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Homenaje del Normal 2 a un exalumno de Oro: Brian Impellizzeri, que superó marcas en la pista, el cuerpo y el alma

Un exalumno olímpico no es cosa de todos los días y con una medalla de oro, menos aún. La Escuela Normal Superior N°2 organizó un homenaje a Brian Impellizzeri, que cursó en el lugar desde cuarto grado y tres semanas atrás brilló en los Juegos Paralímpicos de París. Un salón de actos colmado y un festejo a dos vías, para turno mañana y tarde, con alumnos de nivel primario y secundario, que habían trabajado el tema en clase, pensado preguntas y hasta confeccionado una presea de cartulina y fulgurante dorado, con el número 1, para ungir al campeón, que por esas coincidencias de la vida, también se llama Lionel.  

Cuando Brian ingresó, los aplausos fueron interminables. Después de triunfar en el mundo, estaba recorriendo el salón donde en 2016 se graduó en orientación Naturales. Su amigo del alma y toda la vida, Leonardo Milone, estaba en primera fila y por supuesto, quienes fueron sus profesores, que veían encarnado en el atleta “los valores de la Escuela”. El homenaje incluyó una entrevista pública que dirigió con toda solvencia el periodista deportivo y también ex alumno, Agustín Zendra, y de la que también participó Martín Arroyo, un más que destacado entrenador en deportes especiales, escoltados por las directoras Graciela Bisquert y Sandra Galiari, de nivel secundario e inicial, respectivamente.

Tres semanas atrás, Brian había volado sobre 6 metros 42 centímetros en el Stade de France colmado de público. “Cuando escuché el himno, vi toda esa gente y pensé que a través de la televisión me estaban viendo millones en Argentina, sentí algo muy fuerte”, dijo sobre el instante que antecedió a la marca con la que hizo historia. Ahora estaba en el salón de actos de la escuela de su niñez y adolescencia, una familiaridad que recogía los destellos de la reciente gloria de París, casi un haber estado allí. 

Juan Ferreyra y el vicepresidente del Centro de Estudiantes del Normal N°2, Khalil Zenón, alumnos de tercer año, división segunda, orientación Sociales, dieron cuenta de las expectativas. “Tuvimos una convocatoria para el acto de parte de los compañeros de quinto año y la directora Bisquert para que se diera una especie de ida y vuelta de Brian con los alumnos, poder pensar preguntas, pensé en la disciplina, en saber qué se necesita para llegar a ese punto”. Y destacaron que el hecho del “cara a cara, ida y vuelta”, con un atleta de elite, capaz de superar marcas en la pista, en el cuerpo y en el alma. 

Altísimo y espigado, afable y dispuesto, Brian respondió las preguntas de rigor sobre sus comienzos, su encuentro con Arroyo y el momento en que las primeras pruebas de salto en largo, a unos cinco metros, le permitieron comenzar a soñar. “Con un número así nos dimos cuenta que estábamos entre los 15 primeros del mundo, y se abría otra perspectiva si trabajábamos”. Después fue Brasil y con sólo cuatro meses de entrenamiento, obtuvo medalla de bronce y se ubicó entre los seis primeros del mundo. Quizás no lo sabía, pero había cruzado el Rubicón. 

“Ahí mi cabeza hizo click, si con esos pocos meses de trabajo había llegado a esos lugares, podía lograr mucho más”, explica frente a un auditorio atento, para luego enumerar fechas, competencias y premios. Sin pasar por alto el entrenamiento en pandemia, cuando sacó un colchón a la vereda de su casa para entrenar. Claro que el plato fuerte era saber de primera mano cómo había sido el triunfo en Paris; Brian abundó en detalles de adaptación y entrenamiento y al final, un estadio colmado. “El atletismo no suele convocar a tantos miles, pero desde el primer día al último siempre tuvimos 70 a 80 mil personas, y sentías que se te caí la tribuna encima por el aliento y los aplausos, el orgullo no es sólo personal, es de todo el equipo con el que trabajo”, destacó y los aplausos una y otra vez rubricaban la hazaña.  

A su turno, los alumnos quisieron saber cómo entrenaba, qué tipo de alimentación tenía y cuántos metros saltaba. En todo momento, Brian y Arroyo traducían los logros obtenidos a nivel internacional con los valores que lo hacen posible: dedicación, esfuerzo, constancia, aplicable a toda actividad deportiva, más aún, a toda actitud de vida. “Conocí este mundo a través de una materia en el profesorado de Educación Física en el Club Echesortu”, explicó el entrenador que también llevó al podio a otra campeona paralímpica, Yanina Martínez. Además destacaron el rol del Estadio Municipal Jorge Newbery, que está abierto a cualquier entrenamiento. 

Sobre el final del acto que condujo el profesor de Educación Física Mauricio D´Agostino, llegaron los obsequios artesanales de los pequeños a Brian, que se agachaba a mostrarles la medalla. Otro momento emotivo y de aplausos fue cuando la profesora de Arte, Marta Dunster, le obsequió un dibujo a color del original que en segundo año había hecho Brian y que para la docente ya contenía las pistas del movimiento y la acción.

Suma Política dialogó con Brian, en un alto de autógrafos y afecto de filas interminables de alumnos; siempre respondió en plural, consustanciado con su equipo que oficia de andarivel y sostén. 


-¿Acabás de vivir qué, Brian?    

– Una emoción enorme, muy contento de tener este reconocimiento, este recibimiento de la Escuela para mi; siendo exalumno ver a todas estas personas que estuvieron en mi camino, es muy lindo volver a este lugar que nos vio crecer tanto como persona, en lo humano, y en edad, algo que nos marcó, que ayudó en cierta forma a ser parte de nosotros disciplinados. Volver acá, ver a nuestros directivos, exprofesores, compañeros de escuela, es algo que llena el corazón y estoy muy contento con todo esto.

-¿Cuándo comenzaste a soñarte campeón, superando desafíos?

– De muy chico, antes de conocer el atletismo siempre soñé con ser un buen deportista, lo que uno sueña de chiquito. Dentro del deporte que hago hoy día fue a mediados de 2017, cuando nos enteramos que podía estar en un muy buen lugar y posicionados a nivel del mundo, eso fue lo que dio pie a querer cumplir ese sueño porque tenía con qué. 

-¿Qué significó convertirlo en realidad?

– Personas conocidas destacan en mi, y yo también lo considero como cualidad, que siempre lo que me he propuesto hacer, lo hice en tiempo y forma, y aquello que no pude lograrlo en tiempo y forma, igual sigo trabajando a tope para poder lograrlo, en el momento y el lugar que sea.

-¿Qué significa la palabra límite para un atleta de elite?

-No hay. No existe esa palabra. Siempre trato de enviar el mensaje, tanto por la discapacidad como no, la discapacidad no es un límite. Desde ese concepto que tenemos en la cabeza, creo que doy a entender muy bien que en mi pensar y en mi forma de ser no creo que haya límites, es lo que trato de buscar y lo que calculo nos hace destacar. 

– Un escritor español, Manuel Vicent, dijo que él siente que los atletas en alta competición tratan de robarle segundos al tiempo, al universo…

-Tal cual. Nosotros siempre tratamos de hacerlo, creo que de eso se trata el alto rendimiento, de aprovechar al máximo cada segundo, cada milésima que podemos conseguir. Es eso que vos decís, robar tiempo al tiempo para salir de la mejor manera.

Brian Impellizzeri, agradeció, sonrió y tan dispuesto como en todo el acto, volvió a firmar hojas de carpetas, como las que escribía años, atrás, mientras soñaba con desafiar al tiempo y al espacio. 


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