decir que en casi todos los temas, una ley es una partecita necesaria pero insuficiente para solucionar prácticamente cualquier problema que tengamos como sociedad. Pero además, si las leyes se presentan como soluciones a los problemas, llevan a la inacción, llevan a que la gente diga “ay, qué bueno, salió la ley” y se quedan esperando a que la ley solucione todo. Yo creo que en este momento hace falta una ley, porque hace falta regular el marco publicitario de las apuestas online, pero no tengo ninguna duda de que tenemos que hacer muchísimas más cosas como sociedad en cada familia, en cada colegio, desde el Poder Ejecutivo, en un montón de lugares. Hay muchas cosas para hacer que si no las hacemos después de que salgan todas estas leyes, que van a salir porque es el tema de moda, no se va a solucionar el problema. No tengo ninguna duda de que es necesario que pasen un montón de cosas más allá de lo que se sancione.