En los últimos tiempos andaba poco por la calle. “El único lugar en el que me pueden encontrar es en la cancha”, decía Andrés Bracamonte. Y sus asesinos estaban perfectamente al tanto. Tanto el primer intento como el asesinato consumado durante la noche del sábado se produjeron en inmediaciones del Gigante de Arroyito. Las circunstancias sugieren que en un caso y en el otro hubo tareas de seguimiento, participación de más personas al margen de los sicarios y factores que abonan sospechas conspirativas, como el corte del alumbrado público en el tramo de la zona norte que se convirtió en una trampa mortal para el ex jefe de la barra de Central.
Bracamonte condujo durante un cuarto de siglo la barra canalla, un caso sin parangón en las hinchadas del fútbol argentino. Y el secreto de su muerte se encuentra precisamente en la conducción que ejerció y en el lugar que ocupaba: “Pillín” fue asesinado por impedir los negocios de la banda narco Los Menores, según fuentes allegadas a la barra.
Bracamonte y Daniel Attardo fueron atacados alrededor de las 21.45 del sábado en Avellaneda e Ibarlucea, media hora después del final del partido entre Rosario Central y San Lorenzo. Ambos iban a bordo de una camioneta. El corte del alumbrado público convirtió a ese sector de la zona norte en un escenario ideal para que los sicarios los tomaran desprevenidos.
—Se acercaron tres pibes, pibitos —dice una fuente vinculada con Bracamonte—. Dos de ellos dispararon y cuando estaban por escapar uno volvió e hizo otro disparo, de remate. Se fueron corriendo.
Según esta versión, la única que circula en la barra, el motivo del ataque tiene que ver con la oposición de Bracamonte al ingreso de la banda Los Menores para vender cocaína en el estadio de Central y por extensión en la zona norte de Rosario:
—Hay un integrante de esa banda al que le dicen Limón, al que Andrés le dio una paliza por ese motivo, porque no quería violencia en la tribuna ni que se metiera la Policía Federal. Eso generó resentimiento.
La respuesta a ese episodio sería la saga que comenzó el 10 de febrero, cuando personas no identificadas hicieron disparos contra el ingreso del country Los Alamos, en Ibarlucea, donde vivía Bracamonte, y dejaron una nota con amenazas y alusiones a la venta de drogas. El 11 de agosto, un hombre de entre 30 y 35 años baleó a Bracamonte en el Parque Alem, después de un partido entre Central y Newell’s, y pudo escapar de una zona en la que había 550 policías destinados a un operativo de seguridad por el clásico. Y el 1° de octubre, Samuel Miqueas Medina fue asesinado por dos tiradores que lo esperaron en su casa a la salida de otro partido de Central. “Los tres ataques responden a la misma gente”, afirma el vocero vinculado a la barra.
De menor a mayor
La banda de Los Menores tiene un creciente protagonismo en el negocio del narcomenudeo y exhibe un nivel de violencia notable, aunque opacado por la mayor atención que suelen recibir Los Monos y sectores residuales de la banda de Esteban Alvarado. Su base territorial es el barrio 7 de Septiembre, aunque el apodado Limón vive en la ciudad de Buenos Aires y el presunto líder, Matías G., tiene pedido de captura.
Los Menores fueron señalados como responsables de una balacera contra la subcomisaría 26ª, de Villa Gobernador Gálvez, donde apareció una nota con amenazas dirigidas a Carlos Escobar y Leandro Vinardi, dos notorios integrantes de Los Monos presos en la cárcel federal de Ezeiza. Este episodio los vincularía con Pablo Camino, preso en Rawson y organizador de otra facción de Los Monos. Por otra parte integrantes de Los Menores fueron involucrados en las investigaciones de siete homicidios perpetrados en 2023, entre ellos el de Ángel José Acuña, un caso que puso al descubierto el componente policial de la banda.
Acuña fue asesinado el 13 de septiembre en una casa de José Ingenieros al 8600. Un soldadito que abandonó la banda, sobrevivió a un intento de asesinato y se convirtió en testigo de la fiscalía identificó al oficial Fernando Molina, de la subcomisaría 21a, como protector de Los Menores en el barrio 7 de Septiembre.
La referencia a Los Menores también surgió durante las investigaciones de los crímenes de trabajadores en marzo, ya que habrían recibido la pistola que el menor identificado como DMG utilizó para asesinar al playero Bruno Bussanich. Las conexiones y la información con que parece contar la banda, por otra parte, parecieron dar resultado el pasado mes de junio, cuando quince allanamientos realizados en los barrios 7 de Septiembre, Stella Maris y Emaús por agentes de Asuntos Internos y las Tropas de Operaciones Especiales concluyeron sin detenidos ni secuestros de drogas. La Fiscalía de Rosario informó entonces que tenía teléfonos para peritar, y dinero en efectivo incautado en los domicilios.
Los barrios Stella Maris y La Bombacha, también zona de asentamiento de Los Menores, fueron objeto del primer programa de Intervención Barrial Focalizada del gobierno provincial. El martes 29 de octubre, el gobierno informó que en ese marco se redujo un 81 % la violencia altamente lesiva y se realizaron 56 allanamientos, con 14 personas puestas a disposición de la Justicia, de las que 9 quedaron en prisión preventiva.
Los interrogantes sobre el doble crimen de Arroyito se multiplican con el paso de las horas. No solo se trata de identificar a los asesinos y a quienes encargaron la ejecución sino también de precisar la participación de Los Menores y de otros actores del ambiente narcocriminal. El homicidio de Bracamonte carga además de incertidumbre el presente y su sombra se proyecta como amenaza de otro ciclo de violencia.
Las sospechas de que hubo una zona liberada para el crimen y otros rumores conspiranoicos difundidos en las redes sociales tal vez resulten inverificables pero muestran que el miedo a la violencia continúa latente entre los rosarinos y que el sentimiento de seguridad alentado por la baja de los homicidios dolosos puede desvanecerse en un instante. Las próximas horas serán fundamentales para develar la trama del asesinato de Bracamonte y para saber en qué estado se encuentra Rosario.