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Política

La CGT Rosario, entre el protagonismo del pasado y un presente fantasmal a la sombra de Moyano

La Confederación General del Trabajo Regional Rosario, que durante largos años interpretó un rol decisivo en los procesos políticos de la ciudad y de la provincia de Santa Fe, es hoy una sigla vacía: nada se sabe de sus propósitos y acciones, desde hace más de una década los mandatos de su conducción están vencidos y su histórica sede es una casa cerrada con llave. Las explicaciones de algunos sindicalistas rosarinos no alcanzan para comprender esa actualidad; en sus palabras prevalecen, a veces justificadamente, especulación y prudencia excesiva, y sólo el esfuerzo de una lectura entrelíneas aplicado a dichas respuestas puede dar con algunas razones. Éstas, no explicitadas, refieren al dilatado enfrentamiento interno en el gremio de Camioneros.

Hoy no es posible explicarse la virtual inexistencia de la CGT Rosario sin sumergirse —aunque este no sea el único motivo de la parálisis— en los datos que emergen de esa pelea intestina entre el Sindicato de Camioneros de la Provincia de Santa Fe, liderado por Sergio Aladio, y su conducción nacional, en manos del magnánimo Hugo Moyano, quien además extiende su poder al secretariado general de la CGT del país junto a su hijo Pablo.

En un proceso histórico que incluye el segundo mandato presidencial de Cristina Fernández, el de Mauricio Macri y el que corre de Alberto Fernández, la CGT Rosario acumula doce años de acefalía e inacción, y nada queda en su señorial casa de Córdoba 2061, en el Paseo del Siglo del centro de la ciudad.

“Tenemos que buscar los consensos para normalizar la CGT Rosario. Claro que tenemos diferencias, pero podemos arreglarlas nosotros. Muchas veces esas diferencias son impulsadas por intereses que vienen desde Buenos Aires. Creo que estamos llegando a acuerdos, pero sucede que siempre que estamos llegando, desde Buenos Aires meten la cuchara; me explico, ¿no?”, dice a Suma Política Sergio Aladio, secretario general del poderoso Sindicato de Camioneros de la Provincia de Santa Fe, cuya sede rosarina está en Pasco al 1000, en el barrio del Abasto.

Diferencias “impulsadas por intereses desde Buenos Aires” y “desde Buenos Aires meten la cuchara” son dardos que apuntan directamente a la familia Moyano. Aladio ha pagado caro su enfrentamiento con Moyano: entre otras represalias, su seccional fue excluida de la federación nacional del sector, con todo lo que ello implica. Empero, el dirigente se respalda, políticamente y frente a la opinión pública, en el aval que tiene de sus afiliados: lleva seis años como secretario general de su sindicato y fue reelecto recientemente para un segundo mandato.

“Nosotros tenemos una visión federal, creemos que la CGT Rosario debe tener una identidad propia y no ser manejada desde Buenos Aires —razona Aladio—. Es decir, el proceso normalizador lo tenemos que decidir aquí con los compañeros, sin que se nos digiten las cosas. Ahora vengo de allá (de Buenos Aires) —cuenta—, donde tuve varias reuniones, y puedo decirte que el movimiento obrero no está pasando el mejor momento, debe haber un recambio generacional para ponernos a tono con la realidad…”. El protagonismo actual de Aladio se explica porque la última conducción de la CGT Rosario estuvo en manos de Camioneros. “Hoy todos los mandatos están vencidos”, apunta el dirigente.

Alberto Botto es secretario general del Sindicato de Luz y Fuerza de Rosario y observa este panorama: “El movimiento obrero rosarino reúne una rica historia y hoy tiene distintas expresiones, pero no hemos podido confluir en la CGT, algo reclamado por las bases. Hay algunas cuestiones que charlar, unificar criterios”. Para Botto, las diferencias “hablan más de ego que de cuestiones políticas, porque —asegura— cuando hay una necesidad muy grande de estar juntos, y por cierto se vienen momentos difíciles para el sector del trabajo, estamos. Hay que dejar cuestiones dirigenciales de lado, porque esto es más dirigencial que otra cosa, y volver a reabrir una central obrera que tiene mucha historia”.

Botto no quiere opinar de la interna en Camioneros; se abstiene. Sin embargo, admite que los gremios locales están siendo presa de la disputa entre el sindicato de Santa Fe y los Moyano. “A Sergio (Aladio), con quien tengo la mejor onda —aclara—, le han pasado cosas muy duras, lo sacaron de la federación, pero él tiene la mayor legitimidad que puede tener un dirigente, que es el respaldo de sus afiliados, de la gente. Ahora, es verdad que esa situación termina repercutiendo en el armado y en el proceso normalizador, y esto es injusto para todos los demás gremios. En este marco veo difícil la unidad, no te voy a mentir… El proceso normalizador de la CGT Rosario está en un punto muerto y se necesitan gestos generosos de todas las partes y pensar en grande, porque —concluye— a la CGT la necesita la gente de abajo”.

Walter Palombi, secretario general del Sindicato de Empleados de Correos y Telecomunicaciones de Rosario, afirma por su parte que su sector “permanentemente trabaja para que se unifique la CGT; te quiero decir —recalca, al igual que Botto— que cuando hubo que estar en la calle, peleando, estuvimos todos juntos”. Palombi dice que “nadie tiene la verdad absoluta”, pero prefiere no hablar de las diferencias que separan un sector de otro. “Esperemos que la unidad se dé lo más rápido posible”, se ilusiona y pide a la vez.

“El proceso normalizador de la CGT Rosario está en un punto muerto y se necesitan gestos generosos de todas las partes porque a la CGT la necesita la gente de abajo”

Casi como un mantra, los dirigentes rosarinos hablan de lo mismo: proclaman la unidad, llaman a dejar diferencias de lado, piden generosidad en actos y declaraciones, subrayan la necesidad de normalizar la central obrera y aclaran, por las dudas, que “cuando hay que estar en la calle” están, aunque no los ampare de momento la histórica pancarta de CGT Rosario. 

Desde los gremios más poderosos hasta los más pequeños reconocen que Camioneros fue la última conducción elegida para la CGT Rosario en un polémico congreso celebrado en 2010. Empero, admitir implícitamente ese liderazgo y contemplar un diálogo abierto con Sergio Aladio para un eventual proceso normalizador los llevaría a enfrentarse con la CGT nacional, hoy en manos de Hugo Moyano y su hijo Pablo. Tampoco sirve de momento la fotografía de 2010 o la del año pasado: la dinámica de alianzas y disputas entre los sindicatos, tanto como en el seno de cada uno de ellos, fuerza todo análisis en un terreno movedizo.


Turbulencias en Sportivo América


El último congreso normalizador de la CGT Rosario fue el 9 de abril de 2010 y proclamó a Rubén Darío López (fallecido en 2020), como secretario general. López era secretario gremial del Sindicato de Camioneros de la Provincia de Santa Fe y fue sugerido para liderar la central obrera por el secretario general de su gremio, Marcelo Dainotto, alineado con Moyano. 

Después de casi dos años de conversaciones —que habían comenzado en 2008 y desembocado en un fallido plenario en el Sindicato de la Carne, que terminó a las trompadas—, se llegó a ese referido encuentro de 2010, en el club Sportivo América. Allí fue proclamado López (por la lista “Juan Domingo Peron”), que desbancó del cargo al municipal Néstor Ferraza (de la oficialista “Juan Ignacio Rucci”), pese a que un mes antes Hugo Moyano —ya entonces secretario general de la CGT nacional—, desde Buenos Aires había dado el beneplácito para que este último continuase en el cargo. Pero Moyano cambió de opinión, le quitó el respaldo a Ferraza y bendijo al candidato de Camioneros sugerido por Dainotto. El oficialismo de Ferraza se abstuvo entonces de participar en Sportivo América, desconoció a la nueva conducción e, infructuosamente, intentó impugnar la legitimidad y legalidad de ese congreso.

Desde entonces, la CGT Rosario, fracturada, fue desapareciendo del mapa político de la región hasta estos días y, por si fuera poco, sacudida por los procesos violentos de la interna de Camioneros. 


Los sucesos inesperados


En septiembre de 2014, el otrora secretario general del Sindicato de Camioneros de la Provincia de Santa Fe Marcelo Dainotto —el mismo que propusiera a Rubén Darío López para conducir la CGT Rosario en 2010, pero ahora, cuatro años después, fuertemente enfrentado con él—, fue condenado por la Justicia por retención indebida de fondos de su gremio y, en un juicio abreviado, aceptó los cargos que se le imputaron y acordó restituir cerca de dos millones de dólares (hallados en cajas de seguridad a su nombre en distintos bancos rosarinos y secuestrados por orden judicial). Dainotto fue condenado a casi dos años de prisión condicional e inhabilitado para ejercer cargos públicos y gremiales por una década.

El enfrentamiento interno en Camioneros que culminó en septiembre con el juicio abreviado a Dainotto se había cobrado, cinco meses antes, la vida del joven afiliado Nicolás Savani, muerto a balazos el 12 de abril de 2014 cuando bajaba de uno de los ómnibus cargados de militantes de una de las facciones del gremio. Savani asistía a una asamblea en un camping de la ciudad de Pérez, donde debía aprobarse la memoria y balance 2013 de la gestión de Dainotto al frente del sindicato. Pese a su muerte —Savani tenía 27 años y estaba entre los afiliados que apoyaban a Dainotto— , la asamblea continuó funcionando bajo la dirección del citado Rubén Darío López y en esa deliberación Dainotto fue destituido. Su caída aceleró las investigaciones en su contra llevadas adelante por el Ministerio Público de la Acusación, que concluyeron en su condena.

Un año después de la muerte del joven Savani, en 2015, Daniel Llermanos, el mediático abogado porteño de Hugo Moyano, desembarcó en Rosario para participar de un acto en el que se pidió justicia para los culpables del crimen. “La muerte de Savani fue instrumental y con la finalidad de poder abortar el normal desarrollo de una asamblea. Si esto no hubiera pasado, hubiese seguido la conducción de Moyano en Santa Fe, como es en toda la Argentina”, decía entonces el abogado. Como querellante, Llermanos pidió la imputación de tres personas, entre ellas la del mismísimo Rubén Darío López, muerto de muerte natural cinco años después.

En noviembre de 2017, una pandilla que no fue identificada intentó prender fuego la sede del Sindicato de Camioneros de la Provincia de Santa Fe que conduce Aladio, la de Pasco al 1000.

Cuatro años después, en 2021, Juan Mateo Chulich, secretario general de otro sindicato de camioneros —el de Choferes de Camiones de Rosario (armado por Moyano para enfrentar a Aladio)—, comenzó a ser investigado por el fiscal de Venado Tuerto Iván Raposo por la denuncia de un afiliado, quien lo acusó por amenazas e intimidaciones para que abandone la obra social provincial y se sume a la nacional, manejada por Moyano. La causa no hubiese cobrado notoriedad de no haber sido porque, al intervenir la Fiscalía el teléfono de Chulich por la investigación, emergió un audio conmovedor: en septiembre de 2021, un sicario no identificado recluido en la cárcel de Piñero “le ofrece” a Chulich matar a Aladio a cambio de dinero: “Hola, ¿Juan? Cuchá (sic), tu número me lo pasó Seba Camaño. Nosotros somos los que le prendimos fuego el sindicato a Aladio. ¿Ahora vos querés que lo caguemos a tiros? Tenés que bajar la moneda, amigo. Bajá la moneda y lo cagamos a tiros al toque… Como la vez pasada. Vos sabés que bajás la moneda y lo hacemos al toque. Después nos comunicamos bien. Bajá la moneda y le hacemos lo que vos quieras, como siempre”.

Tensa calma y picos trágicos describen la saga de la escalada violenta dentro de Camioneros. Aún resulta difícil olvidar, mucho antes de estos episodios, el asesinato de Abel Beroiz el 27 de noviembre de 2007 en el estacionamiento del Automóvil Club Argentino de la Plaza Montenegro, en Rosario. Beroiz, de 73 años, fue apuñalado y ultimado a balazos; era secretario general del Sindicato de Camioneros de la Provincia de Santa Fe y tesorero de la federación nacional del gremio. Hugo Moyano trató de despegarse rápidamente del caso y condenó el crimen. En 2011, la Justicia santafesina condenó a cadena perpetua a cuatro personas por su autoría material e intelectual en el crimen, y a trece años de prisión a otras tres, por su participación secundaria en el hecho. 

La importancia y el poder de Hugo Moyano en la CGT nacional y en Camioneros, y por ende su involucramiento, directa o indirectamente, en los hechos que ocurren en Rosario en el seno de su gremio, han empujado a no pocos dirigentes sindicales de la ciudad a guardar distancia de todo eso en los últimos años y a no comprometerse con una acción o declaración que los desestabilice.


Otros tiempos, otros hombres


A comienzos de 1983, el peso del movimiento sindical rosarino fue, por momentos, excluyente dentro del armado político del Partido Justicialista. Los nombres de los candidatos peronistas a gobernador de Santa Fe y a intendente de la ciudad, como los de muchos que integraron las listas para diputados, senadores o concejales, estuvieron escritos en ese tiempo por hombres de la CGT Rosario.

Una muestra de aquello fueron los comicios internos para elegir la conducción provincial del peronismo en 1983, que tuvieron el perfume inconfundible de una puja sindical: de un lado estaba la fuerza del Sindicato Industria de la Carne, del sur de la ciudad, con su líder Gerardo Cabrera, impulsando a Luis Rubeo padre (la recordada Lista 2, “Unidad”); del otro, la Unión Obrera Metalúrgica, con Miguel Gómez a la cabeza, propiciando a hombres como Raúl Carignano y Juan Carlos Tapparelli (la Lista 6, “Junta Interdepartamental”). Haciendo abstracción de las denuncias de fraude y comicios amañados —las hubo entonces por doquier—, la Lista 6 se alzó con la victoria y el profesor Tapparelli no tardó en autoproclamarse candidato a gobernador, pero sus sueños fueron postergados; la elección no era directa ni vinculante y en un congreso a puertas cerradas el peso de los grandes gremios metalúrgicos (UOM y SMATA) se hizo sentir: José María Vernet (un contador de la sede rosarina de la UOM) fue consagrado candidato a gobernador y Carlos Aurelio Martínez (un dirigente del sector gremial alimenticio de la capital provincial) a vice.

Desde entonces, la CGT de Rosario, con sus diferentes nombres y expresiones, no tardaría en extender su poder en la ciudad y la provincia, más allá de las listas de candidatos: también la Justicia provincial fue contemplada por sus radares y decenas de nombres de futuros jueces y secretarios de juzgados fueron ordenados silenciosamente desde las estructuras de la central obrera y estudios jurídicos allegados. Y en los trece paros generales que la Confederación General del Trabajo a nivel nacional realizó contra el gobierno de Raúl Alfonsín, la CGT Rosario tuvo también su protagonismo, ya sea en Plaza de Mayo o en las calles de la ciudad.

Así, desde el 83 y hasta la llegada de Carlos Saúl Menem a la Presidencia de la Nación, en 1989, el poder de la central obrera rosarina fue notable y su conducción fue disputada por nombres recordados, como los de Juan Carlos Ortolán (Panaderos), Miguel Estévez (UTA) u Oscar Barrionuevo (Obras Sanitarias). Ese es el recorrido histórico, no tan lejano, de gran protagonismo, que contrasta con un presente fantasmal.


Cavilaciones, decisiones


Por lo pronto, siempre ilusionado, el dirigente camionero Sergio Aladio se esfuerza en destacar que su gremio “se ocupa de mantener el edificio de calle Córdoba 2061, de que esté cuidado y limpio, con todo lo que ello implica”, e informa que allí se han hecho reuniones, recientemente, de la Juventud Sindical. “Sí, la llave la tiene Camioneros y si alguien pide la casa para una reunión, se abre, pero eso nada más…” comenta, entre la risa y el lamento, otro dirigente sindical consultado por Suma Política.

A Sergio Aladio lo alienta, como dato político, la reciente normalización de las 62 Organizaciones Gremiales Peronistas de Rosario, de la que él fue parte, que encumbró al dirigente de empleados de la Aduana Marcelo Ciorda como secretario general. “Esto de las 62 y las reuniones de la Juventud Sindical son buenos antecedentes, creo que hay que ir por ese camino”, recomienda Aladio. 

Más allá de las declaraciones propositivas, hoy la normalización de la CGT Rosario no parece ser prioritaria para el mundo sindical. Desde luego esta es una interpretación, que además puede resultar paradójica —en tanto la realidad hunde cada vez más a los asalariados y aumenta los índices de desocupación e indigencia—. O puede no serlo: acaso lo que esté vencido no sea sólo el mandato de los dirigentes de la central obrera, sino el filo mismo de esta herramienta sociopolítica, de un instrumento con el que, en otro tiempo, los trabajadores defendieron y expandieron su horizonte de derechos. Ese otro tiempo ya no está y la vigencia de la CGT como estructura política también es alcanzada por la crisis de legitimidad que afecta a los partidos y otras instituciones.

El Ente Turístico Rosario (Etur), en su página de sugerencias para el visitante de la ciudad, recomienda ir a mirar (por fuera) la casa señorial de la CGT, en Córdoba 2061, y, sucintamente, dice: “La delegación local de la Confederación General del Trabajo, central sindical histórica de Argentina, fue protagonista de importantes hechos de protesta a lo largo del siglo XX. Sin duda que los ocurridos durante 1969 ocupan un lugar privilegiado en la memoria social: la Confederación, a cargo de un sindicalismo nuevo y combativo, supo canalizar el malestar contra la dictadura de Juan Carlos Onganía (1966-1970) y promover una articulación inédita con los estudiantes que las páginas de la Historia destacaría como decisiva. Aquellas importantes jornadas de lucha fueron conocidas como los Rosariazos y tuvieron lugar en mayo y septiembre de 1969”.

Sin intenciones banales ni suspicacias —y con la puntería del inocente que todo lo ignora— los escribientes del Etur parecen haber puesto las cosas en su lugar y promocionan la sede de la CGT Rosario como si fuera un museo. Casi un sarcasmo. 


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