“Hay que ver a quién beneficia”. Esa es la respuesta, cargada de lógica investigativa, que ofrece el viceministro de Seguridad de la provincia, Omar Pereira, sobre el asesinato del histórico líder de la barra brava de Central, Pillín Bracamonte, y su ladero Daniel “Rana” Attardo.
A este ex jefe de la Región 2 de Gendarmería le tocó acompañar durante los cuatro años de gestión al entonces ministro Maximiliano Pullaro, al que secundó desde el mismo cargo que ahora ejerce: secretario de Seguridad Pública de la provincia. Cuando el gobernador armó su gabinete, tras ganar las elecciones, ratificó al mismo equipo con el que había trabajado durante la gestión de Miguel Lifschitz. Pereira recuerda que llegó a retirarse como jefe de Gendarmería, y a los dos meses el ex gobernador socialista lo convocó para su equipo de seguridad, a fines de 2015. Ahora trabaja junto al ministro Pablo Cococcioni, quien le delegó el manejo de la policía, lo que en los despachos oficiales llaman “policiamiento”.
En esta entrevista responde a algunos de los interrogantes que rodearon el doble crimen de Arroyito: el patrullero que no paró, la ambulancia que siguió de largo, el apagón eléctrico de pocas horas en las dos cuadras donde le dispararon a Pillín dentro de su camioneta, en medio de la calle y rodeado de algunos de sus seguidores. También aclara por qué no hubo velatorio y las idas y vueltas con el cuerpo después de la autopsia, y responde a lo que se instaló como una posible “pata policial” involucrada en el crimen y a la posibilidad de que haya existido una zona liberada.
Asegura que este asesinato no puede compararse con el del Pájaro Cantero, especialmente por las consecuencias que generó en la vida pública de la ciudad, y que la investigación sobre quienes están detrás de la muerte de Bracamonte deberá bucear en cinco o seis escenarios diferentes. “Esto es mucho más grande que poder manejar a la barra o la venta de choripanes afuera de la cancha”, advierte.
No descarta que a Pillín, al que reconoce como “un equilibrista”, lo hayan matado por ser uno de los últimos referentes conocidos de una organización, en este caso la barra brava de Central, después que la mayoría de los líderes de las bandas narcos murieron o permanecen detenidos. “No me extraña que alguien haya pensado en él ante el nuevo esquema que obligó a reorganizar los territorios, o que él mismo haya estado frente a la posibilidad de hacerse cargo de una zona o de algo más”.
También responde sobre un tema sensible de los planes de seguridad: la inconveniencia de hacer un pacto con el delito frente a organizaciones que ya no tienen líderes visibles.
—¿Hubo alguna intervención del gobierno para que no se hiciera el velatorio de Pillín Bracamonte?
—No. Fue una decisión absoluta de la familia. Nosotros no intervenimos en nada. Solamente en el momento que se definió a dónde lo iban a trasladar. La idea inicial de la familia fue la cremación sin sepelio. Luego vino la disposición de Fiscalía para que se mantuvieran los cuerpos un tiempo más, y dieron un plazo de una semana para definir si se iban a necesitar otros estudios complementarios. A partir de ahí se le presentó el problema a la familia que no quería velatorio.
—¿Fue cierto que algunas funerarias rechazaron recibirlo y prestar el servicio?
—No, lo que no tenían era un lugar donde preservar el cuerpo. Eso estaban buscando y no conseguían en ningún lado. El propio Instituto Médico Legal estaba limitado también por el paso continuo de cadáveres y el uso que van haciendo de las cámaras de frío que tienen para preservar. Pudieron tenerlo uno o dos días y por eso se le estaba complicando a la familia. Hasta que consiguieron el lunes a la noche en El Prado (cementerio ubicado en Pérez) y nos pidieron una mano para llevarlo esa misma noche allá. Ahí queda hasta que se disponga otra cosa. Y es lo que se hizo. Tenemos una guardia por las dudas, pero esa fue toda nuestra intervención.
—Fue extraño que no hubiera velatorio.
—Sé que hubo discusiones internas en la familia, pero nosotros estuvimos ajenos a eso.
—Tampoco hubo ninguna de las manifestaciones públicas que suele haber cuando es asesinado un referente, en este caso de una barra de fútbol, como pasa también con algunos líderes de grupos narcos.
—No deja de ser preocupante eso.
—¿Se puede comparar esta muerte con la del Pájaro Cantero?
—Creo que el contexto es completamente distinto. Bracamonte llevaba años manejando todo. Al día de la muerte de él y del “Rana” Attardo, para abajo en la línea sucesoria no había nadie. Queda Pitito Martínez ahora como el más visible, o el hijo de Bracamonte, que no sé si está en condiciones de hacerse cargo de la barra. Pero cuando hablamos de Pillín es la barra y un montón de cosas más. De hecho, él estaba alejado de eso porque no podía entrar a la cancha desde 2018, y lo cumplía. Por eso es que siempre andaba por ahí dando vueltas por los alrededores de la cancha y su gente adentro. Creo que también a él le estaría generando una suerte de preocupación eso, se hablaba mucho de desconfianza de él mismo hacia su propio entorno porque no podía controlar lo que estaba pasando adentro. Cuando a posteriori de la muerte de Samuel Medina aparecieron las banderas en la hinchada, salió a aclarar que él las autorizó, como para dejar claro que nadie le está manejando nada. Pero estaban pasando cosas en los últimos partidos. Esa es la parte de la barra.
—¿Cuál es por ahora la hipótesis más fuerte sobre lo que pasó?
—La hipótesis más fuerte de la investigación es que esto fue una cosa entre barrabravas, la continuidad de las luchas internas, si las hubiere. Pero indefectiblemente van a terminar siempre enredadas y atadas a algunas otras cuestiones. No se habla sólo de poder manejar la barra o de la venta de choripán afuera. Esto es mucho más grande. Las viandas, los baños químicos, todas las causas que tiene, inclusive por lavado de dinero, droga, es un paquete grande donde él tenía relaciones y enemigos seguramente.
—¿No estaba en juego también la disputa de algún territorio para la venta de droga?
—Es una de las variables teniendo en cuenta que, a partir de comienzos de este año, con la nueva realidad impuesta por el plan de seguridad de este gobierno, las leyes drásticas que se toman para con el Servicio Penitenciario, se reconfiguró todo el tema territorial. Ya no se contaba con referentes de importancia, porque están todos presos, pero seguían manejando las cosas y, hasta por ahí con limitaciones y todo, lo siguen haciendo. Acá empieza a aparecer la cabeza de Pillín como el único referente líder de una organización. Sabemos que siempre fue un equilibrista, al principio estuvo con los Cantero, tuvo relaciones con Alvarado también, medió entre la barra brava de Central y la de Newell’s. Hasta Newell’s lo llamó alguna vez para que ordenara su hinchada. Fue un tipo que caminaba por todos los andariveles. No me extraña que alguien, por ahí pensando en la necesidad de reorganizar el territorio, haya pensado en él, o él haya impuesto la posibilidad de ser quien se haga cargo, no sé si sólo de zona norte o de algunos de los territorios, sino de algo más. No me extrañaría que dentro del contexto de las hipótesis de las investigaciones pueda aparecer algo de eso.
—¿Qué suponen que puede pasar después de esta muerte en los dos escenarios: el interno del club y en relación a las disputas externas en la ciudad?
—Por todo lo que estamos viendo y analizando en la seguridad en sí, mantenemos y queremos mantener, y si es necesario reforzar, el esquema que planteamos, que nos ha dado resultados: el trabajo en territorio, la división por cuadrículas, el patrullaje con vehículos, la coordinación con las fuerzas federales. El domingo estuvimos con la secretaria nacional de Seguridad y todo su equipo. Estamos atentos a lo que los fiscales nos digan, a que de la investigación surja algo que indique que todo podría venir de tal lado. Necesitamos eso para intervenir. En ese caso iremos con nuestro personal. Hoy mantenemos el esquema normal, muy atentos, trabajando mucho con investigación criminal, viendo todo el movimiento, los nombres y lo que puede ir pasando. Creo que con el reinicio de las fechas normales de fútbol a partir de fines de noviembre iremos viendo la fotografía adentro de la cancha, a ver qué está pasando. Si es que no nos enteramos antes de algo.
—Lo que podría llamarse la pata policial, ¿qué importancia le asignan? Digo por el allanamiento a la comisaría 9ª.
—Hasta ahora no surgió nada. Ni siquiera se inició causa. La comisaria a cargo volvió a sus funciones, aunque estamos evaluando su situación, más que nada para preservarla. Si llega a surgir alguna situación y queda involucrada, se harán los trámites que correspondan. Por lo pronto no es solamente la comisaria en sí, sino la familia; su padre y su hermano fueron demorados pero no quedaron detenidos. El padre y el hermano viven juntos, ella (la comisaria) vive aparte con su pareja y una hija. De no tener ella nada que ver con el tema, la estaría perjudicando esa situación familiar. Estamos viendo la necesidad de trasladarla a otra comisaría para desafectarla de la cuestión y que continúe la investigación.
—Y al resto de la policía que estuvo afectada a la seguridad del partido, ¿qué responsabilidad le cabe?
—Esto fue a cuatro cuadras de la cancha. Está fuera del esquema de seguridad propio de la cancha. Hubo más de 400 policías, más de 200 de seguridad privada, y hay un pequeño anillo alrededor del estadio. El operativo no alcanza a esa zona. Lo mismo pasa en Newell’s, dos o tres cuadras más allá del estadio está el patrullaje normal.
—¿Se puede descartar que haya habido una zona liberada?
—Lo que llaman zona liberada sería que el patrullero de la cuadrícula en ese momento no estuviera pasando por ahí.
—Testigos afirman que pasó y no paró.
—Pasó acompañando a una ambulancia, que tampoco paró porque traía un descompensado que venía de la cancha y pidieron que un patrullero le abriera camino. Por eso pasó el patrullero y la ambulancia. Pero no era un móvil de la cuadrícula, sino uno que estaba afectado al operativo ambulancia.
—Y sobre el alumbrado público, que estuvo apagado en esas dos cuadras, ¿qué pudieron averiguar?
—Es sugestivo. También es cierto que a partir de esas dudas, una de las primeras cosas que dispuso el fiscal fue una pericia técnica, se hizo revisar todo, y no apareció ningún indicio de que hubiera ninguna acción externa, un sabotaje, corte de cables, nada. Por ahora todo indica que se cortó unas horas antes la luz, cuando apenas había oscurecido, y volvió a las cinco de la mañana siguiente. ¿Casualidad, que alguien con alguna técnica que no implique algún tipo de violencia lo haya hecho, aunque no sé cómo? Eso es lo que tenemos hoy. Si llega a aparecer otro elemento, se verá. Por ahora podemos hablar de una casualidad que se cortara la luz justo en ese tiempo. Pero entiendo que se pueda pensar mal, porque se juntan un montón de cosas que parecen coincidencia y dan lugar a eso. Es lógico pensar mal, todos lo expresamos.
—¿Qué piensa de que dos o tres personas hayan llegado tan fácilmente, caminando, y hayan podido disparar desde muy corta distancia y después escaparse en medio de tanta gente sin ser atrapadas?
—Había pasado lo mismo la vez anterior cuando lo balearon en el Parque Alem, con toda la gente de la barra ahí y desde la vereda frente al restaurante tiraron igual. Evidentemente o estaban practicando o no acertaron, más si estaba oscuro.
—¿No había ninguna medida especial de protección después de eso?
—Esas cosas son a pedido de la Justicia o del interesado. Y no hubo nada de eso. Si hasta tenía una rutina: dejaba su camioneta en la playa de Carballo y Avellaneda, siempre la dejaba ahí. Pasaba alguien a buscarlo y de ahí se iban al Parque Alem, donde hacía el aguante durante el partido. Después se juntaban, lo traían en otro vehículo, agarraba su camioneta y se iba. Si alguien lo estaba investigando y le hacía inteligencia, en tres situaciones seguidas ya sabe qué hace. Cuidado cero, en ese sentido.
—Daría la impresión de que no desconfiaba de que alguien cercano pudiera traicionarlo.
—O estaba muy autovalorado él, en decir ¿quién me va a hacer algo a mí?, a pesar de que lo habían intentado varias veces. No sé qué le pasaría por la cabeza. Pero quien lo hizo tuvo mucha audacia, o tendríamos que pensar que es alguien del entorno que estará festejando. No hay nada para pensar eso todavía.
—¿Siente que esta vez pasó algo distinto de lo que pasa siempre que ocurre un caso como este? No hubo por ahora consecuencias como las que muchos pronosticaban, incluso con revanchas inmediatas.
—Estoy convencido que este doble asesinato no tiene nada que ver ni es lo mismo que el del Pájaro Cantero. Como tampoco se puede comparar esta situación con el proceso que dio lugar a los homicidios de marzo, abril y mayo pasado en Rosario. Son contextos totalmente distintos. A medida que pasen los días iremos entendiendo o viendo cosas que nos den una pauta de por qué fue. Cuando se investiga, lo primero que se trata de analizar en estos hechos es quién se beneficia. Y acá no está claro. Hay varios beneficiarios directos e indirectos, habrá que determinar los niveles de cada uno. Capaz que el más beneficiado no tuvo nada que ver, pero recibe los beneficios de lo que pasó, le vino bien, y habrá algún otro que le interesaba hacerlo directamente para su beneficio. Es tan amplio el contexto de cosas que Pillín encierra en su persona, que hay cinco o seis lugares distintos de acción.
—¿Qué piensa sobre lo que dijo el ex ministro Marcelo Sain de que si hay una réplica de crímenes después de este asesinato, va a significar que se rompió ese acuerdo de pacificación que supone hay desde hace unos meses entre el gobierno y las bandas narcos. Y que si, en cambio, no pasa nada, eso podría leerse como que fue un “permitido” dentro de ese pacto?
—Para mí Sain es un teórico, un estudioso de la cuestión de la seguridad, y quedó demostrado que la teoría en seguridad necesita sí o sí tener su correlato en la cuestión práctica. Es de las profesiones, como la medicina, donde tengo que saber diagnosticar y, si soy cirujano, después tengo que saber agarrar un bisturí y operar. Teorías hay muchas de la seguridad en el mundo. Escuchar hablar a alguien que estuvo a cargo de una determinada cuestión y no la pudo resolver, y que incluso entiendo que es defensor de la teoría del pacto. Pero al margen de eso, el único pacto que conozco es trabajar.
—¿Es partidario de un pacto de estas características, como el que se menciona, más allá de que lo acaba de negar?
—El tema pacto es amplio: puedo decir que existen en el mundo y han existido en distintas problemáticas en países y ciudades. El pacto puede ser expreso o tácito, puedo sentarme con los delincuentes cara a cara, la mafia, y decir ‘muchachos no nos molesten, no me maten a nadie’, el pacto que sea. Pactar, quedar de acuerdo en algunas cosas. Luego está el pacto tácito: empiezo a mostrar que no hago nada, que no los molesto, y los tipos si son inteligentes dicen ‘nos están dejando laburar, a estos lo único que les molesta son los muertos, no hagamos nada’. En este caso descarto totalmente lo del pacto expreso. Con quien se debería pactar en todo caso están todos presos, y el tácito tiene que ver con eso porque quien fuera a negociar ¿qué puede obtener? Si uno no tiene con quien negociar, porque no hay ningún referente, se encuentra con las terceras o cuartas líneas, con los tira-tiros, con las mujeres que son las que están tomando a cargo las bandas. Analizándolo por fuera, ya que no soy político, técnicamente en seguridad no veo una posibilidad de pacto porque no hay con quién y los hechos fueron demostrando que no los dejamos hacer. Al contrario: se les pegó de entrada y se les sigue pegando, se siguen tirando búnkeres, metiendo adentro a las mujeres, a los hijos. No me cierra la cuestión del pacto. Entiendo que Sain lo diga por sus intereses políticos e ideológicos de marcar alguna cuestión.
—No sólo el ex ministro habla de eso. Se comenta en otros ámbitos también.
—No lo entiendo ni lo justifico, pero hay un montón de gente que habla desde afuera sin saber, y sin haber estado. Sí me llama la atención de un tipo que estuvo, que conoce, y que no hizo bien las cosas. Porque puedo levantar la bandera si solucioné algo, pero terminamos el año pasado con 300 muertos. Si hizo pactos, con más razón no habría que hacerlos.
—Hay quienes creen que desde el gobierno se está minimizando el impacto que puede tener el doble asesinato de Arroyito.
—No comparto esa mirada, para nada. Estamos con cierta tranquilidad en el sentido de que se está haciendo algo que está saliendo bien. Nos tocaron cuatro años de experiencia, porque prácticamente la base del equipo de seguridad es la que estuvo con Pullaro como ministro. Fueron cuatro años duros. Luego tuvimos una posibilidad, que a veces viene bien, de salir de la cancha y mirar el partido desde la tribuna. Se ven mucho mejor las cosas. Y está el espíritu crítico. Ver qué hicimos bien, qué se puede corregir, cuatro años para hacer el seguimiento de lo que se estaba haciendo, ver lo positivo y lo negativo. Y cuando tocó ganar otra vez, teníamos mucho más claro que en 2015 lo que teníamos que hacer, un plan previo que corregimos y arreglamos. Y el respaldo del voto popular que nos permitió tener herramientas que nos facilitaron muchas cosas, y que antes no tuvimos.
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Periodista. Licenciado en Comunicación Social de la UNR. Ex jefe de Redacción de La Capital. Twitter: @DanielAbba_
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