Total anormalidad. Con calles vacías de ciudadanos, aunque saturadas de policías y de fuerzas de seguridad, y el recinto con sólo un tercio de legisladores de un total de 329, sin quórum, Milei puso en marcha el 143° período de sesiones ordinarias del Congreso. El peronismo, la izquierda y gran parte de los bloques intermedios ausentes.
Con una mínima y tangencial referencia a la estafa cripto “hablame de la estafa piramidal”, que ya le cuestan decenas de causas judiciales e imputaciones, el presidente anunció que condicionado por el FMI mandará al Congreso una ley para una nueva toma de deuda con el organismo internacional. Si bien pidió el acompañamiento de los legisladores, a la vez reconoció que no tendrá el apoyo mayoritario; “lo haremos igual”, anticipó.
El acuerdo con el FMI incluye un pedido de ratificación del Congreso (la ley argentina va en el mismo sentido), pero las mayorías para el presidente, con este Congreso, no estarán. La zona del Congreso, para los periodistas veteranos y memoriosos (como quien escribe), como nunca antes, hizo recordar a los tiempos dictatoriales, cuando el Palacio era apenas una oficina gigantesca de maquinaria administrativa de la última dictadura militar: la Comisión de Asesoramiento Legislativo, la ignominiosa CAL, que dotó al régimen de los elementos jurídicos durante el período 76/83. A diferencia de los dictadores, Milei gobierna con legitimidad de origen, con presuntas encuestas de opinión que lo favorecen, pero con similar actitud autoritaria en la gestión, ambas cualidades que también ostentaron los dictadores.
Prueba de ello fue el lugar asignado para los periodistas acreditados en Diputados, que como nunca antes fueron enviados a los balcones del “gallinero”, segundo piso, y no al tradicional balcón del primer piso diseñado para la prensa desde el mismo momento en que se construyó el Palacio, en 1906, y finalmente terminado por el peronismo en 1946.
El discurso del presidente, durante unos 70 minutos, se fundó en frases cortas y fue interrumpido por decenas de aplausos de los legisladores presentes. Incluyó la lista de autoelogios ya naturalizados por el presidente y también ataques sin piedad para uno de los pocos opositores moderados presentes, el diputado radical Facundo Manes, que intentó increparlo, Constitución nacional en mano, para que dé respuestas al tema de la cripto estafa, y por el nombramiento por decreto de dos miembros de la Corte Suprema, uno de los cuales, Manuel García Mansilla, ya aceptó, juró, y estuvo presente este 1° de marzo en el recinto junto a los otros tres miembros del tribunal.
El episodio con Manes, protagonizado desde el estrado por Milei, también incluyó escenas de pugilato con su asesor Santiago Caputo, pieza clave del poder mileísta. Manes habría sido golpeado por acompañantes de Caputo. “Me pegaron dos piñas”, dijo, e hizo la denuncia policial por “amenazas y violencia”. Entre los diputados santafesinos presentes se pudieron ver los miembros del partido de gobierno, también al elenco del PRO —en especial a quienes ya miran de cerca al armado de la LLA, como Gabriel Chumpitaz y Luciano Laspina— y al escindido miembro del bloque peronista, Roberto Mirabella, hombre del ex gobernador Omar Perotti, ahora socio del gobernador y primer candidato a convencional constituyente. Santa Fe, sin embargo, se destacó justamente por la presencia de su gobernador, el radical Maximiliano Pullaro, entre un puñado de gobernadores (seis en total, sobre 24 de todo el país).
Hubo tantas butacas libres que por primera vez desde que se tenga memoria el sexteto de gobernadores (también estuvieron el cordobés Martín Llaryora, el santacruceño Nacho Torres, el catamarqueño Rául Jalil, el chaqueño Leandro Zdero, Claudio Poggi de San Luis y Jorge Macri de Caba) hizo contraste con el mar de ausencias, en un sábado atípico. Pullaro repartió sonrisas, saludos y también aplausos para el discurso presidencial, aunque no con igual pasión y reiterancia que la hinchada del presidente, que con estética claque aplaudió sistemáticamente cada intervención de Milei.
El final del discurso del presidente incluyó un entredicho con su vice, Victoria Villarruel: ella, conductora formal de la Asamblea, le anticipó el final y daba por terminado el evento. Pero Milei la cortó, “pará, pará que falta”, y, entre otros aportes, elevó el tono con el “viva la libertad carajo”, repetido por tres veces. El show había terminado.

