¿Cuáles son las metas que no cumplimos?, se preguntó Fernando Vilella, el exsecretario de Bioeconomía, en sus primeras declaraciones tras dejar el cargo. A pesar de sus pergaminos académicos y su prestigio intelectual, su paso por el área comprendida dentro del ministerio de Economía fue fugaz y de escasa trascendencia. El docente de la Universidad de Buenos Aires (UBA) no pudo hacer pie en una gestión a la cual llegó de forma imprevista y nunca supo adaptarse.
Para una parte considerable de La Libertad Avanza, Vilella es una expresión de una agenda sectorial que desprecian con entusiasmo. Lo asocian a los postulados de la Agenda 2030 promovidos por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y una referencia de las iniciativas que en los ámbitos libertarios se define como globalismo.
Vilella se fue con la misma rapidez con la que había llegado. De acuerdo a lo que indicaron miembros de su entorno, el exfuncionario fue presentado a Javier Milei con el mandato comenzado. Durante la campaña había trabajado en los equipos técnicos de Facundo Manes, un candidato que portaba ideas diametralmente opuestas a las del gobierno actual.
El pecado de Vilella fue el desarrollo de una intensa actividad académica en torno a los bionegocios. Desde esa línea de interpretación de la actividad productiva, propone un nuevo paradigma basado en la industrialización de la base biológica. Entre los seguidores del oficialismo, esas propuestas forman parte de un complejo de políticas impulsadas por los organismos internacionales que tienen como propósito último el sometimiento a la élite global.
El propio Vilella deslizó que ese conflicto ideológico jugó de fondo en su desplazamiento. Aunque existieron problemas vinculados a la gestión y mostró una enorme dificultad para adecuarse a la organización de un ministerio que tiene otros objetivos, el exfuncionario explicó sus discrepancias conceptuales respecto a volver a la fórmula administrativa de la vieja secretaría de Agricultura.
Sin capacidad de decisión sobre el personal, con escaso contacto con la conducción ministerial y facultades reducidas, el papel de Vilella arrancó deslucido y terminó apagándose sin mayores penas ni glorias. Desde el comienzo daba la sensación de que nada tenía que hacer en el lugar que ocupaba. Y el paso del tiempo terminó por confirmarlo.
Lo que se define, por detrás, es el alineamiento a la estrategia planteada por el ministro de Economía, Luis Caputo. Un planteo que no tiene a la agenda del campo en su centro. Desde las organizaciones del sector advirtieron la necesidad de incorporar algunos de los temas propios en el set de problemas a resolver. Pero en Economía prefieren dejarlos para una tercera o cuarta etapa, una vez que se hayan resuelto los desafíos monetarios y cambiarios.

El campo como fuente de recaudación
La propuesta libertaria para el campo no trasluce un conocimiento del sector muy superior al de anteriores gestiones. En cuanto a las iniciativas, por el momento se reducen a postulados generales sobre la simplificación burocrática, la potenciación de las capacidades productivas, el aumento de la competitividad y la apertura de nuevos mercados.
Lo cierto es que, para el programa financiero, el campo es abordado únicamente desde la dimensión recaudatoria. Sin embargo, las presiones devaluatorias no provienen especialmente del sector agropecuario. Más bien, lo que se intenta promover es la necesidad de bajar las retenciones y articular alguna medida que tienda a reducir los costos, fundamentalmente los originados en la estructura de arrendamientos.
El gobierno concentra su esfuerzo en el sendero hacia la liberalización cambiaria marcado por la eliminación de pasivos remunerados, puts con los bancos, y la convergencia de inflación, devaluación y tasa de interés. En última instancia, lo que apremia es la brecha cambiaria y un acuerdo con el FMI que aporte más reservas.
El nuevo secretario será Sergio Iraeta. Pero, según afirman en los círculos próximos al gobierno, quien seguirá controlando la cartera será el secretario coordinador de Producción, Juan Pazo. La segunda etapa del programa económico orientado a la eliminación de la emisión endógena y a dar una solución definitiva a la inflación, pondrá al sector agropecuario en un rol auxiliar.
Sin embargo, el panorama, aunque mejor que el año anterior, no ahorra dudas. Los precios internacionales planean en baja y los fenómenos climáticos aumentan los riesgos, dejando un escenario que más que una recuperación, anuncia la continuidad de un letargo productivo que llevó a la Argentina a perder capacidad productora, descender posiciones en los mercados de exportación y prolongar un estancamiento que amenaza su relevancia mundial.

Autor
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Hace periodismo desde los 16 años. Fue redactor del periódico agrario SURsuelo y trabajó en diversos medios regionales y nacionales. En Instagram: @lpaulinovich.
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