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Fotografía: Alan Monzón

Sociedad

Incluso en los mejores de los últimos 30 años, más de un cuarto de los argentinos vivió siempre en la pobreza

“Al menos un cuarto de la población argentina fue pobre en los últimos cuarenta años”, refiere Leopoldo Tornarolli, desde el Centro de Estudios Distributivos Laborales y Sociales (CEDLAS) de la Universidad de La Plata, donde investiga pobreza y otros aspectos de la realidad socioeconómica. El último relevamiento del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA), convulsionó la agenda de diciembre: la pobreza volvió a aumentar y ronda el 44,7 por ciento. El presidente Alberto Fernández objetó la medición y la puso en relación con el aumento del empleo, cuya incidencia decrece sobre el telón de fondo de una inflación anual de tres dígitos.  

Al final de cada período presidencial, la pobreza funge de mojón para validar gestiones, los índices encarnan y la piel social se crispa. En los últimos años la pobreza espiraló, pasando de valores menores a 30 por ciento en 2017 a los actuales. Suma Política dialogó con Tornarolli, investigador y docente de Economía Política, que lleva dos décadas trabajando en un proyecto de estadísticas, que en la actualidad dirige, sobre pobreza, desigualdad y mercados laborales, y que incluye a toda América Latina. “Nuestras estadísticas fueron ganando reconocimiento y son las que utiliza el Banco Mundial y otros organismos internacionales para la discusión de cuestiones comparativas entre países”, explicó. Entre otros trabajos, publicó Explorando los cambios de la pobreza en Argentina: 2003-2015, junto a Jessica Bracco y Leonardo Gasparini (2019), y Pobreza Crónica en Datos de Corte Transversal: Estimaciones para Argentina, con Gasparini y Pablo Gluzmann (2019). 



Teniendo en cuenta que es una categoría multidimensional, cómo definimos pobreza. 

—Hay una definición más conceptual, donde la pobreza abarca múltiples dimensiones: escasez de recursos económicos, baja esperanza de vida, problemas de salud, deficiencias educativas, insatisfacción personal, dificultades para la integración social y otras, es decir excede la insuficiencia monetaria. La mayoría de los países está reconociendo esto y en la práctica están implementando la medición de la pobreza multidimensional. En Argentina, desde 1988, se utiliza la medición tradicional que mide lo coyuntural, que es la insuficiencia de ingresos para comprar una canasta de bienes alimentarios y no alimentarios; se conoce como pobreza monetaria o por ingresos y tiene sus defectos, pero en general capta muy bien las situaciones coyunturales. 

¿Cómo se mide la pobreza, por la gravitación que tiene tanto lo conceptual como lo metodológico? En un momento en el país se cuestionó al Indec.

—Se comienza por establecer un requisito mínimo de calorías y nutrientes necesarios para llevar una vida normal, lo establecen nutricionistas y expertos; una vez que se fija ese valor, hay dos alternativas: se puede diseñar con los alimentos saludables y óptimos, que resulta cara, o relevando qué consume la población. Cada seis, siete años, Indec realiza una encuesta de gastos de los hogares, con preguntas detalladas sobre el consumo alimentario, esto permite conocer los hábitos cercanos a las calorías señaladas y en base a esos alimentos se diseña una Canasta Básica Alimentaria (CBA) y su valor total. Luego se adiciona un extra de dinero para cubrir bienes y servicios, y se forma la Canasta Básica Total (CBT); la primera marca la línea de indigencia y la segunda la línea de pobreza.

Estos valores se comparan con los ingresos de los hogares, el Indec realiza una encuesta por muestreo, microdatos, en 70 mil hogares por año, en todas las ciudades de más de 100 mil habitantes en el país, esto permite conocer los ingresos que luego se comparan con las líneas de pobreza e indigencia, lo que permite determinar el porcentaje de hogares en una u otra situación. 

—El presidente Alberto Fernández relacionó el 44,7 por ciento de pobreza señalado por la UCA con el nivel de empleo y lo puso en duda.

—Me parece que lo dijo como un sentir que tenía, que crezca el empleo y también la pobreza no es algo que ocurra regularmente, en Argentina se dio ese fenómeno y se explica por los elevadísimos niveles de inflación. Mi lectura es que de no haber existido esa dinámica de empleo, la pobreza hubiera sido aún mayor.

—¿Cómo evolucionó la pobreza en la Argentina en los últimos tiempos? ¿Siempre hay una fracción en estado de pobreza?

—Argentina tuvo tres momentos en los últimos 30 años donde la pobreza disminuyó. Un período de cuatro años a principios de los noventa, luego de que se lograra estabilizar la economía después de la hiperinflación; otro de ocho años, desde finales de 2002 hasta 2010, y el período desde mediados de 2016 hasta finales de 2017. En esos tres momentos la pobreza descendió y se encontró con un piso de 26 por ciento que en ninguno de esos casos pudo perforar. Un poco más de un cuarto de la población fue pobre aún en esos tres momentos, 1994, 2010-2011 y 2017, que fueron los mejores en la economía argentina en los últimos treinta años.

También hubo vaivenes, por ejemplo, entre 2011 y 2017, en que no hubo crisis profunda pero crecíamos un año y caíamos al siguiente; crisis muy profunda hubo a finales de los años ochenta y principio de los noventa, y un episodio más global que fue la pandemia donde si bien la pobreza no alcanzó niveles tan altos, en todo el mundo subió varios puntos. Todo este derrotero de las últimas tres décadas, nos deja a finales de 2023 con los mismos niveles de pobreza que teníamos en 2006 y en el 2000. O sea retrocedimos unos veinte años en la lucha contra la pobreza. Una situación muy angustiante. 

¿Qué hay en  la base de esas oscilaciones y de ese piso del 26 por ciento que no se puede perforar?

—La falta de crecimiento. En los períodos donde nos fue mejor, el crecimiento se encontró con un límite. En 2011 comenzó la restricción externa o falta de dólares para que la economía siga con su dinámica, porque cuando la economía crece necesita procesos productivos cada vez más complejos, y para eso se necesita importar. Argentina no logró generar los recursos para sostener esos procesos. Luego en 2017, el proceso de endeudamiento; Argentina no genera las condiciones estructurales para volvernos un país sostenible, cada vez nos endeudamos a tasas más altas hasta que nos dejan de prestar. Todos los países se endeudan, pero invierten eso en el desarrollo de la economía, generan los recursos para repagar y les siguen prestando, es decir generan economías más sólidas. 

Un cálculo representativo de la situación actual con respecto al crecimiento es el que muestra que el producto per cápita, es decir lo que producimos por persona al año en bienes y servicios en Argentina, a finales de 2023 será igual que en 2007, es decir un retroceso de 16 años, esto es muchísimo.  Pensar que en 2007, si bien la economía venía creciendo, estaba saliendo de una crisis, no era un período de pobreza baja y consumo alto, era de crecimiento de niveles bajos, con lo cual encontrarnos hoy en ese punto es preocupante. Y lo peor es que las condiciones a futuro son distintas, en 2007 las perspectivas de seguir creciendo eran más altas. Ahora con seguridad vamos a tener 2024 sin crecimiento y donde para renovar el crecimiento en 2025 será necesario que se den toda una serie de buenos resultados previamente. 

¿Cuáles son las perspectivas con el gobierno de Javier Milei, que libera las manos al mercado?

—Para mí de mucha incertidumbre. Me cuesta decir que soy optimista a pesar de que en cada cambio de gobierno se renueva un poco la esperanza. Creo que ahora hay mucha incertidumbre, hay algo bastante inusual al menos: anticipó que el año será difícil con caída del Producto Bruto Interno e inflación; hay medidas que no me gustaría que tome como la dolarización.     

¿Cuánto hace que no hay movilidad social en Argentina?

—La movilidad social existe, lo que ocurre es que somos mucho más inmóviles que en el pasado; en general esto pasa cuando las economías se estancan. Sobre todo hay mucha inmovilidad en los extremos, la mayoría de las personas que nacen pobres permanecen ahí, y quienes nacen ricos, también permanecen así. En países donde la movilidad es alta, esa probabilidad es menor, porque hay más oportunidades. Lo que se ve ahora y comparándolo con la época de nuestros padres, es que el acceso a ciertos bienes que son muy simbólicos en la Argentina, como la vivienda, se hace mucho más difícil, tanto desde el alquiler y ni hablar de adquirirla. Argentina no desarrolló un mercado de crédito hipotecario, es muy bajo en relación a países similares, y esto tiene que ver con la moneda, las propiedades se han revaluado tanto, asociado al problema monetario, se convirtieron en una alternativa segura de inversión en un contexto donde nada es seguro. Si la economía estuviera más sana quizás el acceso a la vivienda sería más sencillo. 

Un dato insoslayable es la desigualdad. Hay islotes de bienestar que mueven el consumo, gremios con paritarias altas, por ejemplo, en un contexto de pobreza y de trabajo informal. 

—Sí, hay sectores con más poder de negociación y están insertos en lugares de la economía donde aún hay cierta dinámica y también están quienes dicen que ahorrar no tiene sentido y también mueven el consumo. La desigualdad no creció más que en el pasado porque si no tendríamos una situación claramente peor en términos de pobreza, sí hay dimensiones como la inflación que pega más en sectores populares, pero gracias también a la dinámica del mercado laboral aunque sea el informal, ha sostenido un poco los ingresos de los sectores más desventajados y ha hecho que la desigualdad no suba más todavía. 

¿Qué papel cumplen las políticas de asistencia en este contexto?

—Tienen un rol importante. El nuevo presidente parece reconocerlo porque ha dicho que la única billetera abierta será la de Capital Humano. Al menos entendió el rol que juegan esas políticas de contención y que las va a necesitar si es que la economía entra en un período de ajuste en 2024; sin esas políticas será insostenible cualquier proceso de ajuste, y sin esas políticas hubiera sido mucho más difícil el tránsito de los últimos dos años con una inflación tan alta. Las políticas sociales funcionaron bien, es una de las dimensiones donde la Argentina ha ido mejorando en el tiempo. 

¿Qué significa la libertad para el 44,7 por ciento de personas en situación de pobreza? ¿Qué responderían sobre esa épica?

—Quizás ellos sienten el deterioro de tantos años y la falta de alternativas como falta de libertad, pero no es algo que se va a solucionar de un día para el otro, y menos con el mercado, y menos aún los pobres crónicos, a los que no los absorbe ni una mejora en la economía. No sé qué te dirían, tal vez te miren con estupor ante esa pregunta.    


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